Una mala expresión panfletaria
Los habitantes de una nación de la que se predica que es una democracia tenemos el secreto pensamiento de pensar que, en efecto, tal es el estado del lugar donde nacimos, vivimos y morimos.
Es bien cierto que a lo largo de la historia de la humanidad se han difundido y aplicado sistemas políticos donde lo arriba apuntado no era, sino, un sueño o, en el mejor de los casos, un ejercicio exagerado de la imaginación. Al fin y al cabo, el desarrollo del ser humano ha sido el que ha sido y es ahora cuando, en verdad, podemos decir que en algunos lugares la democracia es, en efecto, una realidad.
Al menos eso es lo que queremos pensar.
Pero, claro, siempre hay excepciones que hacen que la regla se venga abajo y no, precisamente, que la confirmen. Es decir, que si la regla es que en el sistema democrático el poder establecido respeta la dignidad de la persona y hace de los derechos inviolables que la misma tiene la causa fundamental de su ser, lo que pasa entre las naciones políticamente correctas y en aquellas donde el relativismo se ha hecho dueño de casi todo, es, precisamente, lo contrario: escaso respeto a tales derechos e implantación de un verdadero sistema totalitario apoyado en la legitimidad que otorgan unas elecciones.
A este respecto, hay una extraña manía o, mejor, un comportamiento que ha pasado a ser un vicio, de querer llevar a la práctica el siguiente pensamiento: ganar unas elecciones, una mayoría, puede hacer lo que le venga en gana y, en consecuencia, el pueblo pasa de ser el sujeto activo de la democracia a sujeto pasivo y, más que nada, sufridor, de un sentido tergiversador de la misma.
A lo mejor piensan que exagero pero a las pruebas me remito.
Hay que tener en cuenta los antecedentes para comprender las consecuencias de tales antecedentes: si pretenden decirnos a los padres qué deben comer nuestros hijos (lo digo por lo de la bollería industrial en los centros públicos o aquello de las hamburguesas contra las que se puso de cara una antigua ministra socialista) no podían dejar de lado el aspecto sexual porque es bien sabido que si desde pequeños se instruye en determinadas prácticas luego resulta fácil de domesticar a tal población estudiantil.
Por eso, en el documento elaborado por los Ministerios de Sanidad y Política Social y Educación se encuentran varias “perlas” como las que siguen:
En “Educación afectivo-sexual se dicen que los Objetivos generales son:
“1. Promover una actitud saludable y positiva en relación con la sexualidad, adecuada a cada etapa del desarrollo”.
Esto quiere decir que va a ser del todo obligatorio.
“2. Promover actitudes y conductas sensibles a aspectos de género (igualdad, respeto)”.
Esto quiere decir que van a tergiversar lo que puedan con la ideología de género.
“3. Integrar la educación afectiva y sexual en el currículo de los diferentes niveles educativos”.
Esto quiere decir que nadie se va a salvar de la intromisión.
Y en los “Objetivos específicos” se dice, entre otras cosas que son el “Facilitar al alumnado oportunidades de explorar sus sentimientos y opiniones en materia afectivo-sexual, en un contexto normalizado”
¿A qué les suena esto?
Pues es fácil de adivinar: quieren o pretenden que los alumnos “investiguen” entre las diversas “posibilidades” relacionarse sexualmente con otras personas (heterosexualidad o, por ejemplo, homosexualidad) Y esto no me negarán que es una intromisión impresentable en la vida de personas tan jóvenes porque cualquiera sabe que, a determinadas edades resulta muy fácil manipular determinados pensamientos.
No sé yo si para “facilitar” tales situaciones tendrán, los centros públicos, que preparar habitaciones especiales para que los alumnos se relacionen entre sí para ver qué encuentran entre ellos y sus vidas sexuales.
Por otra parte, algunos, como Jaime Urcelay, presidente de Profesionales por la Ética, dicen que lo que aquí pasa es que esto “constituye una herramienta clave para hacer efectivas en las escuelas las Medidas en el ámbito educativo contempladas en la Ley Orgánica de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción voluntaria del embarazo y expresan el empeño gubernamental por entrometerse en la educación afectiva y moral de los jóvenes, intención que ya estaba en las asignaturas de Educación para la Ciudadanía”.
