Simbolismos de la catedral (Tu Catedral - II)
Hay diferencia entre tu parroquia y una iglesia catedral, entre la iglesia de un convento y la catedral de la diócesis. ¿Es el tamaño? Sí, en la mayor parte de las ocasiones. ¿Es la grandiosidad? Tal vez, aunque hay verdaderas joyas de templos parroquiales a lo largo de la geografía diocesana, grandes, elevados, bellísimos.
¿Qué es, cuál es lo nuclear en una iglesia catedral? ¿Su antigüedad? ¿Su arte más desarrollado y exquisito? ¿Su ubicación en el plano geográfico de la ciudad?
Lo primero y es el gran simbolismo, es reconocer en la catedral la Iglesia madre, la madre y cabeza de todas las iglesias de la diócesis. Aunque haya iglesias más artísticas, mejores, incluso de más capacidad, la catedral siempre será la iglesia madre y cabeza de toda la diócesis.
Ése es su primer simbolismo. Como es cabeza y madre de la diócesis, hay dos actos fundamentales para la vida de la Iglesia local que se realizan en la catedral y que se difunde luego por toda la diócesis como un movimiento de diástole del corazón eclesial.
El primero de ellos es la ordenación de diáconos y de presbíteros: su sitio propio es la catedral, y de la catedral, iglesia madre, son enviados a las distintas parroquias o comunidades a ejercer ese misterio. Eclesiológicamente sería muy pobre ordenar a cada cual donde quisiera, en su parroquia natal o en la parroquia donde vaya a ser enviado. Se debilitaría ese simbolismo tan claro de la maternidad de la Iglesia en la catedral, infundiendo vida a toda la diócesis.
Un segundo movimiento de diástole: la consagración del crisma y bendición de los óleos. Cercano el Jueves Santo, o en su misma mañana, se realiza la Misa crismal, una Misa propiamente diocesana y no clerical –pese al aspecto que suele tener y las presentaciones tan pobres que tiene esta Misa- y en esa liturgia tan diocesana, con olor ya a Pascua, se consagra el crisma y se bendicen los óleos para el nuevo año, de Pascua a Pascua, y se difunden por toda la diócesis. No se usan los mismos de un año para otro. Se emplean los nuevos óleos consagrados y bendecidos en la Iglesia Madre para santificar a sus hijos en toda la diócesis.
¿Y cuando hay un año jubilar, año santo de la redención (o aquel Jubileo del 2000, precioso), o cualquier otro jubileo eclesial? Se abre la Puerta santa de la Catedral, la Iglesia madre, y toda la diócesis, no sólo la catedral, entra en la celebración de ese Jubileo. Toda la Iglesia local se implica. Es la Catedral diocesana la referencia para el jubileo de todo el pueblo cristiano. ¡Siempre iglesia madre!
Cada catedral, en su diócesis, es Cabeza, madre y maestra… a imagen de la Catedral de Roma, san Juan de Letrán. Decía san Juan Pablo II:
“La iglesia es el lugar en que el pueblo cristiano se reúne y es también el lugar donde el Señor está realmente presente: presente en la celebración de la Santa Misa; presente en el Santo Sacramento. La iglesia es el lugar donde el cristiano nace a la vida divina por el Bautismo encuentra el perdón de sus faltas por el sacramento de la Reconciliación, entra en comunión con el Señor y con sus hermanos en la Eucaristía…
Y entre todas las iglesias de una diócesis, la catedral, vuestra catedral que bien pronto surgirá aquí, tiene un sentido muy especial. Al igual que la basílica de san Juan de Letrán, catedral del Papa, del Obispo de Roma, es llamada por ese motivo “Madre y cabeza de todas las iglesias”, también a la catedral de una diócesis se la llama “madre de las iglesias” de esa diócesis, del sucesor de los Apóstoles, a quienes Cristo confió la misión y el cuidado de la evangelización” (Juan Pablo II, Aloc. al bendecir la primera piedra de la catedral de Abiyán (Costa de Marfil), 11-mayo-1980).
Las parroquias se erigen para facilitar la vida cristiana en un territorio concreto, un pueblo o un barrio, y se pueden suprimir si no son necesarias, uniendo territorios y demarcaciones parroquiales. Son comunidades locales. Pero no así la catedral: única, centro de la diócesis, madre de todas las demás comunidades locales en el territorio diocesano. Dulcemente: ¡tu catedral!
1 comentario
Es cierto que es el momento de que los obispos, cabildos, y general cada diócesis, se pregunten seriamente a sí mismos qué quieren hacer con sus catedrales. Muchas de ellas son de todo menos iglesia madre: sin apenas culto (y el que hay supeditado al turismo), museo, sala de exposiciones temporales, lugar de presentación de campañas, foro de debate intelectual, auditorio de conciertos o de conferencias,... Es tristísimo. Y más cuando las grandes celebraciones, que debieran ser de todos, parece que se han convertido en una reunión de autoridades civiles y militares junto con el obispo y su cabildo. Y ahora con el covid, con los aforos reducidos, el pueblo fiel no tiene ni cabida.
Escribe ud: "El primero de ellos es la ordenación de diáconos y de presbíteros: su sitio propio es la catedral, y de la catedral, iglesia madre, son enviados a las distintas parroquias o comunidades a ejercer ese misterio".
Totalmente de acuerdo. Pues esto está muy de moda ahora desgraciadamente. En mi diócesis de ordena más fuera que dentro de la catedral, y sobre todo a los diáconos, transitorios o permanentes, como si no "merecieran" ser ordenados allí. Yo sí tuve la suerte de ordenado allí, pero fui el último. De unos años a esta parte se hace en parroquias. Y para colmo, en muchas diócesis con obispo auxiliar, no es mi caso, me cuentan que son éstos, y no los obispos residenciales, los que ordenan diáconos, como si fuera un asunto que no merece entrar en la agenda de los residenciales.
Algo similar ocurre con las confirmaciones, que veo que prácticamente han desaparecido de la catedral, cuando antes sí había varias tandas al año, y que tampoco las atiende el obispo, sino sus vicarios que se han convertido de facto en ministros eternos de la confirmación por delegación. No sé qué opina al respecto.
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JAVIER:
¿Qué opino respecto a qué? ¡Porque afirma vd. muchas cosas! No tengo nada en qué disentir ni en qué matizar. Muy de acuerdo con lo que expone.
Si se refiere a lo último, el sacramento de la Confirmación, me parece tristísimo el proceso histórico de este Sacramento en Occidente. Se retrasó desmesuradamente la edad para recibirlo -y muchos ya no lo recibieron- y se reservó exclusivamente para el obispo, quitando la posibilidad de realizarlo el sacerdote en la Iniciación cristiana de los fieles en sus parroquias. Y ahora, ni lo hace el obispo ni el pastor propio (el párroco o sacerdotes en una parroquia) sino que viene un señor, Vicario episcopal, para confirmar (o sea crismar, que no es confirmar la fe "adultamente") confundiendo teológicamente la capacidad de jurisdicción (gobierno de un territorio o vicaría) con la capacidad sacramental (la misma para todo presbítero) que viene dada por el Sacramento del Orden.
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