La Iglesia armenia (VII)
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Una época oscura para los cristianos armenios en Cilicia bajo la dominación mameluca
Invadida Cilicia por los mamelucos, y desterrado el último e irrelevante monarca de la casa de Lusignan (llamada Lusinyan en la literatura armenia), disminuidas o exterminadas las grandes familias de nakharar, todo el espíritu de la nación armenia quedó sostenido por la Iglesia apostólica, que entro en una nueva fase de su historia en la que su relevancia política (que nunca había dejado de ser notable, aún con los reyes más fuertes) se tornó todavía mayor. Los armenios tendrían diversos señores extranjeros, pero se mantendrían obstinadamente cristianos miafisistas, aferrados a su fe, su iglesia particular, su lengua y sus costumbres. Desde este momento, todavía más que antes, el armenio que abandonaba la Iglesia armenia dejaba de ser considerado miembro del pueblo.
En 1372 había muerto Mesrop Artazetsi, y el sínodo había elevado a Constantino V, obispo de la sede real de Sis y prolatino declarado, que había invitado a Levon V a tomar la corona armenia. El nievo rey se trajo a su propio obispo latino para la coronación, prerrogativa del enojado catholicós. Finalmente, se acordó una doble coronación por parte de ambos prelados. Constantino V no llegó a efectuarla, pues murió en 1374 antes de que Levon llegase a la capital, donde fue su sucesor, Poghos (Pablo) de Sis quien recibió al nuevo (y último) rey y lo coronó junto a su esposa Margarita de Soissons en 1375. Tras la derrota del ejército, Poghos inspiró a los comandantes que defendieron Sis del ejército mameluco, y negoció en persona la rendición de la ciudad al general turcómano Abu Bakr (quien dirigía el ejército en nombre de Séifeddin Irchiqtimour al Mardiny, gobernador mameluco de Alepo) para evitar su destrucción.
Al igual que Levon y otros aristócratas, el cathlicós fue recluido en abril de 1375 en Alepo, y luego trasladado a El Cairo, donde fue liberado a finales de ese año. Gobernó la Iglesia apostólica en los difíciles tiempos de la ocupación mameluca, hasta su muerte en 1382. Según el latino Jean Dardel, los ocupantes le permitieron permanecer siempre que el clero armenio no dijese misa ni orase por su antiguo rey.
La situación de los armenios en Cilicia se tornó evidentemente más dura. Siempre habían tenido que convivir con otras minorías, como griegos, turcos, sirios, latinos y judíos, pero al perder su reino, perdieron con él los privilegios de su fe. Pasaron a pagar el impuesto islámico, y el sultán mameluco instaló un gobernador en Sis que poseía una gran autonomía (en realidad, el sultanato mameluco padecía de una guerra dinástica endémica desde hacía muchas décadas, y los emires o jefes locales con frecuencia actuaban de modo independiente). El primero que recoge la historia, Mélikh Omar, ordenó el prendimiento del catholicósTeodoro II Kiliketsu, sucesor de Poghos de Sis, en 1392. Teodoro, visto el fracaso de la ayuda de los latinos al reino cilicio, había decidido erradicar vigorosamente a todos los prelados prolatinos y las costumbres litúrgicas romanas de la Iglesia armenia. Los perjudicados le denunciaron al gobernador como conspirador y este no tuvo escrúpulos en darle una cruel muerte junto a los cabezas de dieciséis casas nobles armenias, e impidió elegirle un sucesor, esperando así desarticular el espíritu nacional armenio y mejor someterles.
Por las mismas fechas fue martirizado Zacarías II, catholicós de Aghtamar, en la Armenia Mayor, por el emir Etzin de Osdan. Como se recordará, en 1307 los armenios caucásicos, rechazando la unión formal con los latinos, habían elegido a su propio catholicós, aunque la relación entre ambos había entrado en tiempos posteriores en un ámbito de normalización. La dinastía de prelados de Aghtamar (algo común en la Iglesia armenia y también en otras orientales) se había perpetuado en el tiempo: Zacarías II era sobrino de su predecesor David II, el cual era primo del anterior catholicós Esteban IV Séfedinian, a su vez sobrino de Zacarías I, el catholicós en 1307 cuando el cisma. Es muy poca la documentación que nos ha llegado acerca de la Gran Armenia en esta época.
Melikh Omar fue poco después condenado a muerte por el sultán mameluco, lo que interpretaron los cronistas armenios como venganza divina por la muerte de Teodoro II y misericordia para con los oprimidos armenios. Los obispos armenios de Cilicia pudieron entonces elegir en 1393 un nuevo catholicós en la persona de Karapet/Garabed Keghetsu, protegido de Constantino Kiliketsu, pariente del catholicós Teodoro, y uno de los pocos señores montañeses armenios que mantenía cierta autonomía, con el consentimiento del gobernador mameluco Ramazan Amira.
La decadencia armenia en estos siglos también se trasladó al campo de la cultura. En todo este periodo apenas destaca un nombre, el del polemista Krikor Dzerents (1350-1425), que fue discípulo de Sergo Abragunetri en el monasterio de Zebnar. Se le atribuyen las obras Okevor erech (Himnos sagrados) y Nor Vgaiapanutyun (Vida de los mártires modernos).
A diferencia de lo ocurrido en Cilicia, la relación de los armenios de Tierra Santa con el poder musulmán fue cooperativa. El obispo Sarkis I de Jerusalén alcanzó un acuerdo con el sultán mameluco Malik Nasr para la protección de los cristianos armenios en Jerusalén, cuyo barrio fue reconocido y protegido por el gobernador. Según la tradición local, tras el sínodo de reunificación con la Iglesia latina (1307), los monjes del monasterio de Santiago en la Ciudad Santa rompieron con la sede de Sis y elevaron a Sarkis I como catholicós en 1311, y el sultán le reconoció como patriarca de Jerusalén. En realidad, y a pesar de la oposición teológica, no se constata una ruptura formal de la sede hierosolimitana con el catholicós de Sis y los reyes de la Pequeña Armenia.
El fin del sultanato selyúcida de Rum trajo consigo la atomización de Anatolia en diversos pequeños emiratos (o beyatos) turcos, normalmente enzarzados en guerras entre ellos (para alivio del vacilante Imperio de Oriente, parcialmente reconstruido penosamente por la dinastía Paleólogo tras su reconquista de Constantinopla en 1261). Entre ellos, y a lo largo del siglo XIV, fue descollando y expandiéndose el emirato de los descendientes del bey Osmán, la dinastía de los Otomanos, cuyo territorio originario estaba cerca de Brusa, en Bitinia, y por tanto muy influido por la cercana Constantinopla. Los otomanos ascendieron en el poderío, sojuzgando a casi todos los emires de Anatolia occidental, así como conquistando tierras a griegos, serbios y búlgaros en el continente europeo, y otorgándose justamente el título de sultanes, herederos de los selyúcidas. Pese a su inquebrantable islamismo sunní, el sultán otomano adoptó numerosas formas de gobierno bizantinas, entre ellas la de considerarse protector de sus súbditos, independientemente de la religión que profesasen, lo cual fue una suerte para los armenios y otros cristianos (considerando la mayor intolerancia religiosa de otros beys turcómanos), que vieron regulada su relación con la corona y las otras confesiones por medio de leyes que les protegían e imponían un tributo especial (el llamado millet). De hecho, los armenios dentro del sultanato otomano fueron medrando poco a poco en mayor medida incluso de lo que lo hacían bajo el gobierno de los basileos de Constantinopla: los turcos se consideraban a sí mismos conquistadores y terratenientes, y despreciaban el comercio, que fue ocupado en gran medida por sus vasallos cristianos, sobre todo griegos y armenios.
