Eppur si muove - Servir a la Iglesia católica o servirse de ella
A lo largo de los siglos desde que Jesucristo entregó a Pedro, aquel que le negó, como poco, tres veces, las llaves de la Iglesia que, luego, se llamaría católica, nadie ha dicho que sea fácil seguir al Hijo de Dios ni que, por eso mismo, sea, sólo gozoso.
Muy al contrario, bien sabemos que si hay algo que, de forma automática, se atribuye a los discípulos de Cristo, es, precisamente, el símbolo y realidad de la cruz.
Esto, resumiendo su sentido, quiere decir que los maderos que sostuvieron el cuerpo vivificador del Maestro son, también, muestra de lo que tenemos, cada uno de nosotros, que ser: conscientes de un sufrimiento que, en la medida de nuestras posibilidades, tenemos que ser capaces de soportar en la seguridad de que es, más que nada, bueno y benéfico para nuestro espíritu.
San Cipriano, en su obra “Sobre la unidad de la Iglesia católica” dejó algo escrito que resulta de vital importancia y que determina la equivocación en la que, muchas personas, caen: “Nadie puede tener Dios como Padre si no tiene a la Iglesia como madre”.
Hemos hablado de equivocación pero, ¿Dónde está ésta?
Esencialmente, podemos decir que la encontramos en el hecho de que muchos creyentes prefieren, frente a la Iglesia católica, mantener una posición algo extraña: creen, por supuesto, en Dios pero no manifiestan la misma querencia por la Iglesia que, no por casualidad, fundó el mismo Creador hecho hombre y ejerciendo su labor de Mesías y Ungido.
¿Cómo, entonces, se sirve a la Iglesia católica?
En general, podemos decir que hacemos tal cosa cuando cumplimos la vocación que, a cada cual, nos ha dado el Señor y a la misión que con ella se corresponde.
A este respecto, por ejemplo, la misión que ha de cumplir el Santo Padre (ahora Benedicto XVI) es la de mantener la unidad de la Iglesia católica y a ella se apresta desde donde la misma tiene su centro material y espiritual.
Sin embargo, no vaya a pensarse que a nosotros, los, digamos, cristianos de base (por ser la base sobre la que se construye la Iglesia católica) nos corresponde una misión muy distinta de la citada supra y que atribuimos al Santo Padre. Muy al contrario, en nuestra mano está que no se resquebraje lo que, con tanto esfuerzo, creó Jesucristo.
De tal forma, haremos posible que el concepto “Iglesia católica” no se pueda separar de Dios de tal forma que no parezca existir relación entre Quien crea y quien hace efectivo el ser instrumento de Quien crea.
Eso es, en esencia, servir a la Iglesia católica: hacer lo que nos corresponde a cada cual siguiendo la doctrina que la misma tiene como buena y benéfica pues, no obstante, hereda la voluntad de Dios que le transmitió Cristo.
Por otra parte, cuando, como sucede en muchas ocasiones, existe una intención de servirse de la Iglesia para llevar el agua espiritual a molinos particulares… entonces no actuamos con una vocación especialmente destinada a servir a la Iglesia católica sino, casi con toda seguridad, la de hacer valer unas opiniones muy particulares, hijas, seguro, de un egoísmo poco católico.
Muchos ejemplos tenemos de tal tipo de comportamiento. Sin embargo, tampoco viene al caso traer, aquí y ahora, los nombres de todas aquellas personas que se sienten legitimadas a zaherir cualquier cosa que digan los distintos organismos que constituyen la Iglesia católica y las personas que los dirigen o aconsejan.
Resulta, a nuestro entender, más importante, hacer notar lo que de poco acorde con la fe que dicen tener supone actuar, justamente, en sentido contrario a lo que la confesión de fe determina que se haga.
Así, dice el número 169 del Catecismo de la Iglesia Católica que la Iglesia, “Porque es nuestra madre, es también la educadora de nuestra fe”. Y, como educadora, también la que instruye nuestra razón y nuestro corazón; y, como corazón del mundo, aquella que, como quiso Jesucristo, sería transmisora de la Palabra de Dios.
No sé, por eso mismo, qué extraño pensamiento lleva a actuar, a muchos católicos, como si de huérfanos de madre se tratase.
Por cierto, el apartado en el que se enmarca el citado número 169 se titula “Mira, Señor, la fe de tu Iglesia”.
Es una lástima que, por unas cosas o por otras o por unas voluntades equivocadas y por otras tergiversadoras de la realidad, la visión de Dios tenga que estar, demasiadas veces, cubierta de lágrimas por la falta de fe de algunos de sus hijos que, siendo díscolos, creen que sostienen el edificio de la Iglesia católica cuando, en realidad, socavan sus cimientos.
