El sentido sobrenatural del dolor
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“En esto consiste el tesoro del dolor santificado. Cada cruz sobrellevada con espíritu sobrenatural, un filón. […] Esta es la colosal potencia de la oración y del sufrimiento, la escalofriante realidad del Cuerpo Uno, que se nutre y se vitaliza entre sí”.
Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo
Una bien conocida lectora, aunque no por eso menos crítica con el que esto escribe pero sensata y dada a decir la verdad de las cosas, pasa por una situación, digamos, peliaguda en cuanto a la salud. Todo lo que pasa lo encara con un humor a prueba de bombas físicas y, aún estando en la seguridad de que lo que tenga que pasar, pasará, lo bien cierto es que ha demostrado, no sólo ahora, que el dolor puede ser, bien entendido, expresión del amor.
Así, es comprensible que la convivencia con el dolor físico sea difícil, pues todos, como humanos, tenemos la natural tendencia a conservar la salud. Sin embargo, desde el punto de vista cristiano, aquí católico, tal realidad (la del dolor y el sufrimiento) se entiende de otra forma, digamos, más sobrehumana, más espiritual, más divina.
Echemos, ahora, una mirada atrás.
El 11 de febrero de 2008 se celebró la Jornada Mundial del Enfermo. Sin embargo, como no conviene limitar la celebración de determinadas jornadas al día que corresponde y olvidar, el resto del año, el contenido y la sustancia de las mismas, Benedicto XVI, dio al mundo el Mensaje que corresponde a aquella pero que, en realidad, sirve para siempre como, por ejemplo, para este caso y para todos los casos.
En tal Mensaje hizo especial hincapié en el 150 aniversario de las apariciones de la Virgen en Lourdes, que entonces se celebraba, en lo que han significado para la comprensión del dolor para el cristiano y lo que de esperanza en la sanación y la salvación eternas hay en ellas. Y dijo entonces, que era, aquella (y, por extensión, ésta) una “ocasión propicia para reflexionar en torno al sentido del dolor cristiano y sobre el deber cristiano de ocuparnos de él bajo cualquier situación que se presente”.
Por lo tanto, dos aspectos hay que tener en cuenta con relación al dolor y lo que ha de suponer para los discípulos de Cristo: en primer lugar, qué es el dolor para el cristiano y, en segundo lugar, la necesidad intrínseca que tenemos de no olvidarnos de él.
En cuanto a lo primero, es cierto que para la persona que se considera hermana de Cristo y, por lo tanto, hija de Dios, el dolor tiene algo que es más importante que el mero sufrir. Si miramos el ejemplo de Jesucristo y del sufrimiento (sobre todo en el episodio de La Pasión) que soportó por todos nosotros, no podemos, por menos, que pensar que algo tenía de significativo para su vida y que algo, por tanto, ha de tener de importante para nosotros.
No se trata de soportar de forma masoquista lo que nos pueda suceder en el aspecto físico sino, yendo más allá, tratar de entender por si podemos obtener algo de positivo (por muy difícil que pueda resultar tal cosa) para nuestra vida de seres humanos que pasamos, por eso, por este valle de lágrimas y, en todo caso, como diría santa Teresa de Jesús, por “una noche en una mala posada” como entendía, la Fundadora, la vida.
Sobre el sentido primero que ha de tener el dolor para el cristiano, el beato Juan Pablo II lo llamó “don del sufrimiento” durante el Ángelus del 29 de mayo de 1994, después de haber pasado algunas semanas en el hospital Gemelli de Roma y de haber vuelto a probar, digamos, el gusto amargo de la enfermedad pero teniendo lo pasado como algo de lo que se puede, de tener un corazón abierto a la vida eterna, también gozar si se ofrece el mismo a Dios.
Y como “don” es algo que se recibe de Dios y, por tanto, algo que debemos estimar como importante para nuestras vidas y que es la segunda aportación que Benedicto XVI hacía en aquel Mensaje de 2008.
