De la posesa y los lamas
I.-
En una reciente crónica, intitulada “Magia negra budista”, ya dijimos algo de aquella aldea ignota, sita en el antiguo “Sur del Tibet”, llamada Laptschakha.
En estas líneas, nos referiremos a un tópico relacionado que también pone de manifiesto el innegable lazo que hay entre el Budismo y el Satanismo. No estamos tocando una canción de oído, no cortamos y pegamos de un pdf digitalizado ni tomamos lo dicho de wikipedia o google, sino que es algo que conocimos en plena Misión hablando con los mismos testigos.
En la incursión hecha hace unos días en Laptschakha, nos topamos con el referido Lama-Tulku, quien, no sé cómo, inmediatamente nos identificó como misioneros.
El Lama-Tulku nos contó varias cosas. Entre ellas, nos mostró la calavera con la que realiza rituales budistas. Oírlo, dentro del templo idolátrico, contar semejantes supercherías era como meterse un poco en la fauces del infierno. Pero, había que hacer lo posible para salvarlos de semejante ceguera…
El Lama-Tulku, que cree ser la reencarnación de un maestro budista de antaño, con grande entusiasmo, nos dijo que él estima que una de las vecinas es, muy probablemente, la reencarnación de la consorte del lama que en él se habría reencarnado. Se trata de la mujer que trabaja en el kiosko de la aldea. Una chica joven, cuyo nombre es Sanguey.
II.-
Habiendo escuchado semejante cosa, le pregunté: “¿por qué crees que ella es una tulku?”. Tulku, valga aclararlo, significa “reencarnación de un gurú (u otro importante ser) del pasado”. El lama me indicó con gusto los signos que denotarían la condición de tulku de Sanguey…
Ella todos los 15 y 30 de cada mes, se enferma súbitamente, queda paralizada durante una hora y luego se siente invadida por un espíritu y entra en trance. Estando en tal estado, ella comienza a hablar en lenguas extrañas, como ser el tibetano. Al hablar, pasa mensajes a quienes la ven. El contenido de sus locuciones es básicamente siempre el mismo: son mandatos a observar el Budismo y, de modo especial, estando en trance, ordena a los demás ir a limpiar el templo de los dioses budistas y adorarlos. Suele, a su vez, mandar a los aldeanos que se abstengan de carne, observando riguroso vegetarianismo. Todos estos mensajes, cree ella, provienen del espíritu que,
con apariencia de monje tibetano, la invade durante estos extraños asaltos quincenales.
(En la foto se ve a Sanguey, dando culto a la ídola protectora del Budismo. No sé porqué el lama le vendó los ojos para este triste ritual)
Ella, de facto, es la que da las órdenes a los lamas budistas. Los monjes, obedientes a la kioskera en trance, siguen puntualmente sus preternaturales locuciones… Los simples aldeanos, sin más, obedecen a los lamas, que son quienes ostentan la máxima autoridad fáctica y moral del perdido poblado de Laptschkha.
Ella, evidentemente, está posesa, por uno o varios demonios, lo cual se ve confirmado por otros fenómenos que los lamas sospechan santos: levitación y sansonismo. Este último, para quien no lo sepa, es el término técnico usado por los exorcistas para referir la extrema fortaleza de los poseídos.
La situación de la aldea de Laptschakha es triste en exceso: uno o más demonios manejan a una joven, ella guía a los monjes y estos dominan al pueblo. Es una aldea satanocéntrica. Sin saberlo, claro. Pero, objetivamente, lo es. No por nada, es una aldea que parece blindada al Evangelio. Recuerdo, una de las casas que visitamos es habitada por una señora que quiere ser cristiana pero
no se anima puesto que la sociedad la condenaría al ostracismo.
III.-
Quise acercarme a la pobre posesa, pero ella es muy tímida. Es muy poco sociable. Ni siquiera va a la escuela ya que los asaltos demoníacos se lo impiden.
Tampoco puede casarse ya que los lamas no le permiten comprometerse con nadie hasta que un alto monje (un Rimpoche) no la examine debidamente para comprobar si es, o no, una tulku, esto es, una encarnación de la consorte de un lama del pasado.
Mientras tanto, ella transcurre sus días, atendiendo el kiosko y entrando en trance, habitada por uno o más demonios y… sufriendo horrores.
Sabemos que sufre puesto que ella misma nos lo comentó. No a mí, con quien no quiso hablar palabra, sino que, por intérposito intérprete, se lo dijo a las dos voluntarias francesas que nos acompañaron en tan particular expedición misional. Ellas repetidas veces le ofrecieron agua bendita, pero ella, la rechazó, sin conocer la condición sacral de aquella bebida.
Ella les dijo que está padeciendo mucho y que quiere ser liberada. No aguanta más. Y no hay quien la atienda pues allí no hay ningún cristiano y el Sacerdote más cercano está a casi un día de viaje. No hay rutas ni camino ni internet.
Lamentablemente, el Obispo de la diócesis no cuenta con exorcista ya que algún curita moderno lo convenció de que con no-se-qué oraciones carismáticas basta y sobra.
Recemos al Dios Altísimo y a todos los Santos exorcistas, por la liberación y conversión de Sanguey. Encomendémosla a María Santísima, ante quien tiembla el averno todo.
Si un exorcista la libera, ella recobraría cierta paz y podría darse la conversión de toda la aldea. Recemos.
¡Viva la Misión!
Padre Federico, S.E.
Misionero en la Meseta Tibetana
16/III/17