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31.03.24

De la primera Pascua de los Tapersuanos y las Operaciones Especiales

31-III-24 (Dominica Resurrectionis), Mingpou-Montai.

I.

La etnia Lhoppo ayer celebró la Pascua. Según nuestros reportes y nuestro conocimiento del terreno, fue la primera vez en la Historia que este grupo étnico celebra la Resurrección del Señor.
En la remota e ignota aldea de Tapershhu, una de las más importantes del diminuto pueblo Lhoppo, la Orden San Elías ha tenido el privilegio de celebrar toda la Semana Santa y especialmente todo el Triduo Pascual, lo cual fue un desafío total no sólo por el comunismo estatal sino porque es una tribu cuya lengua de sonidos extraños carece de alfabeto y ningún lingüista la estudió aún.
Esta fue la cuarta expedición apostólica que la Orden San Elías hace en los dominios de la etnia Lhoppo.
Fue probablemente la más fecunda aunque por momentos, percibimos que todo el trabajo misional se iba a derribar a pedazos ya que un triple miedo (humanamente muy natural) acechaba a muchos nativos: un miedo social (al “qué dirán” los demás si uno hace algún gesto cristiano osado, como ser prestar un martillo a los misioneros para que estos hagan una cruz); un miedo policial (que tiene su lógica en un régimen aún oficialmente marxista) y un tercer tipo de miedo que nos llamó la atención pero también es humanamente lógico: un “miedo místico”, que es una especie de temor pagano de Dios, esto es, de miedo de que el nuevo culto (el cristiano) desagrade al Creador o, quizás, a algunos espíritus o ancestros.
Ese triple miedo, configurándose en unas almas más que en otras (salvo en los niños y en una abuela que está perdiendo la vista), fue un obstáculo que, cual fuego atizado por el diablo, se alzó para tratar de frustrar los humanamente absurdos esfuerzos misionales.
Como dijimos, la tríada de marras tenía su lógica. De hecho, anteayer, vino la policía a cobrar su “estipendio”. La Divina Providencia quiso que entonces no estuviésemos en la misión sino en un puesto ubicado a una hora de viaje (el punto Bravo), a donde habíamos ido para celebrar el Jueves Sacerdotal comiendo unos platos nativos en una terraza ubicada en un mirador entre montes y pastizales… Como se imaginarán, en la misión no hay chance de aburrirse, realmente. Pasan muchas cosas, pero aburrimiento no hay.

II.

Hago un paréntesis para darle algo de contexto a la Pascua Lhoppo.
Como constataba el Beato Paolo Manna, en su clásico libro “La conversión del mundo pagano”, hoy el clero está magníficamente mal distribuido. La inmensa mayoría de los curas está en países de tradición católica (a veces incluso peleándose para ver quién hace tal o cual ministerio y preocupados de no perder un puesto o capilla), mientras que en el mundo pagano hay un número ridículamente escaso de sacerdotes, en zonas donde la Iglesia Católica no existe, donde uno puede pasar días o semanas manejando la 4x4 sin ver ni siquiera una iglesia católica, un cura o una cruz.
Por eso, hoy la Orden San Elías se ve obligada (obligada por la caridad pastoral) a abarcar varias misiones a la vez ya que de otro modo millones de almas morirían sin tener la posibilidad de amar a Cristo. Como somos católicos, sabemos el enorme poder salvífico que tiene la sola recitación de los Santísimos Nombres de Jesús y de María y también conocemos, por tanto, que tiene muchas más posibilidades de salvarse quien conoce e invoca alguna vez el nombre de Jesús y de María (aunque muera sin bautismo de agua en una meseta sin clero ni comunidad cristiana) que quien jamás invocó estos nombres.
Por eso, en virtud del envío misionero que nos dio el Papa a la Orden San Elías, buscamos sembrar a Cristo todo lo posible en la mayor cantidad posible de regiones extensísimas donde la Iglesia no existe, donde no llegan los turistas, donde las trabas humanas y geográficas son muy acentuadas, donde no hay nada de nada, aunque quizás haya habido algo hace siglos (cosa que nos es imposible saber).
Dividimos la acción en “Operaciones Especiales” y cada una de ellas en “Expediciones Apostólicas”, con objetivos definidos, todo lo cual gracias a Dios está dando frutos visibles de crecimiento misionales en zonas y etnias que si nosotros no alcanzábamos nadie lo iba a hacer. Estamos formando un comando misional de laicos varones para que la acción misional de primera línea de fuego sea lo más continua e incisiva posible y para poder llegar antes que las sectas protestantes norteamericanas que tienen una logística tremendamente eficiente y una financiación asombrosa (mientras nosotros luchamos con la falta de todo).