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Por otra parte, cuando, como sucede en muchas ocasiones, existe una intención de servirse de la Iglesia para llevar el agua espiritual a molinos particulares… entonces no actuamos con una vocación especialmente destinada a servir a la Iglesia católica sino, casi con toda seguridad, la de hacer valer unas opiniones muy particulares, hijas, seguro, de un egoísmo poco católico
Y si alguien de buena fe cree que la Iglesia se equivoca en algo y lo dice?
Una cosa es discrepar y otra, muy distinta, es utilizar la discrepancia para hacer daño a la Iglesia católica.
Hoy en día quienes discrepan como todos sabemos no lo hacen en bien de la Iglesia católica sino, más bien, para causar malestar.
O sea, que usted es capaz de entrar en sus mentes y sabe que no lo hacen de buena fe, que no lo hacen porque creen verdaderamente que la Iglesia se equivoca en tal o cual punto.
No sé para que le hace falta Dios, si usted ya es capaz de juzgar a todo el mundo..........
Pues Dios me hace falta, por ejemplo, para comprender lo que hacen los demás y, si me es posible, perdonar.
Aunque comprendo que no siempre lo consigo.
A partir de ahí, disociar a Dios de su Iglesia no es correcto, y lleva a muchos de los errores en que incurren los que desconocen el Tu est Petrus. Ciertamente, la Iglesia sin Dios no se entiende, por eso la gente no creyente nunca entenderá a la Iglesia.
La misión de un cristiano es servir a la Esposa de Cristo, pero también servirse de ella en la medida en que sólo a través de la Iglesia de Cristo podemos santificarnos y salvarnos.
De acuerdo con lo dicho por ti en tu comentario. Es una pena que no todo el creyente católico entienda lo que es tan fácil de entender.
Por eso no deberían confundir el buen sentido con el tú utilizas el término "servirse" con el que tales personas entienden que es el "servirse". No es lo mismo.
Claro que eso es así.
Por ejemplo, el que esto escribe, no estaba de acuerdo con Juan Pablo II Magno cuando se oponía a la guerra de Irak porque creo que era importante terminar con un asesino como era Sadam. Pero, incluso, en tal caso, tuve problemas de conciencia por discrepar en algo que, evidentemente, no era materia, digamos, de fe.
El problema es, por ejemplo, cuando se discrepa en asuntos tan importantes como el de la defensa de la vida.
Además, cuando yo escribo lo que escribo me refiero, en fin... a los de siempre.
aaaah, jajaja, esa ha sido buena. Discrepar lo puede hacer usted, pero los demás no. En ellos hay malas intenciones de servirse de la Iglesia.
Es evidente que las hay. Ahí tenemos a Leonardo Boff y otros por el estilo. Entre nosotros, a Juan Masía et alii..
Vamos, que yo discrepo con tales personas porque tales personas discrepan con la Iglesia católica a la que pertenecen. Creo yo que no es lo mismo una cosa y la otra.
por cierto no es dios quien nos castiga , sino que somos nosotros en nuestra libertad aceptamos su amor y la redencion que vino a traer jesucristo, y podamos disfrutar de la vida eterna , o en caso contrario estamos condenados a no disfrutar de dios que ES amor
sino te invito que leas el evangelio de juan
Lo dicho, no le hace a usted ninguna falta Dios para juzgarlos....
Por cierto, el tema del aborto es materia de fe?
Puedo entender que matar a una vida humana esté prohibido y eso si sea cuestión de fe. Pero que la vida humana comience con la unión de espermatozoide y óvulo es cuestión de fe? Está como tal en el magisterio ese famoso de la Iglesia?
"Polvo eres y en polvo te convertirás".
Y qué más da la forma y manera de cómo en polvo te has de covertir y te covertirás.
Si será inerte a través del tiempo y bajo tierra. O bruscamente incinerándote. O porqué nó: como los primeros cristianos comido; Y por la fieras excretados.
El dilema de esta leyenda bíblica está en saber del porqué de esta sentencia.
La respuesta es simple pero complicada de entender:
Nadie puede entrar en los cielos si no se ha desprendido totalmente de la impronta del Pecado Original que cada hombre llevamos impresa en nuestra mortal naturaleza.
Y de aquí la división, que es polvo, de la parte y el todo del ser. Y separar del "todo hombre" lo que es pecado como oscuridad y muerte, de lo que es gracia como luz y vida.
Jesús ha venido a este Mundo a dividir, separar la parte y el todo del ser como tal, social e individualmente. (Mt.10,34; Lc.12,49-52)
El artículo es fantástico y estoy plenamente de acuerdo contigo.
Es cierto que una cosa es decir algo y otra, muy distinta, lo que se hace. En realidad, las personas que actúan de forma que se pueda decir de ellas que lo hacen así no pueden llamarse, en propiedad, católicas sino que lo son, en todo caso, de forma disimulada.
Y eso, recordemos, puede hacer mucho daño a determinadas personas que, a lo mejor, las siguen.
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