16.03.17

Magia Negra Budista

En marcha…

Hace un par de meses fuimos a la frontera de la zona antiguamente conocida como el “Sur del Tibet”. No fuimos por turismo sino para explorar aquesta región con el fin de poder organizar una futura expedición misional.
Luego de viajar un día, pedirle a un pastor protestante de raza tibetana (Jioti) que nos haga de guía y caminar bajo el rayo del sol muchas horas ascendiendo una montaña y adentrándonos en caminos remotos inaccesibles para los vehículos, llegamos a una ignota aldea llamada Chunabbati. Llegados a este punto, descubrimos que todos los poblados de la zona carecen por completo de católicos (¡no hay ni uno!) pero todos ellos, salvo uno, fueron parcialmente alcanzados por los protestantes. Son poblados tradicionalmente budistas, de corriente tibetana, pero no pocas casas se hicieron evangélicos.

Pasa An Kan Chima, “Protectora del Budismo”

Notamos que hay una sola aldea, de toda esa grande zona fronteriza, que aun permanecía íntegramente budista, sin siquiera un cristiano. Es la aldea de Laptschakha. Inmediatamente, la pusimos bajo la mira de nuestro accionar apostólico.
Pasado un mes, viajamos nuevamente a esos remotos confines, pero no ya a Chunabbati sino a la preciada Laptschakha. Una vez más, el pastor Jioti nos haría de guía en tan aventurados parajes. Dos voluntarias francesas, sin un pelo de espíritu de ONG, que habían venido a ayudarnos en la escuela de la Meseta, se animaron a venir con nosotros.

Yendo hacia Laptschakha…

Luego de intensa subida por un monte de increíbles paisajes himaláyicos, alcanzamos la ansiada aldea de Laptschakha. Nuestra llegada fue un hito ya que fue la primera vez que misioneros católicos a ella arribaban. De todos modos, no era la primera vez que alguien trataba de ganarla para Cristo ya que hace no mucho hubo un pastor protestante que vivió un año allí para tratar de evangelizarlos pero no consiguió ninguna conversión y se fue.
Una vez llegados, rezamos al Espíritu Santo para recibir un rayo de Su luz y saber qué hacer en tan adverso contexto.
Estabamos hambrientos y nos topamos con un contingente de boy scouts que habían ido allí con afán de aventura. Ellos, muy gentiles, nos ofrecieron unas frutas, que recibimos como don de lo alto.
Los scouts se mostraban muy amistosos con nosotros, y hasta pesados, pero rápidamente nos separamos de ellos para no distraernos de nuestro apostólico objetivo.

El Lama-Tulku con un cráneo humano que usa para hacer rituales

Estabamos aun dando vueltas sin saber qué hacer en concreto, cuando vemos el principal templo del paraje. Era un pequeño reservorio de ídolos. Nos asomamos, con cara de turistas desorientados, nos descalzamos, ingresamos y saludamos al que parecía el jefe, que era un hombre pelado de campera roja que estaba concentrado en guiar a dos artistas que, con grande cuidado, pintaban una horrenda ídola de una sola pierna y un solo seno que, con iracundo rostro, tenía un corazón humano en una mano y, con la otra, apretaba una mujer, a la vez que pisaba y sometía un hombre desnudo. La imagen de la ídola, llamada Pasa An Kan Chima, no podía ser más inequívocamente diabólica. La misma, nos dijo el semi-lama, es quien cuida la religión budista. El lama, con serio rostro, nos advirtió en inglés lo siguiente: “If you joke, she will show you something”, esto es, “Si Uds hacen bromas, ellas les mostrará algo”. En breve, nos amenazó. Mi respuesta no se hizo esperar: “eso es un falso dios, no tiene ningún poder, no puede hacer nada”. El lama, serio, renovó su amenaza diciéndome: “¿Querés experimentar el poder de la diosa? Vení conmigo, haré una oración a ella, y quedarás paralizado”. El lama budista, haciendo gala del pacificismo que supuestamente los caracteriza, me amenazó con maldecirme invocando a Pasa An Kan Chima.

