¿Quién quiere decir algo a favor de Benedicto XVI?

Le escribo, Santo Padre, desde España, tierra de María, como muy bien la supo llamar su antecesor, el siempre recordado beato Juan Pablo II a quien Dios tenga en su gloria; desde España que fue ejemplo de cristiandad fecunda y transmisora de la fe en Jesucristo en tiempos recios de conquista y evangelización; desde España, tierra que será visitada, pronto, por Su Santidad.

Estoy seguro que las personas que trabajan con Ud. le tienen al tanto de lo que sucede en nuestra patria y de aquí que le sepa informado de lo que se hace en nuestra antiguamente llamada piel de toro. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar algunos aspectos porque me parecen importantes.

En primer lugar, como de todo hay en la viña del Señor, algunos compatriotas del que esto escribe, llevan tiempo manifestándose contra su visita a España. Lo hacen, seguramente, porque creen que es su deber ideológico hacerlo y, por eso mismo, no se lo tiene que tener en cuenta. También es posible que traten de afearle la visita a la JMJ que tanto tiempo lleva preparándose con algún que otro acto fuera de lugar pensado con ánimo no muy bueno. Sin embargo, como le tengo por persona conocedora del proceder humano comprenderá a la perfección que tales conductas son propias de personas que han alejado a Dios de sus vidas y rogará para que lo encuentren y lo lleven a su corazón.

Tengo que decirle, Pastor de las almas que Cristo le dejó encomendadas a través de Pedro y sus sucesores, para compensar lo dicho arriba, que hay muchas, muchísimas personas que sí le esperamos con ansia y con gozo. No dudará sobre lo que le digo porque en sus visitas a España (recuerdo ahora la de Valencia en 2006) ha podido comprobar el cariño que se le tiene y que, muy en el fondo del corazón de donde salen las obras y pensamientos, se le tiene como un Padre de corazón tierno, de carne (como Dios quiere que lo tengamos y no de piedra) y que, sobre todo, muestra que así lo tiene. Fiel al Creador en sus designios y dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo, sabemos que afronta aquello que le sale al camino de su andar hacia el definitivo Reino de Dios con paso firme y con decisión suave aunque no exenta de la necesaria justicia.

No quisiera, Santo Padre, alargarme demasiado ni ser considerado algo pesado. Por eso le digo que, a pesar de lo que pueda conocer que en España se hace en contra de su persona, de su viaje y de lo que representa como Vicario de Cristo en la Tierra, no dude, ni por un segundo, que las oraciones de millones de personas, no sólo jóvenes, sostendrán su cruz con la fuerza que sólo Dios sabe dar.

“Sólo Dios” decía el hermano Rafael, santo de la Iglesia católica y uno de los patrones de la Jornada Mundial de la Juventud. Sólo Dios es, para los creyentes católicos de España, quien vale la pena tener en el corazón. Y al Vicario de Su Hijo, que lleva a su rebaño por senderos no torcidos sino rectos, sólo puede deseársele, de tener un alma limpia, una buena estancia en España, un buen sembrar la divina doctrina y, sobre todo, un quedar, siempre, en el corazón de sus fieles.

¡Que la gracia del Señor Jesús sea con Ud!

¡Marana tha!

En Cristo Jesús,