III.

Una de las Operaciones que llevamos a cabo es “Black Mamba”, que busca plantar el primer núcleo de la Iglesia lo más rápido posible en una zona de plantaciones de opio ubicada en el sudeste asiático antes que lleguen las sectas protestantes o la policia. Una de las etnias a las que apunta Black Mamba es la tribu Lhoppo, que ya son nuestros amigos y que ayer tuvieron su primera Pascua.
La primera vez que contactamos esta aldea ellos no conocían ni el nombre de Jesús. Fue todo “desde cero” absolutamente. Esta fue nuestra cuarta expedición a la aldea y por eso ya conocen el nombre de Jesús y Maria y muchos conocen bastante más, aún así todavía es todo muy nuevo para ellos. Encima, el único joven que habíamos bautizado se mudó a una zona lejanísima (lo cual tiene, de todos modos sus ventajas ya que podrá difundir la fe allí). En esta cuarta expedición pudimos bautizar un segundo joven (cuya historia es un poco extrema), llamado Auan, que ahora se agregó John ya que Auan no está en el catálogo de los Santos (esperemos que él sea el primero).
Durante días estuvimos anunciando y predicando la proximidad de la Pascua, que era como hablar del alfabeto japonés en la ciudad de Buenos Aires. Dimos por sentado que los nativos, al menos los más amigos, nos iban a ayudar aunque más no sea con la logística más elemental, pero el triple miedo (social, policial y místico) detuvo potenciales cooperadores a tal punto que no nos querían prestar ni un martillo si era para clavar una cruz.
El Viernes Santo nos configuramos con la Pasión de Cristo abandonando tarde la aldea en la 4x4. En el viaje, entre las constantes curvas de la peligrosa ruta de montaña, decidimos hacer una Pascua para niños y para Anastasia, la única persona bautizada que vive en la aldea (la bautizamos en la expedición pasada y persevera constante en la fe, lo cual es milagroso ya que ella solo habla lhoppo y un mínimo de mandarín). En el viaje asumimos que lamentablemente no tendríamos una Pascua “triunfalista” llena de gente, sino una Pascua minimalista (una “Pascua de Viernes Santo”, si cabe el oximoron).
Al final, dejado, “Charlie” y llegados al punto “Bravo” (uso la divertida jerga que me enseñó un voluntario), defendí en línea mi tesis doctoral en Teología (cuyo objetivo fue una refutación de Anselm Grün, el Pope de la espiritualidad modernista), y luego me llaman dos aldeanos por WhatsApp para decirme que habían tenido un “conciliábulo aldeano” con la participación de un número extraordinario de hombres (que se habían reunido porque Shila y otros habían cazado un jabalí). Filipo (como lo bautizamos (si bien aún no lo bautizamos con agua) me informó solemnemente que los hombres del “Consejo del Jabalí” (que pudo operar sin problema ya que el precepto de abstinencia aún no los obliga) decidió que se celebrará la Pascua en la aldea pero que (el matiz no es menor y más que matiz es un infernal desliz) no asistirán a la misa más que tres almas debido al predicho “miedo místico”.

El Sábado Santo a la mañana no parábamos de recibir llamadas de los nativos. Querían ayudarnos a comprar el chancho. Se nos había ocurrido comprar un cerdo ya que es el plato preferido de los Lhoppo. En efecto, comen puerco sólo en dos ocasiones: en las bodas y en año nuevo.
Desayunamos rápido momo en el local de un chino amigo y nos subimos a la 4x4 para ir a tratar de conseguir el chancho, que compramos en los dominios de la tribu Yang, donde vimos una señora joven trabajando con un telar, que solo habíamos visto en museos indígenas. Compramos el chancho más grande, que según el impreciso método de medición, pesaba 132 kilos (le dieron una última merienda antes del pago para que engorde un poco más).

 Pesando el chancho pascual

Pesando el chancho pascual

 

IIII.

