Campaña de Oración y Penitencia
Invitamos a nuestros lectores a unirnos en esta fervorosa campaña de Oración y Penitencia, siguiendo la sencilla oración aquí propuesta:
30.03.17
Invitamos a nuestros lectores a unirnos en esta fervorosa campaña de Oración y Penitencia, siguiendo la sencilla oración aquí propuesta:
28.03.17
I.-
Ya hablamos de él en dos crónicas: Magia negra budista y La posesa y los lamas.
Nos referimos al Lama de la aldea de Laptschakha, cuyo nombre olvidamos por descuido. Tan increíble personaje que inesperadamente nos topamos en las encrucijadas de las expediciones misionales por las más remotas aldeas himaláyicas, nos ofrece bastante materia para las misionales crónicas. Es que él sintetiza y encarna muchas de las características típicas del, tan idealizado y estilizado en Occidente, Budismo Tibetano, esto es, irracionalidad, ateísmo explícito, idolatría de dioses de aspecto diabólico, culto tenebroso, tradicionalismo nacionalista que no halla otro sustento más que el deseo de custodiar la tradición, vegetarianismo, recelo ante la difícil “competencia” del Cristianismo, reencarnacionismo kármico, magia negra, lamaísmo y, al fin, un cierto agnosticismo unido a una inconfesada y patente tristeza monotemática y aburrida.
II.-
Dígamos algo de la vida de este hombre. Budista de sangre, tuvo la gracia de ser educado en colegio salesiano por buenos misioneros italianos que le predicaron la Verdad Crucificada. Su mejor amigo, o uno de los mejores, se bautizó de muchacho, y él estuvo a punto, pero, al fin, se abstuvo de convertirse al Dios vero.
Gracias al prestigio y nivel de la católica educación, se licenció y ejerció la ingeniería en una empresa importante, pero lo dejó todo, familia y trabajo, cuando un lama de tres años de edad -tenido por profeta reencarnado- le dijo que él, ingeniero y padre de familia, era, en realidad, un tulku, esto es, la reencarnación de un viejo lama del pasado que había vivido en la ignota aldea de Laptschakha.
El ingeniero, dócil a las directivas del infantil pseudo-profeta elevado a rango de gurú por la jerarquía del budismo tibetano, dejó su vida civil y a su querida esposa, para mudarse a la dicha aldea y dedicarse a vivir como lama “reencarnado” entregado ad vitam y full-time al culto de los ídolos.
III.-
Ostentando calavera ritual y una muñeca de una sola pierna que, cree, somete a los enemigos del Budismo, no esperó momento para comenzar a imprecar al sagrado Cristianismo. Nos decía que los cristianos no podemos demostrar la existencia del Paraíso, pues, afirmaba, nadie volvió del Cielo. Pero, expresaba, él mismo, por su carácter de tulku (=gurú reencarnado), es prueba viviente de la autenticidad de los predicados budistas pues él volvió a la Tierra después de haber muerto cientos de años atrás. Él mismo se auto-presenta como suficiente argumento apologético que demostraría, casi apodícticamente, la veracidad de la Religión Budista. Y esto sólo, decía, basta para ubicar al Budismo en una situación de superioridad frente al Cristianismo, que carecería, para él, de testimonios que acrediten la existencia de las Postrimerías por la Iglesia predicadas.
Nuestra respuesta, al respecto, no se hizo esperar. Le presentamos un elenco de las probadas manifestaciones de los Santos, y no-Santos, que se manifestaron desde el Cielo, el Purgatorio y el Infierno, respectivamente, entre quienes se halla el mismo Don Bosco, a quien él conocía por su condición de ex-alumno salesiano, quien, como se sabe, hizo un pacto con un sacerdote amigo según el cual el primero en llegar al Cielo debía avisarle al otro una vez obtenida la gloria. San Juan Bosco, recuerda, quedó espantado al ver a su cohermano saludarlo desde los esplendores de la gloria celestial. Tal fue el susto que, desde entonces, prohibió a sus hijos espirituales hacer un pacto semejante.
