21.04.17

Ante la persecución de los Lamas (III): amenazas, progresos y salamines

Ante la persecución de los Lamas (III): amenazas, progresos y salamines

I.

Escribo estas líneas rápido como anteayer…

Vengo de hablar con la hermana Pushba. Cada vez que hablo con ella (es la encargada de la escuela), descubro más cosas. Hoy me contó el caso de la madre de Lakith, que es una niña de cuatro años que es pupila en la escuelita conventual. Lakith siempre viene corriendo a saludarme y los últimos días estuvo ausente por enfermedad.

Ellos pertenecen a la etnia mayoritaria de las aldeas de la zona, que es la etnia Rong. Los Rong devinieron budistas hace tres siglos y medio por la inmigración (muchos nativos aseguran que fue más bien una invasión) de los tibetanos. Hay mucho para contar sobre los Rong, mas es un tema para otra ocasión.

La madre de Lakith (no sé su nombre) es epiléptica y vive en la aldea de Tunk, una de las zonas sobre las que rige el interdicto que me impusieron los lamas, esto es, uno de los lugares a los que no puedo entrar sin especial permiso del intendente.

La madre de Lakith profesa el budismo tibetano y está sufriendo mucho por causa de su seria enfermedad. La hermana Pushba, con celo apostólico, la exhortó a ir a la Iglesia Católica a rezar pues, si Dios quiere, puede obtener una curación milagrosa. La enferma le contestó que ella quiere ser cristiana pero que no se anima puesto que la jerarquía budista (lamas e intendentes) la desterrarán si ella se convierte. Esto es una noticia actual, es algo que está pasando ahora.

Recordemos que al caso de la madre de Lakith, se suma el de Mahia y su esposo, que hace poco le volvieron a decir a la hermana lo que sabíamos: si se convierten, los dejan en la calle.

 

II.

A esos mismos intendentes “desterradores”, les pedí que firmen una carta pidiendo mi presencia. Si la firman, será un milagro. Pero, hay mucha gente rezando por esto. Y eso se palpa. Hay importantes progresos. La oración todo lo alcanza.

Ayer, Nima (la autoridad local protestante) se reunió una hora con D.T., que fue el más desaforado del motín y el que más se habría opuesto a mi presencia, según le parece a la hija de Nima.

Nima básicamente le dijo que el suscripto está ayudando al pueblo. Luego, Nima me mandó a hablar a solas con D.T. y el discurso de D.T. manifestó un cambio sencillamente radical… y para bien. Este cambio se debe a Dios, a las oraciones de tantos lectores y amigos y a la corbata y el salamín europeos que le regalé. A Dios orando, y con el salamín dando, parafraseando el dicho.

Nos consta que D.T. fue un indignado perseguidor de mi persona, pero ayer me dijo que los reclamos se debieron a malentendidos de los iletrados que veían que veníamos a predicar el Cristianismo a los budistas.

Le repliqué que los cristianos somos personas; que, por tanto tenemos necesidad de rezar y que le rezamos a Cristo, no a Buda. Y que por eso, los Domingos nos juntamos a rezar en la escuela. Y le dije que nos juntamos en la escuela porque acá no hay iglesia. No le dije que muchos de los “cristianos” son paganos que recién están aceptando a Cristo. No era momento de entrar en disquisiciones finas.

Sorpresivamente, me respondió que está bien que los cristianos recen los domingos. Increíblemente, me agradeció por las obras de caridad que los católicos estamos haciendo por medio de la educación (su hijo de dos años y medio va a la escuelita conventual). De todos modos, me dijo, él debe hablar con los demás intendentes para ver explicarles la situación (¿qué situación?) y con los supuestos “iletrados disconformes”. En el medio del diálogo, entró un monje tibetano canoso a almorzar y otros vecinos para no sé qué cosa.

 

III.

 

Hoy mismo pasó algo impresionante, como fruto de la persecución. Sin que nadie me informe, una profesora rong que es budista, espontáneamente, reunió a muchos alumnos del colegio a rezar el sacratísimo Rosario, en el hall del colegio misional.

