La Palabra del Domingo .- 11 de diciembre de 2011.- La misión de Juan
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Jn 1, 6-8. 19-28. En medio de vosotros hay uno que no conocéis.
6 Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. 7 Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. 8 No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
19 Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?» 20 El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo.» 21Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?» El dijo: «No lo soy.» - «¿Eres tú el profeta?» Respondió: «No.» 22 Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?» 23 Dijo él: «Yo soy = voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, = como dijo el profeta Isaías.» 24 Los enviados eran fariseos. 25 Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?» 26 Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, 27 que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia.» 28 Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
COMENTARIO
La misión de Juan
Juan el Bautista no fue una persona de poca importancia en el Antiguo Testamento. Último profeta de la Antigua Alianza, hijo de Isabel y Zacarías era, además, primo de Jesús. Había sido elegido por Dios para cumplir una misión importante donde las haya: anunciar la llegada del Mesías y tratar de enderezar los caminos de muchos de sus contemporáneos.
Había muchos que tenían prevención hacia lo que estaba predicando Juan en el río Jordán. Por eso los fariseos enviaron a unas personas para que le preguntaran si es que aquel hombre enjuto era el Mesías o, en realidad, quién era.
Juan sabía perfectamente quien era pero, sobre todo, sabía quien no era: no era ni un antiguo profeta ni, por supuesto, el Cristo, el Enviado de Dios a quien, por cierto, tenía que anunciar como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
¿Qué era lo que Juan había venido a hacer en aquel río de Israel?
En primer lugar era quien tenía que clamar en un tiempo de desierto espiritual donde los que deberían ser hermanos en la fe hacía tiempo que se habían desviado del camino que Dios le había trazado. Desierto del alma que vendría a remediar el Mesías.
Era, también, quien les estaba diciendo que debían cambiar de forma de ser y, en efecto, rectificar el camino que les llevaba hacia el definitivo Reino de Dios porque el Creador no podía querer corazones de piedra sino de carne, misericordiosos y bondadosos con los necesitados y, en general, con el prójimo.
Parece que, sin embargo, a aquellos enviados de los fariseos no les interesaba mucho aquello de cambiar el corazón y su forma de ser. Insisten en saber las razones de que Juan bautizara como si no fuera suficiente lo que suponía tal bautizo.
Él, Juan, bautizaba con agua y, así, quedaban perdonados los pecados porque era profeta y el pueblo lo tenía por profeta. Pero sabía que Aquel que tenía que venir, a quien no era siquiera digno para desatarle la correa de la sandalia, iba a hacer lo mismo pero de una forma definitiva. Aquel que venía iba a bautizar con fuego.
Les dice, también, que Quien tenía que venir estaba ya entre los que habían venido a preguntarle porque, en realidad, Cristo no había dado el paso definitivo para empezar su vida pública y aún no era conocido como Mesías y Enviado de Dios.
Por otra parte, dice Juan evangelista que el otro Juan, el Bautista no era la luz que tenía que venir al mundo pero sí era el que tenía que dar testimonio acerca de la luz porque tal era la misión que tenía encomendada desde que, en el seno materno, saltara de alegría cuando María, prima de Isabel y madre de Jesús, la visitara tras la Anunciación de Gabriel.
Juan cumplió, a la perfección, su misión que incluía su propio final como profeta.
PRECES
Por todos aquellos que no quieren ver a Cristo en el mundo.
Roguemos al Señor.
Por todos aquellos que no quieren ser purificados con el fuego del Espíritu Santo.
Roguemos al Señor.
ORACIÓN
Padre Dios; ayúdanos a tener fe.
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Para leer Fe y Obras.
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