El lama me oyó y quedó mudo sin respuesta. Por momentos, en nuestro diálogo de horas que tuvo lugar durante dos días, se mostró atraído por Dios y hasta amante de Cristo y, hasta cierto punto, dispuesto a convertirse en caso de convencerse de la veracidad de nuestra divina Religión.
En línea con estos destellos de la gracia de su entenebrecida alma, el lama me dió permiso de que trate de buscar a un exorcista para liberar a la pobre muchacha posesa de la que hablamos en una de las crónicas de marras.
Llamativamente, nos oyó con suma atención, admitiendo tácitamente la posible veracidad de nuestro aserto, cuando le explicamos que la pobre kioskera no es ninguna encarnación de ninguna consorte de ningún lama de antaño, sino una simple endemonianada que cumple con todos los signos de las posesiones más emblemáticas del género humano.
El monje pagano ya nos dió permiso. Ahora hace falta la venia del Ordinario, la cual será mucho más difícil.
Que Dios nos dé la gracia de crecer en nuestra formación apologética para desenmascarar el error doquiera esté.
Padre Federico, S.E.
Misionero en la Meseta Tibetana,
17/III/17
23.03.17
I.-
En una reciente crónica, intitulada “Magia negra budista”, ya dijimos algo de aquella aldea ignota, sita en el antiguo “Sur del Tibet”, llamada Laptschakha.
En estas líneas, nos referiremos a un tópico relacionado que también pone de manifiesto el innegable lazo que hay entre el Budismo y el Satanismo. No estamos tocando una canción de oído, no cortamos y pegamos de un pdf digitalizado ni tomamos lo dicho de wikipedia o google, sino que es algo que conocimos en plena Misión hablando con los mismos testigos.
En la incursión hecha hace unos días en Laptschakha, nos topamos con el referido Lama-Tulku, quien, no sé cómo, inmediatamente nos identificó como misioneros.
El Lama-Tulku nos contó varias cosas. Entre ellas, nos mostró la calavera con la que realiza rituales budistas. Oírlo, dentro del templo idolátrico, contar semejantes supercherías era como meterse un poco en la fauces del infierno. Pero, había que hacer lo posible para salvarlos de semejante ceguera…
El Lama-Tulku, que cree ser la reencarnación de un maestro budista de antaño, con grande entusiasmo, nos dijo que él estima que una de las vecinas es, muy probablemente, la reencarnación de la consorte del lama que en él se habría reencarnado. Se trata de la mujer que trabaja en el kiosko de la aldea. Una chica joven, cuyo nombre es Sanguey.
II.-
Habiendo escuchado semejante cosa, le pregunté: “¿por qué crees que ella es una tulku?”. Tulku, valga aclararlo, significa “reencarnación de un gurú (u otro importante ser) del pasado”. El lama me indicó con gusto los signos que denotarían la condición de tulku de Sanguey…
Ella todos los 15 y 30 de cada mes, se enferma súbitamente, queda paralizada durante una hora y luego se siente invadida por un espíritu y entra en trance. Estando en tal estado, ella comienza a hablar en lenguas extrañas, como ser el tibetano. Al hablar, pasa mensajes a quienes la ven. El contenido de sus locuciones es básicamente siempre el mismo: son mandatos a observar el Budismo y, de modo especial, estando en trance, ordena a los demás ir a limpiar el templo de los dioses budistas y adorarlos. Suele, a su vez, mandar a los aldeanos que se abstengan de carne, observando riguroso vegetarianismo. Todos estos mensajes, cree ella, provienen del espíritu que,
con apariencia de monje tibetano, la invade durante estos extraños asaltos quincenales.
(En la foto se ve a Sanguey, dando culto a la ídola protectora del Budismo. No sé porqué el lama le vendó los ojos para este triste ritual)
Ella, de facto, es la que da las órdenes a los lamas budistas. Los monjes, obedientes a la kioskera en trance, siguen puntualmente sus preternaturales locuciones… Los simples aldeanos, sin más, obedecen a los lamas, que son quienes ostentan la máxima autoridad fáctica y moral del perdido poblado de Laptschkha.
