Elena Salgado sabe poco del lugar que le corresponde a la Iglesia católica

Aunque hayan pasado unos días desde que la vicepresidenta segunda del Gobierno, Elena Salgado Méndez, quisiera dar lecciones de libertad de expresión, creo que vale la pena recordar (y recordarle a ella, también, y a los cuates como ella) que el conocimiento que tiene sobre qué deben decir o no los obispos es, digamos, regular.

Vamos, que tiene, más o menos la idea de tal realidad lo mismo que tiene de la cosa económica (que es su negociado) que es nada o, en fin, cero.

Hace unos días tuvo la oportunidad de dejar alto el pabellón del Ejecutivo del laicista y anticatólico de Rodríguez Zapatero. Pero, como era de esperar, lo dejo al nivel que, en verdad, está, que es por los suelos viniéndose arriba en la crítica a nuestros pastores.

Aunque hay que decir que algunos obispos españoles no son, en cuanto a reacción ante las críticas, unos arrojados legionarios sino, a veces, unos ositos muy suaves, no por eso se puede admitir que se les niegue el derecho, muchas veces, al pataleo que es lo único que, en determinadas ocasiones, les queda.

Exactamente igual que a los católicos españoles, por cierto.

Pues bien, la buena señora Salgado se permitió el lujo, aprovechando que el río del aborto pasaba por el programa “La Mañana” de la, aún, COPE, de dar al traste con lo que podría haber sido una opinión correcta y devino algo así como un exabrupto procedente de la caverna del Mal.

“Ya no es más razonable es que critiquen a los parlamentarios, a los diputados por hacer una u otra manifestación”.

Esto lo dijo de los obispos.

Entonces, nuestros pastores no pueden “Juzgar de las cosas, fundándose en los principios de la ciencia o en las reglas del arte” ni, tampoco, “Censurar, notar, vituperar las acciones o conducta de alguien”.

O, lo que es lo mismo, que los representantes de la Iglesia católica ante, por ejemplo, el aborto y la nueva legislación que pergeñan los socialistas, se han de limitar a asentir. No pueden decir nada que sea contrario a los intereses homicidas de, por ejemplo, Elena Salgado.

¡Qué buen ejemplo de comportamiento democrático por parte de la vice!

Pero, el meollo de la cuestión de la crítica no está ahí sino, más bien, en qué entiende la ministra que deben hacer los obispos porque según lo que sea, el resultado de la crítica será más o menos válido.
Lo que, al parecer, sí pueden hacer “es criticar desde un punto de vista moral”

Entonces, ¿Qué es lo que han hecho los obispos?

En primer lugar, los obispos sólo critican, que yo sepa, desde el punto de vista moral, porque tal es la función que llevan a cabo: defender una doctrina desde el punto de vista moral.
Pero muy distinto es que la crítica “desde el punto de vista moral” no afecte a lo que se critica porque, si así fuera, no tendría sentido tal crítica.

Lo que se quiere decir con esto es que cuando aparece, en el panorama nacional, algún tipo de iniciativa que atente, directa o indirectamente, contra la moral católica y contra la doctrina católica, los obispos no tienen más remedio, como mínimo, que poner los puntos sobre las íes. Y el tema del aborto es bastante grave a tal efecto.

Y, por mucho que moleste a quien moleste, donde es sí, debe ser sí y donde es no, debe ser no.

Aunque es comprensible que esto no lo entienda alguien que va por la vida de sectario. O, aquí, de sectaria, como es el caso.