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La decadencia de Sis. Cuarenta oscuros años de usurpación y envenenamientos
Karapet tuvo un pontificado pacífico hasta 1404, cuando una banda de turcómanos invadió Cilicia desde Capadocia, arrasando las tierras. Los egipcios no enviaron ayuda, y se calcula que más de treinta mil personas huyeron a Chipre (una parte marchó desde allí a los países latinos). Sis se rindió el 6 de junio y fue saqueada. Karapet había encabezado la resistencia, ganando gran popularidad, lo cual enojó al gobernador Amira. El ambicioso obispo Jacob de Sis vio su oportunidad, sobornó al gobernador con platos preciosos propiedad de la Iglesia, y obtuvo su apoyo para deponer irregularmente al catholicós y ser entronizado en su lugar, sin elección sinodal. Poco después, Karapet fue envenenado (probablemente a instancias de Jacob) y murió.
La sede de Sis entró a partir de este momento en una época verdaderamente terrible, con rivalidades entre prelados, delaciones y asesinatos regulares de los catholicós. Este desprestigio continuo acabaría por sellar el destino de la sede ciliciana.
Jacob de Sis trató de mejorar la economía de la Iglesia armenia, adaptándola a la nueva y precaria situación de culto no oficial. Mantuvo además correspondencia con el monje Grigor Tatevatsi (nacido en Syunik), el más importante intelectual armenio, y la única luz en una decadente época para la cultura armenia.
Grigor, formado en el monasterio de Aprakuneats, se convirtió en 1390 en cabeza de la escuela teológica de Tatev, y principal teorizador de la defensa del miafisismo frente a la doctrina calcedoniana de los latinos católicos que tanto había influido en Cilicia. Fue autor de numerosas obras, incluidos sermones, comentarios a las Escrituras, filosofía o teología, destacando entre todos “el Libro de las preguntas”, escrito en 1397. Asimismo, en el “Libro de la predicación” defendió el principio de las esencias divinas duales, el consentimiento de los pueblos a las leyes del príncipe, así como la adquisición del conocimiento y la virtud (que no serían innatas) y por tanto la importancia de la educación. Su sobrino y discípulo el monje Arakel de Siounik fue arzobispo de esa provincia desde 1407, y uno de los mayores exponentes de la escuela nominalista/empirista de Tat. Fue autor del célebre “El libro de Adán”, largo poema en el que expone el anhelo del hombre por regresar al paraíso perdido, buscando suscitar el amor al bien y el rechazo al pecado. También escribió obras sobre gramática y música, y publicó la versión del Evangelio escrita por su hermano Barsegh el mártir.
Jacob acabó sus días envenenado, como su predecesor, en 1411, siendo sustituido también por un prelado ambicioso apoyado por el gobernador mameluco, llamado Grigor VIII Khandzoghat. Como era repudiado por la mayoría del clero, pidieron al patriarca armenio de Jerusalén, Poghos Garnets (otro de los discípulos de Grigor Tatevatsi, que precisamente en 1415 compró el Monte de los Olivos), que viajara a Cilicia, donde denunció ante el emir local las corruptelas de Grigor VIII. Ante la unanimidad de toda la Iglesia, el gobernador retiró el apoyo a Khandzoghat, que fue depuesto y exiliado en 1417, y murió en prisión poco después, también envenenado. El sínodo elevó precisamente al patriarca hierosolimitano Poghos II Garnets como nuevo catholicós.
Como se puede suponer con un patriarcado dominado por hombres venales y criminales, bajo el yugo de gobernadores mamelucos que saqueaban sus bienes, la Iglesia declinó (tanto espiritual como materialmente) rápidamente en Cilicia. Poghos II se esforzó por renovarla. Trajo a varios clérigos de la Gran Armenia, formados como él en la prestigiosa escuela de Tatev (que suponía un evidente contraste a la degradación de Sis), para restraurar la sede tanto intelectual como teológicamente. Poghos II rehabilitó el monasterio patriarcal de Anna e inició en 1423 la reconstrucción de la sede de Sis, deteriorada tras muchas décadas de abandono. Por desgracia, a los diversos partidos de la Iglesia en Cilicia, les desagradó la influencia que los sacerdotes de Tatev estaban adquiriendo en el catolicosado.
En 1430 estalló el conflicto. La facción de Constantino VI obispo de Vakha, envenenó a Poghos II, y le entronizó, contra la oposición de la facción de un tal Hovsep, que se erigió en anticatholicós. Con ello acabó la breve primavera de la sabiduría de Tatev en Sis que había apadrinado Poghos II.
Aparte de su lucha para afirmar sus derechos frente a los minoritarios partidarios de Hovsep, Constantin intentó erigirse en la autoridad máxima de la Iglesia armenia, para lo que nombró a Mkrtich Naghash como arzobispo de Amida en 1430, y entrando así en conflicto con David III (hermano del finado Zacarías II), a la sazón catholicós en la sede de Agthamar, que reclamaba para sí esa jurisdicción.
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El concilio de Ferrara y Florencia y la aparente unión de las Iglesias armenia y latina
El papa Martín V convocó en 1431 un concilio en Basilea, una de cuyas comisiones estaba encargada de estudiar la reunión de la Iglesia latina con las orientales excomulgadas. Tras diversas vicisitudes que dieron al traste con el mismo, el siguiente papa, Eugenio IV, volvió a convocarlo en Ferrara (ciudad más cercana a los enviados de Oriente) en 1437. Los emisarios papales llegaron a Cilicia, convocando al concilio ecuménico al catholicós, el cual estaba demasiado ocupado con su conflictivo pontificado para acudir, de modo que envió a su brazo derecho Mkrtich Naghash, que viajó acompañado de Benjamín, el obispo siríaco miafisista de Alepo.
Cuando los legados llegaron, el papa ya había clausurado el concilio, con la satisfacción de haber logrado la unión formal con el patriarca ortodoxo de una Constantinopla que ya agonizaba bajo los golpes de los turcos otomanos, por medio de la bula Laetentur Caeli. Bulla unionis graecorum, publicada el 6 de julio de 1439. El 22 de noviembre el papa emitió la bula de unión con los armenios, llamada Exultate Deo. Bulla unionis armenorum. Como los delegados armenios no habían tomado parte al llegar tarde al concilio, aceptaron acríticamente la bula, pero al regresar a Cilicia, el catholicós Constantino VI ya había fallecido envenenado, y había sido sustituido por el protegido del gobernador mameluco, llamado Grigor IX Mousabegian, que hizo caso omiso de la misma, por lo que jamás llegó a entrar en vigor.
Ese año se produjo una curiosa situación en la basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, cuando los clérigos ortodoxos griegos expulsaron a los armenios de la capilla del Gólgota. El patriarca (entonces Hovhannes IV) compró la capilla opuesta, nombrándola “segundo Gólgota”, y así sigue hasta el día de hoy, en donde la Iglesia armenia tiene liturgia en las procesiones de la tarde en el Santo Sepulcro.
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La Sede Madre de la Iglesia armenia regresa a Etchmiadzin
La terrible situación de la Iglesia en Cilicia, con deposiciones y asesinatos entre catholicós, pobreza y opresión por los mamelucos, contrastaba con la relativa tranquilidad que se vivía en la Gran Armenia bajo el gobierno de los turcómanos Qara Qoyunlu (confederación de la oveja negra que había desplazado a la última dinastía mongola del Cáucaso y Mesopotamia). En mayo de 1441, una asamblea generalde setecientos obispos, archimandritas, doctores y nobles armenios, descontentos por la aceptación formal de la sede de Sis de la bula papal de unificación, reunida en la vieja sede de Etchmiadzin (fundada por el propio Gregorio Iluminador, y que había sido sede patriarcal efectiva nuevamente en 892 durante un breve periodo de tiempo), decidió que el catholicós, como cabeza de la Iglesia, debía regresar a la Gran Armenia, precisamente a la silla original en Etchmiadzin, toda vez que el reino cristiano de Cilicia había llegado a su fin, y por tanto ya no cumplía la función de santuario de los cristianos armenios.
