El gran chupinazo del aborto

Adelantándose un día al tradicional chupinazo que da la orden de salida a las fiestas de S. Fermín en Pamplona, el Ejecutivo laicista y abortista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero consiguió que ayer mismo, 5 de julio, la malhadada nueva legislación del aborto entrara en vigor.

Matar está mal y así lo dice el mismo Decálogo (“No matarás”) y eso lo sabe cualquiera aunque ni siquiera conozca la Ley de Dios ni sus consecuencias. De hecho, así lo dice san Pablo en la Epístola a los Romanos (2:14-15) cuando dejó escrito que “En efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza…”

Es decir que ni siquiera aquellos que se manifiestan, con hechos, leyes y reglamentos, en abierta oposición a la doctrina de la Santa Madre Iglesia y a la Ley de Dios puede hacer uso de algún tipo de desconocimiento sobre la materia: matar está mal.

Sin embargo, aún puede haber, y lo hay, un grado de perversión superior y es que hacer lo mismo con un ser humano que no tiene defensa posible es, simplemente, algo así con un delito de lesa humanidad.

Pues, a pesar de lo que es obvio y resulta evidente, claro como la luz del día y sobre lo que nadie puede equivocarse o manifestar ignorancia, el gran chupinazo del aborto lo dio ayer, con su puesta en práctica, quien puede hacerlo y que, como sabemos, tiene nombre y apellidos, cargo oficial y sillón del mismo jaez.

Con todo lo dicho hasta ahora cualquier persona de bien y que tenga dos dedos de frente diría que se trata de una normativa bárbara y que sólo en lugares donde la humanidad e, incluso, el sentido humanitario, han quedado prohibidos, puede tal cosa ser llevada a cabo.

Pues no. Al parecer han querido dejar constancia de su relativismo y de su forma de entender la realidad de las cosas y han querido dar un paso más hacia el abismo; han pretendido legislar sobre el egoísmo ajeno y han sentado cátedra en el abuso de poder sobre otro ser humano.

Lo que quiero decir es que, a partir de ahora, matar a un ser humano so capa de algún apartado de una ley, es considerado como un derecho.

A este respecto, cualquiera sabe que por “derecho” se manifiesta aquello que es justo y legítimo o, lo que es lo mismo, que justo es aquello que obra según justicia y razón y que justicia, en una muy antigua definición del jurista romano Ulpiano es “dar a cada uno según lo suyo”

Resulta, a este respecto que se esté dando al nasciturus lo que le corresponde, que es la vida, cuando se le predispone a ser quitado de en medio bajo ninguna, puede ser ninguna, excusa, parece cosa imposible porque ahora matarlo es un derecho que tiene la madre que lo lleva en su seno; que lo lleva porque no es un apéndice de la mujer sino una persona distinta a ella y, por lo tanto, tiene el total derecho a vivir para lo cual, claro, no se le puede matar antes de que cumpla con el mismo.

Aquí, por lo tanto, no hay ningún tipo de enfrentamiento de derechos que tenga que dilucidar un juez ni, por lo tanto, otorgar uno y otro a uno u otro sino, muy al contrario, el derecho a la vida frente a la obligación de dar la vida; obligación que es, como especie humana, bastante grave y no llevarla a cabo un síntoma claro de desnortamiento, de despiste y, sobre todo, de falta de conocimiento elemental de lo que una persona es y a qué se debe como tal.

Pues nada de esto parece ser conocido por quien tiene que ser conocido. Tan sólo les ha salido, del sueño de su razón, un monstruo que ni Goya sería capaz de reflejar en un lienzo.

Y la fosa, como diría el salmista, cada vez más cerca, para que luego digan que el Antiguo Testamento no tiene predicamento hoy día.

Eleuterio Fernández Guzmán

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