Gloria al Padre (y II - Respuestas XLVIII)

3. Al parecer, ya en el siglo IV se había extendido por todas partes la costumbre de terminar el canto de cada salmo con el «Gloria al Padre», costumbre ininterrumpida.

La Introducción General a la Liturgia de las Horas determina el uso del «Gloria al Padre». Esta doxología concluye la invocación inicial «Dios mío, ven en mi auxilio» (IGLH 41). Cada salmo y cada cántico concluye también con esta doxología (a no ser que expresamente se diga lo contrario, como ocurre con el Cántico de las criaturas de Dn 3): «al final de cada salmo se mantiene en vigor el concluir con el «Gloria al Padre» y «como era». Pues el Gloria es la conclusión adecuada que recomienda la tradición que da a la oración del Antiguo Testamento un sentido laudatorio, cristológico y trinitario» (IGLH 123).

El Gloria cantado al final de los salmos eleva el canto a la Trinidad, alabando, y mirando a Cristo Jesús. Un elemento original, «una característica típicamente cristiana fue, luego, la doxología trinitaria, que se añadió al final de cada salmo y cántico: «Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo». Así cada salmo y cántico es iluminado por la plenitud de Dios» (Juan Pablo II, Aud. General, 4-abril-2001). Es un magnífico remate para culminar cada salmo con una luz cristiana-trinitaria: «Si se sienten y se viven así, la doxología trinitaria que corona todo salmo se transforma, para cada creyente en Cristo, en una continua inmersión, en la ola del Espíritu y en comunión con todo el pueblo de Dios, en el océano de vida y de paz en el que se halla sumergido con el bautismo, o sea, en el misterio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Ibíd.).

Esta doxología menor resalta cómo toda oración cristiana es trinitaria:

«Se ve, asimismo, que, según el Apóstol, es el Espíritu Santo quien impulsa a esa oración y la forma en el corazón del hombre. La «vida de oración» de los santos, de los místicos, de las escuelas y corrientes de espiritualidad, que se desarrolló en el cristianismo durante los siglos siguientes, sigue la línea de la experiencia de las comunidades primitivas. Y en esa misma línea se mantiene la liturgia de la Iglesia… Es hermoso repetir con la Iglesia orante, al final de cada salmo y en muchas otras ocasiones, la breve, densa y espléndida doxología del Gloria Patri: «Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…» (Juan Pablo II, Aud. General, 17-abril-1991).

4. El rezo del rosario recita el Gloria cerrando cada uno de los misterios; «la doxología Gloria al Padre que, en conformidad con una orientación común de la piedad cristiana, termina la oración con la glorificación de Dios, uno y trino, «de quien, por quien y en quien subsiste todo» (cf. Rm 11,36)» (Pablo VI, Marialis cultus, 49).

También san Juan Pablo II explicó y valoró esta doxología en el rezo del rosario:

«La doxología trinitaria es la meta de la contemplación trinitaria, en efecto, Cristo es el camino que nos conduce al Padre en el Espíritu. Si recorremos este camino hasta el final, nos encontramos continuamente ante el misterio de las tres Personas divinas que se han de alabar, adorar y agradecer. Es importante que el Gloria, culmen de la contemplación, sea bien resaltado en el Rosario. En el rezo público podría ser cantado, para dar mayor énfasis a esta perspectiva estructural y característica de toda plegaria cristiana.

En la medida en que la meditación del misterio haya sido atenta, profunda, fortalecida –de Ave en Ave- por el amor a Cristo y a María, la glorificación trinitaria en cada decena, en vez de reducirse a una rápida conclusión, adquiere su justo tono contemplativo, como para levantar el espíritu a la altura del Paraíso y hacer revivir, de algún modo, la experiencia del Tabor, anticipación de la contemplación futura: «Bueno es estarnos aquí» (Rosarium virginis Mariae, 34).

5. Por tanto, ¿qué nos enseña el Gloria? ¿Qué valor encierra? El Espíritu Santo inspira siempre la oración, los himnos y la alabanza contemplando y cantando lo que Dios ha realizado por el Misterio pascual de su Hijo Jesucristo. «De esta «maravilla» de toda la Economía de la salvación brota la doxología, la alabanza a Dios (cf. Ef 1,3-14; Rm 16,25-27; Ef 3,20-21; Judas 24-25)» (CAT 2641).

La doxología sintetiza el misterio trinitario, su obrar salvífico y su relación con el hombre. «Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la propiedad de las personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae y el Espíritu lo mueve» (CAT 259). Así, «el bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios» (CAT 2157), vive glorificando a Dios y dándole gloria en todo.

 

1 comentario

  
maru
Qué hermosa explicación sobre el Gloria, cuando en el rezo del rosario,, se escucha como lo hacen aprisa y rutinariamente. Muchas gracias P. Javier.
26/09/19 11:45 AM

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