No hay consenso sobre la reacción de Grigor IX a esta iniciativa. Según algunos la rechazó, y según otros la aprobó, sea como fuere, siguió residiendo en Sis (cerca del gobernador cuyo poder le amparaba) hasta su muerte en 1446.
Los prelados armenios, por primera vez en muchas décadas, pudieron realizar en sínodo la elección de un nuevo catholicós, sin presiones de los emires mamelucos. Por desgracia, persistían los bandos o facciones. Entre los candidatos se contaba a Zacarías, catholicós de Agthamar; otro Zacarías apodado Havoutztar, arzobispo de Siunia, Hovhannes Hermonatsi o Grigor Jalalbekians, arzobispo de Ardaze, todos ellos oriundos de la Armenia caucásica. Para evitar conflictos entre los más poderosos de los prelados, el sínodo optó por escoger en 1441 al monje Kiriakos de Airarat, por sobrenombre Virapetsi (el asceta), renombrado por la santidad de su vida, como catholicós de Etchmiadzin.
La elección no dejó contentos a muchos. Zacarías de Agthamar, considerándose el legítimo catholicós armenio, no aceptó al nuevo elegido, mientras en Cilicia, a la muerte de Grigor IX fue elevado Garabed de Tokat en su sustitución, manteniendo así un catholicosado propio. Garabed se proclamó único catholicós legítimo (con el título de “conservador de la diestra de san Gregorio” el Iluminador, la reliquia más sagrada para los armenios), y sostuvo esa reclamación hasta su muerte en 1477, tras la cual los clérigos de Sis continuaron la línea catholicosal cilica. Nuevamente había tres primados de la Iglesia armenia (sin contar la autonomía del patriarca armenio de Jerusalén, entonces Abraham V Missirtzee).
Kiriakos de Virap ennobleció a la sede con su vida virtuosa y ejemplar (amén de iniciar la reconstrucción de la sede catholicosal, abandonada hacía mucho), pero no unía a su piedad personal una suficiente capacidad política. Pese a que le vantó definitivamente la excomunión al prelado de Agthamar, este siguió sin reconocerle, y las querellas entre los diversos jefes de facción (o los prelados de distintas regiones) continuaron durante los dos años siguientes, en los que el conflicto constante evaporó buena parte del inicial apoyo al catholicós de Etchmiadzin, sobre todo entre los clérigos de Siunia y los miembros de la escuela de Tatev.
En 1443, Marcos de Vaspurakan, denunció públicamente la ilegitimidad de la elección del catholicós porque no había sido consagrado obispo antes del sínodo. Zacarías Havoutztar aprovechó para deponer a Kiriakos con el apoyo de treinta obispos de su facción y la del sobornado ishkhanYaquob Beg de Erevan, gobernador de Armenia en nombre de Jahan Shah, sultán de los Qara Qoyunlu. Kiriakos se retiró a un monasterio donde murió en 1448, pero el sínodo no elevó a Zacarías, que también contaba con muchas antipatías y estaba enfermo, sino al obispo de Ardaze, Grigor X Jalalbekians, miembro de la escuela de Tatev y uno de los candidatos previos.
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La era de los coadjutores de Etchmiadzin
Los primeros años de Grigor X fueron pacíficos y productivos, dedicados a la reconstitución material, intelectual y espiritual de la antigua sede patriarcal, pero el sínodo, para intentar superar las disensiones, le impuso un coadjutor en 1448, llamado Aristaces, que tomó el nombre de Atorakal, que significa precisamente vicario o coadjutor. Poco después intentó infructuosamente deponer al catholicós y sustituirle, aunque más tarde se reconciliaron.
En 1460, fue el catholicós Zakaria de Agthamar, con aprobación de Jahan Shah, quien atacó Etchmiadzin con una compañía de turcómanos, y depuso a Grigor con intención de entronizarse como único catholicós. Por esas fechas un monje llamado Sarkis robó la “diestra de san Gregorio” de Sis y se presentó a Jihan Shah en su corte de Tabriz, pretendiendo ser nombrado catholicós por poseer la sagrada reliquia. El soberano turcómano optó por reconocer a Zakaria III de Aghtamar como legítimo cabeza de la Iglesia armenia, pero imponerle a Sarkis como su coadjutor y por tanto futuro sucesor en 1462.
Instalada la pareja en Etchmiadzin, al poco Grigor X y Aristaces, con el apoyo de muchos prelados de la Armenia oriental, se presentaron ante Hasan Ali, hijo de Shah y gobernador de Armenia, ofreciéndole un aumento de tributos armenios a cambio de reponerles en la sede. Indignado por el mercadeo, Zakaria III se negó a regatear y se retiró de nuevo a Agthamar, no sin llevarse la célebre reliquia del Iluminador con él. De ese modo, tan poco honorable como había sido depuesto, Grigor X volvió a ocupar la cátedra de Etchmiadzin.
Fue precisamente durante estas tribulaciones que el sultán otomano, Mehmet II, conquistador en 1453 de Constantinopla (ocasión en la que se añadió el título de “césar” al de bey y sultán), nombro a su amigo de la infancia, el obispo Hovagim de Brusa, como primado autónomo de todos los armenios del sultanato en Constantinopla (con el título de milletbasi, exarca o etnarca) en 1461, dentro de su política de proteger a los grupos cristianos, pero centralizando su poder en la capital, manteniéndolos enfrentados unos con otros al reconocerlos a todos como legítimos. Con este movimiento, además, arrebataba al resto de catholicós cualquier control (fuese espiritual o material) sobre los obispados de la Iglesia apostólica armenia dentro de sus dominios. Hovagim estableció su sede en el monasterio de Samatya, en la capital, y siempre sufrió la injerencia del sultanato en sus asuntos internos.
Grigor X murió en 1466, y fue sucedido como catholicós por su coadjutor Aristaces II Atorakal. Aristaces II se preocupó de mejorar la maltrecha economía del catholicosado, y en 1467 nombró al obispo Kachatur como exarca para los armenios que vivían en Polonia, inaugurando los exarcados lejanos de la Iglesia apostólica Armenia. Mantuvo el cargo de coadjutor (léase auxiliar-sucesor), escogiendo al ambicioso monje Sarkis (que ya lo había sido brevemente con Zakaria III), que le sucedió a su muerte en 1470 como Sarkis II Achatar (que significa algo así como “transportador de reliquia” a propósito de su robo de la diestra de san Grigor de Sis, y que presentó como la restauración de la sagrada reliquia al catholicosado legítimo). Su breve reinado de cuatro años estuvo dedicado a intentar infructuosamente recuperar la reliquia desde Agthamar, por su carácter simbólico. A su muerte en 1474 fue sucedido por su coadjutor Hovhannes VII Achakir. Gracias a la intercesión del obispo Vertanes, finalmente en 1477, el catholicósStefanos V de Agthamar, sucesor de Zakaria II, aceptó que la diestra de san Gregorio el Iluminador fuese cedida a la sede de Etchmiadzin, reconociéndole a esta, así, su primacía (al menos honorífica) dentro de la Iglesia apostólica armenia.
Durante el pontificado de Hovhannes VII destacaron dos autores: Kirakos de Ezunka, o Arevelzie, autor de Oskephorik (“mina de oro”), un ensayo sobre Evagrio Póntico, y Amirdolvlat de Amasia, que escribió Ankidaz Anpet, un tratado médico. Para mantener el equilibrio de poder alcanzado dentro del episcopado armenio, hubo de tomar como coadjutor a Sarkis Miwsayl, de una facción rival, que usurpó el trono en 1484 mientras el catholicós llevaba a cabo un inédito viaje pastoral a los fieles armenios en Polonia. Hovhannes vivió el resto de su vida en la diáspora armenia, muriendo en Constantinopla en 1506.
