Sacerdotes mártires valencianos (XIII)
Juan Bautista Fermín Arbona Llopis vió la luz el 6 de julio de 1903 en el pueblo de Guadasuar (no lejos de Algemesí). Caso poco frecuente, su vocación tempranísima se manifestó desde los cinco años, pidiendo a sus padres que le permitiesen ser sacerdote. La mala situación económica de estos no les permitía costearle la carrera, pero su persistencia fue tanta como para- con apenas nueve años- escribir una carta al arzobispo de Valencia, don Victoriano Guisasola, rogándole le admitiera en el seminario. Interceptada esta por sus padres, decidieron hacer grandes sacrificios para poder enviarlo al colegio de vocaciones de san José, en la capital del Turia. Pronto, el arzobispo, enterado de su caso, lo becó, aliviando a la familia de los gastos. El prelado en persona le administró los sacramentos de comunión y confirmación el 25 de abrl de 1913.
Se ordenó de sacerdote, celebrando su primera misa en la parroquia de su puebo el 19 de marzo de 1929, festividad de san José. Entre ese año y 1936 ocupó diversas coadjutorías en varios pueblos de la región (Navalón, Carlet y Torremanzanas). En mayo del 36 fue designado coadjutor de Algemesí, donde ejerció durante pcoos meses como consiliario de la juventud parroquial. Al saber que las nuevas autoridades revolucionarias prohibían el libre tránsito o el mero ejercicio de sus funciones a los curas, afirmó “no negaré yo al Señor; antes me manifestaré siempre como sacerdote”. De hecho, ya comenzada la guerra, se hizo notorio en el pueblo que salió una noche a administrar los santos sacramentos a un moribundo, pese a la prohibición expresa de las autoridades, diciendo que “como mi deber es asistir a los necesitados de auxilios espirituales, iré con gusto, aunque ello me cueste la vida”. La predicción se cumplió puntualmente poco después. El 16 de septiembre de 1936 fue sacado de su casa por milicianos a las 10 de la noche. Una hora después condenado por el comité marxista y antes de media noche asesinado en la cuneta del camino entre Algemesí a Alzira, en la partida de Barrablet, a tiros por una pareja de fusileros, uno de los cuales le remató tirándole en la cabeza. Posteriormente su cuerpo fue amputado de las manos y decapitado, siendo soterrado en el cementerio de Alcira. Su madre y hermanas siempre recordaban, en los meses de la persecución, que repetía incesantemente “no toméis venganza alguna por mi muerte; antes, a imitación de Jesucristo, perdonad siempre”. Al desenterrarlo en 1939 para proceder a su sepultura en el cementerio local, se observó que sus restos estaban incorruptos. Tenía 33 años en el momento de su muerte.
En el pueblecito de Bellreguart (junto a Gandía) nació Enrique Morant Pellicer el 13 de octubre de 1908, en el seno de una familia acomodada, donde recibió una formación sólida y piadosa. Tras obtener brillantemente el título de bachiller, inició estudios de arquitectura, que abandonó antes de la finalización del primer curso por la llamada de Dios al sacerdocio. Gracias a un tío suyo sacerdote, obtuvo el ingreso en el seminario, a espaldas de sus padres, a los que costó convencer para que le permitieran abandonar la universidad. Ya durante su formación, los profesores destacaron su notable afán de superación, estudio y entrega, llegando a fundar en su pueblo una “legión católica” (preludio de la Acción católica) con unos treinta paisanos a los que instruía como catequistas durante sus vacaciones. Ordenado en 1933, obtuvo la parroquia de Bárig (valenciano Barx, en el valle de la Valldigna), donde dio un vuelco a su situación de inmediato: restauró iglesia y abadía, en estado ruinoso, y se lanzó al apostolado de la villa, que estaba muy descuidada, sobre todo en la frecuentación de sacramentos (particularmente la adoración eucarística). Pronto, no sólo niños y ancianos, sino también los jóvenes, recibieron libros de formación, de oración, misales, catequesis, cantos litúrgicos, etc. En 1935 celebró unos ejercicios espirituales que cambiaron radicalmente le modo de vida de muchos chicos del pueblo. Al vencer el Frente Popular la elecciones de 1936, el ayuntamiento le expulsó del pueblo, y fue nombrado director del Patronato del Grao (puerto) de Valencia, donde ejerció de profesor. Al estallar la guerra civil regresó a su pueblo natal (aunque pasó detenido tres noches en Alcira), donde pasaba el tiempo en oración. Sus familiares recuerdan que al conocer la historia del martirio de san Ignacio de Antioquía, se conmovió profundamente con la entereza del santo, que se convirtió en su referencia. El 3 de octubre de 1936 los milicianos le llevaron a la cárcel del pueblo junto a otros detenidos, a los que alentó y confesó. Por la noche fue al único que soltaron, y cuando sus familiares le preguntaron dónde etsaban los otros, contestó simplemente “en el cielo”. Por la noche fue de nuevo conducido al comité local, donde un escribiente que le conocía le pidió que dijera su profesión, esperando que, presentándose como el maestro de escuela que era, le soltaran. Pero él dijo simplemente “soy sacerdote”. Sacado en carretera, fue ejecutado esa misma madrugada y dejado en una cuneta. En una carta que había escrito pocas semanas antes al presidente de la Acción católica de Bárig le había dicho “el Crucifijo ha de ser nuestra fortaleza. Con serenidad hay que afrontar y soportar lo que Dios permita para purificarnos”. Le faltaban pocos días para cumplir 28 años.
