¿Qué tiene Jesucristo para que tantos se conviertan?
No por casualidad, en muchas ocasiones se leen noticias relacionadas con la conversión de personas que, perteneciendo a determinada religión o, simplemente, a ninguna, van a Jesucristo, se convierten al amor de Dios.
Así, muchos musulmanes, protestantes o chinos abrazan el catolicismo y pasan a formar parte de las piedras vivas que constituimos la Iglesia católica.
¿Qué encuentran, tales personas, en el Hijo de Dios para no poder resistir su atracción?
Cuando Jesucristo comenzó su vida pública nadie sabía que la palabra que venía a traer era una Palabra fuerte. Así, cuando comenzó a predicar que traía el Reino de Dios muchos no comprendieron qué quería decir.
Para algunos debía tratarse de uno que lo fuera poderoso; poder de hombres para los tiempos de aflicción por los que pasaba el pueblo elegido por Dios.
Así, querían encontrar en el hijo del carpintero a un Rey que, con su poder divino) derivado de los prodigios que hacía y que demostraban que Dios estaba con Él) se convirtiera en un revolucionario que alzase en armas al pueblo judío y lo hiciese contra el romano invasor.
No obstante llamaban a Dios el de los ejércitos.
Por eso muchos se marcharon cuando dio a entender que su Reino no era terreno sino, al contrario, de otro mundo; un Reino donde el poder no lo tenía el más poderoso sino el más humilde y donde los últimos iban a ser los primeros.
No extraña, por tanto, que muchos dejaran y olvidaran a aquel maestro que les hablaba de una forma que su corazón de piedra (vengativo y no misericordioso) no entendía.
Adonai, Dios, no podía haber enviado a un manso de corazón y a un humilde para implantar Su Reino y que, además, les pedía una conversión que, en realidad, los transformaba en servidores y no en amos.
No. Sin duda aquel Jesús no era el Rey que esperaban.
Pero esto sucedió porque Jesucristo era un revolucionario de un calado distinto; era un revolucionario no al uso sino uno de una nueva revolución: la del amor.
Por eso muchos encuentran a Jesús a Quien procura el amor y no la venganza, el perdón y no el odio.
La revolución de la carne
Si Cristo vino a traer algo muy importante y es lo que, en realidad, nos sirve para poder demostrar que somos discípulos suyos es, sin duda alguna, la posibilidad de renovar nuestra forma de ser y nuestro comportamiento con un cambio en el corazón.
El naví Ezequiel (36: 25-27) lo expresa a la perfección cuando recoge las palabras de Dios en el sentido siguiente:
“Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas”.
Y Jesucristo trajo, para que no lo olvidaran aquellos sus contemporáneos pero para que tampoco lo olvidemos nosotros, aquellas palabras a la realidad de entonces mismo. Pretendía que de su corazón no saliesen más injurias, más venganzas, más alteraciones de la Ley de Dios.
Así sería un corazón nuevo. De piedra, como era entonces, se transformaría en uno de carne donde primara el perdón, la misericordia y el amor.
Y aquellas palabras eran, sin duda, muy duras, porque el pueblo elegido por Dios anhelaba la victoria humana sobre el hombre que lo sometía y no esperaba, seguramente, victorias espirituales. Aquel “pan vivo, bajado del cielo” no había venido a traer, precisamente, la paz a los corazones sino, con aquella revolución de la carne, una gran contradicción moral: estar con lo humano o estar con lo divino.
Sin duda, muchos de aquellos otros nosotros prefirieron la humana condición por sobre la espiritual y se revelaron, consiguiendo su propósito, a su vez, contra Cristo.
Por eso, muchas personas ven en Jesucristo a Quien transforma el corazón y lo hace bueno, misericordioso, tierno.
La revolución de la sangre
Pero no sólo trajo una revolución que produjo aquel cambio de corazón citado arriba y que es, al fin y al cabo, la señal inequívoca de que se es discípulo de Cristo sino que, además, también supo hacer ver que, en realidad, su revolución también tenía otro sentido.
Si ya se había cambiado el corazón, ahora correspondía hacer otro cambio: la de la sangre.
En la sangre va la vida. Es decir, sin ella, el cuerpo humano deja de existir o, simplemente, deja de cumplir las funciones para las que está creado.
Por eso, Jesucristo, recomendado la bebida de su sangre, estaba promulgando la vida eterna reconociéndose portador de la misma: quien bebiera su sangre alcanzaría la vida eterna.
Pero aquella ingesta, no sólo metafórica sino real a través de la Eucaristía y la transubstanciación, suponía algo más y que era lo que, en verdad, encerraba aquella parte de la revolución de Cristo: la transformación de la misma vida de quien la bebía.