En 1485 el sultán otomano Bayecid intentó arrebatar Cilicia a los mamelucos con la ayuda de diversas tribus turcómanas de las montañas del Tauro. La campaña inicial fracasó y dio lugar a una larga guerra de cinco años que arrasó el antiguo y ya depauperado reino armenio, sin cambios territoriales relevantes.
El sistema de coadjutores/herederos alcanzó su paroxismo durante el pontificado de Sarkis III (anodino por lo demás). Las diversas facciones le colocaron nada menos que a cinco vicarios sucesivos o coincidentes: Tadeo de Vagharchapat (1499-1505), Eghiché II de Etchmiadzin (1504-1515), Hovhannes VIII de Etchmiadzin (desde 1505), Nerses V de Etchmiadzin (desde 1506) y Zakaria II de Vagharchapat (desde 1507), que fue quien finalmente sucedió a Sarkis III a su muerte en 1515 tras un largo patriarcado de casi treinta años.
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El ascenso de los safávidas y los otomanos en el Cáucaso y las destrucciones de la guerra en Armenia
En el tiempo de Sarkis III el Cáucaso había conocido cambios políticos relevantes. La coalición de turcómanos Oghuz de la Oveja Blanca (Ak Koyunlu), había sustituido a la similar Kara Kouyunlu (federación de la Oveja Negra) en el dominio de la región a partir de 1468, expandiendo aún más sus límites hacia Mesopotamia, Anatolia oriental y el Irán Occidental. Sin embargo, pocas décadas después, los miembros turcómanos de una orden ascética sufí chíita de Azerbaiyán, llamada Safaviyya, fueron convertidos en una fuerza militar por su jeque kurdo Haydar, llamada los Qizilbash (“cabezas rojas” por el gorro carmesí que empleaban). Tras intentar pactar casándole con su hija Halima, el jefe de la Ak Koyunlu, Uzun Hasan, acabó matándole en batalla. Su hijo y sucesor atacó en 1494 Ardabil, la capital de los Safaviyya, donde pereció el primogénito de Haydar y pareció haber terminado el periplo histórico de la orden sufí. Pero Ismail, el hijo menor de Haydar, fue escondido por los Qizilbash, y antes de diez años, con el apoyo de muchas tribus turcómanas, la Safaviyya bajo su mando retomó Azerbaiyán y conquistó los territorios de la dinastía de la Oveja Blanca, poniendo fin a su historia en 1508. Ismail se proclamó con el viejo título persa de shah en Tabriz, fundando la dinastía Safávida, introductora del chíismo tan característico hoy en día en Irán. Para 1510 había conquistado casi todo el territorio del antiguo Irán, proclamándose shahansha y reivindicando la herencia sasánida.
Ismail no solo tenía sangre turcómana y kurda por sus venas: su abuela materna era la princesa Teodora Comneno de Trebisonda (a su vez descendiente tanto de griegos como de georgianos). Dejando de lado su firmeza religiosa islámica, estaba dispuesto (a imitación del sultán otomano) a erigirse en protector de las minorías religiosas de sus dominios (excepto los sunníes, a los que impuso el chiísmo) para afianzar su poder. Zakaria II negoció con él la exención de impuestos a los templos armenios, y tomó como coadjutor a su sucesor Sarkis IV de Georgia (que no obstante permaneció en su sede de Erevan hasta su elevación), muriendo en 1520.
Por estos años también el sultanato otomano conoció una fulgurante expansión. Derrotados y quebrados los mamelucos en su guerra comercial contra los portugueses, la segunda guerra de Selim I contra ellos, en 1516, con superioridad numérica y tecnológica decisiva, fue un paseo militar. Aparte de Cilicia, conquistó Siria y Egipto, y acabó con el sultanato de Mamluk. Asimismo, conquistó Medina y La Meca, incorporando el título de “custodio de los santos lugares” y “califa (comendador de todos los creyentes)” a los de bey, sultán y césar de Roma. Los modestos patriarcados armenios hermanos de Sis y Jerusalén (entonces ocupado por Sarkis I), ahora incorporados a los dominios otomanos, fueron mantenidos, pero obligados a prestar obediencia formal al exarca de Constantinopla, Mardiros I, según el sistema de millet, en línea con la política centralizadora típica de la llamada Sublime Puerta.
Poco después estalló la guerra entre Selim y el sha chíita de Persia Ismail, que continuaron sus sucesores. Este primer choque de los dos formidables poderes musulmanes (particularmente la monumental batalla de Chaldiran, habida precisamente en Armenia en 1514), provocó numerosos daños y destrucciones en edificios civiles y religiosos de la región agravando la pobreza material y humana de la Iglesia armenia.
Sarkis IV Vrastanci (o de Georgia) tuvo un largo pontificado largo de dieciséis años, dedicado principalmente a salvaguardar en lo que pudo la Sede catholicosal y las posesiones eclesiales de las destrucciones de la guerra. Gobernó en solitario hasta su muerte en 1536, cuando fue sucedido por Gregorio XI de Bizancio, hasta 1542 o 1546 (no se sabe con precisión, pues las fuentes en esta época son muy parcas), año en que ocupa el solio de Etchmiadzin Stepannos (o Esteban) V de Salmast, o Kosdantnoubolsetsi, porque se crió en Constantinopla (su familia había sido llevada allí por los otomanos), a quien Gregorio había nombrado coadjutor en 1540. Esteban era políglota, dominando el turco, el árabe, el griego, el latín y el persa además de su idioma nativo, y había sido profesor en el monasterio del abad Maghardi. Se esforzó por reparar la basílica catholicosal y reabrió la escuela catedralicia.
Este pontificado coincide con el momento más álgido de la guerra entre otomanos y safávidas. A diferencia de enfrentamientos parecidos en épocas pretéritas, esta vez los armenios no jugaban ningún papel político o militar relevante en el conflicto, limitándose a intentar sobrevivir a la destrucción de ambos ejércitos, que saqueaban y esclavizaban a la población local.
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La Iglesia armenia busca ayuda en Occidente
En 1547 un sínodo clandestino decidió que el catholicós debía marchar a occidente en busca de ayuda. La gestión diaria de la Iglesia quedaría a cargo del coadjutor Miguel de Sivas, que regularizó las relaciones con el catholicós de Aghtamar (en aquellos años Gregorio II el joven, que, de creer a las fuentes contemporáneas, tendría un pontificado fabuloso de ochenta años), y el primado de Aghvank, la decadente Iglesia hermana aghbana (o albana caucásica) autocéfala, cuya sede ocupaba en aquellos años Sargis I. La antigua Aghbania había sido islamizada completamente y ahora sus habitantes se denominaban azeríes. Los cristianos apenas suponían unas decenas de miles. Miguel I procuró aumentar la cordialidad con los otros prelados caucásicos, pero sin renunciar a la primacía de su sede. Ni a un sentimiento de orgullo patriótico, tan hostil a su señor el califa otomano como al shade la Persia safávida, cuyas querellas militares habían arruinado el país.
En cuanto a Esteban V, viajó primero a Constantinopla, donde se reunió con el exarca Astavatzatour, recientemente elevado al cargo de patriarca (1543) por Solimán el Magnífico, y que en poco tiempo se convertiría, legalmente, en su superior. Posteriormente marchó a Venecia en 1548 y llegó a Roma en 1550, donde fue recibido por el papa Julio III. Allí ambos prelados proclamaron (una vez más) la unión o synaxis entre la Iglesia católica latina y la apostólica armenia, siempre bajo la condición expresa (una vez más) de que la Cristiandad occidental acudiría en socorro de los armenios. Como la condición no se cumplió, esta unión (una vez más) tuvo escaso o nulo resultado práctico.
