"Víctima viva para alabanza de tu gloria" (Plegaria euc.- VIII)
Consecuencia lógica de descubrir en la Eucaristía el sacrificio de Cristo, es calificarle a Él de “Víctima". Pero, siguiendo más aún en esa misma línea, junto a Cristo-Víctima están los fieles bautizados, que se convierten en víctimas vivas.
Hemos de profundizar y contemplar este término, “víctima", para una mejor comprensión del sacramento eucarístico y el alcance que tiene una verdadera participación en la liturgia -lejos de ser intervención constante- que supone ofrecerse con Cristo, sin condiciones.
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En el sacrificio de Cristo se incluyen nuestros propios sacrificios personales: penitencias, mortificaciones, luchas, combates, ejercicio de obras de misericordia, virtudes practicadas, el trabajo ofrecido… y en la ofrenda de Cristo nosotros mismos nos ofrecemos: “ofreced vuestros cuerpos como hostia viva, santa… Éste es vuestro culto razonable” (Rm 12,1). Ofrecemos y entregamos todo lo nuestro, e incluso a nosotros mismos, como sacrificio junto al Gran Sacrificio de Cristo.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución Lumen Gentium exhortaba: “Todos los discípulos de Cristo… ofrézcanse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios” (LG 10); de modo especialísimo en la Eucaristía: “Participando del sacrificio eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana, ofrecen a Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella” (LG 11).Son presentados nuestros sacrificios espirituales, y nuestro ser entero, y se incluyen en la ofrenda perfecta del Sacrificio de nuestro Señor. La verdadera participación conduce a que todos “aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él” (SC 48).
Como la Eucaristía es el verdadero sacrificio de Cristo, la liturgia de la plegaria eucarística llamará a Cristo la “Víctima”. Es la Víctima ofrecida en propiciación por nuestros pecados: “Reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad” (PE III); es la Víctima que Dios Padre acepta porque Él la ha preparado por nuestra redención: “Dirige tu mirada sobre esta Víctima que tú mismo has preparado a tu Iglesia” (PE IV).
Nosotros, ofreciendo y recibiendo la Víctima santa, igualmente nos convertimos en ofrenda a Dios por una vida santa y en víctimas:
“que él nos transforme en ofrenda permanente” (PE III);
“seamos en Cristo víctima viva para alabanza de su gloria” (PE IV).
Todo lo nuestro se entrega al Padre, nuestro ser y nuestro trabajo, gozos y esperanzas, angustias y sufrimientos, afanes apostólicos; somos, en Cristo, una ofrenda permanente, una víctima viva para alabanza de su gloria. Ya sólo le pertenecemos a Él y Él dispone de nosotros.
Aunque el lenguaje sacrificial, y el considerar al cristiano “víctima viva” junto a Cristo “Víctima”, parece que hoy no suena bien, y se quiere ignorar, o al menos, se silencia el carácter sacrificial que la Eucaristía posee, la liturgia ora diariamente en Laudes y Vísperas y, con sus preces, ayuda a los hijos de la Iglesia a vivir cada jornada como un verdadero sacrificio espiritual, ofrecido en honor del Señor y junto a Él, para completarse y elevarse a Dios en la Eucaristía:
Oh Cristo, tú que creaste el universo y quisiste ser llamado hijo del carpintero, enséñanos a trabajar, con empeño y a conciencia, en nuestras propias tareas[1].
Con todos los santos mártires de Cristo, te presentamos nuestros cuerpos como hostia viva[2].
Con todos los santos, que han sido testigos de la Iglesia, te consagramos nuestra vida de todo corazón[3].
Que siempre sepamos dar buen testimonio del nombre cristiano y ofrezcamos cada jornada como un culto espiritual agradable al Padre[4].
Señor, Padre de todos, haz que toda nuestra vida, unida a la de Cristo, sea alabanza de tu gloria[5].
Señor, tu Hijo nos ha mandado ofrecer este sacrificio
en conmemoración suya; haz que, cuantos en él participamos,
seamos con Cristo ofrenda de eterna alabanza
a tu divina majestad.
Por Jesucristo nuestro Señor (OP Stma Eucaristía, B).
7 comentarios
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JAVIER.
¡Claro! El Sábado Santo -litúrgicamente hablando- no termina a las 0.00 h., sino cuando empieza la Vigilia pascual. Ya es Misa pascual, se comulga y se cumple el precepto.
Si la respuesta es afirmativa, podría decirme dónde encontrar la respuesta oficial?
Muchas gracias de antemano
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JAVIER:
Dudo que haya una respuesta oficial tal cual en ningún documento del Magisterio.
Los canonistas dirían que sí, sin dudarlo, puesto que ya es domingo y se asiste a Misa, indepndientemente de qué liturgia se haya celebrado.
Liturgistas y otros más dirán que no, que el precepto es oír la Misa del domingo, por tanto no se ha cumplido el precepto ya que no son los textos lituúrgicos de la Misa dominical.
Y así estamos. No hay respuesta ni oficial ni clara ni definitiva.
Parece el debate de los abogados. para los de derecho civil un trueque no es una venta, para los de derecho tributario si es venta.
Entre la consagración del pan en su Cuerpo y del vino en su Sangre nos ha hecho devir que Jesús se entregó por nosotros o algo así y el 'pro multis' lo ha cambiado por 'todos', así que con pena, me he ido sin comulgar, no sé si la consagración ha sido válida. En fin. Es tan común este tipo de cosas (que lo raro es ir a un funeral donde no ocurra, que ya ni recuerdo cuando fue la última vez), que he decidido, para no estar toda la Misa en un ¡ay! Y sufriendo, no asistir a funerales, sino ofrecer una Misa o rezar por el difunto.
Si me pudiera aclarar lo de la consagración y la gravedad de estas cosas, se lo agradezco.
Me parece un debate muy raro.
Muchísimas gracias. DLB
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