Características de la espiritualidad litúrgica (1) (Notas de espiritualidad litúrgica - XXIX)
La espiritualidad litúrgica tiene unas notas propias que van configurando al alma cristiana, al bautizado que vive el itinerario de la liturgia. Son características que modulan a los hijos de la Iglesia, dándoles forma espiritual.
1.- La espiritualidad litúrgica es esencialmente bíblica. La liturgia está llena de la Palabra de Dios y despierta el amor por la Escritura y su conocimiento orante, sapiencial, no tanto exegético-científico.
La espiritualidad litúrgica está marcada en su ritmo por el Leccionario, tanto el Leccionario de la Misa –en sus ciclos ferial y dominical, según los tiempos litúrgicos- como el Leccionario del Oficio de lecturas así como las lecturas breves de las demás Horas (especialmente Laudes y Vísperas). Aquí la Palabra de Dios cobra la fuerza por el mismo Espíritu Santo al ser proclamada en el ámbito litúrgico, distinto por completo a la lectura personal, privada (siempre recomendable, desde luego).
“Para descubrir esta dimensión de la Biblia no basta la lectura particular, es preciso que la Palabra sea proclamada, vivida, celebrada, en el ámbito eclesial-comunitario de la liturgia. Solamente así se advierte que la liturgia es actualización eficaz del misterio revelado en la Biblia. Por eso el Vaticano II decidió abrir más abundantemente los tesoros de la Escritura, porque desconocer la Biblia es desconocer a Cristo, presente en ella y centro de toda la revelación (DV 25)” (López Martín, J., En el espíritu y la verdad, vol. I, Salamanca 1987, 391).
2.- Es una espiritualidad histórica en el sentido de que contempla los hechos divinos en la historia, una historia de salvación realizado por Dios y que se prolonga aquí, y ahora, por la santa liturgia. La espiritualidad litúrgica penetra en el significado de cada acontecimiento de la historia de la salvación, entrando en el Misterio, en el proyecto de Dios hasta recapitularlo todo en Cristo (cf. Ef 1,3-10).
3.- La espiritualidad litúrgica es cristocéntrica: conduce a Cristo y a su Misterio pascual ya que Cristo y su Misterio pascual es el centro de la liturgia misma, ya que la salvación, toda salvación, viene por nuestro Señor Jesucristo, único Salvador del género humano. Y la liturgia es el medio por el cual Cristo salva.
“La liturgia no tiene otra función que revelar, anunciar, y hacer presentes las acciones salvíficas de Cristo. De este modo permite captar todas las dimensiones de la historia salvífica, pero reunidas y centradas en Cristo. La liturgia revela a Cristo anunciando su palabra en la comunidad y actualizando sacramentalmente su acción salvadora. Cristo, pues, en la liturgia, es anunciado y actualizado. Él es el centro de la vida litúrgica y, por tanto, de la espiritualidad litúrgica” (López Martín, J., En el espíritu y la verdad, vol. I, Salamanca 1987, 391).
4.- La espiritualidad litúrgica es sacramental, es decir, se vive en los sacramentos de Cristo así como el hecho en sentido amplio de la sacramentalidad de la liturgia. Los signos sacramentales son medios de participación en la vida de la gracia, en Cristo, y son los medios de comunicación que Dios emplea para santificarnos “De aquí nace una asimilación de Cristo, o imitación en la propia vida de los misterios celebrados en la liturgia. Este tema aparece expresado en muchas oraciones: imitar o cumplir en las obras cuanto se celebra en el sacramento” (López Martín, 391).
¡Qué bien lo expresa la liturgia en sus textos!:
- “Dios todopoderoso y eterno, que por el Misterio pascual has restablecido tu alianza con los hombres, concédenos imitar en la vida lo que celebramos en la fe” (OC Viernes octava Pascua).
- “Oh Dios, que concediste a san Vicente de Paúl imitar lo que realizaba al celebrar los divinos misterios…” (OF, S. Vicente de Paúl, 27 de septiembre).
- “Concede a cuantos celebramos el misterio de la pasión del Señor imitar lo que realizamos” (OF, S. Juan de la Cruz, 14 de diciembre).
- “Concédenos progresar en el conocimiento del misterio de Cristo, y conseguir sus frutos con una conducta digna” (OC, Dom. I de Cuaresma).
- “Te suplicamos, Señor, que se haga realidad en nuestra vida lo que hemos recibido en este sacramento” (OP, Dom. III de Cuaresma)
De lo recibido sacramentalmente se deriva la vida moral; vivir conforme a lo recibido, permitir que la gracia nos transforme siendo consecuentes con lo recibido:
“En la liturgia, el Espíritu Santo va configurando a los fieles a la medida de Cristo, para que sean imagen plena de él no sólo en el plano ontológico del ser, sino también en el plan moral del obrar. La pasión de Cristo que es celebrada y actualizada en el sacramento, debe ser completada en la propia vida. De este modo el cristiano se convierte, él mismo, en signo portador de la pasión de Cristo y, por tanto, en instrumento de salvación para los demás. Pero no se olvide que el cristiano lleva a cumplimiento la pasión de Cristo (obrar moral), porque ésta actúa ya en él como realidad sacramental (ser cristiano)” (López Martín, 391-392).
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