En su largo periplo, Stepannos V se reunió con el emperador Carlos V Habsburgo en Viena y más tarde con el rey Segismundo II Augusto Jagellón de Polonia en Lviv, visitó en 1551 a los armenios de la diáspora polaca (al parecer en su juventud había sido clérigo allí durante unos años en su juventud), pasó a Rusia y regresó en 1552 a Etchmiadzin vía Crimea, donde murió en el año 1566, sin haber logrado nada tangible de su misión europea. Para entonces, su sucesor Miguel I de Sivas (Sebastea) había nombrado como coadjutor a Barsegh (Basilio), pero Stepannos nombró además a Grigkor (Gregorio) en 1552 y Aristakes en 1555 (presumiblemente porque aportaban fondos a la caja de la sede).
La primera guerra otomano-safávida concluyó en 1555 con el tratado de Amasia, que consagro la división tanto de Armenia como de Georgia y Kurdistán. Las partes occidentales, como una remembranza de la época romana y sasánida (de quienes otomanos y safávidas se consideraban herederos legítimos), pasaron al dominio de Constantinopla, y las orientales al de Tabriz.
Supuestamente, la inclusión en dos grandes y estables monarquías como la turca y la persa (y además en principio más tolerantes con los cristianos que otras entidades musulmanas más primitivas) debería haber estabilizado la vida de los armenios súbditos del sultán y el shahansha, pero lo cierto es que ambos imperios mantuvieron largas y frecuentes guerras, y precisamente en la frontera donde se situaba la Armenia histórica.
El tratado de Amasia supuso además que por vez primera toda la constelación de autoridades autónomas de la Iglesia armenia (catholicosados de Etchmiadzin, Sis y Aghtamar, y patriarcados de Constantinopla y Jerusalén) emanadas en los últimos siglos de conflictos internos, estaban bajo la autoridad de un sólo poder secular. Como era de esperar, el califa mantuvo todas las prelaturas, pero sujetas a la autoridad suprema del patriarca de Constantinopla (en ese momento ostentado por Esteban I), que se convertía así, al menos legalmente, en el cabeza de toda la Iglesia apostólica armenia. La realidad es que el patriarca constantinopolitano era un funcionario del califa y su autoridad real apenas se extendía fuera de las tierras de habla griega. En la Gran Armenia ni el catholicós de Etchmiadzin, ni el de Aghtamar, renunciaron a su posición preeminente.
Aún en vida de su predecesor, Miguel I de Sivas se reunió con su clero en el monasterio de san Marcos de Sivas en 1562, y envió otra legación al papa- Pio IV esta vez- encabezada por el escriba Agbar de Tokat, para solicitar aclarar ciertos puntos teológicos de la declaración conjunta publicada doce años antes. Agbar portaba una carta del catholicós al papa que empezaba con las palabras “Somos armenios, esclavizados por turcos y persas”. La reunión concluyó, nuevamente, sin acuerdo, aunque el catholicós planteó aceptar la supremacía del papa.
Un hecho trascendente de esta visita fue la estancia que Agbar pasó en Venecia invitado por el Dux, donde aprendió el arte de la imprenta y publicó en 1564 los primeros libros impresos en idioma armenio: el Harnapumtur dumari (calendario perpetuo) y Sagmos (un salterio). Para eludir la censura papal, Agbar se instaló en 1567 en Constantinopla, donde publicó nuevos libros en armenio hasta 1569. Después de esos años, las imprentas en alfabeto armenio se multiplicaron, tanto en Etchmiadzin, como en Venecia, Roma, Constantinopla o Isfahan.
El coadjutor Barsegh III de Etchmiadzin murió en 1567, y Miguel I elevó otro coadjutor más, llamado Esteban de Aindj. A su muerte en 1570 le sucedió Gregorio XII de Vagharchapat, el coadjutor más veterano que sobrevivía. Contaba por entonces más de setenta años. Nombró dos coadjutores que murieron antes que él: Tadeo II (1571-1577) y Arakel (1575-1579). Fue el siguiente vicario, el monje David IV Vagharchapat, quien le sucedió a su muerte en 1587.
Antes, en 1577, envió una nueva legación a Roma encabezada por el coadjutor Tadeo II, en busca de ayuda. Se sabe que se entrevistó con el papa, el dux de Venecia (por entonces potencia naval y enemiga jurada de los otomanos, a los que combatió y venció, integrada en la liga santa, en 1571 en la batalla de Lepanto) y el rey de Polonia. No hay apenas más datos sobre los fines y resultados de esta nueva misión diplomática, que obtuvo los mismos estériles resultados. Los armenios no iban a recibir ayuda para su liberación de una Cristiandad latina, herida de muerte ya por la llamada Reforma protestante, y que a duras penas podía frenar a los ejércitos otomanos en las llanuras de Hungría, en el corazón de Europa. Más aún, entre 1578 y 1590 las tropas del califa turco lograron conquistar a los safávidas su parte de Armenia, toda Georgia y buena parte de Azerbaiyán (hogar ancestral de la propia dinastía safávida).
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El sha Abbas I y la gran migración forzosa de los armenios a Irán
David IV Vagharchapat nombró como coadjutor en 1593 al obispo Melquisedec de Garni. Fue una pareja indigna del cargo: para lograr la protección del nuevo y poderoso sha iranio Abbas I el Grande frente a sus rivales internos, ofrecieron pagarle un tributo anual de dos mil monedas de oro. Incapaces de afrontar tal suma, obtuvieron la ayuda del rico obispo (y médico) Serapion de Amida, que a cambio obtuvo ser elevado como catholicós coadjutor en 1602 bajo el nombre de Grigor XIII. Las envidias de otros prelados que esperaban alcanzar ese cargo hizo que David IV y Melquisedec denunciaran a Grigor XIII como conspirador ante las autoridades safávidas. Soldados iraníes le apresaron en 1605 en el castillo de Julfa donde se había refugiado, y le torturaron para obtener su riquezas. Cuando Serapion consiguió la libertad fue trasladado a su sede de Amida, donde murió a resultas del maltrato sufrido en 1606.
Abbas I, llamado el Grande, comenzó a reinar en el trono safávida desde 1588 y recobró al reino iraní de su decadencia. Revitalizó la economía, reformó la administración y decidió trasladar la capital al sur, a la pequeña ciudad de Isfahan, que convirtió en una gran urbe, con brillantes monumentos religiosos y civiles. Reformó el ejército (con el consejo de un aventurero inglés llamado Robert Shirley), haciéndolo menos dependiente de los díscolos y arrogantes turcómanos Qizilbashi, e introduciendo soldados profesionales (sobre todo esclavos ghulam circasianos y georgianos), armas de fuego y tácticas europeas. Para mejorar la riqueza del reino, potenció la industria y favoreció el comercio tanto con la India como con los monarcas de la Cristiandad occidental. Para lograr esto último favoreció a los armenios que, al igual que en el califato otomano, empleaban a sus compatriotas en la diáspora como agentes comerciales, teniendo muy buenos contactos entre los turcos como entre los cristianos latinos, los griegos o los eslavos. En 1603, Abbas I lanzó una guerra contra la Sublime Puerta, logrando arrebatarle toda la mitad oriental de Armenia (hasta Ereván) y buena parte de Georgia (incluyendo la capital Tbilisi) para 1604.
El shahansha ordenó entonces una migración forzada de cuantos armenios pudo encontrar (la primera de una larga lista), se calcula unos trescientos mil, para llevarlos a Irán, principalmente a su nueva capital, donde les instaló en un barrio exclusivo para ellos (llamado Nor Jugha), donde fungían de artesanos y comerciantes. También deportó a Irán a unos ciento sesenta mil georgianos cristianos. A los armenios de Isfahán se les permitió construir sus iglesias, entre las que destacó la Catedral de San Salvador (o de Vank, que quiere decir monasterio, en armenio), iniciada en 1606 (aunque no concluida hasta la década de 1650), y que pese a su aspecto exterior sobrio, y en línea con el resto de construcciones de la ciudad, posee un espectacular interior cuajado de frescos con escenas bíblicas, en un estilo mestizo entre la tradición armenia, la imaginería persa e incluso el barroco europeo (los artistas o embajadores latinos ante el sha en Isfahan solían alojarse en el barrio armenio por afinidad religiosa, introduciendo sus gustos y modas). Como es lógico, las autoridades safávidas alentaron la representación del suplicio de los santos armenios martirizados por los otomanos. La cura de almas de esta multitud quedó encomendada al arzobispo para Irán Khachatour Kesaratsi. Abbas también se llevó a Isfahan la reliquia de la mano diestra de san Grigor el Iluminador, y doce piedras preciosas del tesoro de la catedral, que representaban a las doce tribus de Israel como en el pectoral.
