De la Misión de los Testigos y el odium mundi
De la Misión de los Testigos y el odium mundi
La máxima oposición es entre Dios y Satán, y por ende entre el bien y el mal (y, por lo tanto, entre la santidad y el pecado).
Y como Dios es la Verdad misma y Satán es el padre de la mentira (cf. Jn VIII 44), entonces hay, evidentemente, una oposición teológica radical entre la Verdad y la mentira y, por tanto entre la santa fe católica y todas las herejías, tanto las herejías antiguas como las modernas, llámese nicolaísmo, monofisismo (en cualquiera de sus variantes, arrianismo, docetismo, etc.), protestantismo, islamismo, modernismo y neo-modernismo, en cualquiera de sus expresiones, sea la grüniana (esto es, la del benedictino Anselm Grün), la demelliana (la del jesuita, Anthony De Mello) y demás.
Hay, por tanto, una oposición radical entre la Iglesia y el mundo. La Iglesia es la Columna de la Verdad y el mundo es uno de los tres enemigos del alma, junto con el demonio y la carne.
La Iglesia Católica es la Iglesia de Dios y el mundo está regido por el diablo ya que, como enseña Mons. Straubinger comentando Jn XVI 11, el diablo es el príncipe del espíritu mundano. En efecto, «el espíritu mundano, no obstante las virtudes que suele pregonar, tiene como rector al mismo Satanás».
La Iglesia Católica se opone al mundo en cuanto que el alma de la Iglesia es el Espíritu Santo. Ahora bien, esto no significa que todos los católicos se opongan al mundo, sino sólo los católicos que quieren vivir piadosamente ya que «todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución» (II Tim III 12).
Dentro de la Iglesia, hay dos grupos, unos que están como en el centro de la Iglesia y los otros como en su periferia. Así lo dice Castellani, a quien seguimos particularmente en esta prédica:
«La Iglesia es santa, no porque no haya en ella posibilidades y aún focos de corrupción –como hay en un organismo sano focos de enfermedad- sino porque conserva un sistema nervioso que la hace estremecerse delante de la corrupción. Y este sistema nervioso son los hombres religiosos que en la Iglesia existen como en su centro, como contrapeso de los otros: los Martyres, los Testigos de Cristo. Once Apóstoles mártires contrapesan a Judas Traidor».
Entonces, los católicos que quieran ser piadosos recibirán al Espíritu Santo y serán así testigos de Cristo frente al mundo. Aclaremos que católicos piadosos no significa católicos afeminados, sino todo lo contrario. En efecto, como enseña San Agustín, en el libro X De Gv. Dei, «piedad—«eusebeia» la llaman los griegos— suele significar, hablando con propiedad, culto de Dios». Ahora bien, como «en lo mayor está incluido lo menor», Santo Tomás agrega, que «el culto debido a Dios incluye, como algo particular, el que se debe a los padres» y, por tanto, «el sustantivo piedad se refiere también al culto divino» (S.Th. II-II, CI, 1, ad 1um). Por ende, ya sabemos, si queremos estar en el centro de la Iglesia, seamos piadosos.
Entonces, los católicos piadosos, esto es, los que rinden culto sincero a Dios y son piadosos con su Patria y sus Padres, serán testigos en frente del mundo. Y serán testigos con la fuerza y la luz que les dará el Espíritu Santo, que es el Primer Testigo y el Testigo Interior que nos hace sentir la verdad de lo que Él dijo.
Esta «Misión de los Testigos» o Misión Testimonial es una Misión de Mártires ya que Martyr significa testigo en griego. Todos los católicos estamos llamados a alistarnos en esta Misión de los Testigos frente al mundo. El mundo nos responderá con odio (esto es el odium mundi), mas nuestra Misión Testimonial es conquistadora y divina y por tanto conseguirá conversiones, las cuales conoceremos en su totalidad el día del Juicio Final.
Este odium mundi se traducirá en persecución. Esta persecución tiene tres características: universalidad, variedad y centralidad.
Primero, es universal. Lo es en cuanto a su origen ya que puede venir de cualquier parte, incluso de donde menos se piense.
Es universal también en el sentido de que afecta a todos los hombres que quieran ser piadosos.
Es universal, a su vez, en el sentido de que ningún grupo etario se salva, ni aun los niños, como se ve en los Santos Inocentes, en los niños martirizados por odio satánico por medio del aborto promovido e implementado por el Nuevo Orden Mundial y como se vio en celebres niñas mártires, como Santa Inés (que tiene dos fiestas) y Santa Bárbara.
Es universal en cuanto que siempre hubo persecución y siempre la habrá. Siempre la hubo, desde el nacimiento de la Iglesia. De hecho, inmediatamente después de la triunfante Resurrección, San Esteban y los dos Santiagos, el Mayor y el Menor, fueron martirizados y luego todo el Colegio Apostólico y siete millones de mártires en Roma, debido a la instigación de los judíos ya que como decía Tertuliano, «Sinagogae Judaeorum fontes persecutionum», esto es, la Sinagoga de los Judíos es la fuente de las persecuciones.
Esta universalidad de la persecución es prueba de la supernaturalidad de la Iglesia.
La segunda característica de la persecución es su variedad, su variedad de formas: externa o interna, abierta o velada, física o moral. La interna es la de los disidentes (herejes y cismáticos) y la de los católicos fingidos, esto es los falsos hermanos, como los marranos. La velada es cuando, por ejemplo, la masonería tapa a los escritores católicos, silencia a los buenos sacerdotes e impide la enseñanza de la Religión en las escuelas.
La tercera característica de la persecución es su centralidad. Esto es, «la persecución es la ley de la Iglesia», como dice Castellani. «Es el trago mas aspero del cristianismo»… Pero, la consecuencia de vivirla no debe ser la destrucción de la esperanza sino el gozo exultante.
Que la Virgen nos alcance la gracia de morir luchando por Cristo Rey.
Padre Federico
21 V 23