Nos es necesario nacer de nuevo
Hace apenas dos semanas el senado ha aprobado la promulgación de la nueva ley impulsada por el gobierno de José Luis Rodríguez, que convierte el aborto libre de facto en aborto libre de iure hasta las 14 semanas (sin perjuicio de seguir siendo libre de facto después). La modificación más importante que introduce es la aberración de considerar al aborto un derecho, esto es, algo cierto, fundado, razonable y justo según definición del diccionario de la RAEL. No resulta novedad ideológica en un presidente de gobierno que en su discurso de investidura, hace ahora 6 años, ya alumbró un excéntrico “derecho al divorcio”, como si el matrimonio malogrado fuese algo admirable y no un terrible fracaso; algo así como el “derecho al naufragio”.
El sistema de partidos que legisla en España había ya pactado sacar adelante esta iniciativa, pese a los esfuerzos loables de las asociaciones antiaborto que llevan trabajando contra esta lacra, bien desde la aprobación de la ley de 1985, como los grupos Provida, bien más recientemente, y con un impacto más mediático, como HazteOir y su iniciativa Derecho a Vivir. No quiero centrarme en este artículo en ese aspecto, ya ampliamente tratado, tanto en Infocatólica como en otros portales y medios en Internet.
He pensado más bien sobre la acepción que en la sociedad ha ido ganando el aborto durante los últimos lustros. Ya afirmaba hace muchos años el filósofo católico Julián Marías (d.e.p) que “la aceptación social del aborto es el hecho moral más grave de Occidente en todo el siglo XX”. Naturalmente, la idea de considerar el homicidio del nasciturus como una parte más de la “salud reproductiva” de la mujer es un disparate que sólo comparten los seguidores de la ideología de género más radicales, como el equipo Daphne, que ha asesorado a la ministra Bibiana Aído, basándose en ideas y programas de organizaciones como Planned Parenthood, la mayor multinacional abortista del planeta. La población española sigue considerando comúnmente el aborto como un mal, pero se ha asentado en la mayoría de nuestros compatriotas la idea de que en algunos casos es aceptable que una madre asesine a su propio hijo antes de nacer. Una suerte de mal menor, justificable aunque no virtuoso. Sobre esa aceptación social quiero que reflexionen estas líneas.
Para poder admitir el infanticidio legal es condición indispensable despojar previamente al feto de su condición de persona. ¿Cómo es posible que una madre, que una vez fuera del vientre daría la vida por su hijo sin dudar, pueda tomar la decisión de matarlo cuando aún está dentro, y esto sea entendido como moralmente aceptable? El niño es considerado un abstracto hasta el momento en que los padres acuden al ginecólogo, se hacen las primeras ecografías, ven por vez primera la cabeza, los brazos, los dedos, el latido cardíaco: entonces se convierte en algo real para ellos; la emoción que puede sentir una madre al asimilar que una nueva vida crece en su interior, genera una reacción natural de amor y protección por la criatura, que dura toda la vida. Se trata de argumentos emocionales, que nada tienen de racional, ni mucho menos “científico”. Esa aceptación no se producirá si el niño llega en “un mal momento”: si la madre no está madura mentalmente para la maternidad, si se le amenaza con problemas sociales o laborales, o si el padre plantea una ruptura de la relación en caso de que el embarazo llegue a término, como son habitualmente las causas principales de los más de 120.000 abortos al año que se ejecutan en España (no es casualidad que ese sea el número de niños que faltan para asegurar el relevo generacional, según esta información). En ese caso, la madre media española entiende como opción válida acudir a una clínica para que maten al hijo que crece en sus entrañas, poniendo fin a las consecuencias negativas que su nacimiento pueda acarrear. Aunque la mayoría afirma que no lo haría, lo cierto es que acepta que se pueda hacer. No habrá ecografías, ni manitas con dedos, ni latido cardíaco.
