Impedimentos del acto humano. Impedimentos a la ejecución.
En el artículo anterior se habló de la concupiscencia o inclinación del apetito sensible hacia un bien material, y sus efectos, que afectan al elemento voluntario del acto libre. La concupiscencia puede aparecer previamente (antecedente) a la voluntariedad del acto, y disminuir su libertad (y responsabilidad), o posteriormente (consecuente), y no disminuirla. Las pasiones son efecto de la concupiscencia, y merecen la misma catalogación moral. La pasión que más afecta a la libertad del acto es el miedo, aunque nunca la suprime completamente ni justifica la realización de un acto intrínsecamente malo. La costumbre es la repetición de un acto en el tiempo, y el hábito la inclinación en un sujeto a realizar ese acto por costumbre. Puede ser voluntario (y disminuir la libertad del acto) o involuntario.
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Impedimentos del acto libre que afectan el elemento ejecutivo
El acto libre se puede ver todavía entorpecido por un último elemento extrínseco, más allá del conocimiento y la voluntad: los obstáculos a la ejecución. Se resumen en uno, la violencia.
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La violencia. La coacción
En general, se define violencia como un movimiento que se opone a la inclinación natural de un sujeto que la sufre (un ejemplo clásico es arrojar una piedra hacia arriba, contra su inclinación natural por la gravedad a caer). Cuando la violencia es ejercida contra un sujeto inteligente y libre se denomina coacción, y se define como la fuerza ejercida sobre una persona para obligarla a algún acto contra su voluntad.
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Clasificación
La violencia se puede clasificar en
A) física, cuando se emplea la fuerza natural para impedir un acto (pongamos por caso quien sujeta a alguien que se lanza a una casa en llamas para rescatar a otra persona, impidiéndole literalmente realizar la acción), o
B) moral, cuando se emplea la coacción psicológica para entorpecer el acto (halagos, engaños, promesas, amenazas, etc).
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Influencia de la violencia en la voluntariedad del acto humano
El acto interno de la voluntad es libre, y no puede ser violentado completamente jamás. Ni siquiera Dios puede violentar nuestra voluntad (aunque el Espíritu Santo sí puede hacer que el hombre voluntariamente quiera cambiar su intención), por eso existe en el mundo el pecado y la condenación. Consecuentemente, ni ángeles, ni demonios, ni criatura alguna puede violentar totalmente la voluntad interna del hombre.
La coacción física produce un acto involuntario total o parcial, según el grado de resistencia (tanto interior como exterior) a dicha violencia que presente el sujeto.
La coacción moral afecta a la voluntariedad del acto, pero jamás la suprime completamente. El acto realizado o dejado de realizar por promesas, halagos o amenazas será humano, y por tanto, responsable.
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Aplicaciones prácticas
El grado de afectación que la violencia ejerce sobre la voluntariedad precisa de un juicio prudencial en cada caso, y la casuística no puede preverlos todos. No afecta igual la misma coacción física a una persona fuerte que a una débil, ni la misma moral a un adulto que a un muchacho o a un deficiente mental. En los tribunales, tanto civiles como eclesiásticos, se valoran los elementos de cada caso continuamente (pensemos en ejemplos típicos de violencia física como los robos o las violaciones, o de violencia moral como la corrupción, sea de caudales públicos o de personas).
Recordemos no obstante, que la resistencia a la violencia sobre el acto libre es legítima, siempre que sea proporcionada. Incluso pues ser admisible realizar actos que pudieran eventualmente tener un doble efecto, uno de ellos moralmente malo, siempre que la intención primaria no sea obtener ese efecto ilícito, sino el lícito (pongamos por caso golpear a un agresor para defenderse, siempre que no se busque con ello su muerte). No obstante, en línea con la enseñanza evangélica, siempre será más virtuoso no resistir exteriormente para evitar un mal mayor, ya que la voluntariedad interna del acto queda siempre salvada.
Contemporáneamente, un ejemplo extremo y terrible es el de los niños soldados en África, que son secuestrados y obligados a matar a otros para evitar a su vez ser asesinados por sus captores. La moral actual coincide en que la voluntariedad de dicho acto es la mínima.
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Resumen
El elemento ejecutivo del acto libre se ve afectado por la violencia o coacción, un movimiento que obliga a una persona a un acto contra su voluntad.
Puede ser física, cuando emplea la coacción material, o moral, si emplea la psicológica. La primera genera una involuntariedad total o parcial (según la resistencia a la violencia), y la segunda no anula la voluntariedad del acto, aunque sí puede atenuarla.
El grado de afectación a la voluntariedad del acto que puede ejercer la coacción se valora en cada caso, pero se ha de recordar que el acto interno es siempre libre, y que la resistencia a la violencia sobre el acto libre es legítima.
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