Eppur si muove.- ¿Quién hace daño a la Iglesia católica?

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Resulta curioso que, en determinadas ocasiones, haya personas que al difundir un discurso propio de su pensamiento y el de muchas otras dan en el clavo, pero al revés, de la verdad de las cosas.

La pregunta que sirve de título al Eppur si muove de hoy tiene una clara intención que es, sobre todo, tratar de atinar, acertar y saber acerca de qué tipo de personas daña a la Iglesia católica en sus escritos, parlamentos y decires varios.

En primer lugar tenemos que partir del hecho de qué es lo que se puede dañar porque, de lo contrario, de nada servirá lo que se diga o haga al respecto. Así, por ejemplo, lo que se lesiona o, al menos, se pretende lesionar con según qué tipo de actuaciones es, además del prestigio social que tiene la Iglesia católica, la doctrina que la misma transmite y defiende y, también, la misión que tiene que llevar a cabo.

El daño que hacen aquellos que día a día escribe en contra de la doctrina ortodoxa de la Iglesia católica todos sabemos quiénes son y lo que pretenden con tales afirmaciones contrarias, muchas veces de forma radical, a lo que predica la Esposa de Cristo. Además, se perjudica muy seriamente a los pequeños en la fe que, atraídos por algunos vientos de doctrina (cf. Ef 4, 14) se ven manipulados, seguramente, sin saberlo siquiera.

Pero hay un daño que, no siendo nada sutil sino descarado, pretende, so pretexto de amparo en los pobres que en el mundo hay y existen, que la Iglesia católica se desprenda de lo que, en realidad, no puede desprenderse.

Esto lo digo porque, por ejemplo, el teólogo José María Castillo, en contra de la Iglesia católica antes de almorzar y después todo el día, ha escrito algo que clama al cielo por lo absurdo. En su casa digital ha escrito, al oído de lo que ha pasado en Italia acerca de que el Ejecutivo de aquella nación ha decidido eximir a la Iglesia católica el que aquí se llama Impuesto de Bienes Inmuebles. Eso le ha dado pie a escribir que la Iglesia católica española debería hacer justamente lo contrario y que es no aceptar tal tipo de impago.

Lo que pasa es que esto se hace, sobre todo, para privar a la Esposa de Cristo de un derecho que, curiosamente, no supone ingresos para la misma.

Esto lo digo porque escribe Castillo lo siguiente:

Lo que debe hacer la Iglesia católica es

“renunciar a beneficios y privilegios económicos, a los que en otros tiempos tuvo derecho, para recuperar el crédito que ha perdido. Y, sobre todo, porque ahora mismo hay gente que pasa hambre y sufre necesidades apremiantes.”

Ciertamente no sé qué tipo de crédito ha perdido la Iglesia católica por actuar de tal forma porque, en todo caso, lo que ha misma hace con tales “beneficios y privilegios” (que, por cierto, no lo son) es actuar en beneficio de quien más la necesita.

Pero es que, además, dice esto que es absurdo:

“¿no sería lo mejor, que la religión podría hacer en esta situación de crisis, ofrecer a los parados, a los sin techo, a los “nadies”, todo el dinero del que ella se beneficia a base de privilegios económicos que nadie más que la Iglesia tiene?”

Digo que es absurdo porque si, por ejemplo, la Iglesia católica, deja de pagar un impuesto (el que sea) por aplicación de una norma o de otra, tal dinero no es que lo ingrese la misma y, entonces, podría beneficiar a otros sino que no lo paga. Esto quiere decir que de tal dinero no recibe nada de nada y, claro, de nada poco se puede dar o beneficiar a nadie.

Esto lo digo porque tal forma de actuar trata de sembrar la especie según la cual la Iglesia católica tiene una serie de bienes de los que se podría desprender para, con ellos, socorrer a los que necesitan seguir adelante y, sin embargo, no pueden.

¿Quién, entonces, hace daño a la Iglesia católica?

No pueden ser aquellos que la defienden y que están seguros que actúan de forma correcta porque de tal forma hacen lo propio de quienes se sienten hijos suyos y otra cosa no pueden hacer. Han de ser, por lo tanto, los que se muestran contrarios a lo que se hace desde quien puede hacerlo en el seno de la Iglesia católica con el asentimiento de sus hijos por mucho que pueda haber algunos de ellos que les gustaría hacer otra cosa.

Y tales personas hacen daño, pero mucho y, lo que es peor, lo hacen de forma consciente porque no se trata de personas no formadas o desavisadas sino, muy al contrario, de aquellos que, sabiendo lo que hacen lo llevan a cabo a conciencia aunque, en verdad, con una que lo es muy contraria a los verdaderos intereses de los más pobres de entre los pobres por los que la Iglesia católica se desvive.

Eleuterio Fernández Guzmán

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