Y sin embargo, en sus primeras etapas del desarrollo, el ser humano lo es tanto si sus padres le acogen con amor, como si lo rechazan. De lo que se deduce que la sociedad actual ha aceptado que el estatus de persona del nasciturus es una potestad de sus padres (sobre todo, de su madre). Si estos lo desean, la ley le concede el estatus de persona, y lo pone bajo su protección. Si no lo desean, pierde cualquier tipo de protección legal (tras haber perdido la principal, la de sus progenitores), y su trayectoria vital termina en un cubo de residuos orgánicos. Se establece así el principio jurídico de que la dignidad de una persona depende en exclusiva de la decisión de otra, en este caso su madre. Una novedad en el ordenamiento legal español, inédita desde la abolición de la esclavitud.
¿Cuál es la raíz de la aceptación social que hallamos de ese presunto derecho de una madre a asesinar a su hijo, si su llegada supone un problema en su vida? Entre otros argumentos, encuentro muy importante y poco comentado el cambio en la actitud hacia la maternidad que se ha producido en nuestra sociedad contemporánea. Desde los albores de nuestra civilización, hasta hace no tanto tiempo, la maternidad era considerada una dicha, y si era abundante, una verdadera bendición para los esposos. Ante todo, las convicciones morales y religiosas encuadraban la llegada de un niño dentro de una actitud receptiva: los niños venían y eran aceptados (o no aceptados, en ocasiones). De forma consciente o inconsciente, el hijo era visto como un don o regalo que recibían los esposos. Cuantos más hijos, más dones recibían; los hijos constituían la consecuencia natural y el objetivo principal del matrimonio. En gran medida, se vivía para los hijos: para que crecieran sanos, para que no careciesen de lo indispensable, y se convirtieran en personas felices y provechosas, y principalmente eran las madres las sostenedoras de este ideario vital. Las personas se consideraban depositarias de un patrimonio moral y material que debían mantener y acrecentar para legarlo a sus descendientes, formando una cadena imperecedera de la cual cada generación era un eslabón, y ese objetivo constituía la principal razón vital. En un momento indeterminado, y probablemente progresivo de nuestra historia, se ha abierto paso un nuevo tipo de proyecto vital. Nuestros coetáneos planifican su vida de una forma impensable antaño: se planea cómo organizar la juventud, los viajes que se harán, el oficio o estudios que se seguirá, el momento de tener lo que hoy en día se llama “una relación fija”, y progresivamente todos los pasos que constituyen el marco de la misma: la casa, el trabajo estable, el coche. En un momento dado de esa escala, aparecerán, como uno de los proyectos más importantes, o el mayor, los hijos. Se planea con naturalidad cuando se tendrán y cuántos se tendrán, siendo esa la explicación principal del auge (en cierto modo esquizofrénico) tanto de los anticonceptivos como de los métodos de fecundación in vitro. Ahora los niños ya no se reciben, sino que se tienen. Ya no son un regalo, son una parte más de nuestro proyecto vital, que nosotros producimos en el momento más conveniente.
La experiencia nos advierte de la trampa que encierra esa falsa sensación de control sobre nuestra vida que el pensamiento modernista ha hecho prevalecer. En gran medida, esa nueva planificación vital (que incluye la planificación familiar) es consecuencia lógica de la pérdida de la fe en Dios. Si la mayor parte de nuestros compatriotas no creen ya que exista una Providencia que rige nuestra vida, la consecuencia lógica es la soledad en el mundo, y confiarán únicamente en su propia fuerza o sabiduría (aunque la realidad demuestre constantemente sus limitaciones) para gobernar su vida con éxito. Así, si el embarazo llega cuando en nuestro plan de vida se hallaba estudiar o formarse, o cuando aún no hemos alcanzado un trabajo estable, o cuando la relación con el padre todavía no ha alcanzado el mínimo de consistencia correcto, aparece inevitablemente la tentación de recurrir a la técnica para poner fin a ese embarazo, visto como un estorbo venido antes de tiempo, fuera del plan, no como un don que se recibe. Un ambiente cultural y social favorable a esa opción ayuda a eliminar los cargos de conciencia que esa decisión siempre genera. Y esto sucede en una España en la que soy consciente, por mi experiencia profesional, de que en conjunto los padres son atentos, cariñosos, se desviven por sus hijos y se culpan con frecuencia por no pasar suficiente tiempo con ellos.
