Eppur si muove - ¿A qué ha venido el Papa y por qué acudir a la JMJ?

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JMJ

Algunos se preguntan, cerrilmente, a qué ha venido el Papa a España. El caso es que cuando eso lo hace un teólogo católico habría que preguntarse, también, que qué es lo que tal persona cree sobre su fe; también que si es importante, o no, acudir a la Jornada Mundial de la Juventud.

Hoy, sin embargo, aparte de haber dicho eso sobre lo que alguien ha escrito de la venida a España de Benedicto XVI y que duda de lo positivo de la misma, voy a tratar de echar una mirada sobre lo que, en verdad, ha venido a hacer a España el Vicario de Cristo y, también, sobre si es que hay razones o causas para presentarse en Madrid y gozar de lo que mucho que queda por gozar.

Benedicto XVI, para sacar de dudas a más de uno lo dijo ayer mismo, 18 de agosto, en el Dircurso que ofreció en el Aeropuerto de Barajas cuando llégó a Madrid. Dijo que había venido, entre otras cosas, para “para confirmar a todos en la fe” y, además, “para impulsar el compromiso de construir el Reino de Dios en el mundo, entre nosotros. Para exhortar a los jóvenes a encontrarse personalmente con Cristo Amigo y así, radicados en su Persona, convertirse en sus fieles seguidores y valerosos testigos.

Pues por mi parte, como en otras ocasiones, hecho mano de lo escrito por San Josemaría. Esto lo dijo en “Es Cristo que pasa”, en concreto en su punto 106 y es una gran verdad:

No hay, pues, más que una raza: la raza de los hijos de Dios. No hay más que un color: el color de los hijos de Dios. Y no hay más que una lengua: ésa que habla al corazón y a la cabeza, sin ruido de palabras, pero dándonos a conocer a Dios y haciendo que nos amemos los unos a los otros.

Pues a eso ha venido, exactamente, Benedicto XVI a España. Y todo eso relacionado con la juventud pero no sin olvidar, nunca, que sus palabras van dirigidas, en general, a los que sentimos la fe católica como una realidad espiritual muy importante en nuestra vida.

Por lo tanto, Benedicto XVI ha venido a España y, con ella, al mundo entero, a recordar que desde el corazón sale lo bueno y lo malo y que lo primero ha de ser más importante que lo segundo. Del corazón sale aquello que la cabeza ordena hacer o decir, no hacer o no decir. Por eso conviene que quien es el Vicario de Cristo recuerde lo que el Hijo de Dios entendía como bueno y benéfico para nuestra vida de discípulos suyos y que quien tiene oídos para oír tiene que oír y ojos para ver, que ver.

Pero si esto, que es elemental para un católico y para toda persona de buena voluntad que no lo sea, no es menos cierto que también existen razones, más de muchas, para acudir a la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud. Ahora que todavía muchos jóvenes están a tiempo de acercarse a Madrid (estamos en el apogeo de la misma y en los actos, seguramente, más trascendentales de la misma) no está mal decir, para aquellos que no están de acuerdo con la JMJ ni con que el hecho mismo de que venga el Santo Padre, algunas razones, causas, por las que sí es conveniente tanto una cosa como la otra. También, por supuesto, para aquellos que quieren censurar lo que diga Benedicto XVI porque no les conviene que les lea la cartilla o, también, que les cante, con suavidad pero con mano fuerte, las cuarenta.

Pues bueno, se puede acudir a la JMJ porque:

1.-Se puede ver y escuchar, de cerca, al Santo Padre.
2.-Se puede experimentar una fe profunda en compañía de muchas personas.
3.-Se puede compartir la fe con quien, también, la tiene.
4.-Se puede sentir Iglesia al formar parte de una comunidad viva.
5.-Se puede vivir la fraternidad y la caridad cristianas.
6.-Se puede llegar a descubrir lo que Dios quiere de quien acuda.
7.-Se pueden solventar muchas dudas de fe.
8.-Se puede afirmar la fe que se tiene.
9.-Se puede ver a Cristo en muchos peregrinos.
10.-Se puede ser católico sin vergüenza ni respetos humanos.

Y así podríamos estar un buen rato porque, seguramente, cualquiera puede decir lo que cree oportuno acerca del hecho mismo de acudir a la Jornada Mundial de la Juventud y, con toda seguridad también, tendrá más que razón. Al fin y al cabo, Dios lo es personal para cada creyente y cada cual puede escucharlo en su corazón como Alguien que le habla y que le demanda una entrega o cualquiera otra cosa.

Así seríamos, somos, como se recoge arriba que dejó escrito San Josemaría, una sola raza que no es otra que la que se considera hijo de Dios, lo admite en su realidad y en relación con el prójimo y, sobre todo, lo lleva a cabo sin más límites que el respeto a quien disiente de tal fe.

Lo dice, además, el Salmo 26 (1) con mucha sencillez y, a la vez, rotundidad: “Dios es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer?”.

Y por eso, también, viene Benedicto XVI a la JMJ. Y los demás, por lo mismo.

Eleuterio Fernández Guzmán

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