Ad pedem litterae - Hermanos en la red - El Brigante
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Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.
En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.
Ad pedem litterae - El Brigante
Presentación del artículo de El Brigante
La realidad de las cosas es, casi siempre, cruda y nos lleva a pensar que estamos rodeados de un sistema que produce tergiversaciones de la propia naturaleza humana. Cuando, además, existen muchos “agentes” que colaboran con el sistema, bien podemos creer que estamos bastante perdidos.
Dice El Brigante que se trata de comprender o morir. Esto, así dicho, puede parecer algo exagerado pero resultaría peligroso creer que estamos ante una situación como otra cualquiera y que podemos mirar para otro lado. Nos conviene, como especie humana y como católicos, comprender lo que pasa si no es que queremos, en efecto, morir como especie y dejarnos avasallar como católicos. Lean y verán ante las personas que estamos y en las manos en las que hemos caído o estamos cayendo, poco a poco, hasta lo más profundo de la fosa de la que tanto describió el salmista.
Muchos ámbitos de la familia y de las relaciones familiares están siendo muy concienzudamente estropeados y destruidos. No se trata de una casualidad sino de un plan perfectamente trazado por el Mal al que muchas personas se están acogiendo con gozo destructor de lo establecido, como poco, por la propia naturaleza.
“Se trata del proyecto de erradicación sistemática de los fundamentos naturales de la vida en común y de la vida personal”. Esto lo dice el autor del artículo que hoy traemos a Ad pedem litterae. Y quien no lo vea puede estar seguro de que forma parte del entramado perseguidor, por acción u omisión, de lo bueno y mejor que tiene el ser humano como tal y el ser católico particular.
Y ahora el artículo de El Brigante
Comprender o morir
Propagación y contagio –institucionalizado– de la lógica anticonceptiva (insertada, por ejemplo, como parte de la función orientativa de las comadronas: la “planificación” familiar y la difusión de los métodos anticonceptivos, aborto incluido); imposición de una instrucción materialista por vía de currículo obligatorio en todas las etapas educativas (animalismo sexual, ateísmo, concepción laicista de la vida social, perpetuación del desprecio revolucionario contra la religión); leyes despenalizadoras o aprobadoras del aborto provocado, con el consiguiente efecto socialmente propositivo y corruptor en ambos casos; difusión de una concepción “positivista” del matrimonio (que ya no se comprende como una institución natural y basilar para la vida social, por lo se convierte en algo meramente convencional, lo cual queda patente en la “normalización” y aceptación del hecho social de los segundos y posteriores “casamientos” civiles, pero también igualmente en un tratamiento irresponsable de las infidelidades matrimoniales por parte de los medios de comunicación y de entretenimiento); destrucción de la autoridad paterno-materna por vías de leyes “protectoras de la infancia” que criminalizan todo recurso a la fuerza en la educación (instrumento que, prudencialmente, ha sido siempre considerado parte integrante de la educación, como lo atestiguan las Sagradas Escrituras); destrucción de la autoridad marital por vías de leyes “de igualdad” (que, abiertamente, consideran la familia como un ámbito de peligrosidad para la mujer y para los hijos: es decir, un ámbito de cohabitación con un ser potencialmente peligroso para ellos, que es el padre-marido); prohibición penal de manifestar que hay un orden natural de la sexualidad al margen del cual lo que existe es infinidad de desórdenes en una diabólica gradación hasta llegar a los pecados que claman al cielo…
Éstos son sólo algunos de los ejemplos de la realidad legal-cultural que se nos está imponiendo. Es una realidad coherente y homogénea: se trata del proyecto de erradicación sistemática de los fundamentos naturales de la vida en común y de la vida personal. Guerra contra la naturaleza humana, guerra contra la ley natural. Esta es la realidad que vivimos y eludirla en nuestros razonamientos no sirve de nada. O mejor, sirve para constatar la irrealidad de nuestros planteamientos. Si de verdad queremos defender nuestras convicciones fundadas en la naturaleza de las cosas y por supuesto nuestra fe y concepción de la vida cristianas, hemos de conocer nuestras convicciones y nuestra fe a fondo (algo que no está descontado, ni mucho menos), pero también tenemos que identificar de un modo realista nuestros enemigos y organizar lo más eficazmente posible nuestras fuerzas. Todo esto es regido por la prudencia. Por eso, llamar imprudente nuestra actitud no es algo baladí: es mucho más ajustado y más doloroso e insultante que decir que la nuestra es una actitud imbécil o que, sencillamente, tocamos el violón.
Las llamadas ideologías de género, el feminismo, el animalismo sexual o aberrosexualismo (la privación del sentido moral y humano de la sexualidad), el anti-varonismo, el antipaternalismo, la manipulación del lenguaje con la intención de asociar orden natural y crimen, son herramientas con las que lo que se está impidiendo no es ya la profesión material de la fe, sino la construcción de personalidades naturalmente maduras, vigorosas y libres, capaces de abrazar y culminar su vida moral e intelectual en la fe.
Desengañémonos, toda esta morralla ideológica y toda esa horda que la propala no ha puesto proa –principalmente– a la creencia privada (que evidentemente desprecia), sino a la fe en la plaza pública, y la fe pública sólo puede existir sobre un fundamento moral e intelectual natural: la personalidad madura. Pero como para formar personalidades maduras y moralmente equilibradas hace falta un contexto moral e intelectual en el que aprender las virtudes, el enemigo se ceba en hacer imposible ese contexto. Si se socavan las bases, el edificio se desploma.
Esos son enemigos y no son enemigos a las puertas, sino en el comedor y en la cocina, y hasta en la alcoba.
Desengañémonos: si no actuamos cotidiana y metódicamente contra esas ideologías y sus herramientas prácticas de invasión creciente de nuestras vidas, pereceremos. Antes que físicamente, pereceremos moralmente. De hecho, nos estamos extinguiendo porque cada día tenemos menos vigor en nuestras convicciones, más aún que por la debilidad de nuestras reacciones.
El brigante
Publicado originalmente en El Brigante y traído a InfoCatólica con permiso expreso del autor.
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