Así, beber la sangre de Cristo entonces debía suponer y ahora debería suponer, un cambio en nuestra forma de proceder.
Ya no se trata, aquí, de un cambio de corazón sino más bien de una modificación exacta de la vida misma: si no bebemos su sangre no la tenemos.
Pero podría argumentarse contra esto que, en realidad, la vida la tenemos exactamente igual.
Entender así las cosas es no hacer lo mismo con la realidad del significado de lo dicho por Jesús porque tendremos la “vida eterna” y no la terrena que, como sabemos, caduca como todo lo perecedero.
Ante estas dos revoluciones que Cristo proponía recoge el evangelista Juan (capítulo 6: 60) que su lenguaje era duro: “¿Quién puede escucharlo?” decían muchos de los que le oían.
Y ahora mismo, nosotros también podemos hacernos la misma pregunta y, también, responder como Pedro: “Tu tienes palabras de vida eterna”.
Que cada cual responda como tenga conveniente y como le dicte su corazón (mejor si ya es de carne y no de piedra) porque, para eso, Dios nos dio la libertad porque muchas personas han sabido responder, desde otras creencias o desde ninguna, con un sí, un hágase, que ha transformado sus vidas y cambiado su mismo ser.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Escucha a tu corazón de hijo de Dios y piedra viva de la Santa Madre Iglesia y pincha aquí abajo:
Y, si puedes, da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7).
16 comentarios
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-En su día, si los discípulos de Cristo se hubieran comido y bebido la carne y la sangre de su Maestro. Estos, habrían ingerido y por lo tanto en la misma medida, así Él, muriendo, desintegrandose en su humanidad y por lo mismo resucitanto en los estómagos de sus discípulos. Ellos, por natural función de ingesta, se habrían apoderado del poder de la humana personalidad de Cristo. Muy ajustada ésta a su divina personalidad.
Figura ésta de aparente repudiado canibalismo que a tantos repugna. Y no obstante nadie entiende que lo que Jesús dice, lo dice en verdad y en conocimiento de causa. De aquí que repita diciendo: "En verdad, en verdad os digo. Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre no tendréis vida eterna"
Y como no fue así: Su carne, menospreciada fue entregada a su singular desintegración de muerte; Y su sangre, hasta la última gota, de agua y sangre fue derramada.
Y así cómo: La infinita divina personalidad del Hijo de Dios; Quien en la parte de su parte se revistió en cuerpo y sangre de " divina humandidad" en el llamado Jesús el Cristo. No fue comida ni fue bebida sino despectivamente entregada y derramada.
Como no fue así: para que pudiera ser bebido y comido: La " divina humanidad " del llamado Jesús el Cristo se revistió en cuerpo de vino y pan de "humanidad vegetal".
Y pudo haberse encarnado y revestido en cuerpo de "divino animal cordero". Y también pudo hacerlo en cuerpo de "divino mineral"
Diga también cuantos casos se dan de cada y porque las conversiones nunca se producen en la infancia, o sea, por que en las comunidades musulmanas y en las familias musulmanas, los niños "nacen", casualmente, musulmanes, ídem para cualquier religión. ¿Será que la influencia cultural paterna es más poderosa que la revelación o, simplemente, que sólo existe la primera?.
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EFG
Es evidente que una persona se adhiere, por así decirlo, a una religión, más que nada, por el lugar de nacimiento. Eso no se puede negar.
Sin embargo, es también cierto que una vez se tiene la suficiente capacidad de discernimiento se puede decidir cambiar de religión y convertirse, en este caso, a la que lo es católica.
Que muchas personas no se conviertan no quiere decir que a Jesucristo le falte nada porque eso es incierto. Yo diría que lo que pasa es que no lo han descubierto.
Créeme; de eso se algo.
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EFG
Si Ud. cree que Dios no existe es que no mira con ojos de creyente. Entonces, todo lo que diga al respecto está viciado desde la base.
Ahora bien, el cristianismo es, de lejos, la religión que históricamente más "prosélitos" ha logrado entre los miembros de otras religiones por la vía de la conversión. No digo que no los haya conseguido por otras vías, pero si lo comparamos por ejemplo con el Islam, que ha crecido básicamente a través de la expansión militar, no hay color. Al mismo tiempo, la religión cristiana parte de algo prácticamente inexistente en otras religiones: la relación personal y filial con su fundador. Los verdaderos cristianos son hijos de Dios no tanto por el cumplimiento de una serie de preceptos, aunque de hecho existen, sino por una respuesta personal a la llamada de la gracia de Dios. En otras palabras, Dios tiene hijos, no nietos. La fe no está en los genes, no se hereda como el que hereda una característica física o incluso emocional. El bautismo, como el resto de sacramentos iniciáticos, no garantiza una vida de fe y hoy vemos lo fácil que resulta para multitud de bautizado el vivir como si no hubieran recibido el don de la fe. Ese hecho, innegable, no anula la condición del cristianismo, que siempre ha sido y será una religión de conversión. Una conversión que, dicho sea de paso, dura toda la vida porque el cristiano siempre tiene algo a lo que renunciar para ponerlo a los pies de Cristo.
