Eppur si muove - ¿Debe la Iglesia católica callar o no debe callar?
Una reciente polémica surgida a causa de un artículo publicado en el diario “El País” y la contestación que el portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, ha destinado a clarificar las cosas nos ha hecho pensar en el hecho de que la Iglesia católica debe mantenerse, siempre, en la vanguardia de la defensa de su fe y, entonces, no puede dar la callada por respuesta.
Un corto resumen de lo sucedido:
El diario “El País” publicó un artículo el pasado 17 de julio referido a la mujer y la Iglesia católica con el título “Groserías contra la mujer” en el que se tergiversaba a Sto. Tomás de Aquino haciéndole decir exactamente lo contrario de lo que pensaba el Aquinate.
Como no podía ser de otra forma, alguien de la Conferencia Episcopal Española tenía que decir algo para descubrir la falsedad porque, de otra forma, sería como una especie de silencio-otorgamiento de lo dicho. Y fue el portavoz, Juan Antonio Martínez Camino quien salió a la palestra dando la cara.
También era de esperar que cuando titula Martínez Camino su artículo “’El País’ mal aconsejado en religión” las reacciones a la reacción no se iban a hacer esperar: no ha gustado mucho, en resumen, que la Iglesia católica defienda lo que tiene que defender.
Y hasta aquí, en pocas palabras, lo que ha sucedido.
Esto, sin embargo, lleva a hacerse una pregunta que no podemos soslayar como si no fuera importante: ¿Resulta, entonces, imprescindible, que la Iglesia católica no calle ante determinadas manipulaciones? o ¿Qué sería de la Iglesia católica de no manifestar lo que entiende que debe defender?
Desde que la Iglesia es Iglesia católica no ha dejado de estar perseguida: en un principio por ser considerada una institución fuera del sistema imperante en el Imperio Romano y, a lo largo de los siglos posteriores, de muchas otras formas.
Incluso hoy día, cuando en occidente impera el sistema democrático no han dejado de producirse sutiles formas de maltratar a la Esposa de Cristo y, si es eso posible, hacer otro tanto para que se calle y permanezca, en silencio, a la espera de la Parusía en una discreta actuación.
Pero no es posible que permanezca callada como si no fuera importante lo que se dice o escribe en temas que puedan afectar a su doctrina porque, entonces, quedaría en nada, en un adorno, en un algo vacío.
Por ejemplo, cuando se dice que la Iglesia católica es “homófoba” o que está en contra del progreso científico, que está enfrentada a todo “avance” que en la sociedad pretenda introducirse o que, simplemente quiere imponer una forma de ser a toda la sociedad, lo que se hace, en realidad, es acotar los temas de los que debe ocuparse quien tiene que defender una fe y está en la obligación de hacerlo.
Pero la Iglesia católica no puede, ni debe, callar cuando se dicen o escriben determinadas cosas por la sencilla razón de estar obligada a anunciar el mensaje de Cristo.
Hacer lo aquí dicho no es, por decirlo así, como una forma de actuar en la vida de forma individual sino que, como comunidad que es la Iglesia católica, ha tener los mandamientos de Dios y las bienaventuranzas como eje de su actuación y, así, todo lo que pueda derivarse de tales normas o conductas a seguir.
A este respecto, nos recuerda san Pablo algo muy importante en su Segunda Epístola a Timoteo (versículos 8 y 9) cuando dice lo que sigue: “Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, según mi Evangelio; por él estoy sufriendo hasta llevar cadenas como un malhechor; pero la Palabra de Dios no está encadenada”.
Entonces, como la “Palabra de Dios no está encadenada” la misma no puede dejarse encadenar por conveniencias humanas o por cualquier otro tipo de actuación mundana. Por eso poco importa si lo que se trata es decir lo que no es verdad en interés de quien lo dice o si, como es el caso, se pone en escritos lo que los mismos no dicen porque, de tal forma, se zahiere a quien defiende lo que, en verdad, se escribió porque no cabe el silencio ni el mirar para otro lado.
Además, silenciar lo que se piensa la Iglesia católica sería como dar facilidades al Mal para que siga a lo suyo que no es otra cosa que dañar lo que puede a Dios, a Su Hijo o a la organización de la que entregó las llaves a Pedro.
Y ceder, de tal forma, sería algo inadmisible y, seguramente, imperdonable.
Eleuterio Fernández Guzmán
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7 comentarios
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EFG
Yo creo que debe haber quien pueda dar la cara. Sin embargo a veces no entiende la razón de no darla más a menudo.
Simplemente no lo entienden.
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EFG
Resulta difícil que quien cree que sus ideas deben ser impuestas esté dispuesto a entender ciertas realidades que no es sólo que le superen sino que van más allá de su mundano entendimiento.
Resuenan de nuevo las palabras de Santa Catalina de Siena: "¡Gritad con cien mil lenguas, porque por haber callado, el mundo está podrido!
Pero tengamos compasión del que enmudece en un momento dado por un repunte de poca fe, como Zacarías, el padre de Juan Bautista, pues cuántas veces la negación a precedido una conversión gloriosa. Eso espero y creo que así será. Será!
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EFG
Pues esperemos que recuperen el habla.
La Iglesia que calla no es Iglesia. El católico desdeña lo que se diga de la Iglesia... no es católico.
Así pues.... alcemos nuestra voz y dejemos claro una y mil veces que la propaganda aturde a quien no sabe de lo que va la cosa... pero a nosotros no nos aturden ni nos cierra la boca.
Dios le bendiga D. Eleuterios
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EFG
Hay que alzar la voz para que no se piense que la Iglesia católica otorga lo que no puede otorgar.
Y si no es así, pues ver si llevarlos alos tribunales por injurias u ofensas o como se llame o algo así.
No hay que dejar que nos pisoteen y enseñarles que lo de poner la otra mejilla no es para que nos den guantazos sin rechistarles.
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EFG
Ya me gustaría a mí que se hiciera algo de lo que Ud. dice.
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