Pero 10 años antes de lo citado supra, el 11 de febrero de 1984, el Papa polaco dio a la luz la Carta Apostólica Salvifici Doloris, dedicada, digamos, al sentido, que del sufrimiento humano, tiene el católico. En su primer punto ya decía, haciendo uso de las palabras del apóstol Pablo, eso de “Suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia” dando a entender el sentido de lo que tenía que venir luego en el texto de aquella.
Y aquí está, seguramente, una de las razones por las cuales los cristianos tenemos que entender que el sufrimiento no es un mero menoscabo de un vivir saludable sino, apuntando hacia metas más elevadas, una contribución a la inmensa labor de redención que supuso la sangre de Cristo.
Por lo tanto, bien sabemos que, en realidad, dolor y fe forman una sola cosa porque, al fin y al cabo, creer en Dios y en su Hijo Jesucristo es tener que cargar, necesariamente, con nuestra cruz para recorrer los caminos del mundo (“el que quiera seguirme que cargue con su cruz…”) De ahí que pueda decirse que sentir el sufrimiento a flor de piel y hacer de nuestra creencia el eje de nuestra vida ha de ser, para nosotros, un cierto timbre de honor; una realidad que, además, ha de ser amada por los que nos consideramos hijos de Dios.
Sufrir y amar no son, al contrario de lo que pueda pensarse, realidades imposibles de cohonestar. Al contrario, se complementan a la perfección porque, además sabemos y reconocemos en el amor (en querer, en entregarse, en darse) un sufrimiento con altas posibilidades de aumentar la escala del dolor. Por lo tanto, no hay que desdeñar el hecho mismo de saberse comprendidos entre las personas que, gozosas, caminamos con algún que otro estigma doloroso en nuestra vida.
Benedicto XVI, en el Mensaje citado arriba dijo algo que resulta de vital importancia para nosotros y que es, como siempre sucede con el Santo Padre, algo que no podemos olvidar: “Los 150 años de las apariciones de Lourdes nos invitan a dirigir nuestra mirada hacia la Virgen Santísima, cuya Inmaculada Concepción constituye el don sublime y gratuito de Dios a una mujer, a fin de que adhiriese totalmente a los designios divinos con una fe firme e inquebrantable, no obstante las pruebas y los sufrimientos que habría tenido que afrontar” porque es una forma perfectamente cristiana, aquí católica, de ver cierto tipo de cosas que nos suceden.
Pruebas y sufrimientos que, a cada uno, nos toca pasar. Y nos toca pasar, digamos, como ayuda a la comprensión del gran dolor del mundo, de la pasión (en minúscula porque es nuestra, la humana, la que sólo trata de imitar, al menos en pura intención, a la de Cristo) que ponemos en nuestros actos, libres de la presión del mundo relativista en el que nos encontramos y vivimos.
Y, ya para finalizar, si este texto no ha servido, a quien así lo entienda, de consuelo, al menos espero que pueda haber servido de abrazo, grande, desde el corazón de este que escribe.
María, en quien confiamos porque somos sabedores de tu bondad, conocedores que somos de tu corazón, cauce de Dios;
conoce Dios, que somos sabedores del poder de tu intervención, verdadera mano amiga que consuela en la tristeza,
acompaña en la soledad, abraza en la desolación.
María, Madre Dios y Madre nuestra,
ampáranos.
Amén.
Eleuterio Fernández Guzmán
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15 comentarios
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EFG
No es que sea una cruz sino que la cruz la llevamos, cada cual la nuestra, con gozo de saber que es lo que tenemos que hacer.
-Si nos paramos a considerar qué dolor es menos sufrible, si el dolor del cuerpo o el dolor del alma. Y admitimos que el dolor del alma por efecto del arrepentimiento o por efecto de la desesperación, nos puede conducir a la salvación o a la desesperación, respectivamente.
-Sin lugar a dudas el dolor, producto de la "sotanatura del pecado", lo sufrió Jesús el Cristo en la cruz. Y lo sufrió en aquel momento, cuado Él, en ese su injusto estado falto de caridad humana y divina, más que clamando, gritó: ¿Dios mío, Dios mío ¿porqué me has abandonado? "
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Sí, Eleuterio.
