Materia sacramental de la Unción de enfermos: el óleo

Unción enfermos

Desde el principio, y a tenor de lo prescrito por la epístola de Santiago, el óleo era la materia central del sacramento de la Unción de enfermos.

Una vez bendecido, durante el primer milenio era habitual que los fieles mismos, a modo de sacramental probablemente, se lo llevasen en caso de necesidad y se lo aplicasen o lo degustasen y, en los casos más graves, fueran los sacerdotes hasta el enfermo a rezar sobre él y ungirlo.

El rito sacramental se va centrando, cada vez más, en la presencia del sacerdote que reza, impone las manos al enfermo y lo unge con una fórmula sacramental.

En el rito romano, al vincularse la Unción con el perdón de los pecados y la penitencia, se retrasa el momento de su realización hasta después del viático, convirtiéndose en “Extremaunción”, ungiendo los miembros y sentidos del enfermo-agonizante con sentido penitencial.

La reforma litúrgica emanada del Vaticano II influyó muy claramente en este sacramento:

La «extremaunción», que también, y mejor, puede llamarse «unción de enfermos», no es sólo el Sacramento de quienes se encuentran en los últimos momentos de su vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano ya empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez” (SC 73).

Con el sacramento de la Unción, el sujeto puede ser ungido cuando hay un peligro grave para su vida (por enfermedad o una ancianidad que lo debilita, no simplemente por cumplir los 65 años y recibirlo devocionalmente cada año), ungiendo en la frente y en las manos y con una fórmula sacramental que invoca la gracia del Espíritu Santo para que lo ayude, lo libre de sus pecados y le conceda la salvación.

La materia del sacramento es aceite de oliva, o vegetal (de otras plantas), bendecido por el Obispo en la Misa crismal, o en caso de necesidad, por el sacerdote mismo antes de ungir al enfermo (cf CAT 1530).

Se debe llevar en un frasco limpio, con honor y cuidado, y renovarse -¡por supuesto!- cada años con el nuevo óleo bendecido en la Misa crismal:

Cuando el sacerdote se sirva de un óleo que ha sido bendecido previamente por el Obispo o por otro sacerdote, llévelo en el recipiente en el que habitualmente se guarda. Dicho recipiente debe ser de material apto para conservar el óleo, estar limpio y contener suficiente cantidad de óleo empapado en un algodón para facilitar su uso. En este caso, el presbítero, una vez terminada la unción, vuelve a llevar el recipiente al lugar donde se guarda dignamente. Cuídese de que este óleo esté siempre en buen estado: para ello se renovará convenientemente, bien cada año tras la bendición que hace el Obispo el Jueves Santo, bien con mayor frecuencia si fuera necesario (Ritual Unción, n. 22).

Con bastante óleo (no apenas unas gotas) el sacerdote con el dedo pulgar empapado en el óleo traza la señal de la cruz en la frente del enfermo y en las manos, mientras pronuncia despacio la fórmula sacramental. El Espíritu Santo así se comunica al enfermo con las gracias particulares de este sacramento.

En otros ritos, fuera del rito romano, este sacramento es celebrado de forma más solemne y desarrollada: “el rito de la unción es muy largo. Entre los Sirios, su duración es de alrededor de tres horas. En todos los ritos requiere, a ser posible, la participación de varios sacerdotes”[1], y entre los bizantinos, “el Oficio del Óleo santo está confiado a sietes sacerdotes que hacen cada uno de ellos una unción. Y cada una de ellas va acompañada de una doble lectura, epístola y evangelio”[2].

 



[1] P. JOUNEL, La Biblia en la liturgia, en AA.VV., La inspiración bíblica de la liturgia, CPh 176, CPL, Barcelona 2008, p. 22.

[2] Ibíd., pp. 22-23.

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