¡Qué malpensado! Así no hay forma de progresar.
Pues a todo esto lo llaman “Promoción y educación para la salud”.
Y en esto han acertado pues, aunque sea una mala frase panfletaria sí que se trata de promocionar y educar en la salud sexual… pero en la de izquierdas, con todo lo que eso implica de manipulador.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Escucha a tu corazón de hijo de Dios y piedra viva de la Santa Madre Iglesia y pincha aquí abajo:
Y, si puedes, da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7).
5 comentarios
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EFG
Sí que es bien triste lo que dice en su comentario. La verdad es que muchas veces parece que estamos predicando en el desierto.
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EFG
No sé qué decirle. Ya me gustaría a mí que lo que Ud. dice en su comentario se cumpliera, siquiera, en la mitad de personas que puedan estar en contra de tales leyes.
Si os sale un hijo maricón, no es porque hayais sido unos malos padres, ni porque unos profesores les laven el cerebro, ni porque hayan "experimentado" y les hayan cogido gustirrinín, ni porque un Dios vengador de la Edad del Bronce os haya maldecido por varias generaciones por los pecados de un antepasado.
Simplemente ha nacido así.
Estas son algunas perlas que escuché de boca de mis compañeros de clase en la escuela y el instituto a punto de entrar en el s.XXI:
+"¡Qué vergüenza si me sale un hijo maricón! Yo lo hecho de casa".
+"A los maricones deberían llevarlos todos a una isla desierta para que sólo vivan con ellos mismos".
+"A ver si el SIDA acaba con ellos como con los yonkis".
La gente que pronunció estas frases, hoy en día son arquitectos, concejales del PSOE (¡sí!), o camareros.
La corrección política seguramente hará que no se repitan estas mismas frases en público, pero no me cabe ninguna duda de que se sigue pensando igual.
Y luego nos lamentamos de que en la muy civilizada Europa hace poco hubo un Holocausto que además de llevarse por delante a seis millones de judíos, también exterminó a medio milón de homosexuales, ante el silencio de cómplice de millones de europeos con la conciencia adormecida e incluso relamiéndose de gusto en secreto.
Lo que pretenden los ministerios de Sanidad y Educación simplemente es que si un joven se siente homosexual o si alguien cree tener un compañero gay, ni se sienta ni lo traten como a un enfermo, apestado, degenerado o cualquier otra cosa.
Y tranquilos que el profesor de religión, elegido a dedo por el obispo y pagado por todos nosotros ya le recordará que sus prácticas son pecaminosas y le condenarán al infierno. Y así él sabrá lo que tiene que hacer.
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EFG
Yo creo que lo que pretenden es algo muy diferente. Por ejemplo, pretenden que "experimenten" con su sexualidad. A lo mejor eso es lo que quieren que hagan.
Y, en cuanto a lo del profesor de religión, es hasta posible que no les diga nada.
Efectivamente nadie tiene la culpa de que te salga un hijo geneticamente más afeminado, pero esto dista muy mucho, de que se les incite a probar practicas sexuales que normalmente se consideran NO NATURALES .
Saludos
Pero hay que ver lo retorcidos que pueden ser algunos.
Que nadie le va a decir a vuestros hijos que le toquen la longaniza al niño de al lado para experimentar. Que de tanto decir barbaridades sobre los progres habeis llegado a creeroslas.
Que yo vivo en Andalucía y siento daros una mala noticia: de Prada miente, aquí no hay violaciones masivas de niñas en las escuelas.
Claro que si eso os hace sentiros más seguros, podeis mandar a vuestros hijos a un internado católico en Irlanda...
Como post data, una anécdota contada por el bailarín Nacho Duato en una entrevista: "No sé qué le pasa a la Iglesia con los homosexuales, por qué nos critican tanto, si mi primera relación gay fue con un cura, que me metió mano con trece años".
Pero tranquilos que Nacho consintió, y no, no se hizo gay por "experimentar", un gay ya sabe que le va a gustar.
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EFG
Un comentario, el suyo, francamente mejorable.
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