Ad pedem litterae - Hermanos en la red - P. Fortea: La vida
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Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.
En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.
Ad pedem litterae - Padre Fortea
Presentación del artículo del P. Fortea
Hay artículos que, siendo poco extensos causan impresión grande en el corazón y en el alma.
Sin tener que culpar a nadie de las circunstancias que deparan una determinada forma de vida u otra, lo bien cierto es que existen diferencias muy marcadas en el mundo a la hora de apreciar lo que pasa. Por eso dice el P. Fortea que es “la variedad de un mundo que nos ofrece todas las formas posibles de la existencia”. Y, añadimos, de las buenas y de las malas.
El mundo, sin embargo, o, mejor, lo que pasa en el mismo, nos pone ante una situación como la que trae aquí el autor del artículo y nos hace preguntarnos qué habría sido del niño que, sin llegar a vivir lo suficiente muere para esta vida. Es seguro que Dios lo tiene en su seno pero para el mundo en el que vino a nacer no existirá ya y no se le tendrá en cuenta. Será uno de los que pasan, pronto, al olvido de la historia y forman parte, ya, de una estadística sangrante: la de las diferencias incomprensibles.
Y, ahora, el artículo del P. Fortea.
La vida
Dos niños, dos destinos, dos existencias bajo el sol. Sobre uno ya la noche del más allá.
¿Este niño de abajo hubiera sido un nuevo Bach? ¿Incluso un músico que hubiera superado en mucho a Bach?
Quizá hubiera sido el Miguel Ángel del siglo XXI. El Vermeer que hubiera admirado a las generaciones futuras por su uso de la luz en los lienzos.
De lo que no cabe duda es de que hubiera tenido sus amores, sus proyectos, sus lágrimas de felicidad. Hubiera conocido el mundo y puede que hubiera mejorado el mundo. Ese cuerpo allí, es una vida que no fue.
Es un silencio terrible. El silencio de setenta años no vividos. Setenta años de alegrías y tristezas que ya no serán.
Las dos fotos son terribles puestas una al lado de la otra. El niño sano y rollizo no tiene ninguna culpa. El niño que muere tampoco. Es la variedad del ser, la variedad de un mundo que nos ofrece todas las formas posibles de la existencia. Cosas como éstas nos obligan a pensar que tiene que haber un Dios Infinito que compense, que consuele. O nada tiene sentido, o todo tiene sentido. O esto es la jungla, o hay un más allá. O Marx y Sartre y Nietzsche y Epicuro, o la Iglesia Católica.
Padre Fortea
Publicado en el blog del Padre Fortea y traído a InfoCatólica con permiso del autor.
Eleuterio Fernández Guzmán
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1 comentario
Se entiende la frase y el post del padre Fortea: es bueno para sacudir conciencias. Pero con todo, hay algo que no cuadra. Sólo la foto del niño que muere es terrible, sobre todo si es expresión del olvido del primer mundo hacia el tercer mundo, y la foto del niño sano y rollizo será terrible si tiene algo que no le corresponde; y las dos fotos son terribles si fueran niños sin bautizar, cosa muy común en los tiempos que corremos. En cualquier caso, faltan las secuencias anteriores y posteriores a ambas imágenes, faltan los contextos, que suelen aclarar mucho los datos para poder juzgar con más justicia. Lo digo porque hay dos cosas en la vida que me levantan ampollas: la demagogia y los linchamientos. “En principio”, ¿qué culpa tienen los padres del primer mundo de que puedan criar a sus hijos sanos y rollizos? ¿O es que se supone que atender a sus hijos y preocuparse al mismo tiempo y con cordura de los que no tienen tal suerte son cosas incompatibles?
Es necesario y urgente conocer las situaciones injustas, pero debemos considerar despacio el apoyarnos en el “contraste” para no extraer injustamente consecuencias injustas. No es necesario privar al niño sano y rollizo de su salud y bienestar con la escusa de que otros niños no tienen esa suerte. Solucionar el agravio comparativo haciendo que todos sean pobres es de envidiosos, solucionar el agravio comparativo haciendo que a todos llegue el bienestar y la salud es de inteligentes. Pero vemos que es más fácil y frecuente satisfacer la envidia que la caridad. ¿O será para contrarrestar hipocresías advertidas o supuestas? Puede ser. Pero dejarnos llevar de la envidia no cuesta nada mientras que poner los medios para solucionar situaciones es trabajoso si queremos tener éxito.
Trae cuenta alegrarnos con la foto del niño sano y rollizo, y “arrimar el hombro” en solucionar la pobreza de la madre que pobremente entierra a su hijo recién nacido, y en intentar remediar la pobreza del tercer mundo.
Vivamos en el Señor.
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