Claudio Planelles Navarro nació en Llanera de Ranes (a pocos quilómetros de Játiva) el 11 de abril de 1898. Huérfano de padre desde muy niño, ingresó a los doce años en el Colegio de Vocaciones Eclesiásticas, ordenándose de presbítero en 1921, siendo nombrado posteriormente coadjutor de la parroquia del cercano pueblo de Mogente, pasando posteriormente a Albaida y finalmente a Carcagente, donde le sorprendió la revolución marxista de retaguardia tras el 18 de julio de 1936. Detenido durante cuatro días, fue puesto en libertad el 29 de julio, día en que regresó a su pueblo natal, donde el comité local le prohibió salir de casa. El 9 de agosto por la noche, un piquete de milicianos le sacó de su casa, arrancándolo de los brazos de su madre, a la que dijo “si no nosvemos ya, hasta la eternidad”. Llevado en un coche hasta el puerto de Cárcer, le obligaron a bajar. Pidió permiso para rezar un Padrenuestro y luego abrazó a sus verdugos como señal de que les perdonaba. Abatido a tiros, fue enterrado en el cementerio de Rotglá (al oeste de Játiva), de donde se trasladó su cuerpo a Llanera en junio de 1939. Tenía 38 años en el momento de su muerte.
En el pequeño pueblecito de Campo de Mirra (al norte de Biar) nació José María Ferrándiz Hernández el 11 de agosto de 1879. Ganó por oposición su ingreso en el prestigioso colegio de vocaciones eclesiales del Corpus Christi de Valencia, alcanzando el doctorado en sagrada teología. Se ordenó presbítero en 1904, desarrollando diversos curatos en varias parroquias de su comarca hasta que fue nombrado arcipreste de Alberique en 1912, donde fundó un comedor social para los pobres. Más tarde pasó a Denia, donde destacó su labor apostólica y caritativa entre los obreros. En 1931 regentó la iglesia arciprestal de Alcoy. Al comenzar la guerra, le expulsaron de la casa abacial, que fue incautada. El 28 de agosto fue detenido durante 3 días por miembros del comité local para que firmara la cesión de unos bienes de la iglesia arciprestal. Por fin, el 24 de septiembre lo sacan en un coche con la excusa de llevarlo al comité y trasladarlo a Valencia. Al llegar a Rotglá, le bajaron. Serenamente, preguntó “¿Quién de vosotros me va a matar?”. “Yo”, respondió uno, y el sacerdote le dijo “como yo soy sacerdote, te bendigo y te perdono”, y comenzó a andar tranquilamente por la carretera. El escogido, impresionado, se subió al coche otra vez, pero su compañero le dijo “si no lo matas, te matarán a tí”. Por fin, encendieron los faros y dispararon por la nuca a don José María. Fue enterrado en el cementerio de Rotglá y trasladado al de su pueblo natal al finalizar la guerra. Tenía 57 años.
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Ruego a los lectores una oración por el alma de estos y tantos otros que murieron en aquel terrible conflicto por dar testimonio de Cristo. Y una más necesaria por sus asesinos, para que el Señor abriera sus ojos a la luz y, antes de su muerte, tuvieran ocasión de arrepentirse de sus pecados, para que sus malas obras no les hayan cerrado las puertas de la vida eterna. Sin duda, los mártires habrán intercedido por ellos, como lo hicieron antes de morir.
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La vida y martirio presbiteriales aquí resumidas proceden de la obra “Sacerdotes mártires (archidiócesis valentina 1936-1939)” del dr. José Zahonero Vivó (no confundir con el escritor naturalista, y notorio converso, muerto en 1931), publicada en 1951 por la editorial Marfil, de Alcoy.
Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la Justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, persigan y, mintiendo, digan todo mal contra vosotros por causa mía. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los Cielos. Pues así persiguieron a los profetas antes que a vosotros; Mateo 5, 9-12
10 comentarios
Que Dios lo tenga en su Santa Gloria.
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Saludos Cordiales
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LA
Estimado Hernán:
Le ruego me disculpe que le edite el mensaje. Lo hago porque se sale del tema del artículo y además contiene cierta información un tanto personal, que es mejor que no sea pública.