Finalmente, vino toda la aldea a celebrar la Pascua.
Según me dijo el jefe y vimos con nuestros ojos, eran unas 230 almas, contando mujeres y niños. El jefe me dijo que nadie se quedó en su casa. Todos participaron de la Pascua y así empezó a desmoronarse el muro del paganismo y del triple miedo. Vino hasta el chamán, que cuando le prediqué lo básico me respondió sonriente con una llamativa anglofonía: “OKEY“, reforzada con un pulgar hacia arriba. Habría sido muy divertida una visita policial, pero no habrán podido venir (tampoco los invitamos)…
La Pascua fue un gozo. Creo que nunca inflé tantos globos en mi vida, cosa que les fascina a los niños lhoppo. Los tirabamos al techo, a veces llenos de agua, y jugaban a ver quien los atrapaba. Algunos llegaron a tener un almacén de globos. Nos llenó de gozo ver varios niños con las medallitas de la Virgen del Buen Suceso colgadas del cuello, las cuales les habíamos dado el día anterior. Incluso al menos una de las señoras, la mamá de Chiaiou, tenía su medalla.
Lo mejor de la Pascua y de toda la misión fue ver como todos los niños de la aldea se llenaron de amor a Jesús y a María, que les inspiró el Espíritu Santo cuando les enseñábamos unas antiguas imágenes de los divinos misterios. El jefe aprobó todo eso.

El chamán lhoppo examinando atentamente las imágenes de los divinos misterios

El chamán lhoppo examinando atentamente las imágenes de los divinos misterios

Hay mucho más para contar, pero dejo acá porque se me perdieron las gotas de los ojos y el teléfono se me cae por lo malo que está el camino (ir en la 4x4 acá tiene visos de montaña rusa).
Celebramos la misa de Vigilia Pascual (después de releer Fortescue, o “el Forto” como le decimos), con el fuego prendido por unos paganos (uno de los cuales pidió oraciones). Tiramos fuegos artificiales coronados por un estruendoso Alleluia.

Gritamos Alleluia todo lo posible. Predicamos públicamente el kerygma en el sermón pascual oído por muchos. Al final, todo el mundo estaba por momentos absorto mirando la misa y varios seguían con su cirio pascual la misa haciendo las posturas que les decíamos. Y Anastasia, de rodillas, comulgó.
El jefe, al principio algo reacio debido a su miedo místico, finalmente brindó en público diciendo espontáneamente “¡¡¡Gracias Jesús!!! ”.
Recemos para que la próxima tengamos un bautismo masivo.

¡Que Cristo Resucitado llame a muchos jóvenes a engrosar los Comandos Misionales!*

¡Felices Pascuas de Resurrección!

*Para esta finalidad, a modo de cinco panes y dos peces, escribo esta crónica (venciendo el espantoso escrúpulo causado por el temor de contradecir lo de la mano derecha y la izquierda).

25.12.23

Navidad, Santidad y Secreto

Navidad, Santidad y Secreto

(Misa de Gallo MMXXIII, Xaverianum - P. Federico Highton, SE)

Hoy es Navidad. Navidad, en la concepción popular, evoca esperanza, amor, esto es, caridad, fe, paz, amistad, perdón y, en definitiva, alegría o, más bien, felicidad, todo lo cual es cierto, plenamente cierto. Ahora bien, es oportuno preguntarse qué es lo más propio de la Navidad, esto es, cuál es el bien más directamente relacionado con la Navidad. 

Si tenemos en cuenta que de las siete cosas mencionadas, tres son virtudes, las virtudes más importantes y decisivas, otras tres son como efectos de las mismas y la última, esto es, la felicidad (que no consiste sino en la misma santidad) es como el fin de las seis anteriores, a riesgo de decir algo radicalmente evidente, podemos concluir que lo más propio de la Navidad es la Santidad. 

Navidad es el nacimiento en el tiempo del Tres Veces Santo, el Buen Jesús, que es la Santidad por esencia, que nació en carne de la Reina de Todos los Santos, la Virgen Santísima.

Navidad es el nacimiento en el tiempo del Tres Veces Santo, el Buen Jesús, que nació para que nosotros, los pobres pecadores, tiremos a la basura el hombre viejo (Col III 9-10) y nazcamos a la vida sobrenatural. 

Navidad es el nacimiento en el tiempo del Tres Veces Santo (Apoc IV 8), el Buen Jesús, el Divino Niño, que nació para que seamos santos. Es más, podemos osadamente afirmar que Dios nació en el tiempo para que el hombre se haga Dios ya que, como enseña osadamente San Agustín, “Dios se ha hecho hombre para que el hombre sea Dios”. 

