Sobre coces y mulos
Podría decir que me da pena tener que escribir el artículo de hoy pero sería dar falso testimonio de mi corazón o, simplemente, mentir.
Definirse por lo que se dice parece sencillo; dar de lo que se es resulta, en determinados casos, más fácil; hacer un retrato perfecto del pensamiento de quien algo escribe resulta, sobre todo, definitivo.
El director de Religión Digital, José Manuel Vidal, es persona dada al choque, muchas veces, grosero. Así, desde su atalaya vislumbra mundos imaginarios que pretende hacer reales y hace de su capa un sayo la mayoría de las veces que se sienta ante la pantalla del ordenador y tiene la obligación, al parecer, de ensuciarse tecleando un texto y de paso, de producir ganas de devolverle el empellón, el golpe o, simplemente, el exabrupto.
Por eso cuando se ha atrevido a decir del portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, que es algo así como un jumento (“da coces”, ha dicho, de Camino) a uno se le queda el alma un poco tocada por tener que soportar un lenguaje que, además de estar alejado de la realidad es pura falsedad y simpleza.
Dice, por ejemplo, Vidal, que a Juan Antonio Martínez Camino “Le encantan los molinos de viento y las causas perdidas”.
En realidad, es bien sabido que el Portavoz de la Conferencia Episcopal Española critica cosas sin importancia como el aborto, Educación para la Ciudadanía, manipulaciones genéticas, etc. que, como sabemos, nada tienen que ver con la realidad ni con lo que pasa. Vamos, al revés.
Y dice el tal Vidal que son “causas perdidas” porque, seguramente, piensa exactamente lo mismo que quien promueve el aborto, EpC, etc.
Está bien, pero mal, que diga que Martínez Camino, se ha comportado en su carta de la revista Ecclesia, “Con un estilo de opinador de La Noria” que es el lodazal donde un católico a sus horas como José Bono ha, precisamente, acudido. Y digo Bono porque también es muy amigo de Vidal, José Manuel quien le rinde pleitesía cada vez que el manchego deja salir al exterior lo que su corazón piensa de la religión que dice profesar.
Pero no acaba aquí la cosa.
Por ejemplo, esto es muy rastrero:
“El encargado de vender a los medios (El País, incluido) los mensajes que la Iglesia española quiere mandar a la sociedad. Y la Iglesia necesita a los medios como el comer. Pero su portavoz quiere morder la mano que le da de comer y que necesita”
Claro, lo mejor es que diga lo que se diga, por ejemplo, desde “El País” se alabe, se bendiga y, además, se mantenga una posición de silencio muy apropiada en los que quieren estar a bien con el poder establecido, con el mundo y con su mundanidad. ¡Qué ejemplo de firmeza en la fe que da Vidal!
Y esto otro risible:
“Eso sí, lo haga quien lo haga, que lo haga con modales. Y con respeto. Porque una cosa es matizar o precisar una información y otra, arremeter contra ella y, por elevación, contra todas las informaciones religiosas servidas por un medio de comunicación. Eso, además de falso, es injusto. Y si lo proclama un obispo”
¡Uy, Uy, Uy!… modales. Quiere Vidal que se tenga buenos modales con quien zahiere de forma reiterada la religión católica, quien hace mofa de las creencias católicas y quien, siempre que puede, insulta, pone bajo los pies de los caballos a toda una organización como es la Iglesia católica.
Sí señor y, de paso, que se le ponga alfombra roja a toda opinión que emane de tales medios de comunicación más preocupados en tergiversar las cosas que en transmitir la verdad.
Dice, además, que “Me cansa ya repetir estas obviedades” cuando, entonces, lo mejor que podría hacer es dejar la tecla quieta y no escribir tanta barbaridad junta porque lo que más bien parece es que ha dejado ver una mala baba bastante evidente.
Sin embargo, en algo sí tiene razón Vidal porque, en efecto, una de las acepciones de la palabra “coz” es “Golpe que da una persona moviendo el pie con violencia hacia atrás”. Y, en todo caso, el golpe, dialéctico que le ha propinado Martínez Camino a quien tanto ignora, ha sido hacia atrás, porque, en efecto, la forma de comportarse de determinadas personas mira muy lejos en el tiempo y busca lo mismo que en otro momento de la historia tanto buscaron, y encontraron, los enemigos de la Iglesia católica.
Pongamos, por ejemplo, los años 30 del siglo pasado que fue el momento en el que muchos mulos dieron muchas coces a cruces y a creyentes. ¿Les vale?
Eleuterio Fernández Guzmán
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Escucha a tu corazón de hijo de Dios y piedra viva de la Santa Madre Iglesia y pincha aquí abajo:
Y, si puedes, da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7).
3 comentarios
el carnet de católico tendría que ser por puntos. A cada herejía o desacato o insumisión a la autoridad del Papa o hacia sus obispos debería de acompañarle una amonestación administrativa y una multa espiritual, a pagar con las debidas penitencias y retirada temporal del carnet si fuera necesario.
No se puede estar dentro y afuera a la vez. O se es católico o protestante, no católico-protestante, eso no existe.
Pero en fin, Dios, que nos regaló con mayor abundancia el Don de la Libertad en estos últimos 45 años de fin de fiesta, así lo determinó en su infinita Sabiduría. Pero lo cierto es que a las rosas que han surgido tras el Concilio le han seguido toda una colección de espinas. Estaba todo previsto por Dios. Tenía que ser así.
Y una de las características de esta época de la Iglesia es la falta de autoridad y obediencia entre sus miembros. Y por ahí van miles de "católicos" sin "seguro" y con el permiso caducado dando lecciones conducción católica a empujones, como en los autos de choque. Malo... mal vamos.
Demasiadas matizaciones y reinterpretaciones vernáculas, demasiados teólogos de oficio, demasiada dependencia política y mediática, y demasiada ingenuidad y "talante".
Tenemos que volver a recuperar nuestra independencia, esa libertad que nos ganó Cristo que venció al mundo.
Y sí, tenemos "Rebelión en las aulas" de la Iglesia y necesitamos a un Sidney Poitier urgentemente o su "Avatar". Y es que si no nos lo tomamos con cierto humor, es como para llorar.
En fin ...
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EFG
Pero para llorar bastante.
En la psicologìa, esto se llama "Transtorno de Proyecciòn"
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