Poquísimo puede añadirse a este post admirable.
Además, sabiendo que Dios se hizo hombre y no huyó del dolor, aunque enfrentarse a él le hacía estar "triste hasta la muerte", no hay cristiano que no se deje seducir por ese Cristo en el huerto de los olivos gimiendo de tristeza, por ese Cristo escarnecido y torturado por vejaciones, flagelaciones, traiciones y abandonos, por ese Cristo gritando al Padre en la cruz.
Pero Cristo recibió consuelos: los ángeles lo reconfortaban en Getsemaní, su madre lo acompañó por la via dolorosa, la verónica limpió su rostro, las mujeres de Jerusalén lloraron con él a su paso, Simón de Cirene cargó un trecho con su cruz y los más amados amigos estuvieron al pie de la cruz hasta el último instante amándole y sosteniendo a su madre.
Dios no nos deja, ni humanamente, solos. También nos concede consuelos en nuestras pasiones y en nuestras cruces: uno de los mayores consuelos, que de paso nos hace reflexionar, son los amigos que no merecemos, buenos amigos que no miran para otro lado cuando pasamos por nuestra vía dolorosa, y para cuya atención no hemos hecho ningún merecimiento...
Estos consuelos humanos, tan gratos y reconfortantes, tan inmerecidos, son también participación en los consuelos recibidos por Cristo en su pasión: saber que no estamos solos en la cruz.
La lectura de la misa de hoy es precisamente Col 1, 24-2, 3.
Gracias, Eleuterio, por recordarla, por recordar, por este post, por todo.
Y buen ánimo siempre: no hay vida sin cruz, y la cruz de cada uno es su participación en la de Cristo.
:)
Si, para gente mentalmente inestable.
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EFG
Pues a mí me parece que decir que alguien no es estable mentalmente porque comprende el sufrimiento de una forma que no sea mundana y quejosa pues es una forma poco profunda de comprender las cosas.
Dios no nos deja, ni humanamente, solos.
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-La diferencia está en que nosotros somos los culpalbles de nuestra desgracia. Y Jesús, inocente de la misma, es quien carga con la culpa.
-Vaya que si Dios nos dejara de mano,.. nos esfumaríamos como el humo del infierno sin dejar de dónde procede.
Decir que sufrir y amar se complementan quiere decir que no puede haber amor sin sufrimiento sin amor, y al revés, con lo cual está supeditando cualquier relación humana de amor siempre a un dolor subyacente. Una persona que no sea estable mentalmente puede confundir ambas sentimientos, pudiendo dar lugar a situaciones realmente espantosas.
¿Si estoy siendo torturado y sufro dolor, debería sentir amor por el torturador?
¿Si amo profundamente a mi esposa debería hacerle daño?
"El que bien te quiere te hará llorar".
El Celibato eclesiastico solo se entiende desde una vida penitencial...lastima que estos argumentos ya no convencen a nadie. ¿Que pasa si te enamoras? en ese caso tienes que seguir sufriendo...y "obedecer" a ese mismo sufrimiento que te hace sufrir.
El mundo de "lo sobrenatural" por la "redencion por el sufrimiento" es meterse en un viaje muy peligroso...un viaje incierto...tal vez hacia el mismo Satan.
Nada le alegra mas a Satanas que vernos sufrir.
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EFG
Yo creo que lo que más le alegra a Satanás es hacernos sufrir él mismo pero, sobre todo, que aceptemos el sufrimiento en aras de un bien y un fin mayor. Eso le debe poner de los nervios.
Nada le alegra mas a Satanas que vernos sufrir.Totalmente de acuerdo contigo.
“El miedo te lleva a la ira, la ira te lleva al odio y esta al sufrimiento…” ...¿Crees necesario pasar por todos estados emocionales para amar?
No veo la relacion obligada que vosotros estableceis entre amor y sufrimiento, pero por mi parte no hay problema, cada vez que alguien os ofrezca una muestra de su amor, podeis probar a daros un martillazo en un dedo a ver si asi sentis mas plenamente el amor. Lo que os agradecere es que no le deis martillazos a otros para hacerles participes de vuestra experiencia de amor/dolor, quedarosla para vosotros toda.
