Muchos sí esperamos a Benedicto XVI
Como suele suceder, y en cuanto tienen la oportunidad la aprovechan, los disidentes de la Iglesia católica y, en este caso, los españoles en concreto, han vuelto a decir lo de siempre: no les gusta Benedicto XVI ahora en su versión Jornada Mundial de la Juventud que, como sabemos, instituyó el beato Juan Pablo II.
Nada de lo que puedan decir nos extraña. Tampoco, la verdad, es que nos importe demasiado pero conviene que se sepa lo que piensan, dicen y escriben para que nadie se lleve a engaño.
Para eso han pergeñado un documento titulado “Así no queremos que vengas”
que dice, eso, exactamente: que no les mola que venga a España el Santo Padre. Ponen de excusa o, mejor, dicen que argumentan, sobre sus razones para demostrar que no les gusta la presencia del obispo de Roma al que llaman, reiteradamente, “papa” (así, con minúscula) que es lo mismo que si un vecino de las Islas Canarias se refiriera al tubérculo al que arrugan en una receta a la que ponen mojo picón aunque, seguramente, lo hacen por aplicación de un amiguismo y coleguismo mal entendido y peor aplicado.
Un resumen, claro, de lo que allí dicen es lo que sigue:
“A este propósito tenemos que decir que, más importante que el estatuto jurídico-teológico del obispo de Roma, más urgente que la misma igualdad y democracia interna y que la libertad y autonomía de la propia Iglesia española, es el lugar social donde ésta se ubica y desde donde pretende anunciar el mensaje del Reino de Dios. Y éste no puede ser otro que desde los pobres y desde un planeta que estamos empobreciendo día a día. Desde aquí todas y todos los seguidores de Jesús estamos convocados personalmente a un permanente cambio de mentalidad y de nuestras prácticas habituales. Pero también están convocadas a este cambio nuestras instituciones y la misma iglesia que, hoy por hoy y con gestos espectaculares como la JMJ, parecen ignorarlo.
Porque –aunque nos gustaría equivocarnos en este juicio– no creemos que la iglesia jerárquica española esté hoy por hoy dispuesta a renunciar a sus privilegios; ni tampoco parece que la iglesia de Roma –a pesar de la presencia admirable de tantas cristianas y cristianos en el mundo de la marginación y la exclusión– esté decidida a poner en práctica un “año de gracia” que se haga sentir no sólo en su economía y propiedades sino también en el férreo control que mantiene sobre la creatividad pastoral y la inteligencia.
Porque, aunque el hambre, el dolor y muerte de los pobres y de la tierra nos acusan a todos y a todas, ya no se entiende fácilmente que una institución tan macro-global como es la Iglesia católica dedique sus mayores energías a crear instituciones de caridad cuando lo que está en juego es la justicia y la pervivencia.
Porque los cristianos y cristianas de hoy sabemos que el mismo culto, por más ritualismo y boato que se le quiera echar encima, se puede convertir en escándalo e idolatría cuando no está íntimamente penetrado de piedad y ternura. Lo dijo certera y bellamente Santiago en su emblemática carta a las iglesias difundidas por Asia y Europa a finales del primer siglo: “Escuchad, hermanos míos queridos: ¿no escogió Dios a los pobres de bienes mundanos y ricos de fe como herederos del reino que prometió a los que le aman? Vosotros, en cambio, habéis afrentado al pobre”… “Pues la religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre consiste en cuidar de huérfanos y viudas en su necesidad” (Sant, 2, 5; 1, 27).”
En cuanto a los que nos consideramos, y nos sentimos, fieles seguidores del Magisterio de la Iglesia, a cuya cabeza está el Pontífice, nada mejor que dejarnos guiar por su sabiduría (¡y no sólo por la que le da la edad!), por su buen hacer y por el buen sentido que a cada una de sus acciones imprime.
Por eso, para nosotros, sentirnos ovejas de tal pastor que el Espíritu Santo ha puesto entre nosotros, es causa de gozo y motivo de alegría. Es eso lo que nunca acabarán, ni empezarán, si quiera, a entender el otro grupo, más o menos amplio, de personas que ven, en Benedicto XVI, a un opresor porque recuerdan sus años a la cabeza de la Congregación para la doctrina de la fe, de la que fue prefecto desde noviembre de 1981 a abril de 2005 y la tienen, a ésta, por la antigua Inquisición. Por eso nunca verán en él a un Padre sino a un padrastro malo, de cuento malo quiero decir, ni nunca comprenderán lo que viene a hacer a Madrid en la Jornada Mundial de la Juventud del próximo mes de agosto, ni siquiera serán capaces de entender que la juventud quiere que así sea. Y será como quiere que sea a pesar de los que siempre tienen la mala costumbre de meter la pata a tiempo y a destiempo.
Pues nosotros sí le esperamos. Y a los frutos de la JMJ también.
De todas maneras, en los rebaños siempre ha habido ovejas negras.
Eleuterio Fernández Guzmán
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3 comentarios
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EFG
Es cierto que resulta difícil de entender. Lo que pasa es que la disidencia eclesial, al menos en España, lo que pretende es tener otra Iglesia catóica y por eso despotrican (critican) todo lo que se haga desde la que es real y cierta. Y como es seguro que la JMJ será un éxito pues hacen lo que hacen para sembrar cizaña.
http://berbellin.wordpress.com/2011/04/15/este-es-el-documento-de-iglesia-de-base-de-madrid/
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EFG
Gracias por el enlace. Me parece muy bien que su párroco escriba lo que ha escrito.
soy español, por lo que creo poder responderte. No son tantas voces las que están en contra de la visita. Pero gritan mucho, o -más bien- sus gritos están muy amplificados por algunos medios de comunicación. Somos muchos más los que deseamos que venga.
Yo estuve en Barcelona -soy valenciano, y pude acercarme- para la consagración del templo de la Sagrada Familia, y éramos muchos los que llenábamos las calles en torno al templo. Algunos, es cierto, pasaban a nuestro lado gritando "jo no t'espere!", pero eran muy poquitos, la verdad. Sin embargo, fueron ellos los que salieron por televisión. Así como la plaza medio vacía ("por motivos de seguridad" dijeron, no podíamos acercarnos más). Pero no hubo imágenes de las calles abarrotadas, llenas de jóvenes felices que saludaban al Papa...
Ésta es la realidad en España. En Madrid, este verano, habrá miles de jóvenes agradecidos por la visita del Papa, alegres y contentos. Y unos pocos amargados.
Un saludo.
José Manuel Genovés.
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