Pero, ¿cómo es esto de que el hombre está llamado a hacerse Dios? ¿Acaso estamos promoviendo el pecado gnóstico expresado en la fórmula del “sereis como dioses” (Gen III 5) que describe el pecado adámico? ¿Acaso nos volvimos seguidores de los gnósticos Basílides, Moisés de León, Maestro Eckhardt, Jorge Hegel, Karl Gustav Jung, Anselmo Grun o los jesuitas Teilhard de Chardin, Karl Rahner o Pablo D’Ors? No. Dios se ha hecho hombre para que el hombre sea Dios, pero no para que sea Dios por esencia, sino, como enseña San Juan de la Cruz, “Dios por participación”, esto es, Santos.

Navidad es el nacimiento en el tiempo del Tres Veces Santo, que nació para que seamos santos. 

Pero, ¿cómo alcanzar la Santidad? ¿En qué consiste la Santidad? ¿Cómo podemos superar el quedarnos en el archi-repetido lugar común que nos dice “Todos estamos llamados a la Santidad” estancándonos sin progresar ni dos metros en la vida espiritual (haciendo de cuenta que la podemos medir métricamente)? 

Hay bibliotecas de Ascética y Mística que lo explican en largos tomos, pero, para terminar este breve sermón navideño, que debe acabar ahora ya que nos esperan los villancicos, el pan dulce y los fuegos artificiales, sólo por hoy, en esta fascinante noche de Navidad, de la mano del Padre Castellani, haremos un resumen en sesenta segundos sobre cómo alcanzar la Santidad.

Empecemos a contar el minuto. Como dice Castellani, “todo hombre debe hacer para Dios una cosa inimitable, aquello que él solo puede dar, aquello para lo cual, de la Noche del No-Ser [1], el Ser Supremo lo suscitó, con el grito de un Nombre propio que Él solo sabe… En suma, la Moral íntegra es viva: comprende además de la parte negativa, que nos veda tal y tal acto esencialmente desordenado, una parte positiva que es más importante, cuyo primer precepto nos ordena ‘llegar a ser lo que somos’, edificar nuestro destino, devenir lo que Dios soñó de nosotros, es decir, obedecer a nuestra vocación, a nuestro particular llamado de arriba. Todo el Evangelio rebosa esta verdad” (2). 

Ésto es lo que dice Castellani y ésto es lo que rezan los Estatutos Eliatas en su sexto artículo cuando habla del secreto místico citando 1 Cor VII 7 donde el Espíritu Santo nos revela que “cada uno recibe del Señor su don particular: unos este, otros aquel”. 

Que en esta santa noche de Navidad, el Niño Dios le conceda a cada uno de nosotros el insuperable regalo de hacer aquella sublime e inimitable contribución personal en pro de la edificación del Cuerpo Místico de Cristo que cada uno está misteriosamente llamado a hacer, esto es, que cada uno haga para Dios esa cosa inimitable y absolutamente extraordinaria que Dios dispuso que cada uno haga y que nadie salvo uno mismo puede conocer y hacer, mas que solo se puede conocer y hacer con la gracia de Dios, como instrumento de Dios, esto es, si usamos la analogía de la Patrona Misional, como si fuésemos una pelota con la que juega el Niño Dios, que hoy nace en el tiempo para que los hombres nazcamos en la Eternidad y nos matemos de risa por los siglos de los siglos, después de que nos hayamos empleado a fondo en la breve aventura de un empinado y cada vez más riesgoso destierro militante.

¡Feliz y Santa Navidad!

(1) Esta expresión entre comas la movimos de lugar.

(2) L. Castellani, Prólogo en Palacio, E., “La Historia Falsificada”, Difusión, Buenos Aires 1939, 25-26, cit. en L. Castellani, Domingueras Prédicas II, C. Biestro (ed.), Jauja, Mendoza 1998, 327, n. 6.

24.12.23

¿Bendiciones al "concubitum ad non debitum sexum"?

En los confines del ciberespacio, nos encontramos con un pío y útil formulario deprecatorio ad libitum para parejas que caen bajo lo que Santo Tomás de Aquino llama “concubitum ad non debitum sexum, puta masculi ad masculum vel feminae ad feminam, ut apostolus dicit, ad Rom. I, quod dicitur sodomiticum vitium” (S.Th. II-II, q. 154, a. 11). A continuación, adjuntamos el mismo en sus versiones castellana y latina. Prosit!