Vale la pena recordar que esta mentalidad contemporánea (“no es algo bueno, pero en algunos casos se puede justificar”) es exactamente la que se refleja en la ley del aborto de 1985, implantada en una sociedad que mayoritariamente no compartía entonces esa visión, y que ha permitido el aborto libre gracias a un fraude de ley escandalosamente consentido por la administración de la justicia: el 97% de los niños abortados lo son bajo el supuesto falso de riesgo para la salud psicológica de la madre. 25 años de ley aceptada socialmente han logrado cambiar la mentalidad. Esta experiencia demuestra que las leyes pueden modificar los valores sociales, máxime cuando van acompañadas de un ambiente cultural que activamente los impulsa, y un sistema de pensamiento plenamente positivista, que identifica lo legal con lo correcto como axioma. Por tanto, pese a que nos escandalice pensarlo, es probable que, de no hacer algo, a medio plazo la mayoría de la población española pueda aceptar que matar al propio hijo es, en efecto, algo cierto, fundado, razonable y justo; es decir, un derecho.
El más débil, el desprotegido, el mayor desvalido que precisa defensa es el ser humano no nacido. La lucha que la Iglesia católica efectúa a favor de la vida es la más auténticamente evangélica que se puede llevar en nuestro tiempo, un genuino deber y honor para la Esposa de Cristo. Los oprobios y persecuciones que por esa causa sufra no tienen menos valor que los laureles del martirio con el que eran coronados los primeros cristianos en las persecuciones, puesto que se ganan por testimoniar las enseñanzas de Dios. Labor de los cristianos es retornar los valores sociales a la auténtica senda de la vida, para que podamos lograr la aspiración genuina del derecho: que las leyes impulsen la realización del Bien en todos los actos sociales, en vez de servir para inducir a la sociedad a obrar maldad creyendo hacer virtud. Para que la jurisprudencia proteja al ser más débil, y provea a la madre en apuros de toda la protección y ayuda necesaria para sacar adelante su embarazo, en lugar de consagrar el crimen del asesinato del propio hijo como una forma fácil y abominable de escapar de los problemas. Por pura moralidad básica, la de la defensa de la vida, pero también por amor a la sociedad, una sociedad que actualmente asesina a más de cien mil de sus hijos cada año, descuartizando a sus herederos futuros, talando las raíces de su propia supervivencia, engañada por una ideología que conduce a la muerte. Los católicos estamos llamados, como sal terrae, a ser los testigos y anunciadores de ese renacimiento social al cristianismo que España precisa, a volver a confiar en los planes de Dios para nosotros.
Jesús le dijo: “en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el Reino de Dios”. Dijo Nicodemo: “¿Cómo puede un hombre nacer, siendo viejo? ¿Puede acaso volver al seno de su madre y nacer de nuevo?”. Jesús respondió: “En verdad te digo que el que no nace de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, carne es, y lo nacido del Espíritu, Espíritu. No te extrañes que te diga: “os es necesario nacer de nuevo”.
Jn 3, 3-7
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24 comentarios
Extraordinario artículo que toca el problema del aborto con un agudo análisis y desde distintas perspectivas, además de abarcar diferentes temas que dan para mucho, además de señalar el peligro que supone el juego de la abstracción desde otros campos como son el derecho o la filosofía, con una vida humana.
Por otra parte, muy acertado lo que señalas de como las leyes - junto con la propaganda, añado yo- pueden ir cambiando la mentalidad de las gentes para que acepten por bueno lo que es malo, muy propio de los totalitarismos (el que mejor conozco es el nazismo, y así fué también).
De la misma manera, la referencia que haces a una sociedad, la nuestra, en donde la pérdida de Dios lleva a la soledad, nihilismo y a confiar únicamente en las propias fuerzas, pone sobre la mesa un problema muy importante, que es el brutal egoísmo que impera.
Lo cierto es que tu texto requiere unas cuantas lecturas, pues tiene muchas "capas" (después sigo). Es muy bueno.