¿Por qué pasó esto? Porque una corajuda voluntaria francesa, llamada Cécile, que vino hace pocas semanas a ayudarnos en la misión, empezó a rezar el Rosario con los niños paganos. Y ahora, movida por la gracia, esta profesora budista -llamada Repsong- está continuando la obra apostólica comenzada. Parece mentira. Es un milagro moral.

¡Viva la Misión!

¡Viva la Virgen!

Padre Federico, S.E.

Misionero en la Meseta Tibetana,

Viernes de la Octava de Pascua, 21-4-17

19.04.17

Ante la persecución de los Lamas (II): hacia el destierro de los pobres

I.

Acá, la persecución no es física, pero es toda diabólica. No se trata sólo de tratar de expulsar al sacerdote, que además de clérigo, es foráneo, despeinado y blanco. Tampoco es un privilegio reservado para los consagrados. Es un ataque al Catolicismo. Y por tanto, es una persecución que incluso llega a los pobres campesinos de modo tal de disuadir hasta la más mínima inquietud de conversión que alguno, por gracia de Dios, pueda llegar a tener.

El tema es simple: los lamas y sus satélites (los intendentes budistas), decidieron que todo aquel nativo que se convierta, será miserablemente expulsado de la tierra que habita. Aquí está la compasión budista: desterrar al campesino pobre, si este tiene la loca ocurrencia de aceptar al Dios verdadero. Tomen nota, tomen nota de nuevo, los que aun siguen encandilados con los espejismos del budismo, que hoy se vende en los supermercados del Occidente, o mejor, del “Accidente”, como bromeaba Anzoátegui.

Son muchas las cosas que habría para contar, pero nunca nos hacemos demasiado tiempo. Hay algo que pasó hace mucho y que, en el apuro, nunca había puesto por escrito. Lo digo ahora y que quede para siempre en los anaqueles del ciberespacio…

La primera de las conversas o, si se quiere, la primer alma que nos dijo que quería ser catecúmena para bautizarse y que empezamos a adentrar en los divinos Misterios, se convirtió por haberle rezado al único Salvador con una cruz que trajimos de Tierra Santa. Su nombre es Mahia. Uno de sus hijos es un lama budista. Poco tiempo después de su feliz decisión, acompañada por su marido, que también recibió a Cristo, hicimos un encuentro de oración en su ranchito, que es tan pequeño que varios estábamos de pie. Fue un momento de grande felicidad y efluvio gracioso.

Mas poco después de tanta sobrenatural algarabía, el compasivo dueño de la tierra de la casita alquilada por Mahia y su esposo, los amenazó. El dueño es un budista empedernido y obcecado en su paganía. Les dijo a los dos ancianos lo siguiente: “si Uds. siguen siendo cristianos, los destierro, los dejo en la calle”. La pobre señora, que para comer se la ve picar piedra a las seis de la mañana, se asustó. La amedrentaron. Y no vino más a rezar. Y la paganía, aplastó la algarabía.

No es el único caso. En la crónica anterior, hablábamos de Nima, una especie de cacique protestante. Es el único político cristiano que por estos inmensos pagos se pueda ver. Él se convirtió hace veinte o veinticinco años. Es el primer convertido. Ahora es un líder partidario, pero cuando se bautizó, fue condenado al ostracismo por los budistas. Le impidieron participar de cualquier evento público. Luego, a fuer de obras sociales benéficas y de políticas campañas (o palancas), volvió y ahora los protestantes, que son dieciséis familias son tolerados. Pero, ni bien se vaya Nima, los destierran. Valga aclarar, que salvo dos, todas esas familias fueron “importadas” de otras partes. Los luteranos emplean, en ciertas zonas paganas, la táctica de la emigración masiva a zonas no cristianas, con el fin de proselitizar por medio de la ocupación. Apostolado okupa, le dicen…

 

II.

 

Volvamos a lo inmediato, y no tan inmediato… Ayer me confirmaron que los lamas e intendentes budistas hace mucho tiempo vienen haciendo reuniones para hablar sobre mí. Se preguntan cosas tales como “¿quién trajo a ese sacerdote?, ¿qué está haciendo ese extranjero?” y otros interrogantes del género, que en el fondo me hacen agarrarme la barriga de la risa.

Mas no se trata sólo de conciliábulos en lamaserías. Hay más. Hay aprietes incluso.