S. El Señor esté con vosotros. 

R. Y con tu espíritu. 

S. Oremos. 

Señor, que observando la tierra de Sodoma y Gomorra (Gn 18, 20-21),  repugnaste a esos pésimos hombres (Gn 13, 13) y les enviaste fuego y  azufre (Gn 19, 24-25) para borrar su memoria de la tierra (Sal 34, 17). Señor, que ordenaste antiguamente a tu pueblo dar muerte a todo aquel  que durmiera con varón copulando como mujer, pues ambos son  abominables (Lv 20, 13) 

Señor, que por medio de tu Apóstol enseñaste que las parejas de  hombres o sodomitas no poseerán el reino de los cielos (1Co 6, 9-10). Señor, que no quieres la muerte del pecador sino mejor que se convierta  y viva (Ez 33, 11). 

Pon tus ojos, te pedimos, Señor Dios, en tus hijos aquí congregados y,  compasivo, no tengas en cuenta sus pecados. Envía tu Espíritu y dales  un corazón nuevo (cf. Ez 33, 26-27), para que sus almas se conviertan a  ti y sus vidas se reformen conforme a las perennes enseñanzas de la  santa Iglesia Católica. Dirígelos por tus sendas para que no caminen  continuamente en tinieblas y en sombras de muerte (Lc 1, 79).  Conmínalos para que no se presenten indignos ante tu trono en el día de  la ira y sean arrojados a las llamas eternas. Aparta tu ira y concédeles la  gracia de dirigir sus pasos según a ley natural y, en el último día,  congrégalos en el seno de Abraham junto con todos tus fieles, para que  con ellos te alaben por los siglos de los siglos. Amén. 

Os bendiga Dios todopoderoso, +Padre, +Hijo y +Espíritu Santo. Amén. 

S. Id, y en adelante no pequéis más (cf. Jn 8, 11). 

R. Demos gracias a Dios.

 

—-

Versión en latín:

S. Dóminus vobíscum. 

R. Et cum spíritu tuo. 

S. Orémus. 

Dómine, qui aspíciens super terram Sodomórum et Gomorrhórum,  despexísti illos péssimos hómines et ignem sulfúrque missísti, ut perdas  de terra memóriam eórum. 

Dómine, qui olim præcepísti pópulum tuum mortem effícere  quibuscumque dórmiant cum másculo coitu femíneo, quia utérque  operáti sunt nefas. 

Dómine, qui per Apóstolum tuum docuísti quod masculórum  concubitóres seu páthici regnum cælórum non possidébunt. Domine, qui non vis mortem peccatóris sed ut magis convertátur et vivat. 

Réspice, quǽsumus, Dómine Deus, in fámulis tuis hic congregátis et,  clementer, ne despícias peccáta sua. Emítte Spíritum tuum et da eis cor  novum, ut ánimas suas ad te convertántur, et vitas suas secúndum  perénnes doctrínas sanctæ Ecclésiæ Cathólicæ reforméntur. Dírige eos in  vias tuas ne in ténebras et in umbra mortis contínuo ámbulent. Commína  eos ne indígne ante thronum tuum in die irae adstent et in flammas  ætérnas ejiciántur. Avérte iram tuam et concéde eis grátiam secúndum  legem naturálem gressos suos dirigendi, atque, in último die, congréga  eos in sinu Abrahae cum omnibus fidélibus tuis ut cum eis te láudent, in  sǽcula sæculórum. Amen. 

Benedícat vos omnípotens Deus, + Pater, et +Filius, et +Spíritus Sanctus.  Amen. 

S. Ite, et nolíte ámplius peccáre.  

R. Deo grátias.

 

 

23.12.23

Historia de la Iglesia

Autor: R.P. Dr Christian Ferraro

        No es fácil enseñar Historia de la Iglesia.

        Para enseñar Historia de la Iglesia hace falta ser teólogo y tener una comprensión teológica de la historia.

         «Ser teólogo» significa que el primer principio que ilumina cualquier otro desarrollo especulativo o teorético es el dato de fe y, respondiendo a éste, el acto de fe. Sin ello, no hay teología alguna, ni, en rigor, teólogo: habrá solamente un hombre mediocre proponiendo ideas personales y utilizando una cátedra para promocionarse llenando de tonteras la cabeza de sus oyentes y de monedas sus propias arcas.

        «Tener una comprensión teológica de la historia» significa entender claramente y mostrar a cada paso cómo los principios trascendentes de la historia regulan u orientan su marcha. Los dos grandes principios trascendentes de esa historia son la encarnación del Verbo [junto, evidentemente, al mysterio pascual] y, de modo muy particular, la Parousía: es decir, la primera y la segunda venida del Señor. A estos dos principios «estáticos» se añade el principio «dinámico» de la Providencia: la sabia prudencia divina que guía la historia haciendo que las voluntades libres de los hombres misteriosamente sirvan a Sus fines.