Este enorme exilio, semilla de la presencia armenia en Persia (hasta entonces los armenios habían migrado principalmente a occidente) que llega a nuestros días, tuvo su reverso oscuro: como ocurriría en otras migraciones forzosas sufridas por los armenios en el futuro, decenas de miles murieron por el camino por las malas condiciones. Asimismo, la Gran Armenia perdió una parte sustancial de la población, golpe del que las regiones afectadas no llegarían a recuperarse en mucho tiempo. La guerra terminó en 1618, cuando se firmó un tratado de paz por el que Abbas logró recuperar del nuevo califa Osman II casi todo el Cáucaso.
El catholicós David IV nombró en 1624 a su sobrino Sahak IV de Garni como nuevo vicario, dejándole progresivamente el gobierno real de la Iglesia. Por esa época el vicario Melquisedec se enemistó con Moisés/Movses de Tatev, un vardapet alumno de la escuela del famoso monasterio homónimo, muy apreciado como capellán de la catedral de Etchmiadzin. Moisés hubo de marchar a Ereván, donde predicó, reconstruyó la iglesia de san Ananías y medió exitosamente entre un noble local llamado Hovhannes y su esposa, hermana de un familiar del shahansha Abbas I el Grande. Este quiso conocerle personalmente y asistió muy complacido a una ceremonia navideña celebrada en Isfahan por él. Con el apoyo de monarca iraní, Movses III Tatev fue nombrado coadjutor y nuevo catholicós. Su enemigo Melquisedec huyó de la ira del sha a territorio de Galitzia de Polonia (hogar de una comunidad armenia numerosa), donde reconoció la supremacía papal (ganándose la excomunión de la mayoría de prelados de la Gran Armenia) y murió en 1628 tras haber nombrado a un tal abad Nikol Thorosovitch (el nombre es evidentemente eslavo) como “obispo de los armenios de Polonia”.
David IV viajó en 1629 a Isfahan, la nueva capital safávida, para protestar por el nombramiento de Moises III, pero fracasó, y hubo de abdicar, muriendo en 1633. Moisés III Tatevsi se convirtió en el catholicós indiscutido bajo del poder safávida, y Sahak IV se exilió en Constantinopla, donde, con el apoyo del patriarca local y el catholicós de Sis, se convirtió en el candidato de los otomanos. Sahak intentó establecerse en Amida, controlada por las tropas turcas, pero fue expulsado por los habitantes armenios, y acabó retirándose en Georgia.
Durante esos años tuvo lugar otra larga guerra entre otomanos y safávidas (1623-1639) en la que afortunadamente las operaciones se centraron en Mesopotamia, afectando poco a Armenia, y que concluyó en el tratado de Zuhab con la recuperación de Irak y la parte occidental de Armenia para el califa Murad IV. Para entonces Abbas I el Grande ya había fallecido en 1629, y con él el renacimiento safávida.
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El renacer cultural y espiritual de Etchmiadzin bajo la escuela de Tatev
Movses III reanimó la vida cultural de Etchmiadzin, muy postrada tras la gran migración de 1603-1604, y creó una importante escuela catedralicia, donde se formaron discípulos suyos como Filipos Aghnaketsi (que le sucedería), Khachatur Kesaratsi (como vimos, posterior arzobispo de Isfahan) o Yesai Karchavants. También reconstruyó cuantos monasterios e iglesias destruidos por la guerra pudo, y su buena relación con Abbas logró reducir los impuestos a la Iglesia armenia y acabar con los abusos de los funcionarios safávidas hacia los cristianos. También mantuvo correspondencia en 1631 con el papa Urbano VIII y el rey Segismundo III Vasa de Polonia, desautorizando al “obispo de los armenios de Polonia” Thorosovitch nombrado por el difunto Melquisedec en su estancia allí, con el argumento de que el antiguo coadjutor ya estaba excomulgado por la sede de Etchimiadzin cuando se llevó a cabo dicha ordenación episcopal.
Movses III murió en 1632 tras un breve pero fructífero pontificado de tres años. Sahak IV regresó de inmediato a Etchmiadzin, intentando reclamar su posición, pero el sínodo le rechazó y elevó a Filipos I Aghbaketsi (discípulo predilecto de Movses), muriendo en la más absoluta oscuridad en 1639. El nuevo catholicóscontinuó e impulsó la restauración emprendida por su maestro y predecesor: aceleró las obras de reconstrucción de la sede catedralicia, apliándola en su lado oriental; reconstruyó por completo las imponentes iglesias de Santa Hripsime y Santa Gayane, también ambas en Etchmiadzin.
En 1637, Filipos I viajó a Isfahan y logró del shahansha la devolución de la reliquia de la mano derecha de San Grigor que Abbas se había llevado treinta años atrás. En 1651 emprendió una peregrinación a Jerusalén (recibido esplendorosamente por todos los patriarcas), donde se reunió con el catholicósNersés de Sis para delimitar sus áreas de influencia, erigió el tabernáculo del monasterio de Santiago el Viejo y pavimentó el suelo de la iglesia abacial con un mosaico de colores. Al año siguiente visitó Constantinopla, donde obtuvo de la Sublime Puerta la cancelación de las deudas contraídas por las iglesias armenias, y se reunió con el obispo Thorosovitch, readmitiéndole a comunión. En 1653 regresó a su sede de Etchmiadzin y acometió la construcción del gran campanario en el muro occidental. También llevó a cabo obras civiles, como el trasvase de aguas desde el monte Aragats, y el encauzamiento del río Zangu cerca de su desembocadura en el gran lago Sevan. Murió el 25 de marzo de 1655, tras un largo pontificado de veintidos años, en el que había aprovechado fructíferamente la larga paz que siguió al tratado de Zuhab para recuperar el esplendor de la sede madre catholicosal y de toda la Gran Armenia.
Bajo el patrocinio de Filipos I Aghbaketsi ejerció su trabajo Arakel Davrizhetsi, sacerdote y profesor de la congregación catedralicia. Viajó entre 1645 y 1646 por Persia, Turquía, Siria y Grecia; fue autor entre 1651 y 1662 del “Libro de la historia”, nuestra principal fuente para conocer la campaña de Abbas I que provocó la gran deportación de armenios a Irán en 1604; también escribió sobre la colonia armenia en Polonia, y fue maestro o patrocinador de otros destacados intelectuales de su época como el gramático Simeón Jughaetsi, el traductor Stepanos Lehatsi, el filósofo Nerses Mokatsi o el historiador Zakaria Kanakertsi.
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La época dorada de Jacob IV
El sínodo elevó a Jacob IV Jughaetsi, uno de los miles de armenios trasladados forzosamente por el shahansha Abbas a principios del siglo. Alumno de Khachatur Kesaratasi en Isfahan, se ordenó sacerdote y se convirtió en un respetado erudito, que el catholicós Filipo I llamó a Etchmiadzin para que se hiciese cargo de la dirección doctrinal de la escuela catedralicia. Posteriormente le nombró vicario, puesto en el que continuó las obras edilicias de su predecesor.