Ella, evidentemente, está posesa, por uno o varios demonios, lo cual se ve confirmado por otros fenómenos que los lamas sospechan santos: levitación y sansonismo. Este último, para quien no lo sepa, es el término técnico usado por los exorcistas para referir la extrema fortaleza de los poseídos.
La situación de la aldea de Laptschakha es triste en exceso: uno o más demonios manejan a una joven, ella guía a los monjes y estos dominan al pueblo. Es una aldea satanocéntrica. Sin saberlo, claro. Pero, objetivamente, lo es. No por nada, es una aldea que parece blindada al Evangelio. Recuerdo, una de las casas que visitamos es habitada por una señora que quiere ser cristiana pero
no se anima puesto que la sociedad la condenaría al ostracismo.
III.-
Quise acercarme a la pobre posesa, pero ella es muy tímida. Es muy poco sociable. Ni siquiera va a la escuela ya que los asaltos demoníacos se lo impiden.
Tampoco puede casarse ya que los lamas no le permiten comprometerse con nadie hasta que un alto monje (un Rimpoche) no la examine debidamente para comprobar si es, o no, una tulku, esto es, una encarnación de la consorte de un lama del pasado.
Mientras tanto, ella transcurre sus días, atendiendo el kiosko y entrando en trance, habitada por uno o más demonios y… sufriendo horrores.
Sabemos que sufre puesto que ella misma nos lo comentó. No a mí, con quien no quiso hablar palabra, sino que, por intérposito intérprete, se lo dijo a las dos voluntarias francesas que nos acompañaron en tan particular expedición misional. Ellas repetidas veces le ofrecieron agua bendita, pero ella, la rechazó, sin conocer la condición sacral de aquella bebida.
Ella les dijo que está padeciendo mucho y que quiere ser liberada. No aguanta más. Y no hay quien la atienda pues allí no hay ningún cristiano y el Sacerdote más cercano está a casi un día de viaje. No hay rutas ni camino ni internet.
Lamentablemente, el Obispo de la diócesis no cuenta con exorcista ya que algún curita moderno lo convenció de que con no-se-qué oraciones carismáticas basta y sobra.
Recemos al Dios Altísimo y a todos los Santos exorcistas, por la liberación y conversión de Sanguey. Encomendémosla a María Santísima, ante quien tiembla el averno todo.
Si un exorcista la libera, ella recobraría cierta paz y podría darse la conversión de toda la aldea. Recemos.
¡Viva la Misión!
Padre Federico, S.E.
Misionero en la Meseta Tibetana
16/III/17
16.03.17
En marcha…
Hace un par de meses fuimos a la frontera de la zona antiguamente conocida como el “Sur del Tibet”. No fuimos por turismo sino para explorar aquesta región con el fin de poder organizar una futura expedición misional.
Luego de viajar un día, pedirle a un pastor protestante de raza tibetana (Jioti) que nos haga de guía y caminar bajo el rayo del sol muchas horas ascendiendo una montaña y adentrándonos en caminos remotos inaccesibles para los vehículos, llegamos a una ignota aldea llamada Chunabbati. Llegados a este punto, descubrimos que todos los poblados de la zona carecen por completo de católicos (¡no hay ni uno!) pero todos ellos, salvo uno, fueron parcialmente alcanzados por los protestantes. Son poblados tradicionalmente budistas, de corriente tibetana, pero no pocas casas se hicieron evangélicos.
Pasa An Kan Chima, “Protectora del Budismo”
Notamos que hay una sola aldea, de toda esa grande zona fronteriza, que aun permanecía íntegramente budista, sin siquiera un cristiano. Es la aldea de Laptschakha. Inmediatamente, la pusimos bajo la mira de nuestro accionar apostólico.
Pasado un mes, viajamos nuevamente a esos remotos confines, pero no ya a Chunabbati sino a la preciada Laptschakha. Una vez más, el pastor Jioti nos haría de guía en tan aventurados parajes. Dos voluntarias francesas, sin un pelo de espíritu de ONG, que habían venido a ayudarnos en la escuela de la Meseta, se animaron a venir con nosotros.