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EFG
Ciertamente, una cosa es lo que una persona dice que es y otra lo que es. Sin embargo, me he querido referir a las personas que, desde otras religiones o desde ninguna, se acercan a la católica.
Estas cuestiones son las que cualquier persona normal se plantea, en cuanto alcanza, edad suficiente, para pensar con cierta sensatez.
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El tiempo es algo propio del perecedero mundo material.
Una vez que dejemos esta vida( cierta realidad), dejaremos este tiempo que conocemos. Para nosotros el " Ahora", será lo único que contará. Nadie es absolutamente feliz en esta vida, siempre queda algo que su corazón anhela...
Los Sabios, conocen lo inadecuado de la felicidad de este mundo, y es precisamente por ello- por el hecho de que ningún humano es jamás perfectamente dichoso en esta vida- por lo que encontramos una de las PRUEBAS de la existencia de la felicidad imperecedera que nos aguarda tras la tumba.
DIOS que es infinitamente bueno, no pondría en los corazones humanos, este ansia de felicidad perfecta, sino hubiera modo de satisfacerla.
Pero incluso si las riquezas materiales o espirituales de esta vida PUDIERAN satisfacer todo el anhelo humano, todavía quedaría el conocimiento de que un día la MUERTE ,nos lo quitará todo
¿ QUÉ DEBO HACER ENTONCES?
Si no empezamos a Amar a DIOS ,en esta vida, no hay modo de unirnos a ÉL en la Eternidad.
El hombre que muere sin Amor de DIOS , Ha hecho su propia Elección. DIOS estará en el cielo, pero el no podrá verle, IGUAL QUE EL SOL BRILLA, AUNQUE EL CIEGO" NO PUEDA VERLO.
ES EVIDENTE QUE NO PODEMOS AMAR ,A QUIEN NO CONOCEMOS.
Y esto nos lleva a otro deber que tenemos en esta vida.
Tenemos que aprender todo lo que podamos sobre DIOS, para poder Amarle.
Y hay un sólo modo de probar nuestro Amor a DIOS, Y es haciendo lo que EL quiere que hagamos, siendo la clase dehombre que ÉL quiere que seamos, y cuanto más hagamos por DIOS aquí, tanto mayor será nuestra felicidad en el cielo.
LA felicidad del cielo, es una felicidad Sobrenatural".Para alcanzarla, DIOS nos proporciona ,las ayudas Sobrenaturales que llamamos Gracias"-.
Si EL nos dejara con sólo nuestras fuerzas, nunca conseguiriamos este tipo de Amor que nos merecería el CIELO.
Es una clase de especial de Amor a la que llamamos " CARIDAD " Y cuya semilla DIOS implanta en el Bautismo.
El CIELO es una recompensa Sobrenatural, que alcanzamos viviendo vida Sobrenatural.
Y...esta vida Sobrenatural...es conocer, amar, y servir a DIOS. bajo el impulso de su Gracia.
-Me gusta tu cometario, ciertamente que sí.
-Mi pregunta es: ¿qué harías tú si un día te encuentras con un individuo que asegura ser un elegido de Dios para asuntos de capital importancia universal?
-Recuerda que a Jesús lo condenaron a muerte por decir ser Hijo de Dios.
¿Que hay personas que se convierten a su religión? ¿que es la que obtiene mas conversiones? No lo se, no lo he investigado, pero lo cierto es que a dia de hoy hay mas personas en este planeta que saben de su religión y pasan de ella olimpicamente que lo contrario.
Quien Le ha conocido ya no puede vivir sin Él. Él perdona los pecados, pues es el Rey Creador, el Único que tiene potestad para legislar y perdonar las faltas. Nadie mas que Él.
Quien se sabe perdonado de sus pecados siente una Paz que no se puede explicar con palabras ni se puede comprar con dinero -como el que cobra el sindicato de los psicólogos y psiquiatras-. Y cuando se pierde esta Paz que da la Gracia, deambulamos como vagabundos sin estrella hasta que nuestro corazón regresa de nuevo al Corazón que le dio la Paz, que le da la vida, la alegría y la esperanza.
¿Qué tiene la Verdad que tanto atrae a los que buscan la verdad? ...
¿Qué tiene la Perfección que tanto atrae a los que buscan la perfección? ...
