Reverencia y dignidad (Sacralidad - VII)
Mucho depende de la unción con la que sacerdotes y obispos celebren la santa liturgia. Si adquieren un hábito celebrativo lleno de piedad, de reverencia, conscientes ante Quién están y de Quién son su mediación (in persona Christi), facilitará –sin hieratismo, sin esteticismo, sin posturas forzadas- que en la liturgia brille el Misterio.
El sacerdote es la mediación visible del Liturgo invisible, Jesucristo sumo y eterno Sacerdote. La persona entera del sacerdote debe ocultarse, hacerse transparente, servidor del Misterio, desterrando la tentación de convertirse en protagonista, en showman simpático que acapare todo para lucirse. Es imprescindible una gran dosis de humildad para oficiar los misterios divinos y un alma muy sacerdotal, llena de unción, para dejarse atrapar por el Misterio y vivirlo.
Por eso, algo evidente pero muy olvidado, es que el sacerdote como servidor que es, no manipule la liturgia a su capricho o criterio, sino que observando las normas litúrgicas, ofrezca a Dios y a los fieles la liturgia de la Iglesia, no su propia reelaboración creativa.
“La observancia ritual ayuda a que el sacerdote no sea protagonista en la celebración, favoreciendo que los fieles no se fijen en él y descubran a Dios y el culto sea un encuentro con Dios, que ocupa siempre el centro. La obediencia del sacerdote a las rúbricas es una señal elocuente y silenciosa de su amor a la Iglesia, a la cual sirve, sin servirse de ella. No podemos tratar la liturgia como si fuera un material por nosotros manipulable, pues se trata de una realidad sagrada” (Fernández, P., La sagrada liturgia, 328).
El porte exterior del sacerdote refleja su interior, su alma sacerdotal y su disposición contemplativa, lo cual, bien cuidado y vivido, ayudará a los fieles a una verdadera participación interior en la liturgia. Lo pide la Iglesia para el bien de los fieles:
“El pueblo de Dios tiene necesidad de ver en los sacerdotes y diáconos una conducta llena de reverencia y dignidad, capaz de ayudar a penetrar en las realidades invisibles, incluso con pocas palabras y explicaciones. En el Misal romano, llamado de San Pío V, como en las diversas liturgias orientales, se encuentran muy bellas oraciones con las cuales el sacerdote expresa el más profundo sentido de humildad y de reverencia hacia los santos misterios; ellas muestran la sustancia misma de toda liturgia” (Juan Pablo II, Disc. a la plenaria de la Cong. para el Culto divino, 21-septiembre-2011).
Esto es lo que deben percibir los fieles. En ocasiones el pueblo cristiano, con la mentalidad secularizada que se ha extendido, exige al sacerdote que haga una liturgia simpática, entretenida, llena de diálogos (y hasta de aplausos). Pero a la larga, ven y experimentan una liturgia mejor y más plena si el sacerdote se ajusta a las normas litúrgicas de la Iglesia y transmite espiritualidad, recogimiento y adoración.
La dignidad al celebrar, traspasada de oración, no necesita de muchas explicaciones, es elocuente en sí de la santidad de la liturgia.
“Sólo el ministro ordenado representa a Cristo Cabeza y con tal potestad sube al altar, de tal modo que es inferior a Cristo y superior al pueblo. En este sentido, es importante que el ministro ordenado recupere la conciencia de su dignidad, sobre todo cuando está en el altar, y hable con autoridad, sin identificarse equívocamente con la asamblea presente” (Fernández, P., La sagrada liturgia, 175).
Sabedor de esto, el sacerdote debe presidir toda liturgia orando, con espíritu de oración, en diálogo con Dios a quien dirige las oraciones litúrgicas, meditando personalmente en los momentos de silencio, siendo oyente atento de las lecturas proclamadas, comulgando reverentemente.
“Me parece que la gente percibe si realmente nosotros estamos en coloquio con Dios, con ellos y, por decirlo así, si atraemos a los demás a la comunión con los hijos de Dios; o si, por el contrario, solo hacemos algo exterior” (Benedicto XVI, Encuentro con los sacerdotes de Albano, 31-agosto-2006).
Es un ministerio santo éste de santificar y celebrar la divina liturgia. Se convierte en fuente de santificación para el propio sacerdote y por ello, sin dejadez, sin un estilo desenfadado, sino con un modo de vivirlo santo, habrá de desempeñarlo:
“El sacerdote está llamado a ser ministro de este gran Misterio, en el sacramento y en la vida. Aunque la gran tradición eclesial con razón ha desvinculado la eficacia sacramental de la situación existencial concreta del sacerdote, salvaguardando así adecuadamente las legítimas expectativas de los fieles, eso no quita nada a la necesaria, más aún, indispensable tensión hacia la perfección moral, que debe existir en todo corazón auténticamente sacerdotal: el pueblo de Dios espera de sus pastores también un ejemplo de fe y un testimonio de santidad. En la celebración de los santos misterios es donde el sacerdote encuentra la raíz de su santificación” (Benedicto XVI, Audiencia general, 5-mayo-2010).
9 comentarios
Es el modo obvio, natural y tradicional de poner en práctica lo que usted acertadamente dice en el artículo.
No había oído antes esas bellas palabras, esto es, "Solo el ministro ordenado representa a Cristo Cabeza y con tal potestad sube al altar, de tal modo que es inferior a Cristo y superior al pueblo".
En el ambiente que me desenvuelvo, son mayoría los sacerdotes que no se ajustan a la Santa Liturgia como manda la Iglesia, no obstante y a pesar de que alguna vez disiento personalmente con alguno, reconozco como seglar de fe profunda, que el Ministro del Señor me merece tal respeto, que aunque meta muchas morcillas fuera de lugar en la Santa Misa de forma ilícita, por la potestad que tiene el presbítero, es válida la misma.
Pidamos al Señor sacerdotes santos y sabios.
Paz y Bien.
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JAVIER:
Si es ministro extraordinario de la comunión, con la consiguiente bendición (rito para instituir ministros extraordinarios) y nombramiento por parte del Obispo, puede abrir el Sagrario. Pero tampoco me parece que haya que abusar de esto.
PUeden ayudar a distribuir la comunión en la Santa Misa si hay un gran número de fieles, pero no porque sí, cuando haya pocas personas...
Realmente este ministerio es una gran ayuda en una parroquia, pero se presta en algunos sitios a abusos por querer desacralizarlo todo y hacer que muchos intervengan en la liturgia "haciendo algo".
Un cordial saludo, y feliz domingo
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JAVIER:
Igualmente, feliz domingo.
Personalmente no lo sé. Pero en la entrada dedicada a Laudes (http://infocatolica.com/blog/liturgiafuenteyculmen.php/1706061223-rezar-laudes) varios comentaristas aportaron webs y aplicaciones distintas. Tal vez ahí encuentre una orientación que le sirva.
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