Parresía frente a las sectas "mangélicas"
“Guardaos de los falsos profetas, los cuales vienen a vosotros disfrazados de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces” (Mt 7,15)
No hay que ser muy despabilado para darse cuenta que en todos nuestros pueblos llegan constantemente grupos de estos falsos pastores profetizados por Cristo varios siglos atrás. Estas sectas mal llamadas iglesias, se autodenominan erróneamente “cristianos”, “evangélicos”, “protestantes”, “pentecostales”, “testigos de jehová” entre otros.
Pero sabemos que no tienen nada de Cristianos más que la palabra “Cristo” en sus labios; ni nada de Evangélicos más que un libro llamado “Evangelio” en sus manos. Sí son testigos de Jehová, es decir, testigos de una invención humana como ese nombre. O sea, son lobos con una pincelada de ovejas que matan a la vida espiritual de las personas sencillas.
A mi parroquia, en concreto, llegan de modo ordinario grupúsculos de estos “lobos” a visitar las casas de mis parroquianos invitándoles a reflexionar sobre el reino de Dios que ellos predican y que tiene que hacerse material en esta tierra. Y para esto toman como punto de partida algo tan vano como el corte de luz que estamos viviendo en estos días, para meter luego el error.
En varias ocasiones, yo personalmente consciente de la cura de almas a mí encomendadas, al verlos en la calle o en la casa de algún vecino, les he salido al encuentro para debatir públicamente con ellos, delante del escueto público presente ocasionalmente allí, para que quede en evidencia la mentira de su doctrina. La primera vez se animaron a entablar una discusión conmigo (aunque según ellos no hay que discutir porque Cristo nunca discutió -sic) pero al verse objetados y sin argumentos no tuvieron más remedio que decirme que conmigo no se puede discutir y que estaban muy ocupados y tenían que irse. La VERDAD es que como NO son la iglesia verdadera, su doctrina cae por el propio peso de la mentira que esconde.
En los siguientes encontrones casuales, ni siquiera se han atrevido a saludarme. De hecho, la verdad es que me ven y huyen. De mi parte, los acompaño dialogando con ellos, como pueden ver en el video que acompaña esta crónica, pidiéndoles que si estoy en el error me instruyan según su propia doctrina. Pero como son conscientes que no tienen argumentos y que un buen católico con un mínimo de formación los contradice fácilmente, se escapan. Sí, literalmente, en este momento me ven y se escapan, huyen. Y por toda contestación recibo un “contigo no se puede hablar porque usted quiere discutir”. Incluso cuando les pido que me expliquen lo que ellos enseñan para que yo también aprenda, me responden “si usted está en la Iglesia verdadera debería saber estas cosas”. A lo que le respondo que “si yo no estuviese en la iglesia verdadera, necesitaría aprender, lo que les pido a ustedes”. Pero ni así se animan a “instruirme”.
Hoy mismo, los encontré en una casa y justo llegaba la dueña cuando yo pasaba. Así que estuve junto a ellos, previniendo a la mujer que estaba siendo adoctrinada. Ellos, por supuesto, además de no saludarme -lo cual ya es una falta de respeto humano, ni digamos cristiano- me dieron las espaldas todo el momento. Al irse le pedí a la señora que me diese el folleto que le dejaron con el fin de destruirlo, lo cual hice delante de la misma señora, no sin antes explicarle los errores de esta gente. Luego seguí caminando con ellos, discutiendo algunos temas, haciéndoles preguntas hasta que se alejaron lo suficiente de la parroquia.
La gente por estos lares está mal acostumbrada a convivir con el error, a la “no pelea” contra el error, al “pacifismo religioso”. Pero no es esa la enseñanza de nuestro Señor, que combatió firmemente el error farisaico e hipócrita. Lo cual replicaron los apóstoles, los Santos Padres y todos los santos de la Iglesia desde el comienzo hasta nuestros tiempos.
La respuesta de la gente, al verme hacer esto, es muy positiva. Se sienten queridos, custodiados, envalentonados, y comienzan a valorar más la fe que recibieron en el bautismo y a la cual, muchas veces, no son fieles. La única que tiene derecho a la predicación es la Iglesia Católica, o sea la Verdad. El error debe ser combatido, nunca tolerado.
Termino con una frase y con una anécdota. La frase: “más vale católico ebrio, que evangélico-hereje sobrio”. La anécdota: un hombre de nuestra parroquia, católico de bautismo, que habitualmente anda borracho, en un arrebato de piedad se acordó de su padre moribundo y fue a llamar a un sacerdote para que lo asista. El sacerdote no se dejó estar y marchó de inmediato. Al llegar, le dio los últimos sacramentos, y al terminar con la Extremaunción, el viejito entregó su alma a Dios. Si el hijo borracho, hubiese sido un “evangélico” sobrio, su padre hubiese muerto sin los auxilios de la gracia.
¡Viva la Santa Madre Iglesia Católica y viva Cristo Rey!
P. Gregorio M. Ansaldi, misionero en Ecuador.