Aído: vergüenza ajena
Es bien cierto que se suele decir que cuando algo no es posible no se le pueden pedir peras al olmo. Y también suele decirse que de donde no hay no se puede sacar.
Son, éstas, expresiones populares que cualquier persona entiende y de las cuales ninguna explicación añadida cabe hacer porque sería perder sílabas y palabras.
Así se explica que, por ejemplo, un ser humano haya dicho lo siguiente:
“El Gobierno no puede compartir la afirmación de que la interrupción del embarazo sea la eliminación de la vida de un ser humano” (Ministra de Igualdad).
“Abortar no supone acabar con una vida humana porque sobre el concepto de ser humano no existe una opinión unánime, una evidencia científica, ya que por vida humana nos referimos a un concepto complejo basado en ideas o creencias filosóficas, morales, sociales y, en definitiva, sometida a opiniones o preferencias personales” (Ministra de Igualdad).
A estas alturas de la película todo el que pueda leer este artículo ya está al cabo de la calle de hasta dónde se puede llegar mostrando una notable incapacidad intelectual para enfrentarse a la realidad de las cosas.
Es posible que pudiera pensarse que se trata de unas declaraciones que se enmarcan, por ejemplo, en una situación de chascarrillos (chistes) y que, al fin y al cabo, no pasan de ser, eso, algo gracioso.
Sin embargo, para preocupación de toda persona que sepa que la vida lo es desde el momento de la fecundación (cosa más que demostrada científicamente) que alguien pueda decir algo como lo dicho y arriba citado no puede, sino, que dejarla perpleja y pensar que, a lo mejor, algo no está bien o no va nada bien.
Y es que, además, lo de arriba se ha dejado escrito, en respuesta-coz parlamentaria, para que conste qué piensa cada uno y no haya lugar a dudas al respecto.
Pero, en definitiva, ¿esto qué produce?
Produce vergüenza ajena porque es vergonzoso que alguien pueda sostener que la vida humana no es vida humana.
Produce vergüenza ajena porque resulta triste que manifestarse con una indolencia tan grande frente a seres humanos que nunca van a poder ver la luz del día.
Produce vergüenza ajena porque turba el ánimo saber que quien ostenta el poder no oculta sus ánimos contrarios a la vida y no aprecia que la dignidad de la persona no se adquiere con el reconocimiento civil sino por el hecho mismo de serlo.
Produce vergüenza ajena porque ir por la vida actuando de una forma tan relativista (el concepto de “vida humana” está sometido a “opiniones o preferencias personales” ha dejado escrito) sólo puede acarrear consecuencias nigérrimas para según qué personas.
Y esto, en definitiva, produce vergüenza ajena porque la falta cometida por una acción tan deshonrosa y humillante como la de escribir que un ser humano puede ser un concepto discutido y discutible raya con lo enfermizo e ideológicamente aberrante.
Sin embargo, como ya hemos dicho arriba, hay cosas que, a lo mejor, no tienen remedio porque está más que demostrado que la vergüenza no es, al parecer, patrimonio de todo el mundo ni determinadas personas reconocen cuando han caído en el más absoluto de los descréditos.
Pero, en fin, así están las cosas.
Eleuterio Fernández Guzmán
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10 comentarios
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EFG
Pues la sacaron de la misma ideología, al fin y al cabo en el fondo, que la de Hitler.
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EFG
El cristiano, aquí católico, nunca ha de temer la verdad porque lo sostiene la Verdad.
La razón y la lógica son solo herramientas para cambiar la sociedad y recrearla a su imagen.
Da vergüenza tener a un gobierno compuesto por semejante conjunto de ignorantes. Pero... seamos justo... es lo que nos merecemos. A la mayoría de los españoles le gusta este esperpento cutre.
Dios le bendiga :)
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EFG
Efectivamente, da vergüenza y, también, asco.
Este gobierno es ante todo ideólogico,quiere cambiar nuestra conciencias(llamar matrimonio a lo que no lo es,un ser humano no es humano...)
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EFG
Exactamente, eso es lo que se quiere desde un Ejecutivo tan laicisat como el que nos desgobierna. Es una pena que haya católicos que no se dan cuenta de tal verdad.
¿Qué les pasó? ¿Cuándo se produjo el punto de inflexión que les hizo cambiar de rumbo? ¿Cuándo dejaron de creer en el camino de la inocencia que encontramos en la fe en Dios? ¿Cuándo perdieron la fe? ¿Acaso fue que no recibieron la educación necesaria, o fue una educación equivocada y asfixiante? ¿Por qué su plantita de fe, la de su infancia, se secó? ¿Qué les pasó que quedaron traumatizados para la vida espiritual?
Dios y ellos lo saben, pero ellos pueden haberlo olvidado o no querer recordarlo.
Esto lo digo también y principalmente por los “ministros del ramo”, por aquellos que fueron bautizados y que ahora tan partidarios se muestran del aborto y de la educación perversa de nuestros niños, acaso, recordando la que ellos recibieron, y de perseguir hasta donde se pueda a los objetores de conciencia, sin importarles que sea por motivos religiosos, destrozándoles así su espiritualidad y convirtiéndoles en sumisas piltrafas. ¿A tanto llega el trauma que les hizo tomar ciertos rumbos anticristianos?