Por cierto lo vuestro tiene un nombre, me suena a masoquismo.
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EFG
Y lo suyo tiene otro nombre: ceguera.
Renzo
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-Tanto en el Cielo como en el Infierno; como así en la Tierra: Todo fallo del ser y estar contra el orden establecido conlleva su culpa; Y por ende el dolor de la reparación que es la vuelta al orden primero fuere éste celestial, infernal o terrenal.
- Y una cosa es aceptar resignadamente el sufrimiento en aras de un fallo y culpa propia o heredada, o ambas a la vez.
-Otra cosa es pretender lo imposible: Que haya dolor donde no hay culpa; O que no haya dolor donde culpa haya.
- Y otra cosa muy distinta, para quien quiera oirlo, es lo que sin culpa propia o heredada fuere; lo que Cristo dijere: -Padre si es posible aparte de mi este cáliz- Y,
-Por lo demás este Universo, habiendo sido en origen angélica morada de luz y de vida espiritual; Y sin entrar en motivos de culpa propia o heredad: siendo hoy día satánica morada de oscuridad y de muerte temporal: La vuelta al origen del mismo, y por ende es aras de su culpa y dolor, consistirá en destruirlo de tal forma, que todo aquello que de éste se tiene por "atómico o indivisible", sea desintegrado hasta que de él solo quede lo que es luz y vida. Y la oscuridad y la muerte desparezca en la definción de su propia negación.-
-El cómo, ya es otro asunto.
"apego enfermizo que le teneis al dolor y al sufrimiento" etc etc etc...
Eso sí que es una lectura enfermiza, como las de los anteriores trolls.Qué daño ha hecho la LOGSE en la la comprensión lectora, porque todos estos deben de ser jóvenes LOGSE; si no, no se entiende que entiendan lo que dicen entender...
Y qué admirable paciencia la tua.
Es que no se trata de buscar morbosamente el dolor por el dolor si no de ser capaz de llegar a sufrir por la persona amada.
Hay cosa sí que es cierta: nadie se libra de sufrir, en mayor o menor medida, en este mundo. Y cuando más se ama a una persona, más dispuesto se está a sufrir: quien ama sufre porque la otra persona sufre; y también sufre si la persona amada le hace sufrir, con lo cual el sufrimiento es doble: el sufrimiento que la otra persona nos inflige y lo que sufrimos por sabernos maltratados a pesar de nuestro amor. Quien rehuye el sufrimiento cuando hay que sufrir por la persona amada, sólo ama superficialmente y, a veces, ni eso.
Pero bueno, Carlo, que prefiere "vivir a tope" en lugar de sufrir, (¿sabrás tú, muchacho, lo que es la vida?;) Doctor Who, que pregunta si hay que amar a quienes nos hacen sufrir por el mismo hecho de ese sufrimiento y no a pesar de él, o si hay que maltratar a la persona amada; Renzo, que nos aconseja la solemne simpleza del martillazo en el dedo, como si el sufrimiento del amor fuera un sufrimiento físico, pueden seguir cogiendo el rábano por las hojas, diciendo toda esa sarta de banalidades.
Insisto: El que ama, llega a sufrir, tarde o temprano, mal que le pese. Y si no, es que no ama de verdad. En cambio, una persona puede sufrir sin llegar, por eso, a amar.
Quien no entiende esto último es alguien de mente superficial... o inglés.
Yo no soy modelico.
Eleuterio, ¿leerán los textos que critican?
"apego enfermizo que le teneis al dolor y al sufrimiento" etc etc etc
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-Yolanda: ¿eses extraterrestre, sí de esos, los que previa preprogramación genética, ni padecen, ni el dolor sienten?
¿Cómo que de apego enfermizo al dolor y al sufrimiento?
¿Acaso esto no es cosa de humanos? Mira lo que dice aquí. Desde hace como 2000 años. Para todas las generaciones de humanos.
..y enjugará las lágrimas de sus ojos, y la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trbajo, porque todo esto es ya pasado <7b> (Ap.21,4)
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