Hace un par de meses, siete lamas con sus secuaces convocaron a los tres padres de familia más comprometidos (o, si se quiere, los únicos) de la Iglesia Naciente: David, Rafael y Puran. A mí no me avisaron (habría sido muy divertido…).

Los lamas estaban indignados y gritando me imprecaban en mi ausencia. David, asistido por el Espíritu Santo y Sus dones de consejo y fortaleza, replicó uno a uno los absurdos cargos del improvisado e irracional tribunal que los lamas montaron contra la humanamente inerme Iglesia Católica, que recién está siendo dada a luz.

Los lamas, entre otras, dijeron estas: que el Misionero puede ser un terrorista, que usa un vestido negro (sotana) que no sabemos qué es, que habla por teléfono en castellano y no entendemos que está diciendo (¿acaso querían oír mis llamadas?), que si embaraza a una mujer será blanca y otro tipo de absurdidades, a las que David, caballerescamente y sin desfallecer, refutó con precisión. Literalmente, les tapó la boca. 

Pero, si bien les cerró la boca, como Cristo a los fariseos en las testamentarias disputas, peleando uno contra todos, los lamas, en ese ridículo tribunal (o más que tribunal, circo payasesco), firmaron un interdicto por medio del cual me prohibieron el acceso a la zona del mayor número de convertidos y simpatizantes con la Verdad: las aldeas de Ryhchu y Tunk. Desde entonces, para entrar allí, debo reportarme al intendente, que además de ser uno de los amotinados, es un borracho que ascendió por haber sido el chofer del esposo de la “bruja”. Si el intendente se digna autorizarme, entonces podré entrar.

Así está la cosa: conciliábulos, amedrentamientos, exhortaciones a la apostasía so pena de destierro, choferes que devienen intendentes ebrios, vociferaciones lamaístas, repulsas a la sotana, interdictos y absurdas calumnias. Queridos lectores: bienvenidos al mundo del Budismo Tibetano.

Hace unos días le contaba esto a un misionero francés y él me respondió una sola cosa, que muchos sabemos: hace unas décadas, los monjes tibetanos ahogaron unos misioneros católicos que se habían aventurado en el Tibet para extender el Imperio de la gracia.

Mientras tanto, si bien por el momento no desplegamos megáfonos, seguimos haciendo apostolado: hoy y ayer estuvimos continuando una muy amistosa plática con dos nativos: Sonam y Repsong. Recen por ellos. Se los ve muy cercanos a la conversión radical. Que los Ángeles los empujen y se tropiecen sobre la pila bautismal… Iremos corriendo a echarles el agua.

¡Viva la Misión!

Padre Federico, S.E.

Misionero en la Meseta Tibetana, Miércoles de la Octava de Pascua 17-4-17

17.04.17

Ante la persecución de los Lamas (I): una Pascua de Frontera

Ante la persecución de los Lamas (I): una Pascua de Frontera

I.

Escribo estas líneas rápido…

El Domingo de Ramos, la Iglesia entra en la Semana Santa. En la Meseta Tibetana, pasó lo mismo. El Domingo de Pasión, nuestra Misión entró en la Pasión.

No estamos empleando ningún juego literario ni haciendo ninguna metáfora. El Domingo de Pasión, la Superiora Provincial de la Congregación que atiende la Escuelita de la Misión, me mandó este áspero y lacónico mensaje por whatsapp: “El Gobierno lo está buscando a Ud. Alguien reportó que Ud está predicando el Cristianismo”. Fue un golpe tremendo. El mensaje lo recibí mientras estaba de paso por Europa, adonde había ido para recibir instrucciones episcopales.

La Hermana no me dio más aclaraciones. ¿Qué significaba que el Gobierno me está buscando? ¿Acaso hay una orden de captura contra mí? ¿O es algo menor? ¿Me apresará la policía en el aeropuerto? Mi Semana Santa transcurrió en ese clima, o climax, de persecución real. Algunos amigos me advirtieron que probablemente no me convenía ni siquiera tomarme el avión. No temía por mí, pero no quería poner en riesgo a las Hermanas o la Iglesia Naciente. No sabía que hacer. Pedí consejo y básicamente todos se ubicaron en la misma línea: “sacudirme el polvo de las sandalias, encomendarlos a su suerte e irme”.