Un cordial saludo.
No olvidemos que la evangelización no solo es tarea de nuestros sacerdotes sino que lo es de todos los creyentes. No solo España se ha paganizado sino que los creyentes hemos sido tibios y nos hemos equivocado de actitudes, a menudo con buena intención, pero nos hemos equivocado a fin de cuentas y este es el momento de aprender de los errores. Todos nos hemos equivocado: los apóstatas, los creyentes, los religiosos; todos. Pero ha llegado el momento del punto de inflexión.
Ahora, además de seguir denunciando y analizando, tenemos que centrarnos en tomar medidas concretas, iniciar proyectos específicos, pasar a la acción como principal actitud en lugar de quedarnos solo en el discurso. Esto también hay que entenderlo bien porque de otro modo tampoco llegaremos a nada. Como cristianos hemos de estar dispuestos al sacrificio. Es bastante probable que haya tribulaciones de mayor o menor severidad, pero el cristiano debe estar dispuesto al martirio: ¿Lo estamos? Pues repleguémonos en la intimidad de nuestras conciencias para encontrar la Palabra del Señor y a través del Espíritu Santo ser guiados en los pasos que Jesús nos marcó y nos enseñó a andar. Entonces, quizás, nos daremos cuenta que efectivamente debemos renacer y convertirnos sinceramente, porque yo entiendo que este es un proceso que nunca finaliza para el cristiano en este mundo (sobre el otro mundo, el Reino, no me atrevo a decir, supongo que también), ya que el conocimiento y el amor a Dios Padre es infinito y no conoce límites. "El que quiera salvar su vida la perderá", pues nuestras vidas no nos pertenecen a nosotros. Renazcamos pues como instrumentos de la voluntad de Dios y neguémonos a nosotros mismos para así, efectivamente, ganar la vida.
"Aún no salgo de mi asombro y me pregunto cómo alguien se puede inventar unos argumentos basados en un cúmulo de mentiras enlazadas, que no buscan sino legitimar una visión rancia, caduca y antigua de la vida, que pretende recortar los derechos por los que tantas mujeres llevan luchado a lo largo de la historia, basándose para ello en axiomas fruto de una sociedad machista y patriarcal como el que afirma "…el sufrimiento que se esconde tras el aborto…". Esta inmensa mentira, a fuerza de repetida millones de veces, podría llegar a parecerse a una verdad. Pero sólo eso, parecerse, porque cualquier psicóloga/o les podría explicar que una mujer que decide abortar libre y voluntariamente, para nada es una mujer torturada por el sufrimiento, sino todo lo contrario".
Parece mentira tanta ceguera!
http://www.farodevigo.es/cartas/2010/03/11/esperpento/419079.html
Pongo el enlace, por si alguien se anima a contestar.
Saludos,
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LA
Estimado don Guillermo: la apología del aborto se ha convertido en una pieza más de la ideología progresista, y todo debate que con un abortista como este se tenga, será llevado por él indefectiblemente al terreno de la ideología. Los abortistas no han visto un aborto en su vida, y la mayoría tienen unas nociones sobre embriología bastante superficiales. Para ellos, se trata de un principio de (falsa) libertad de la mujer: el de poder matar a su propio hijo si lo deciden así. En efecto, aunque el síndrome depresivo postaborto está descrito, y no tardará en ser incluído en el DSM de psiquiatría, sin duda habrá algunas mujeres que podrán abortar sin traumas psíquicos, igual que existen personas que pueden matar a un inocente sin remordimientos en defensa de una Idea. Por ello, creo que no es bueno basar nuestra defensa de la vida en el trastorno psicologico que el aborto causa, igual que no hay que hacerlo en la demografía, la jurisprudencia o en esa cosa tan evanescente de si "es constitucional" o no. Aunque esos argumentos sean ciertos. Hay que ir a la raíz del problema: debemos debatir en el terreno de la moral. Matar al propio hijo es un crimen, objetivamente, y para todas las personas. Y esa es la cuestión principal. Si rehuímos ese debate, porque nos convierte en socialmente mal vistos o poco modernos, ya hemos dado el triunfo a los enemigos de la vida.
