Hace unos meses, en la Fiesta de San José, por gracia de Dios, penetramos en la Meseta Tibetana, no por turismo, voluntarismo, aventurerismo, modas culturales o coqueteos con la ciega infidelidad, sino para convertirla, mal que les pese a los profetastros de sincretismos, irenismos y falsos ecumenismos, que hoy son tenidos como los garantes de la pregonada paz del Nuevo Orden Mundial.
Contra todos los pronósticos de los nativos entendidos y los eclesiásticos de la zona, Dios comenzó, a través de dos paupérrimos e incautos jóvenes venidos de Argentina, una obra, que ya dió sus frutos y que se perfila enorme.
En efecto, Dios hizo un milagro por medio de una Cruz de Tierra Santa con cuatro reliquias y ese milagro sobre una anciana pagana con serios problemas de vista, ese milagro sobre sus ojos corporales fue la ocasión que la llevó a comenzar a ver con sus ojos espirituales, que hasta entonces estaban cerrados. La curación corporal la llevó a curarse de la ceguera espiritual en virtud de la cual estaba encadenada a un todo absurdo panteón de monstruosos ídolos en los que en vano ponía su esperanza.
Siguiendo ella una moción interior inspirada por el Espíritu Santo, la cual le decía que “si comenzaba a seguir a Jesús, ella se curaría”, aceptó, de manos de los Misioneros, la Cruz invicta y rogó con humildad de pastor bethlemita y fe “bartimeica” y, así, obtuvo el milagro que cual celestial escala la llevó a esta madre de un Lama a aceptar gozosa el inefable don de la Fe Católica, que Dios se recrea en otorgar a Sus preferidos, que son los pobres y humildes de corazón.
Informado el Obispo, cuya súbita reacción fue exhortar a alabar a Dios, y las Hermanas que, contra Lamas y deslizamiento de lodos, llevan a cuestas una remotísima escuela misional, hicimos el primer Pratna Saba de la aldea en la que ocurrió el milagro -esa aldea en la que antes del dicho hecho, la cifra de católicos se elevaba a cero-, esto es, hicimos el primer Servicio de oración, es decir, una reunión simple en la que los católicos rezamos, cantamos, alzamos nuestras preces, se leen las Sagradas Escrituras y se comparte el pan material.
El encuentro tuvo lugar en la casa de la conversa, quien, hasta donde ví, en ningún momento dejo de tener sus manos juntas en medio de su rostro, lo mismo que su, también muy sencillo, esposo quien desde hace dos días, esto es, desde la Fiesta del Inmaculado Corazón de María, es católico.
Luego de la conversión de su esposa, él pidió una Biblia. No nos consta que sepa leer, pero él estaba feliz cuando recibió un enorme tomo de la divina Revelación. Su primer reacción no fue abrirla para leerla sino ponérsela sobre su cabeza, anticipando con su sumiso gesto lo que instantes después haría, esto es, convertirse al Dios vero, lo cual hizo al decidir hacerse católico. Su gesto fue doble, porque no sólo apoyó la Escritura sobre sí sino sobre su esposa, implorando la divina protección para ella y, de algún modo, poniéndola bajo el dulce yugo de Cristo, sobre el cual ella ya se había puesto, liberándose así del infernal yugo de ídolos zoológicos provistos de tridentes, rodeados de serpientes y protagonistas de fornicarias sagas.
El Pratna Saba, que tendrá frecuencia semanal y horario fijo, contó con la asistencia de algunos Misioneros de otro puesto que acudieron a engrosar las filas de este, el primer evento católico de esa y aledañas aldeas- que haya tenido lugar fuera de la conventual escuelita. Participaron también los pocos niños del Orfanato misional y, como en un momento salí del rancho y con señas invité a uno que pasaba y él entro de curioso, al final, además de los misioneros, participaron tres nativos, tres almas que, sin saberlo, son el grano de mostaza que no es una trillada metáfora sino la evocación del “nacimiento local” de la Iglesia que comienza a ser plantada en estas tierras del Buda, que pronto será destronado.
Pasado el evento, que nada fue al lado de la Misa de Corpus a la que los proto-conversos asistieron horas antes del Pratna Saba, oyendo con los demás Misioneros música sacra “triunfalista” (en la línea del Gloria de Vivaldi), una idea me vino al alma, y parece que vino para quedarse, porque no se me va: “¡Dios quiere arrasar!”.
Y es así ya que Dios desea hacer grandes epopeyas misionales y las puede hacer sin problema ya que “no hay nada imposible para Dios”. Si Él abrió los mares para salvar a los judíos de una servidumbre temporal, ¿qué no querrá hacer para salvar a las Naciones Paganas de la esclavitud a la que hace milenios las tiene sometido el demonio por medio de la idolatría y la infidelidad?
Dios quiere arrasar. ¡Viva Dios!
Padre Federico, S.E.
Misionero en Extremo Oriente
San Elías
30/5/16