La situación era seria ya que hace un par de meses, los monjes tibetanos y algunos intendentes budistas hicieron un motín contra la autoridad política exigiéndoles que me expulsen de la zona misional. ¿Y por qué me querían expulsar? Ellos lo dijeron sin disimulo: porque predico a Cristo.

Además, antes del dicho mensaje, la misma Hermana me había mandado otro diciéndome lo siguiente: “es muy riesgoso que Ud vuelva a la Misión. Hable con el Obispo”.

Hay un hecho más que muestra lo serio del asunto: a las Hermanas, que son nativas, las amenazaron con meterlas presas por un pretexto administrativo.

Hablé con el Obispo y le pareció ideal que deje la Misión, al menos por un tiempo. Ni bien me dijo eso, empecé a imaginar otros enclaves paganísimos a donde ir…

 

II.

Al final, hice una llamada a una autoridad política clave. Es un protestante que me da cierto apoyo. Me dijo que podía volver y eso me bastó para volver a la Misión. Lo que más me urgía eran los recién convertidos. Ellos son como bebés en la fe. Ellos me estaban esperando y mandándome mensajes preguntándome: “Padre, ¿cuándo vuelve?”. Me regocijé en la persecución, tomé un avión y llegué al aeropuerto. Me preparé para la guerra… y no pasó nada. Compré unos chocolates y unos juguetes para regalar a los niños, me tomé otro avión y subí a un taxi que viajó unas ocho horas hasta la misión.

El viaje en taxi fue terrible ya que en el medio del trayecto había un puesto de control, donde era posible que me arresten. Me encomendé a la Virgen rezando el santísimo Rosario. Me preparé para dar testimonio de Cristo ante la policía. Me reporté, presenté mis papeles… y no pasó nada. Alabado sea Dios.

Llegue a la Misión. A todo esto, hay que decir que al Obispo le pareció bien que me vaya del país al menos por un tiempo. Le pedí permiso para despedirme de la gente. Llegué a la misión, a decir adiós. Adiós por un tiempo, al menos. Hay que obedecer a la Jerarquía.

 

 

III.

Llegué a la Misión y me recibió la autoridad local. En confianza, lo llamamos Nima. En realidad,  sólo yo lo llamo Nima. Los demás lo tratan con grande reverencia. Es el protestante que por teléfono me había dicho que no había problema.

Le dije que la Misión no ofrece seguridades y que las mismas religiosas fueron amenazadas de ir presas. Me respondió diciendo que no había problemas mayores. Le dije que si quería que yo siga en la Misión, él y los intendentes budistas y el jefe de los monjes budistas deben firmar una carta pidiendo que me quede.

Lo cierto es que los intendentes y los monjes budistas son los que lanzaron la persecución, especialmente uno de ellos, llamado D.T., que es hermano de Nima y está casado con una especie de bruja tibetana, que es la peor de todo el grupo. La bruja parece ser la principal fautora de estas oscuras maniobras. Tomen nota los que que creen que el Budismo Tibetano es pacifismo, tolerancia, sahumerios y ocho cuartos.

El Domingo de Pascua, Nima me dio el borrador de la carta y me pidió a mí que la corrija y la pase en limpio en la computadora. Aproveché y escribí una carta triunfalista a favor de la Misión. En la carta me doy el lujo de comenzar invocando a la divina Providencia.

Hoy se la mostré a Nima. Me la aprobó con gusto. Mañana o pasado, o en estos días, Nima le va a pedir a los intendentes que firmen la definitoria epístola. Si la firman, será un milagro y la Misión seguirá. Y el Obispo, y con él todos, quedarán boquiabiertos. Será la “epístola pascual”…

Recen por favor para que esos esclavos del Budismo Tibetano firmen la carta y la Misión siga en pie. Si no firman la carta y me quedo en la Misión, los monjes budistas harán lo posible para meter presas a las hermanas o urdirán otras ardides para exterminar la Misión naciente. Si no firman la carta, me esperan otros lares misionales. Dios sabe.

En el medio de toda esta novela de película, nuestra naciente y diminuta Comunidad progresa admirablemente en la vida espiritual. Ellos participaron, por primera vez en sus vidas, del Triduo Pascual. Fue su Primer Pascua. Una Pascua muy especial. Una Pascua en la Frontera. Una Pascua de Frontera.