Le respondí lo siguiente: “los católicos sabemos que, si Dios lo permite, la magia negra mueve a los demonios a dañar a las personas, mas con eso no se juega pues no podemos comerciar con los poderes del Mal. Ergo, si se invocan a los ídolos paganos para maldecir a un tercero, los demonios pueden actuar generando grande daño, sea una parálisis, sea otra cosa. Mas, eso no será por el poder de la estatua idolátrica de esa diosa que no es tal sino por la acción demoníaca”. El lama me oyó atento, se quedó sin réplica y se abstuvo de maldecirme.
Largo tiempo estuvimos dialogando con el monje. Por momentos, se mostró muy atraído hacia nuestro señor Jesucristo.
Recemos por la conversión de los monjes budistas empeñados en la idolatría y la magia negra.

Padre Federico, S.E.
Misionero en la Meseta Tibetana
16/III/17

15.03.17

Del Crecimiento Misional

“Querer ver los frutos apostólicos” es la primer tentación contra la Fe.

Tentación esta que no es una tentación cualquiera sino que es grande tentación.

El Misionero fue hecho por Dios para trabajar hasta la muerte por la conversión del mundo entero, pero, al mismo tiempo, debe renunciar a la pretensión de ver los frutos apostólicos.

Siempre habrán frutos apostólicos, pero los frutos podrán darse en otra parte del mundo.

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7.03.17

Catolicismo en el Tibet

Reproducimos este artículo sobre la Misión en el Tibet.

P. Federico, misionero en la meseta tibetana

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Tras cincuenta años sin curas ni sacramentos, los católicos más aislados del Tíbet mantienen su fe

Cuando se empuja la puerta de la iglesia china de Baihanluo, lo primero que se ve es una gran retrato del Papa Francisco: es una verdadera paradoja en esas montañas pobladas por tibetanos, gobernados por un partido comunista, es decir, ateo.

En pleno macizo himalayo, el pueblo de Baihanluo solo es accesible a pie o a caballo. Su iglesia de madera fue fundada a finales del siglo XIX por misioneros católicos de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París.

El Papa Gregorio XVI (1831-1846) le había confiado a estos sacerdotes franceses la evangelización del Tíbet. Esos misioneros vivieron una epopeya sangrienta, martirizados por los lamas hostiles a la llegada de Cristo al país de Buda.

Los padres iniciaron su tarea evangelizadora subiendo los valles del río Salouen (llamado “Nu” en mandarín) y del Mekong, hasta el altiplano.

Aislados del mundo exterior por el invierno, establecieron las “misiones perdidas” en las pendientes donde los lamas conservaban una función feudal.

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2.03.17

Una espiritualidad inadaptada a nuestros tiempos

Como bien decía un autor, el cristiano siempre ha reconocido que el ejercicio de su religión es de naturaleza épica. Y por eso, por más que varíen ciertas expresiones, hablar de una espiritualidad épica no es algo estrictamente novedoso, sino algo esencialmente tradicional y perenne.

Ahora bien, la épica, y más aún la épica cristiana, es algo absolutamente contrario a la Modernidad y por ende a nuestros tiempos. Debe oponerse contra la época, la épica.

Por eso, una espiritualidad épica no parece para nada acorde con nuestra época, sino que es una pretensión contrarrevolucionaria y políticamente incorrecta.

Por eso, muchos “de Misa diaria” nos proponen, y aun exigen, una espiritualidad diferente, distinta y sobre todo adaptada a nuestros tiempos, esto es, una espiritualidad empresarial, silenciosa, que no polemice con el mundo, que no predique a tiempo y destiempo, que aborrezca la ira santa, que no incomode a los poderosos.

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19.02.17

Contra la Estomacalización

Para más refutar el anticristiano fenómeno de sustitución del apostolado por la panificación (o estomacalización de la misión), replicamos un breve y contundente ensayo de De Prada.