Jacob IV visitó Isfahan poco después de su entronización, recuperando a antiguos condiscípulos para dar un impulso cultural y científico a la escuela de Etchmiadzin. Asimismo, fue muy bien recibido por el shahansha, que le autorizó a nuevas ampliaciones y reformas en la sede armenia, que incluyeron concluir las iniciadas por su predecesor y reconstruir el complejo del monasterio de Stepanos Nakhavka. Asimismo, consagró el campanario occidental en septiembre de 1658, adquirió nuevas propiedades y aldeas para la Sede Madre (con permiso del rey iraní), y concluyó la publicación de la enciclopédica obra “Libro de Historias”.
El catholicós patrocinó la actividad del traductor Stepanos Lehatsi (procedente de la diáspora en Polonia, y dominador del polaco y el latín además del armenio), el más fructífero de su siglo. Destacan entre sus obras la traducción de la “Guerra judía” de Josefo, el “Libro de las Razones” de Diadokos, las más importantes obras del Pseudo Dionisio, los “Comentarios” de Máximo el Confesor o la “Metafísica” de Aristóteles (antes que ninguna lengua romance), por nombrar solo las más relevantes entre decenas de ellas. Fue además un apreciable filósofo idealista y naturalista, defensor del libre albedrío y la epistemología de la verdad (en lo que se reconoce la influencia católica en su formación polaca). Asimismo, el escriba e historiador Zakaria Kanakertsi (el Diácono), discípulo de Arakel Davrizhetsi, autor de importantes obras como el “Martiriólogo Charyntir” o su “Historia” contemporánea, fue secretario del catholicós Jacob IV.
Jacob IV estaba llamado a ser un gran prelado cultural y teológico, pero hubo de afrontar numerosos problemas de toda índole durante su pontificado. Primeramente se produjo una misión católica entre los armenios de Polonia, que posteriormente, bajo dirección del religioso teatino Clemente Galano (que había aprendido armenio en un viaje a Georgia de tres años), procuró atraer a la Iglesia latina a los armenios de Constantinopla. Pese a que los otomanos le expulsaron en 1644, logró fundar un colegio y crear una comunidad a la que acabó adhiriéndose nada menos que el propio patriarca armenio de Constantinopla, Tomás II de Alepo, que en 1659 fue depuesto y asesinado por su propia congregación por este motivo.
En 1662 un consejo de notables armenios decidió enviar al vardapet Oscar de Ereván, arzobispo de Yushavan a Roma, con el objeto de crear una tipografía para publicar obras en armenio. En 1664 se trasladó a Amsterdam, donde comenzó la impresión, entre la que destaca una “Biblia en cuarto” (1666) y un “Nuevo Testamento” (1688), las primeras Biblias impresas en armenio. Posteriormente, invitado por el rey Luis XIV, trasladó su compañía tipográfica a Marsella en 1672, donde siguió publicando libros hasta 1683.
En 1679 hubo una reunión de todos los altos prelados armenios en Constantinopla para tratar la adhesión que la congregación armenia de Galitzia en Polonia había hecho a la primacía del papado, gracias a los esfuerzos del obispo Thorosovich y los jesuítas. Jacob IV Jughaetsi estudió aceptar, una vez más, la supremacía papal a cambio de ayuda occidental contra los turcos (era el momento más álgido de la lucha de los reinos católicos, particularmente el Sacro emperador Habsburgo y el rey de Polonia, contra los ejércitos otomanos). También escribió una carta, por vez primera, al zar de todas las Rusias Alexei Mihailovich en el mismo sentido.
Cuando se disponía a marchar a Roma para discutir los términos de acuerdo, murió en Constantinopla el 1 de agosto de 1680, a los 82 años de edad. El resto de la expedición, poco motivada, decidió regresar a Etchmiadzin, frustrándose una vez más la synaxis con Roma, en una época en que casi todas las Iglesias orientales conocían acercamientos al Papa (unos más exitosos que otros). Por cierto que en esa comitiva iba un joven llamado Israel Ori, hijo de un potentado armenio llamado Israel de Zangezour, que prefirió seguir el viaje a Occidente, y del que volveremos a oír hablar.
Jacob IV fue uno de los grandes catholicós de la Iglesia apostólica en los siglos del dominio y gloria otomanos y safávidas, y la modernidad y el ascenso de las naciones europeas. Sus veinticinco años de pontificado supusieron un hito importante en el renacimiento, sobre todo cultural, pero también espiritual, económico y político, de la Sede de Etchmiadzin, y del mundo armenio en general. Fue respetado por el clero armenio (incluso el entonces catholicos de Aghtamar, Hovhannes I, reconoció su supremacía), hasta el punto de ejercer de árbitro en la caótica sucesión del patriarcado armenio de Constantinopla, en el que se sucedieron nada menos que once primados en cincuenta años, depuestos y repuestos entre ellos por orden de los sultanes un total de veinte veces.
Uno de ellos, Yegiazar (Eleazar o Lázaro) I Aintaptsi, que también había sido en varias ocasiones patriarca de Jerusalén, se proclamó en 1663 “patriarca supremo” de todos los armenios del Imperio otomano, un título que sólo reconocía la Sublime Puerta pero que, tácitamente, no era aceptado, puesto que cada patriarca y catholicós tenía su territorio, y todos ellos reconocían el primado honorífico del de Etchmiadzin. Jacob IV acudó a Constantinopla entre 1664 y 1667 y gracias a su prestigio y capacidad diplomática (se reunió con el califa Mehmed IV y con todos los prelados armenios importantes del territorio otomano) pudo recomponer la situación anterior.
Durante casi dos años la sede permaneció vacante porque los obispos no se ponían de acuerdo para elegir sucesor a Jacob IV. Finalmente, y con el fuerte apoyo de la Sublime Puerta, el sínodo eligió nada menos que a Yegiazar I Aintaptsi, el viejo rival de Jacob IV, que había ocupado los solios de Jerusalén y Constantinopla, y se había erigido en “anticatholicós” durante unos años hasta que llegó a una avenencia para reconocer a Jacob IV.
Pese a los malos precedentes, el pontificado de nueve años de Yegiazar fue generalmente positivo. En 1683, tras largas negociaciones, logró oficiar la ceremonia de consagración del catholicós de Aghtamar (sede menor muy debilitada tras la conquista otomana) Tomas I Doghlanbeguian, convirtiéndole de ese modo en sufragáneo o subalterno suyo, aunque conservase título y dignidad. Continuó y amplió las obras constructivas de sus predecesores, añadiendo, por ejemplo, una exquisita galería arqueada en la iglesia de Sourp Gayané en la ciudad sede, así como altares y cruceros nuevos en la catedral.
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Las misiones católicas entre los armenos
A instancias del papa Inocencio X, los jesuitas organizaron desde 1646 una misión católica en el territorio de la propia Gran Armenia. La Santa Sede pasaba así de una política de reuniones oficiales al nivel más alto entre prelados latinos y armenios, a una política de misioneros locales no distinta de aquellos que predicaban en países paganos de Extremo Oriente. El pionero fue el padre provenzal François Rigordi, que con el patrocinio diplomático y económico del rey Ladislao IV de Polonia y su esposa Luisa María de Gonzaga logró permiso para instalar una iglesia latina en Isfahan. Dos años después el padre François Longeaux fundó otra misión en Erevan, apenas a veinte kilómetros de la Sede Madre Etchmiadzin. Otras misiones se abrieron en Bitlis, Erzurum, Trebisonda, Kars, Derbent o Chamaki, que duraron más o menos tiempo, pero habían desaparecido para 1740. En zonas remotas lograron la conversión al catolicismo de varios pueblos enteros. Por otro lado, al traducir muchas obras piadosas del armenio al latín y viceversa, permitieron también una mejor comprensión entre ambas Iglesias.
