"El Espíritu Santo congregue en la unidad" (Plegaria euc.- XII)
La unidad es una petición habitual en la plegaria eucarística, un deseo que se ruega a Dios, autor de la pax Ecclesiae, de la unidad de la Iglesia.
Aguardamos la unidad consumada y plena cuando venga el Señor en gloria y majestad, al final de los tiempos; pero ahora, en este tiempo, para esta Iglesia peregrina, rogamos la unidad, para que los muchos que comulgan un solo Pan formen un solo Cuerpo, el Cuerpo de Cristo.
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“¡Qué hermoso ver a los hermanos unidos!” (Sal 132) reza un salmo, y el deseo de Cristo es “que todos sean uno” (Jn 17,21). La unidad y la concordia son las notas de los miembros del Cuerpo de Cristo para que éste no sea lacerado en sus miembros, dividido en partes.
El fruto de la Eucaristía es la unidad entre todos los miembros de la Iglesia; la Eucaristía crea la unidad de la Iglesia vinculándonos a la caridad de Cristo, que se difunde y extiende por todos aquellos que son de Cristo.
Es una unidad muy real, mística, sobrenatural, nunca basada en planes humanos o logros y esfuerzos pastorales: la unidad de la Iglesia es el don, el fruto, el contenido, de la Eucaristía. Para ello, en una segunda epíclesis, se ruega que el Espíritu Santo, por medio de la Eucaristía, refuerce la unidad, comunión y concordia en la Iglesia:“Te pedimos que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo” (PE II).
Él, el Espíritu Santo, aglutina a todos los miembros de la Iglesia para que sean miembros vivos del Cuerpo santo de Cristo.
Por eso, la gran y solemne plegaria eucarística ruega a Dios el fruto de la unidad:
“para que fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu” (PE III).
La Eucaristía y la recepción sacramental de la comunión, no nos unen únicamente a Cristo, de una manera individual, sino a todo su Cuerpo, que es la Iglesia. Nos une a Él, que es la Cabeza, y crea unidad con todos los miembros de su Cuerpo. El mismo Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña: “Puesto que los lazos de caridad entre el comulgante y Cristo son reforzados, la recepción de este sacramento fortalece la unidad de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo” (CAT 1416).
Somos uno solo en Cristo; nos hacemos Cristo mismo. Una es la vida misma que une la Cabeza con los miembros del Cuerpo. La Eucaristía hace la Iglesia:
“La unidad del Cuerpo místico: La Eucaristía hace la Iglesia. Los que reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo. Por ello mismo, Cristo los une a todos los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo” (CAT 1396).
La Iglesia, ofreciendo el sacrificio de Cristo, ruega el fruto de la unidad y la concordia:
“congregados en un solo cuerpo por el Espíritu Santo” (PE IV).
Así suplica el Canon romano: “por tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero”; ruega: “llévala a su perfección por la caridad” (PE II), para que la caridad divina vivifique a la Iglesia, la perfeccione y la transforme en signo claro y transparente de salvación, “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1), que dice la Constitución conciliar Lumen Gentium.
La unidad es una de las notas de la Iglesia, que la definen, tal como confesamos en el Credo. La Iglesia es una. Esta unidad le viene dada como don y gracia mediante la Eucaristía que refuerza y santifica los vínculos de unidad: “participando del único sacrificio de Cristo, formen, por la fuerza del Espíritu Santo, un solo cuerpo, en el que no haya ninguna división” (PE Reconc I). La comunión es el signo de la unidad y, al mismo tiempo, la fuente de la unidad, la concordia y la paz de la Iglesia, haciéndonos Cuerpo de Cristo.
Tan importante y necesaria es la unidad que no se deja nunca de implorar la comunión eclesial en la plegaria eucarística: “concédenos tu Espíritu, para que desaparezca todo obstáculo en el camino de la concordia y la Iglesia resplandezca en medio de los hombres como signo de unidad e instrumento de tu paz” (PE Reconc II).
La Eucaristía significa y realiza la comunión eclesial: somos muchos, pero nos hacemos uno en Cristo, un solo Cuerpo. Era lo que escribía el mismo san Pablo: “El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan” (1Co 10,17). Y ese fue el sentir de la Iglesia desde sus orígenes al considerar el misterio de la Eucaristía: “¡A Ti la gloria por los siglos! Así como este trozo estaba disperso por los montes y reunido se ha hecho uno, así también reúne a tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino” (Didajé, IX, 3-4).
Constantemente oramos en la liturgia, ya sea en las preces del Oficio divino, ya sea en diversas oraciones del Misal, suplicando la unidad eclesial que nace del sacramento eucarístico:
Padre santo, que nos convocas al banquete de tu reino, haz que, comiendo el pan que ha bajado del cielo, alcancemos la perfección del amor[1].
Cristo, maná del cielo, que haces que formemos un solo cuerpo todos los que comemos del mismo pan, refuerza la paz y la armonía de todos los que creemos en ti[2].
Cristo, verdadero adorador del Padre, cuya ofrenda pura ofrece la Iglesia del oriente al poniente, junta en la unidad de tu cuerpo a los que alimentas con un mismo pan[3].
Señor Jesucristo, que al venir al mundo diste nacimiento a la Iglesia, tu cuerpo, haz que esta Iglesia crezca y se construya en la caridad[4].
Te rogamos, Señor, que nos santifique
nuestra participación en la eucaristía,
para que, en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo,
se estreche cada vez más
la fraternidad (cf. OP Votiva Stma. Eucaristía, A).
La comunión, Señor, que significa
la unión de los fieles en ti,
realice también ahora en tu Iglesia
la unidad de todos los creyentes (cf. Por la unidad de los cristianos, A).
4 comentarios
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JAVIER:
No entiendo bien la pregunta, pero si se refiere a que en privado usted reza no sé qué y le dura una hora, depende de lo que usted quiera hacer en su oración privada y personal.
Sigo tu blog frequentemente pues es muy elucidativo y me ayuda entender mucho nuestra liturgia católica.
Quiero preguntarte una duda que tengo: ¿el jueves santo por la mañana se puede hacer adoración con exposición del santísimo en la custodia?
Rece por mí
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JAVIER:
Mucho sentido no tendría; el Jueves santo el Sagrario debe estar vacío -el Santísimo reservado en un lugar aparte- y así comenzará la Misa in Coena Domini, con el Sagrario vacío y abierto. Lo propio, en vez de exponer el Santísimo por la mañana, es la adoración eucarística la tarde y la noche del Jueves Santo.
Le encomendaré.
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