Los imperativos de la conciencia hacen más por el orden social, que las normas y legislaciones establecidas, las cuales, según se interpretan, están llenas de “vacíos legales”, o necesarias de un desarrollo posterior que las haga operativas; toda ley humana es siempre manipulable, interpretable según el modo de ver las cosas, a veces, caprichoso, del gobernante de turno, pues están bajo la custodia de seres humanos, sujetos a corrupción. Pero la conciencia es directa e inmediata, no tiene vacios legales y no necesita desarrollos de ningún tipo; además no depende de las personas, por eso tiene la garantía, si no se la somete a interpretaciones posteriores a su manifestación en nosotros, de ser la promotora de conductas honradas y sinceras, y de ser la salvaguarda del orden social. Dios-Amor la dicta en nuestros corazones.
La conciencia recta se basa en el amor; la conciencia basada en el miedo al castigo o en el premio de un paraíso, puede no ser conciencia recta: la prueba la tenemos en los terroristas islámicos. La basada en el santo temor de Dios y el amor a él, siempre será impulsora de la búsqueda de la verdad y la rectitud, si es que llega a la conclusión de estar en el error en algunos puntos, no así la que se basa en el miedo a Dios misericordioso o en la avariciosa conquista de un paraíso idílico que no necesita amar al prójimo,al que juzgamos equivocado, sino cumplir unas normas purificadoras que, a veces, consisten en eliminar al que no piensa como nosotros.
Aconsejo, pues, a todos los que han perdido la fe y se muestran reacios a defender la conciencia y la vida del no nacido, A QUE RECONSIDEREN SU POSTURA.
Ya es una persona, sólo que en un determinado estadio.
Ni que decir tiene, que conozco muchísimas personas con una experiencia parecida, lo cual me hace pensar que el mío no es un caso excepcional. Sin embargo hay algo que me ha intrigado siempre y aun lo hace. ¿En cuantos de vosotros, de los que os llamáis católicos y aun en los que lo proclamáis, tampoco germinó jamás semilla alguna?
No voy a pedir que derrotéis ahora miedos ancestrales y menos aun posturas políticas bien arraigadas, para confesármelo precisamente a mi. Pero aun así, es algo de vosotros que me intriga sobremanera. Y tampoco se si alguno o muchos lo habréis olvidado o no lo querréis recordar.
Dice el Profeta Amós, (Cap. 3) “¿Acaso caminan dos juntos, sin antes haberse encontrado?… ¿Suena el cuerno en una ciudad sin que el pueblo se estremezca? … Ruge el león, ¿quién no temerá? … Habla el Señor Yahvé, ¿quién no profetizará?”.
En el fondo todos tenemos las mismas experiencias, y como podrás suponer, las cosas no las sentimos en vano: ¿quién siente el más mínimo dolor sin que nada se lo haya producido?; ¿quién desea ser feliz, sin que nada haya sentido dentro de sí?; ¿quién ama sin que antes no haya sido amado?. Si hemos olvidado quién nos amó primero, ¿de dónde salió nuestro amor?
Muchos dicen que aman, pero sólo se buscan a sí mismos. El amor auténtico no sólo no discrimina, sino que se entrega hasta dar la vida, y éste sólo se puede encontrar, si procede de Dios, Padre de todos. Por eso muchos no creen en Dios, porque el amor eterno y total, del que todos tenemos una cierta nostalgia, una cierta intuición, aunque nos venga de un vago sentimiento, no creen que se pueda dar. Y también por eso, muchos, muchísimos, a lo largo de la historia del cristianismo, han dado su vida por Cristo en el hermano.
Ese amor verdadero por parte de Dios es siempre una llamada; ¿qué es lo que sentimos dentro de nosotros para que le respondamos? ¡Sólo las respuestas son altruistas! El amor auténtico no pregunta, responde. Pero sólo Dios es capaz de llamarnos a la plenitud, y Dios es fiel. Si previamente preguntamos, es para cercioramos de que el amor que nos llama es auténtico, pero muchos, ni siquiera preguntan a Dios: (¡Dios mío, ¿dónde estás?! –y otras exclamaciones, esto es oración-) y prefieren no contestar a la ‘necesidad’ íntima de responderle, pues no creen que Dios les escuche. Pero la fe es un don de Dios y hay que pedirlo, aunque sea en la oscuridad, para complacer nuestro ansia de amor eterno, un ansia que es la voz de Dios llamándonos al amor. Un ansia que es el inicio de nuestra conciencia religiosa, que debemos hacer respetar. Pero no esperemos a tener experiencias místicas para empezar a creer, porque eso es extraordinario.
Nosotros nos armamos verdaderos líos pensando por nuestra cuenta si Dios existe o no existe, pero con la mente no le encontraremos como es él. Las preguntas sinceras que hace el corazón son más atinadas y encuentran la seguridad complaciente que buscamos: Descubrimos con la fe el amor de Dios a la criatura humana, y es entonces cuanto somos capaces de amar como Dios ama. Eso es la fe: abrirnos al amor de Dios. No temamos a la oscuridad, pues todos estamos en ella, y la fe, que a muchos falta, es, para el que la tiene, lámpara que guía al amor de Dios, que nunca falta.
Nuestros más íntimos sentimientos, aún no manipulados, forman parte de nuestra vida, de nuestra existencia y de nuestra naturaleza humana. Pero de nuestra vida, de nuestra existencia y de nuestra propia naturaleza humana, no pueden provenir sentimientos engañosos si antes no los manipulamos.
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