El encargado más longevo de la misión erevaní fue el padre Esprit Roux, quien trabó una cordial amistad con el catholicós Yegiazar I, hasta el punto de que ofició las exequias en el funeral del francés en septiembre de 1688. No obstante, y a pesar de los intentos de conciliación, en 1689 definitivamente los armenios polacos se unieron a la Iglesia católica recuperando la comunión con el Papa, bajo el gobierno del obispo Vardan Hovhanian, sucesor de Thorosovitch.
Yegiazar I murió en 1690, y el sínodo eligió apenas dos días después al obispo de Edesa, Nahapet I como nuevo catholicós. Emprendió un impresionante programa constructivo y reconstructivo en Etchmiadzin y Erevan, tanto de edificios religiosos (iglesias y monasterios) como obras civiles, tal que canales de irrigación en las tierras de la Iglesia.
Fue un pontificado turbulento, después de sesenta años de varios pacíficos. En 1693, Tomas I Doghlanbeguian, catholicós de Aghtamar, rompió la sumisión que le había impuesto Yeziagar I diez años atrás. Nahapet Edesatsi le depuso y nombró a un clérigo obediente, el obispo Avetis de Aghtamar, como nuevo catholicós sufragáneo de Aghtamar. Tomás no dudó en someterse al bey otomano para obtener su ayuda, gracias a la cual expulsó a Avetis, y en 1697 hizo lo propio con el obispo de Van sujeto a Etchmiadzin, nombrando uno leal. Al introducir en la ecuación al poder civil otomano, a imitación del patriarca de Constantinopla, Tomás I pudo poner bajo su jurisdicción a todos los obispados armenios situados dentro del califato.
Descontentos con el débil gobierno de Nahapet, en 1695 una parte del clero de la Gran Armenia iraní, encabezado por los obispos de Nachijevan y Gorhtni, marchó a Isfahan donde elevaron al arzobispo Stepanos Jughaetsu como nuevo catholicós. Aunque Stepanos llegó a entrar en Etchmiadzin, expulsando a Nahapet, este apeló al shahansha y (de acuerdo con la versión de sus enemigos) logró su apoyo regalándole varios vasos sagrados preciosos. Tras diez meses de gobierno, Stepanos fue depuesto por las tropas iraníes y encerrado en Ereván, donde moriría en 1698.
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El intento de liberación nacional de Israel Ori
Por entonces regresó a Armenia Israel Ori, el joven de la comitiva de Jacob IV que dieciocho años atrás había viajado a Europa. Allí viajó a Venecia, sirvió en el ejército del rey de Francia, participando en la guerra anglo-francesa de 1688-1695, y en 1698 apareció en la corte del católico príncipe elector del Palatinado Juan Guillermo de Neoburgo, al que convenció de que podría coronarse como rey de Armenia si colaboraba en su liberación del dominio tanto otomano como iraní.
Tan excéntrica idea captó el interés del príncipe elector, que encargó a Israel regresar a Armenia con cartas suyas al rey de Georgia Jorge XI Bagratuni, los emires de Arstaj y los catholicós de Etchmiadzin y Aghtamar, recabando información sobre las condiciones económicas y militares de Armenia y sus vecinos, así como el apoyo que Neoburgo obtendría de reclamar la corona por la fuerza. Ori regresó por Viena, esperando contar con el apoyo del emperador Leopoldo I Habsburgo para su proyecto, con la mala suerte de que en ese momento se negociaba una paz entre el Sacro Imperio y el califa otomano, con lo que no pudo apoyarle oficialmente. Llegó finalmente a Armenia en 1699.
A pesar de lo rocambolesco del proyecto, la iniciativa de Ori no sólo fue el intento más serio de la Cristiandad occidental de auxiliar a Armenia desde los tiempos de los Lusignan, sino que de hecho, dejó una impronta decisiva para el futuro del país, como veremos.
El comienzo, no obstante, no fue muy alentador. Ni Nahapet I Edesatsi, ni Simón IV, catholicós de la Albania Caucásica, aceptaron someterse a Roma a cambio del auxilio católico; por su parte, Jorge XI Bagratuni de Georgia había prestado vasallaje al shahansha poco tiempo antes. Israel, incansable, se reunió con los meliks o nobles de la provincia de Syunik (de entre los que procedía su propia familia), logrando convencerles para que firmaran una carta de apoyo al príncipe elector. Acompañado de su amigo y colaborador Minas Tigrayan, abad del monasterio de Hakoba, viajó con ella a Roma y visitó al papa Inocencio XII y luego al emperador. Pero el Sacro Imperio estaba entonces envuelto en la guerra de sucesión española y no podía embarcarse en un nuevo conflicto contra los otomanos.
Decepcionado, Israel volvió los ojos hacia un nuevo poder cristiano que estaba emergiendo en el este, y que tenía mucha más cercanía e interés en los asuntos del Cáucaso: la Rusia del zar Pedro I Romanov el Grande, entonces en plena expansión. En julio de 1701 presentó al gobierno ruso un plan por el que veinticinco mil soldados rusos entrarían por el paso del mar Caspio al valle del río Kura, donde se les unirían las tropas de insurgentes armenios y georgianos (que obedecían al rey de Imereti Archil II, refugiado en Moscú). Israel Ori y Minas Tigrayan fueron recibido por Pedro I en octubre de 1701, que les confirmó su apoyo al plan, pero posponiéndolo al fin de su guerra contra el rey de Suecia en el Báltico. Los siguientes años Israel Ori siguió preparando su levantamiento, y en 1708 encabezó una misión diplomática a Isfahan, acompañado de su inseparable Tigrayan, formalmente como representante del Papa para que protegiese a los cristianos, pero secretamente comisionado por el zar para que espiase la disposición y debilidades de los safávidas. Murió en 1711, pero en Rusia no se olvidaron de su plan. En la historiografía armenia se le considera un precursor del movimiento patriótico armenio.
En cuanto a Minas Tigrayan, siguió trabajando para madurar el proyecto con viajes y reuniones secretas con nobles y prelados en la Gran Armenia, y en 1716 fue consagrado como obispo de los armenios que vivían en Rusia.
En 1705 murió Nahapet de Edesa, tras catorce años de pontificado. La sede permaneció vacante un año, hasta que fue elevado el arzobispo Alejandro I de Nueva Julfa, el barrio armenio de Isfahán. Aunque inicialmente tuvo correspondencia cortés con el Papa en 1707, poco después montó en cólera con las actividades misionales de los jesuitas en Armenia. No sólo defendió los principios dogmáticos del miafisismo frente al catolicismo en su obra “Libro de Atenakan sobre los controvertido”, sino que persiguió a cuantos armenios se convertían al mismo. En 1709, escribió una carta al papa Clemente XI, en la que amargamente contraponía la tolerancia del shahansha con la actitud de los misioneros que consideraban a los armenios “cismaticos y herejes”. También mantuvo correspondencia con el zar Pedro I, en la que muestra su acuerdo con las líneas de pènsamiento de Israel Ori, considerándose el primer catholicós pro-ruso. A su fallecimiento en 1714, fue sucedido por Astvatzatur I de Hamadán, otro prelado de la diáspora armenia en Irán.
Para entonces, el reino safávida estaba debilitado por los golpes sucesivos que le habían propinado enemigos internos y rebeliones: los árabes rebeldes en Mesopotamia, las tribus baluchis en la frontera oriental en 1699, la dinastía afgana Hotaki en el Jorasán en 1717, la rebelión de los lezguinos en Daguestán en 1721… quedaba muy poco para que los grandes actores de la política en el Cáucaso cambiaran de forma dramática. Y eso iba a afectar a los armenios profundamente.
1 comentario
Y, si se tercia, sería interesante otra serie sobre el cristianismo oriental no calcedoniano.
---------
LA
De momento están publicadas las series de la Iglesia Oriental y la Iglesia Siríaca, mas esta sobre la Iglesia armenia en curso.
https://www.infocatolica.com/blog/matermagistra.php/iglesiasorientales/
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