La Palabra del Domingo .- 27 de noviembre de 2011: Estar siempre preparados
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Mc 13, 33-37. Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa.
33 «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento. 34 Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; 35 velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. 36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!»
COMENTARIO
Estar siempre preparados
El texto del evangelio de San Marcos muestra una realidad propia de quien reconoce, Cristo, lo que está por venir y avisa, para que lo sepamos, de lo que llega.
Dos cosas, sobre todo, nos dice el Hijo de Dios: hemos estar atentos y, por otra parte, acerca de la seguridad total de que ha de venir el Señor, por segunda vez, a juzgar a vivos y a muertos o, en todo caso, a que seremos juzgados cuando Dios quiera y sin saber nosotros el cuándo.
En el Evangelio de San Mateo se recoge una idea similar cuando, en el versículo 44 de su capítulo 24 pone, en boca de Cristo, lo siguiente: “Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre”. Y, por último, en el Evangelio de San Lucas, en concreto en el versículo 36 de su capitulo 21 dice Jesús “Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre”.
Queda, así, completado el sentido de lo escrito por San Marcos y completado el que, como discípulos de Cristo y con vistas a lo porvenir, tenemos comprender para llevar a cabo.
Estar vigilantes y no descuidarse
Quien vigila está muy atento. No pierde el sentido de lo que hace porque tiene que cumplir determinada misión que bien se ha puesto él mismo o le han impuesto llevar a cabo. Eso es lo que, como creyentes, tenemos que cumplir: estar atentos para que nuestro comportamiento sea el propio de un hijo de Dios que reconoce a Cristo como su Maestro y actúa en consecuencia.
La vigilancia, sin embargo, no la debemos llevar a cabo porque debamos defendernos de Dios sino, al contrario, para acogerlo en nuestro corazón y para ser fieles a la filiación divina que nos caracteriza como descendencia suya. Es más, debemos salir al encuentro del Creador en cada cosa que llevamos a cabo y en cada pensamiento. Vigilar, pues, para aceptar la voluntad de Dios y cumplir sus mandatos. No para otra cosa hemos sido creados.
Orar
Nuestra vigilancia y espera no ha de ser estéril como si permaneciéramos quietos sin hacer nada. Muy al contrario ha de ser nuestra actuación. Y, empezando por la oración, debemos vigilar orando. Y esto porque con la oración no quedamos desconcertados por aquello que nos pase en tanto en cuanto viene Cristo o somos llamados al tribunal de Dios ni tampoco caemos en el desánimo sino que, al contrario, nos elevamos sobre nuestras dificultades para alabar al Creador y esperar su dicha y gracia.
Debemos, pues, no descuidar nuestra oración porque es un instrumento con el cual nos acercamos a Dios y porque nos hace fuertes en la debilidad (cf 2 Cor 12, 8-10).
Además, Cristo como dice en el Evangelio de Marcos nos lo dice a cada uno de nosotros y, en general, a todo el que quiera oír y escuchar. No está limitada esta llamada de atención a los que se digan discípulos suyos sino a todo el que quiera salvarse y acoja en su corazón al hijo de Dios.
PRECES
Por todos aquellos que no quieran preparase para la venida de Cristo o para ser llamados a la Casa de Dios.
Roguemos al Señor
Por todos aquellos que prefieran el mundo a Cristo.
Roguemos al Señor
ORACIÓN
Padre Dios; ayúdanos a estar vigilantes y a orar.
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
Eleuterio Fernández Guzmán
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