No se si ya existe alguna iniciativa similar. Yo lo llamo la celebración del CumpleSoy o CumpleCebido, ¡Feliz cumplesoy! ¡Feliz día de tu concepción! ¡Feliz día en el que empezaste a existir y a tener dignidad humana!
Normalmente el día del cumplesoy será 9 meses antes del día de nuestro cumpleaños.
El nombre puede cambiarse a otro que tenga la mayor pegada posible.
Efectivamente, es parte de nuestra mentalidad cultural de hoy día (podremos discutir si esto es nuevo o solo se ha agudizado y viene de lejos) no considerar al ser humano en su dignidad sino hasta que ha nacido. ¿Cuantas veces habremos escuchado: "¡es solo un montón de células!"?
Con la celebración del día de nuestro cumpleaños (algo que forma parte de nuestra mentalidad socio-cultural), estamos reforzando esa tendencia de considerarnos dignos de humanidad solo a partir del momento en que hemos sido paridos.
¿Y si empezamos, masivamente, a celebrar nuestro cumplesoy (insisto, el nombre puede ser otro)? ¿Cuantos millones de católicos sinceros somos en España? Seguro que no muchos pero sí los suficientes como para empezar a crear una nueva tradición que sería fácil de propagarse (con lo que nos gustan las fiestas, cualquier excusa es buena). Esta iniciativa puede además ser predicada en todas las parroquias sin que a la Iglesia se le critique por injerencias políticas. Además no costaría casi nada, e incluso se puede poner en marcha a partir de CERO euros. Tampoco es necesaria la convocatoria de macromanifestaciones. ¿No hacemos algo parecido el día de la Anunciación los 25 de Marzo? Parece que hasta las justificación según nuestras tradiciones no hay que inventarlas, ahí las tenemos.
Es algo que llevo rumiando desde hace tiempo, me parece una buena iniciativa pues da respuestas culturales a problemas culturales. Empecemos a celebrar nuestro cumplesoy a partir de ya, y en una generación y tan solo gracias a esta iniciativa será visto como lo que es: un execrable homicidio, o mas bien genocidio según está sucediendo hoy día.
Quien quiera apoyarme por favor póngase en contacto conmigo: [email protected] .
Necesito la colaboración de ustedes que tienen mejores contactos que un humilde don nadie, servidor. Y conste que con colaboración no me refiero a dinero.
¿Se animan? Espero y deseo que sí.
Saludos.
PD. Leí otro día otra propuesta interesante en un comentario de IC: el DNI fetal.
Estoy de acuerdo con Antonio de Jesús, debemos estar dispuestos a sacrificar cosas (prestigio, aprobación de nuestro entorno... y hasta el puesto de trabajo si llega el caso de tener que elegir) en la pelea contra "el mundo", porque el actual está muy perdido, no sólo hace el mal en muchos casos, sino que además lo hace pensando que es un bien y que el mal son los principios cristianos y quienes los defienden son los malvados de la sociedad a los que deben combatir como unos "ogros" oscurantistas. Y encima esta idea va calando cada vez más en la sociedad.
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Tiene usted toda la razón.
Otro tema es de la maternidad, siento decirlo, muy mitificada (en general, no aquí). De hecho muchas madres que ya están en edad de ser abuelas, lo que aconsejan a sus hijas es que no tengan hijos, y que si ellas volvieran a nacer o no los tendrían o su número sería bastante menor (las de familia numerosa). Y no estoy hablando de madres desnaturalizadas, sino de mujeres que sí querían tener hijos y los aceptaron perfectamente. Pero por alguna razón a las hijas las aconsejan lo contrario de lo que ellas hicieron; por algo será (dicha razón, no la conozco).
Un cordial saludo
Pero bueno, de todos modos una cosa es preferir tener menos hijos y otra es preferir tener menos hijos a cualquier precio; es decir, estando dispuesta a eliminar a un hijo ya concebido.
Sí, supongo que sí. Es que existen madres y madres.
Y totalmente de acuerdo con lo que señala, que es totalmente distinta una cosa a la otra.
