Ciertas tinieblas del alma a tener en cuenta
Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.
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El tiempo de Cuaresma, en alguna que otra ocasión (dependiendo del estado espiritual en el que nos encontremos) puede ser tiempo de redescubrimiento. Y redescubrirnos suele ser necesidad tras el resultado de habernos perdido.
Algo así es, por decirlo de alguna manera, lo que sentimos cuando nos creemos abandonados por nuestros semejantes y, a lo mejor, tenemos la sensación de que Dios nos ha abandonado:
no mencionamos la prudencia,
ni sabemos caminar por otro rumbo que no sea el deseado, esclavos del acierto que pensamos, absorbidos por ese plan.
Es como si una luz cegara la vista; como si, llevados por ella,
no fuésemos dueños de nuestras manos,
ni nuestro corazón emergiese del fango, ni nuestro ser respondiera,
podrida la voluntad, encorsetado el quehacer en ese último sentido.
Es como sostener una idea que nos vaga por la razón
como atribuida al mundo, como evadirse
para no mirar sobre nuestros pasos
porque dejan una huella de perenne viscosidad.
Es como pretender que las nubes que emponzoñan
nuestro dificultoso mirar
no se dispersen y siempre enturbien
la cerrazón del vivir,
mísera rutina que no nos aporta más que
disipación y cobardía.
Es como sorber, con delectación, de la fuente amarga de la noche,
esperando que nos llegue una iluminación
propia o robada, acechada,
a lo limpio, al paradigma del bienestar dulce del amor.
ausente del individuo mismo, como socavar las bases arraigadas
de un mensaje entendido y olvidado, como bendecir,
con equivocada humanidad, con desacierto básico,
lo que vagamente se comprende; lo que, con certeza, yerra
el misterio; lo que espacia, en ilusorias imágenes, las impresiones
de la Palabra en nuestro corazón, como intentando, vano afán,
hacer errante al alma,
recriminar, con el viento a favor de la mundanidad
que mancha el paso,
el justo medio de gracia que Dios nos dio,
y hacer, de la tiniebla opaca, un negador destino”.
Y, sin embargo, no hay nada que impida volver los ojos y la vida a Dios, Creador nuestro. Salir, así, de las tinieblas en las que, por egoísmos o cegueras mundanas, nos situamos para no ver nada más que oscuridad y triste mañana, es fácil: sólo Dios.
Sólo Dios.
Eleuterio Fernández Guzmán
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2 comentarios
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EFG
Y que así sea siempre porque Dios ni nos abandona ni nos da por perdidos.
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