Liturgia extraña sin espiritualidad (Notas de espiritualidad litúrgica - XXXV)
La liturgia fue por un camino, y la espiritualidad y la vida espiritual fueron por otro.
¿Qué ocurrió?
Desapareció el catecumenado y la mistagogia, cuando la sociedad, ya cristiana, bautizaba sólo a los niños y éstos crecían en un hogar cristiano que los iba educando en la fe. Durante siglos se fue omitiendo una introducción mistagógica a la liturgia y tampoco era ya frecuente la predicación en las iglesias: sólo el obispo predicaba y en ocasiones especiales.
La liturgia se volvió incomprensible al paso de los siglos cuando se mantuvo el latín pero ya nadie entendía lo que se leía o se rezaba en la liturgia. Sólo unos pocos lo entendían –clero y monjes-.
Las ceremonias se fueron enriqueciendo y complicando –desde el ámbito franco-germánico- multiplicando y repitiendo gestos y signos, las apologías en silencio, etc. Todo se interpretaba mediante alegorías y metáforas, con mucha imaginación. El pueblo cristiano asistía, pero poco a poco ya no cantaba nada, sólo la schola entonaba, ni tampoco respondía porque ya lo hacía el acólito en su lugar, ni comulgaba hasta el punto de que la Iglesia mandó como precepto confesar y comulgar al menos por Pascua florida. Los fieles, durante la liturgia, asistían en silencio y llenaban el tiempo rezando el rosario, o leyendo algún libro piadoso, o escuchando una predicación desde el púlpito que se interrumpía con la campanilla que avisaba de la consagración.
En este contexto de divorcio entre liturgia y espiritualidad van naciendo los diversos ejercicios piadosos que nutran el alma ya que la liturgia no lo consigue. Y surgen otras espiritualidades más afectivas y sentimentales para colmar el vacío. Como la Navidad no se entiende, ni se percibe como el “admirable intercambio” que decían los Padres y recogen los textos litúrgicos, hay que centrarse en lo afectivo, la santa Humanidad de Cristo, el portal de Belén, los pastores y las ovejas… con homilías muy sentimentales (aún hoy…); como la Cuaresma perdió la conciencia bautismal, entonces la espiritualidad afectiva se para a considerar los dolores de su Santa Humanidad mediante el Viacrucis y la corona dolorosa. Y como esto, muchos elementos más. No es que sean malos, es que fueron sustitutivos de la liturgia y no complementos.
¿Qué había ocurrido así pues? “La separación entre liturgia y vida espiritual proviene –hablo solamente del occidente cristiano- del hecho de que la liturgia no era comprendida en sus elementos rituales como acción eclesial ni entendida en sus contenidos bíblico-sacramentales como actualización del misterio de la salvación” (Soler Canals, J.M., La liturgia, fuente de vida espiritual, CPh 106, Barcelona 2000, 26).
Fue cundiendo en la vida espiritual –baste ver la historia de la espiritualidad- un camino más afectivo, centrado sólo en lo humano, en la santísima Humanidad del Señor, y una espiritualidad donde se valora lo subjetivo, lo introspectivo e individual (grados de oración, técnicas de interioridad) en paralelo a la liturgia con sus elementos más objetivos y comunitarios.
“A la par, se fue comprendiendo la liturgia como la parte sensible, ceremonial y decorativa del culto, como algo meramente externo y sometido a una infinidad de rúbricas. Una tal concepción imposibilita que se descubra la capacidad vitalizante que tiene la liturgia para la vida espiritual” (Soler, 26).
A finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX se fue desarrollando el movimiento litúrgico, que planteó volver a unir la liturgia y la espiritualidad y se acuñó el concepto de “espiritualidad litúrgica”. Se buscaba acercar a los fieles a la liturgia, descubrirle sus riquezas espirituales… Ya el papa san Pío X escribió: “Siendo nuestro deseo vivísimo que el verdadero espíritu cristiano reflorezca en todo y se mantenga en todos los fieles, es necesario atender antes que nada a la santidad y dignidad del templo, donde precisamente se reúnen los fieles para beber ese espíritu en su fuente primera e indispensable, que es la participación activa en los sacrosantos misterios y en la oración pública y solemne de la Iglesia” (Motu proprio Tra le sollicitudini).
Fue entonces que salieron muchos misales manuales, bilingües, con preciosas explicaciones de la liturgia así como predicaciones y conferencias que introducían en la vida litúrgica, en el año litúrgico, en el canto de Vísperas, etc… Así se comenzó a reunir la liturgia y la vida espiritual en una sola y misma realidad.
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