Un cordial saludo.
Me "amplian" las competencias profesionales por ley, y soy tan ingrata, que estoy a la espera de la lista de objetores...(perdonad la ironia, es un burdo mecanismo de defensa, la situacion no es envidiable)
Dios nos ayude a todos.
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LA
Gracias, y mucho ánimo de este colega.
Hay muchos durísimos vídeos y fotos en la red. Por ejemplo (cuidado que es muy duro, avisados están):
http://herestheblood.com
Será que me hago viejo y sensible, pero no he sido capaz de ir mas allá de la primera imagen. Pongo este enlace para que se lo muestren a sus amigos pro-abortistas.
¿Ustedes creen que si invitamos a los pro-abortistas a ver estas cosas cambiaran de idea?
Es posible que algunos.
Sucede que yo opino que es mas un problema de maldad que de ignorancia. Yo creo que hay que enfocarse en despertar las conciencias de aquellos que son engañados por ignorancia. Los malos, malos son, y no cambiarán, saben lo que hacen y saben lo que quieren.
Por otra parte opino que sí, que es un problema moral, pero hay que combatir al enemigo desde todos los frentes y con toda la munición católica que tengamos, que no es poca. Por tanto hay que actuar desde el ámbito moral, religioso, cultural, social, político, legal, etc...
Y al hilo de lo anterior no se si serían tan amables de comentar (MH:gracias) la propuesta del cumplesoy que he formulado antes, o si tienen otras propuestas concretas que hacer. Esta idea la voy a proclamar a cuantos mas pueda mejor, desde medios como este, hasta la misma iglesia empezando por mi párroco, pasando por mis contactos, asociaciones pro-vida, partidos políticos etc...
Creo que la carga semántica de las palabras es clave para impulsar una idea o terminar con ella. ¡Me parece que los políticos y las agencias de publicidad lo saben muy bien!
Los que están a favor del aborto dicen que defienden el ”derecho a decidir ” y el aborto se reconoce como parte de la “planificación familiar” o “salud reproductiva” . Un cambio de nombre –y también más correcto- sería sustituir “derecho a decidir” por “a favor de la muerte provocada” y “aborto” por ”mutilación/ asesinato del propio hijo” (u otros nombres similares) que expresen correctamente el crimen, la barbarie y la brutalidad del aborto.
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LA
Hola, angel.
El feto no forma parte del organismo de su madre, tiene su propio código genético y desde el punto de vista biológico, es otro ser humano a todos los efectos.
Puede conocer más acerca del desarrollo del embrión y el feto en el artículo correspondiente de wikipedia, simplificada pero bien resumida
http://es.wikipedia.org/wiki/Embriog%C3%A9nesis_humana
Si conoce el inglés, estas direcciones están bastante bien, y con dibujos ilustrativos
http://embryo.soad.umich.edu/
http://wapedia.mobi/en/Human_embryogenesis
Porqué crees "que a ninguna mujer con uso de razon le gustara abortar", porque no es como ponerse un "tetas" como dijo la Aído, porque en el fondo de su ser la mujer-madre sabe que lo que hace es matar una vida y su instinto materno se revela contra este acto anti-natura. La cuestión es que la nueva vida que la mujer lleva en dentro es una vida distinta a ella. Ella es portadora de esta vida momentáneamente porque así lo ha querido la naturaleza, pero no es dueña de ella. Como no es dueña la madre del hijo que ya ha nacido.
Este es el centro de todo el tema, ni más, ni menos.
Esto es muestra de la psicopatía social resultante de extirpar a Cristo de la comunidad humana. No olvidemos que esto ocurre en un mundo que fué cristiano.
Si partimos de la base de que el nuevo ser es únicamente "un conjunto de células", según defienden los grupos "pro choice", un aborto vendría a ser como la extirpación de un papiloma plantar, con lo cual la mujer no sentiría más que alegría con su eliminación. Si ya comienzas diciendo que a ninguna mujer le gustará abortar, es porque reconoces que ahí hay algo más, que esas células conforman un ser humano al que nadie tiene derecho a eliminar.
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