Yendo hacia Laptschakha…
Luego de intensa subida por un monte de increíbles paisajes himaláyicos, alcanzamos la ansiada aldea de Laptschakha. Nuestra llegada fue un hito ya que fue la primera vez que misioneros católicos a ella arribaban. De todos modos, no era la primera vez que alguien trataba de ganarla para Cristo ya que hace no mucho hubo un pastor protestante que vivió un año allí para tratar de evangelizarlos pero no consiguió ninguna conversión y se fue.
Una vez llegados, rezamos al Espíritu Santo para recibir un rayo de Su luz y saber qué hacer en tan adverso contexto.
Estabamos hambrientos y nos topamos con un contingente de boy scouts que habían ido allí con afán de aventura. Ellos, muy gentiles, nos ofrecieron unas frutas, que recibimos como don de lo alto.
Los scouts se mostraban muy amistosos con nosotros, y hasta pesados, pero rápidamente nos separamos de ellos para no distraernos de nuestro apostólico objetivo.
El Lama-Tulku con un cráneo humano que usa para hacer rituales
Estabamos aun dando vueltas sin saber qué hacer en concreto, cuando vemos el principal templo del paraje. Era un pequeño reservorio de ídolos. Nos asomamos, con cara de turistas desorientados, nos descalzamos, ingresamos y saludamos al que parecía el jefe, que era un hombre pelado de campera roja que estaba concentrado en guiar a dos artistas que, con grande cuidado, pintaban una horrenda ídola de una sola pierna y un solo seno que, con iracundo rostro, tenía un corazón humano en una mano y, con la otra, apretaba una mujer, a la vez que pisaba y sometía un hombre desnudo. La imagen de la ídola, llamada Pasa An Kan Chima, no podía ser más inequívocamente diabólica. La misma, nos dijo el semi-lama, es quien cuida la religión budista. El lama, con serio rostro, nos advirtió en inglés lo siguiente: “If you joke, she will show you something”, esto es, “Si Uds hacen bromas, ellas les mostrará algo”. En breve, nos amenazó. Mi respuesta no se hizo esperar: “eso es un falso dios, no tiene ningún poder, no puede hacer nada”. El lama, serio, renovó su amenaza diciéndome: “¿Querés experimentar el poder de la diosa? Vení conmigo, haré una oración a ella, y quedarás paralizado”. El lama budista, haciendo gala del pacificismo que supuestamente los caracteriza, me amenazó con maldecirme invocando a Pasa An Kan Chima.
Le respondí lo siguiente: “los católicos sabemos que, si Dios lo permite, la magia negra mueve a los demonios a dañar a las personas, mas con eso no se juega pues no podemos comerciar con los poderes del Mal. Ergo, si se invocan a los ídolos paganos para maldecir a un tercero, los demonios pueden actuar generando grande daño, sea una parálisis, sea otra cosa. Mas, eso no será por el poder de la estatua idolátrica de esa diosa que no es tal sino por la acción demoníaca”. El lama me oyó atento, se quedó sin réplica y se abstuvo de maldecirme.
Largo tiempo estuvimos dialogando con el monje. Por momentos, se mostró muy atraído hacia nuestro señor Jesucristo.
Recemos por la conversión de los monjes budistas empeñados en la idolatría y la magia negra.
Padre Federico, S.E.
Misionero en la Meseta Tibetana
16/III/17
15.03.17
“Querer ver los frutos apostólicos” es la primer tentación contra la Fe.
Tentación esta que no es una tentación cualquiera sino que es grande tentación.
El Misionero fue hecho por Dios para trabajar hasta la muerte por la conversión del mundo entero, pero, al mismo tiempo, debe renunciar a la pretensión de ver los frutos apostólicos.
Siempre habrán frutos apostólicos, pero los frutos podrán darse en otra parte del mundo.
Sacerdote. Abogado por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Se doctoró en filosofía con summa cum laude, defendiendo una tesis sobre las sustancias separadas en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (APRA, Roma).
Actualmente es profesor de teología para los formandos de la Orden San Elías y de filosofía en la licenciatura dictada por el IEX/Universidad Católica Nueva España