Por desgracia, el campo sobre el que me pregunta se escapa de mi especialidad, por lo que no le puedo dar ninguna opinión cabalmente formada. Le aconsejo que consulte con un endocrinólogo o un nutricionista.
Gracias por su amabilidad.
Saludos coridales.
¡Bendito sea Diòs y sus Omnipotentes Gerreros,Viva Cristo Rey!
Por los martires no hay que rezar, hay que pedirles que nos ayuden desde el Cielo.
Los martires entran directos en el Cielo sin pase por el Purgatorio... Y mucho más los martires sacerdotes que son hijos predilectos de la Madre de Jesus.
Y resaltar que el unico idioma del mundo que tiene la expresion coloquial La Mare de Deu es el valenciano; sintoma de la gran devocion que se tiene en el Reino de Valencia a nuestra Madre y tienen claro todos los nativos que es la Theotokos.
Desde La Safor nos cuida a todos La Blanqueta. In Domino
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LA
Estimado josé 2 católico: estas hagiografias no se corresponden exactamente con beatificados. Están basadas, según me parece, en la Causa General, y no en una investigación eclesiástica exhaustiva. Seguramente todos los sacerdotes aquí reseñados (y otros muchos que no están por falta de espacio) fueron ciertamente mártires tal cual se relata, pero como no lo puedo garantizar, entiendo que una oración por ellos nunca vendrá mal.
Pero, efectivamente, con total seguridad es más necesario rezar por sus asesinos y por otras víctimas de la guerra que morirían sin confesión.
Un saludo, paisano.
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LA
Como habrá podido comprobar, el retraso en la publicación se debe simplemente a que este editor no dispone de todos sus días para moderar la bitácora.
Tanto las mayúsculas como el tono de su mensaje traslucen, desgraciadamente, que es usted víctima del odio. Del odio fratricida, además. Del odio que destruye pueblos y naciones, que nos destruyó en 1936-1939, y que muchos se empeñan en resucitar por medio de ideologías que separan a los miembros de una misma comunidad, en vez de unirlos (usted es un buen ejemplo de ello). En provecho de unos pocos que viven de ese odio. Es una desgracia contemporánea.
Tome ejemplo de los sacerdotes cuyas vidas aquí se resumen: sin odio ni violencia dieron testimonio de su fe, aunque fueran asesinados injustamente, y en ocasiones torturados antes. Ellos construyeron, por medio del perdón, la paz.
Un reino en guerra consigo mismo no subsiste. A la sociedad española le queda poco por este camino.
Ya que me menciona usted, y lo hace encima para llamarme apologista de la guerra civil, le respondo. Ser apologista de la guerra civil correspondería justamente a intervenciones llenas de odio como la suya. Precisamente ese tipo de intervenciones de ese estilo, con esos términos, con esa profusa destilación de odio llenaron periódicos y periódicos, día tras día, y mitin tras mitin, para envenenar a cientos de miles o incluso millones de personas desde las elecciones de noviembre del 33, y después ya desde principios del 36, de una manera muy parecida a la que le han envenenado a usted.
Los que no tenéis ni pajolera idea de lo que es una revolución marxista no sabéis que la hubo en España en dos fases además (34 y 36), y que en ella la Iglesia y sus miembros fueron perseguidos como alimañas. No puedes dar ninguna prueba de las afirmaciones que haces, que son habituales en la retórica comunista, porque dichas pruebas no existen. La Iglesia fue perseguida desde el minuto cero de la guerra porque ya lo había sido antes, en el 34, en el inicio de la revolución marxista, y tuvo que elegir a la fuerza por quienes la estaban salvando de la erradicación y el exterminio. La revolución fue tan salvaje que acabó con la vida de muchos miles de personas integrantes de la Iglesia, ya fueran sacerdotes, monjas, frailes, obispos o millares de laicos comprometidos con la Iglesia, y no acabó con todos porque es imposible en la práctica el exterminio, pero la voluntad era esa. Y a Franco, aunque hoy parezca increíble, fuera de lugar o como se quiera llamar, los que formaban parte de la España nacional y de la Iglesia le daban gracias porque hubiera acabado con aquel infierno aunque fuera al coste que fue, porque sabían lo que era una revolución marxista ya que la habían vivido. Lo consideraban alguien enviado por la providencia para salvarlos, y de ese modo resultaba normal que fuera bajo palio o que ni en las monedas pusiera aquel "por la gracia de Dios". Era por gratitud hacia aquel que había vencido a la revolución y por tanto les había salvado. Cosas que desconoce vd. dada la carga de odio que le han inyectado.
2º mi Camarada (si antoni Camarada) lo perfila Magistralmente.
3º a mi solo me queda decirte:Ladras luego Cabalgo.
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