Iglesia-Estado, visitas y otras cuestiones
Cuando surge el tema sobre las relaciones entre la Iglesia católica y el Estado suelen salir a la palestra de la realidad de las cosas aquellas opiniones que, aprovechando que el Tíber pasa por Roma y el Manzanares por Madrid, tratan de hacer lo posible para que la Iglesia católica quede lo peor posible.
Esto es, ciertamente, un derecho que se tiene de decir lo que se piensa pero cuando se falta a la verdad y se pretende hacernos comulgar con ciertas ruedas de molino, lo mejor es hacer lo posible para que paren de dar vueltas las citadas ruedas.
A costa de la visita de Benedicto XVI a España en los primeros días del próximo mes de noviembre, han salido los mismos de siempre a decir lo mismo de siempre. Esto ya cansa pero resulta obligado decir algo pues, de lo contrario, se podría pensar eso de que “el que calla otorga” y otorgar, a ciertas personas, alguna oportunidad de credibilidad es hacer posible que el Maligno se luzca.
El sábado 23 de octubre tenían previsto saliera la calle o, lo que es lo mismo, a manifestarse, una serie de organizaciones “sociales, políticas y sindicales” con el afán poco benéfico de manifestar una posición según la cual la Iglesia católica es muy, muy pero que muy mala y que urge, por tanto, cualquier desvinculación entre ella y el Estado.
Al respecto de tal acto, el presidente de Europa Laica (querrá decir laicista), Francisco Delgado ha manifestado que lo que se trata es de unir “voluntades” que están, por cierto, más que unidas contra la Iglesia católica y que, además, reclaman “a los políticos y a los poderes públicos que se ponga fin al estado confesional católico“.
¿Cómo? Ahora resulta que, contra lo que dice la misma Constitución Española, España es un Estado confesional católico cuando, en realidad, lo que sucede es que España es una nación, como recientes estadísticas han demostrado, es una que lo es esencialmente católica con algunas que otras minorías, muy minorías, religiosas. Y eso les molesta porque tal realidad tiene consecuencias de todo tipo que no pueden soportar ni entender.
Además, no contentos con pretender falsear la realidad, una individua que responde al nombre de Marga Ferré, de Izquierda Unida, se ha permitido el lujo de decir, ella sí, que no le parece bien que Iglesia católica “se permita el lujo de opinar sobre decisiones políticas. Es necesario que haya un estado libre en el que no haya una religión por encima de las demás“.
Ya sabemos qué tipo de Estado pretende tal persona que exista porque, desde el momento en el que no quiere que la gran mayoría de españoles opinen sobre determinados temas, la clase de dictadura que busca es la que todos sabemos que es: pura escoria ideológica y basurilla intelectual.
Para rematar la faena, un representante de la Confederación Intersindical de Trabajadores de Enseñanza, Carlos Sanz, ha reclamado “una escuela pública y de calidad. Exigimos que la religión salga del horario escolar” olvidando, sobre todo, los Acuerdos entre la Iglesia y el Estado que impide que tal cosa pase porque, además, a un tanto por cierto elevado, muy elevado de padres no les da, no nos da, la santa gana que eso pase.
Pero se comprende que pidan algo como eso porque han tenido que ser los llamados dizque Cristianos de Base, con un tal Evaristo Villar de opinador, los que digan que deben suprimirse, precisamente, los acuerdos de la Santa Sede con el Estado Español porque, dice, “son inconstitucionales”.
Esto, en primer lugar, que lo diga un católico, mosquea más de la cuenta pero que, además, se diga con tanta soltura algo que es falso, supone pasarse más de un pueblo.
Es falso de toda falsedad que los acuerdos sean inconstitucionales porque son del año 1979 y, por tanto, posteriores a la aprobación de la Constitución aún en vigor, de 1978, como todo el mundo sabe. Por tanto, es simplemente imposible que, desde entonces, no se haya planteado la inconstitucionalidad de tales acuerdos porque, sencillamente, son constitucionales.
En realidad, lo que se pretende es deslegitimar la actuación de la Iglesia católica en la vida pública. Y que esto se diga por parte de alguien que se dice católico es, francamente, algo deleznable e impresentable.
Hay, además y por si todo esto no fuera bastante, una denominada “Hoja de ruta de un verdadero Estado laico” que no es, sino, en lenguaje correcto, un camino hacia el laicismo más exacerbado con el que muchos que se dicen católicos están colaborando a su asfaltado social, político y religioso.
Y esto, seguro, tendrán que explicarlo en el Juicio que, sin duda, como a todos, les espera.
Eleuterio Fernández Guzmán
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