        Los «profesores», si así se los puede llamar, enfermos de [neo]modernismo, cuyos intelectos están configurados por la mentalidad progresista y evolucionista, caen inexorablemente en una presentación de la historia de la Iglesia que Hegel consideraría esclava de la mala infinitud (schlechte Unendlichkeit), patológicamente ligada a la dispersión horizontal de la factualidad.

        Justamente, uno de los más graves errores cuando se enseña Historia de la Iglesia en los seminarios y universidades –salvo excepciones estadísticamente significativas– consiste en limitar dicha enseñanza a la descripción resumida de los hechos, a un aglomerado de datos y episodios acerca de los cuales, en el mejor de los casos, se presenta alguna que otra causalidad intrahistórica, mostrando el influjo que un evento habrá podido tener sobre otro, «causas y consecuencias». A esto se añade, en numerosos casos, el recurso frecuente a alguna que otra ironía, crítica o chiste fácil sobre las miserias históricas de algunos hombres de Iglesia. De esto último disfrutan indisimuladamente los neomodernistas, que no dejan pasar oportunidad alguna para vilipendiar a su madre la Iglesia y para alabar a cuanto hereje o enemigo del evangelio se haya opuesto a ella.

        En cambio, el buen historiador católico muestra claramente y a cada paso cómo el «Espíritu le habla a las iglesias» (cfr. Apokalypsis 2,17) y cómo el fin de la historia ordena y ejerce su señorío tanto sobre la Iglesia misma como, aún sin que ellos lo sepan, sobre sus enemigos.

        Por eso, la enseñanza de la Historia de la Iglesia no es ni puede ser neutral sino que siempre incluye una valoración crítica del propio tiempo histórico a partir de la primera y de la segunda venida.

        La pérdida de la conciencia parusíaca, o sea la pérdida completa de la actitud expectante con respecto a la próxima venida del Señor, es un resultado directo de la falta de fe y de visión trascendente: por eso es característica del neomodernismo, y de todos los malos [ya de facto, ya de iure] pastores que se encuentran bajo su órbita.

        En términos estrictamente filosóficos, se trata de la oposición entre fenomenología y metafísica; en términos estrictamente teológicos, de la oposición entre inmanencia antropocéntrica y trascendencia cristocéntrica.

 

        ¡Buen Adviento a todos los amigos!

 

P. Christian Ferraro

5.12.23

13.11.23

Fundamentos escriturísticos, cristológicos y hagiográficos de la virtud de la parresía

Nota preliminar

Hace mucho no publicamos nada por falta de tiempo ya que estamos preparando algunos libros, inter alia. Vamos a tratar de recuperar la frecuencia para este apostolado virtual. 

Les dejo un escrito breve sobre los fundamentos bíblicos, cristológicos y hagiográficos de la virtud de la parresía. Que Dios nos la conceda.

In Domino et Domina

Padre Federico

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De algunos fundamentos escriturísticos, cristológicos y hagiográficos de la virtud de la parresía 
 
I.
 
La virtud de la parresía mueve a anunciar la Santa Fe Católica “a la luz del día” (Mt X, 27) pregonándola “desde las azoteas” (Mt X, 27), sin temer “a los que matan el cuerpo” (Mt X, 28), siendo nuestro “lenguaje ´Sí´por sí, ´No´por no” (Mt V, 37) sabiendo que “lo que de esto pasa proviene del malvado” (Mt V, 37).
El católico parresíaco contra viento y marea, anuncia a Jesus, Aquel que dijo “todo aquel, pues, que se declare por mí ante los hombres, también yo me declararé por él ante mi Padre, que está en los cielos; mas quien me niegue a mí ante los hombres, también yo le negaré a él ante mi Padre, que está en los cielos” (Mt X, 32-33).
Como San Pablo, las almas parresíacas “renuncia(n) a todo encubrimiento vergonzoso del Evangelio” (2 Cor 3) y proceden “sin adulterar la palabra de Dios” (2 Cor 3), “dando a conocer la verdad” (2 Cor 3), “siempre y cabalmente” (sal 118).
Aunque todos cedan ante las modas del siglo y “aunque tiemble la tierra con sus habitantes” (sal 74), el apóstol parresiaco cual “profeta del Altísimo” (Lc 1) con todo fervor, “expone la sabiduría, [y] su lengua explica el derecho; porque lleva en el corazón la ley de su Dios, y sus pasos no vacilan” (sal 36). El apostol parresiaco, por tanto, siempre podrá decir, con el Salmista que “odi(a) la senda del engaño” (Sal CXIX, 104) y que “aborre(ce) el camino de la mentira” (Sal CXIX, 128).
Estamos llamados anunciar a Cristo Crucificado “con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”, como nos pide la Iglesia (EG,259), siendo centinelas que ni de día ni de noche dejen de anunciar el nombre del Señor.
Mientras tantos “discursean profiriendo insolencias [y] se jactan los malhechores” (sal 93), las almas parresíacas reaccionan haciendo suyo el celebre clamor de Santa Catalina de Siena: “¡Basta de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido!".
 
