La Palabra del Domingo - 16 de abril de 2010 - Enviados

Lucas 24, 46-53: Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo

46 y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día 47 y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén.
48 Vosotros sois testigos de estas cosas.
49 «Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto.»
50 Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo.
51 Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
52 Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, 53 y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.

COMENTARIO

Enviados

1.-Jesucristo tenía que ascender a la Casa del Padre. Era lo que estaba escrito y era lo que se iba a cumplir. Sin embargo el camino que iban a emprender sus discípulos ni siquiera había comenzado.

2.-Todo lo que les había dicho se había cumplido palabra por palabra. Tras la resurrección, aquellos que le seguían comprendieron que era el momento oportuno para cumplir lo que también era su obligación de discípulos de aquel Maestro. Y se aprestaron a escuchar.

3.-No les dijo poco y, a la distancia que va desde hoy mismo a entonces, tampoco nos dice poco a nosotros, aquellos que somos descendientes espirituales de los que escucharon la voz del Cristo decirles cuál debía ser su inmediata y futura forma de vivir.

4.-Predicar en el nombre de Jesucristo era la misión que les encomendó. No era, aunque así pudiera pensarse, poca cosa porque, al fin y al cabo, era difundir el nombre de Quien los había salvado del pecado eterno y les había entregado, con su propia muerte, una vida eterna. Y con el nombre, una verdad: la Palabra de Dios.

5.-Algo, sin embargo, había de novedad en lo que les decía y no era otra cosa que quien debía ser el destinatario de la predicación y, así, de la conversión “para el perdón de los pecados”. Lo nuevo que muchos, a lo mejor, podían no entender, era el hecho de que la misma predicación y, así, la salvación no tenía como destinatarios únicos al pueblo de Israel, elegido por Dios.

6.-Así, la salvación tenía un destino universal porque todo hijo de Dios, todo ser humano creado por el Padre, tenía derecho a conocer Su Palabra, a convertirse y alcanzar la salvación eterna. Es más, tal fue así que se tenía que empezar por Jerusalén la predicación y, desde ahí, dirigirse al, entonces, mundo conocido, en una apertura total de posibilidad de conocimiento de la voluntad de Dios.

7.-Les promete, sin duda, el Espíritu Santo que ya había exhalado sobre los discípulos que, temerosos tras la muerte de Jesús, estaban escondidos “por miedo a los judíos”. La tercera persona de la Santísima Trinidad les iba a revestir del máximo poder que Dios puede entregar a su criatura.

8.-Les bendijo y, luego, ascendió a los cielos, esperando el momento de volver cuando sea voluntad del Creador.

9.-Sin embargo, ellos no se quedaron disfrutando de aquel momento gozoso más tiempo del que era necesario porque, de inmediato, empezaron a cumplir lo que Jesús les había dicho: se fueron a Jerusalén, al Templo, y allí bendecían a Dios siempre, siempre, siempre.

El resto de lo que, desde entonces, sucedió, es más que conocido porque, gracias a aquel impulso espiritual nosotros mismos somos, por decirlo así, descendientes, en espíritu, de aquellos otros nosotros.

PRECES

Por aquellos que no llevan adelante la misión de predicar, en su vida, su discipulado cristiano.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no aceptan el Espíritu de Dios en sus corazones.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a perseverar en ser transmisores de Tu Palabra.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalem

Eleuterio Fernández Guzmán

—
Escucha a tu corazón de hijo de Dios y piedra viva de la Santa Madre Iglesia y pincha aquí abajo:

Y, si puedes, da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7).