Que Dios nos libere de la transformación de la Iglesia en una gran repartidora de polenta.

¡Viva la Misión!

Padre Federico, S.E.

Misionero en la Meseta Tibetana

19/2/17

 

“LA CARIDAD LOCA”

 

Por Juan Manuel de Prada

 

Nos advertía Chesterton que el mundo moderno está invadido por las viejas virtudes cristianas que se han vuelto locas. ¿Y cómo se vuelven locas las virtudes? Se vuelven locas cuando son aisladas unas de otras. Así, por ejemplo, la caridad cristiana se convierte en una virtud loca cuando se separa de la verdad; o, dicho más gráficamente, cuando las obras de misericordia corporales se anteponen a las obras de misericordia espirituales. Sobre este peligro ya nos alertaba Donoso Cortés, quien profetizó que una Iglesia que se conformarse con atender las necesidades corporales de los pobres acabaría siendo un instrumento al servicio del mundo, que a la vez que presume de procurar bienestar a sus súbditos se preocupa fundamentalmente de destruir sus almas. Una Iglesia que se desviviera por las necesidades materiales de los hombres (dándoles alimento o asilo, por ejemplo) y se despreocupara de asegurar la salvación de sus almas inmortales habría dejado de ser Iglesia, para convertirse en instrumento del mundo, que por supuesto aplaudiría a rabiar este activismo desnortado.

Para entender gráficamente los efectos de esta caridad loca que aplaude el mundo conviene recurrir, antes que a ciertos teólogos meapilas (que nos ofrecerán una versión almibarada de la caridad por completo ajena al sentido último de esta virtud teologal), a la película “Viridiana", del comecuras Luis Buñuel, pues los comecuras son a su pesar mejores teólogos que los meapilas. En la película de Buñuel, la protagonista –sintiéndose culpable de la muerte de su tío– renuncia a ser monja de clausura y, en su lugar, decide acoger en su casa a un grupo de mendigos y vagabundos, a quienes brinda refugio y alimento (obras de misericordia corporales), descuidando la salvación de sus almas (obras de misericordia espirituales, que tal vez hubiese asegurado mucho más eficazmente con su oración, en el convento de clausura). Inevitablemente, los mendigos y vagabundos fingirán farisaicamente que la caridad loca y activista de la mentecata Viridiana los ha hecho buenecitos, pero en cuanto se les ofrezca la oportunidad, agredirán y robarán a su benefactora; y, a la vez que perpetran diversos vandalismos, se encargarán también de burlarse sacrílegamente de su fe, improvisando una cena orgiástica en la que parodian la Última Cena. Que es lo mínimo que se merece quien hace de la caridad un activismo desnortado, metiendo al enemigo en casa. Y eso que Viridiana, en su cultivo de una caridad loca, ni siquiera incorpora el pecado del exhibicionismo, que hoy es el aderezo preferido de la caridad loca. Exhibicionismo que se realiza ante las cámaras, en estremecedora y sacrílega burla de lo que Cristo predicó en el Sermón de la Montaña: “Estad atentos a no hacer vuestra justicia delante de los hombres para que os vean”; “Cuando des limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”, etcétera. Y es que toda la predicación de Jesús es un combate sin tregua contra la ostentación de las virtudes (que, cuando se ostentan, dejan de ser tales) y contra aquellos que han hecho de su ostentación farisaica un modus vivendi.

La auténtica caridad cristiana mira primero por la salvación del alma del necesitado; y una vez asegurada ésta, atiende sus necesidades corporales. Es lo que hace San Pablo con Onésimo, el esclavo pagano al que primero se encarga de convertir al cristianismo y bautizar; y al que, una vez asegurada la salvación de su alma, envía a Filemón, para que lo acoja en su casa. Invertir este proceso (o postergar sine die lo que San Pablo se preocupó de hacer en primer lugar y sin dilación) es caridad loca que, por supuesto, el mundo aplaudirá a rabiar.