¿Qué hay de extraño en alegrarse al encontrar a tu mejor amigo, o tu hermano, o a tu hijo o a tu padre o a tu madre? ...
Por eso sólo los que buscan la Verdad con empeño y tesón, al final, la encuentran, aunque pierdan la estrella a veces o por largo tiempo. Dios no se oculta eternamente a un corazón que le busca incansable.
Anecdóticamente por eso Sócrates, hombre justo, buscó la Verdad y no la encontró -era lógico, pues todavía no había nacido la Verdad-. Hombre sabio Sócrates, ¡sí señor!, no concluyó su vida dejando un tostón de testamento a lo Saramago, sino que humildemente afirmó que "sólo sé que no sé nada". Y por cierto, murió por no acatar la ley democrática y politeísta. Sócrates creía en un sólo dios, aunque lógicamente no lo encontró, se anticipó. Y tampoco conoció la Caridad y el perdón, como también era lógico, pues Cristo no había venido todavía al mundo.
Mas ahora, los que ya conocemos o hemos conocido a Cristo, aunque sea muy superficialmente, o sea, aquellos que hemos conocido la Luz o algún destello de la Verdad, no tenemos otra opción que rendirnos esclavos a ella, la cual, la Verdad y la Luz, es la fuente de la verdadera Libertad. Y María Santísima es el Camino más corto y más seguro para llegar a la Luz.
No son fantasías, y si lo fuera, sería la fantasía más real y hermosa que hamás nadie haya imaginado, y por la cual tantas miles de personas han dado su vida por ella. Así es la Fe.
Definitivamente: los pobres necesitan a la Iglesia y claro; la Iglesia, la Iglesia de los pobres, necesita imperiosamente pobres. Sin pobres el mensaje se diluye.
Hacerse pobre por Cristo y en Cristo. Esta sí es la Historia de la Iglesia, gradiosa por cierto.
"Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.»
Mas Él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.»" (Mt 4,3-4)
comparto plenamente vuestro sentir y testimonio y me da mucha alegría leeros.
Imaginar la escena: "Maestro, ¿dónde vives? Venid y veréis"(Jn 1,38-39) me transporta a uno de los momentos más bellos del Evangelio y muy muy profundo.
Lo único que podemos mostrar al mundo es nuestro latir al unísono, que el mundo vea que la comunión es un don que viene de Cristo, no es una afinidad de caracteres o circunstancias. Y esta comun unión sobrenatural sólo se encuentra en la Iglesia.
Jamás un hombre ha convertido a otro hombre a la Fe. La conversión es UNICAMENTE una decisión libre entre el hombre y Dios. En todo caso, lo único que podemos hacer -y no es poco-, es ser testigos de Cristo, dar tesminonio de Cristo.
Del resto se encargará Dios.
Saludos....Contestando a tu pregunta, te diría que según las "Escrituras," los únicos profetas vivos que estan en el Cielo, Elías y Enoc, tienen que regresar a nuestro mundo para convertir a los Judíos, antes del fin de los tiempos....Por lo tanto, si alguien se nos presenta diciendonos lo que tu dices....pues..tendría que ser el Papa o un gran teologo iluminado por DIOS para connocerlo .
Por lo tanto, yo lo único que podría hacer es comunicarlo a quien corresponda y que las pesonas adecuadas pudieran reconocer y valorar a esta persona.
Tambien la Iglesia mediante sus instituciones ayuda a los pobres economícamente.
Pero como decía la Madre Teresa de Calcuta la pobreza material se soluciona, pero la pobreza Espiritual......eso es muy difícil de remediar.
Santa Teresa nos decía que así como un niño con el tiempo va creciendo y se hace un adulto, Y YA NO VUELVE A DECRECER, ..EL ALMA CUANDO CRECE ...SI PUEDE VOLVER A DRECRECER..Y ENTONCES ES MUY DIFÍCIL HACERLA VOLVER A CRECER.....
Esto es lo que ha ocurrrido en nuestro mundo, que El Alma de los cristianos ha decrecido...se ha hecho muy pequeña y no es capaz de sentir EL AMOR DE DIOS, y si no sienten y conocen ese amor que es el verdadero.....¿Como van a sentir y saber que es el amor al prójimo ?... de ahí vienen todos los desastres del divorcio, aborto, egoismo. soberbia, vanidad que nos invade hoy en día y que nos lleva a la soledad, depresion etc, etc.
Y lo que a mi modo de entender más conversiones produce....es " EL EJEMPLO ", es lo que lleva al incrédulo a pensar.....Si mi amigo es tan feliz, tan generoso, tan dichoso ..y me dice que es porque Jesús es el centro de su vida y su meta es el Cielo , pues..... yo tambien quiero conocer a ese JESÚS , que tan feliz hace a mi amigo.....
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