II. 
 
El gran mal del mundo actual es quizá la hipocresía, la cual consiste en fingir cualidades contrarias a las que verdaderamente se tienen. Contra este mal, la virtud más urgente es la parresía, que hoy apenas existe. Por eso, urge la predicación parresíaca ya que de este modo los fieles hallarán un estimulante ejemplo de la virtud opuesta al gran mal de nuestra época –y se verán movidos a emularlo- y el mundo podrá conocer la vera doctrina de Cristo y admirar la coherencia y la osadía de los hijos de Dios.
A este respecto, valga tener presente que el hombre actual mas que profesores, necesita testigos enardecidos de la Verdad. Por eso, para dialogar con el mundo actual, los interlocutores privilegiados son los testigos encendidos de la Verdad Crucificada –que dan razón de su esperanza-, y no los “perros mudos” y los expertos en negociaciones.
No sólo está la hipocresía de los malos –que llaman mal al bien, y bien al mal- sino de la de los supuestos fieles de Cristo. La “hipocresía de los fieles” se traduce muy a menudo en un esquizofrenia existencial que consiste en la profesión y práctica privada de la Fe y en un simultáneo silenciamiento (o disimulo o negociación) de la Fe en la vida pública.
Sabiendo que la situación actual es semejante a la de los primeros cristianos que, en medio de persecuciones, luchaban para evangelizar el Imperio Romano y que, como advierte la Iglesia, “la humanidad vive en este momento un giro histórico” (EG,52), estamos llamados aprovechar la coyuntura del Tercer Milenio para anunciar a Cristo al mundo entero, sabiendo que, como nos advierte el Sumo Pontífice, por la acción divina, todos los acontecimientos “se encaminan al cumplimiento de planes superiores e inesperados” (EG,84) pensados por Dios desde toda la Eternidad.
Estamos llamados al testimonio parresíaco para que Dios sea máximamente glorificado y para que se salven las almas, esto es, a buscara salvar las almas participando así de la Misión de Cristo que vino a salvar “a su pueblo de sus pecados” (Mt I, 21). A este respecto, recordemos con San Pablo, que “el mismo Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas», ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para que demos a conocer la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo” (2 Cor 3).
Los católicos tenemos a la vista para emularlos los máximos ejemplos de parresía con que Dios nos edificó a lo largo de la Historia, empezando por nuestro Señor Jesucristo, Quien es la misma Santidad.
El Señor nos da un ejemplo insuperable de parresia. En efecto, al Señor lo mataron por predicar la Verdad. Como enseña Santo Tomás, “querían matarle no en cuanto transgresor de la ley, sino en cuanto enemigo público, porque se hacía rey” (III, q. 47, a. 4, ad 3um). El mismo ejemplo de vida del Señor nos convence de que hay que proclamar con más énfasis aquellos artículos de la fe que el mundo más rechaza. Mas, ¿para que hacer esto? En primer lugar en atención a confortar a los fieles en su fe y en segundo lugar para enseñar a los que no saben y luego porque la misma proclamación que suscita la auténtica caridad pastoral, obra como exorcismo.
El mismo Señor dijo, “No he hablado nada a escondidas” (Jn 18,20). En efecto, Cristo no enseño “nada a escondidas, porque exponía toda su doctrina, bien a todo el pueblo, bien a todos sus discípulos. De donde escribe Agustín In loann.: ¿Quién habla a escondidas cuando habla en presencia de tantos hombres? ¿ Y más cuando, hablando a pocos, quiere que, por medio de ellos, sea conocida por muchos?” (III, q. 42, a. 3). Cuando el Señor “creyó digno comunicarles [a sus discípulos] su sabiduría, no se lo enseñó a escondidas, sino en público, aunque no todos lo entendiesen” (III, q. 42, a. 3, ad 2um).
A su vez, como de El se había profetizado en Is 8,14, El fue piedra de tropiezo y piedra de escándalo para las dos casas de Israel.
He aquí que el Señor, a pesar del escándalo de los fariseos, enseñaba públicamente la verdad, que ellos aborrecían, y reprendía sus vicios. para procurar la salvación del pueblo, como explica Santo Tomas: “Y por eso, en Mt 15,12.14 se lee que, cuando los discípulos dijeron al Señor: ¿Sabes que los judíos, al oír tus palabras, se han escandalizado?, les contestó: Dejadlos. Son ciegos y guías de ciegos. Si un ciego guía a otro ciego, ambos caen en la fosa” (III, 42, 2).
Mencionamos algunos otros arquetipos para nuestro espiritual aprovechamiento en lo que toca a la adquisición y ejercicio de la virtus de la santa parresía: los Precursores del Señor, el de Su Primera Venida. San Juan Bautista y el de Su Segunda Venida, San Elías; los Santos Apóstoles; San Esteban; San Atanasio, San Juan Crisostomo, San Francisco Xavier, San Vicente Ferrer, San Berardo y Compañeros Mártires, San Nicolas Tavelic y Compañeros Mártires, San Francisco Solano, entre tantos otros.
San Juan Bautista, flecha bruñida cuya boca era espada afilada (cfr. Is 49: “Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida llamado por el Señor"), el mayor “entre los nacidos de mujeres” (Mt XI, 11), modelo inmenso de predicador parresíaco, fue comparado por el mismo Verbo con el campeón de la parresía profética, San Elías. El parangón entre ambos es tan cercano que el Señor dijo que el Precursor “es Elías el que ha de venir” (Mt XI, 14). San Jerónimo nos explica esta comparación, subrayando la parresía que a ambos contradistinguía. San Elías se vio obligado a huir por haber reprendido el rey Acab y a Jezabel por sus impiedades ( 1Re XIX), y éste es decapitado por haber reprendido a Herodes y a Herodias, por sus bodas ilícitas ( Mc VI)”.
San Juan Bautista, como dice San Beda, padeció mucho por Cristo, pero “todos aquellos tormentos temporales no le resultaban penosos, sino más bien leves y agradables, ya que los sufría por causa de la verdad y sabía que habían de merecerle un premio y un gozo sin fin". Es mas, “la muerte —que de todas maneras había de acaecerle por ley natural— era para él algo apetecible, teniendo en cuenta que la sufría por la confesión del nombre de Cristo y que con ella alcanzaría la palma de la vida eterna”
San Francisco Solano, por mencionar un ejemplo, fue un modelo de parresia. De él se cuenta lo siguiente, como señala el Padre Iraburu en su gran libro “Hechos de los Apóstoles de América":
 