¡Viva Dios!

¡Muera el Budismo!

 

Padre Federico, S.E.

Misionero en la Meseta Tibetana,

Lunes de la Octava de Pascua 17-4-17

4.04.17

Jesús Sacramentado, entre niños y Pariahs

I.-

En pasadas crónicas, hicimos alguna referencia a la acción de los poderes de las tinieblas en el Himalaya. En estas líneas, diremos también una palabra sobre la contracara de esta tremenda lucha espiritual, que a diario se experimenta en los confines del orbe infiel.

En el extremo opuesto de la acción abisal, está el suaviter et fortiter del obrar del Dios Omnipotente que, por nuestra salud, se encarnó y murió en Cruz. La acción divinal es esencialmente inabarcable e incomprehensible, pero algo de ella nos es manifiesto, como ser los hechos que motivan esta crónica y que podemos bautizar con la expresión “Teofanía eucarística sobre los pequeños”.

 

II.-

Mas, ¿de qué divina manifestación hablamos? Contémoslo en dos líneas.

Todos los días, aunque no hace tanto, luego de la Santa Misa de las seis y media de la mañana, exponemos el Santísimo Sacramento (que luego de la sacra hora es consumido pues la canónica burocracia aun nos deniega permiso de reservar al Dios vivo en el sagrado Tabernáculo).

Esa hora de contemplación del Dios hecho pábulo entre las supremas cordilleras, no sólo nos da fuerzas para la jornada misional sino que, cual epílogo de la Misa, constituye el vero foco de la vida pues la contemplación prima sobre la acción, mal que les pese a los cantores de aquella herejía llamada activismo. Nada, ni siquiera la mismísima actividad apostólica es más importante que la divina contemplación, la cual, a su vez, cuando es desbordante, llama a ser transmitida, todo lo cual ubica al alma en la plenitud de la vida cristiana tal como puede ser alcanzada in hoc lacrimarum valle.

III.-

Mas, en el territorio de nuestra base misional, el divino Redentor presente bajo el accidental velo de las especies, no sólo regocija a los que tratamos de ser apóstoles, sino a niños de la escuelita católica y a los pariahs que, con puntual tesón, martillan la roca junto a nuestra improvisada capilla.

Al promediar la hora adoratriz, salimos afuera, saludamos a los desdeñados aces del martillo y ellos, con gozo feliz, entran ante la sagrada presencia del Altísimo, imitándonos al intentar las primeras genuflexiones de sus vidas. Conscientes de la imponente sobrenaturalidad de la sacramental epifanía, guardan monacal silencio, ostentan humildísima pose y, con religioso ademán, arrodillados, quedan fascinados por el fulgor de la custodia habitada por el Redentor y reciben con inocultable paz la bendición del Dios oculto bajo las apariencias del pan.

Mientras tanto, varios niños, de edades diversas, luego de haberse metido varias veces a espiar al Señor y a Sus adoradores, se aquietan y reciben la Bendición Eucarística, solemnizada por el brillo de los primeros rayos del sol y por el tintineo de una campana que, con gozo, uno de ellos porta. Entre los dinámicos párbulos, hay una niña que se destaca por su perfecta y delicada piedad externa. Es la hija de un pariah. Ella se regocija de estar junto al Señor. Sólo ella y Dios saben que pasa entre ellos dos, pero algo sucede.

Al comienzo de estas líneas hablamos de lucha y no exageramos. No es algo sólo teórico. Es también algo muy tangible. En breve, el dueño de la tierra de la escuela, dada en préstamo a las Hermanas, es un budista envenenado.

Él, temeroso de que estas tierras abjuren del panzón Buda para pasar a estar bajo el visible patrocinio del Salvador, con vehemencia protestó ante el Gobernador, diciendo que el ofreció el terreno para la escolarización de los niños y no para la plegaria de los pariahs.

¡Que Dios lo humille y convierta!

 

Desde los campamentos del Dios vivo,

 

Padre Federico, S.E.

Misionero en la Meseta Tibetana

17/III/17, Fiesta de San Patricio,

Impar apóstol de infieles

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30.03.17