“Salía del convento a visitar la cárcel y los hospitales, a conversar con la gente de la calle, y no precisamente de las variaciones del clima. Sacaba el crucifijo de la mano, y les decía: «Hermanos, encomendáos a nuestro Señor, y queredle mucho. Mirad que pasó pasión y muerte por vosotros; que éste que aquí traigo es el verdadero Dios». Su parresía apostólica, su libertad y atrevimiento para transmitir el mensaje evangélico, era absoluta. En el corral de las comedias, lugar mal visto y medio censurado, él entraba tranquilamente, irrumpía en el tablado y, con el crucifijo en la mano, decía algo de lo que tenía con abundancia en el corazón: «Buenas nuevas, cristianos… Este es el verdadero Dios. Esta es la verdadera comedia. Todos le amad y quered mucho». Y si algún farandulero se quejaba, «Padre, aquí no hacemos cosas malas, sino lícitas y permitidas», él le contestaba: «¿Negaréisme, hermano, que no es mejor lo que yo hago que lo que vosotros hacéis?»…".
 
La parresia no debe ser entendida como un torneo de imprudencia sino que, por el contrario, debe ser vivida como una consecuencia necesaria de la caridad y esto a tal punto que la predicación parresiaca no está llamada sino a ser un eminente acto de caridad. Así como se atiende a los enfermos por caridad o se les da de comer a los famélicos, las almas parresíacas predican parresiacamente a los prójimos por caridad para con ellos.
Que Dios nos dé la gracia de la parresía. Amén.
 

Padre Federico,

Misionero ad gentes

13 XI 23.