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22.05.18

ENDEUDADÍSIMO

ENDEUDADÍSIMO

Si me preguntan estos días: “¿cómo andás, padre?”, una de las respuestas más exactas que podría dar es, sencillamente: “endeudadísimo”.

Y debo reconocer que esto de estar endeudado llega a ocupar amplios espacios en mis pensamientos. Me encuentro manejando por la ruta sacando cálculos y porcentajes, o imaginando estrategias de recaudación de fondos para liquidar todas las cuentas de una vez por todas, o explorando novedosas formas de ahorrar, aunque sea en lo más mínimo…

Llega a sucederme incluso –lo confieso avergonzado- que estoy en medio de alguna celebración eucarística o una confesión, y mi mente vuela lejos de la patena, el cáliz y el corporal, sumando, restando y multiplicando, en una interminable danza de cifras.

Me levanto y ya muy pronto –casi al unísono con la canción mariana que me despierta- resuena la llamada del deber: “tenés que pagar tus deudas, Bonnin”. Y es casi imposible que por estos días pueda leer o rezar por las noches sin que esta idea vuelva a presentarse, insistente, tal vez por la fuerza de la costumbre adquirida desde mi infancia de “no tener cuentas sin pagar”.

La situación me incomoda, me molesta sobremanera y, sin embargo, me educa…

Me educa no sólo porque LA PROVIDENCIA DE DIOS se manifiesta y resplandece con insospechado vigor, sino también y sobre todo, porque me revela un misterio aún más profundo.

ENDEUDADÍSIMO he estado desde el mismo momento de mi concepción contigo, oh Padre amado, que me creaste sin mérito de mi parte, que me diste la vida sin pedir nada a cambio, que me regalaste tantos años de felicidad inmerecida, y que sigues sosteniéndome en el ser aún cuando te ofendo.

ENDEUDADÍSIMO he estado desde siempre contigo, oh Jesús mío, Amigo Fiel, Salvador y Señor, que pudiendo salvarme con una sola gota de tu sangre la derramaste toda… y me llamaste a la vida apostólica y sacerdotal, y me permites cada día ser canal de la Gracia de tu Espíritu, y me das a tu Madre como Madre tierna y cariñosa…

ENDEUDADÍSIMO he estado y estoy con tantas personas -¡tantas personas!- que gratuitamente, sin alardes, sin reproches, me han amado y hecho el bien desde que han sabido de mí: padres, abuelos, hermanos, amigos, maestros, sacerdotes, vecinos, feligreses e incluso desconocidos.

Señor, que así como en este tiempo y sólo temporariamente mi mente permanece absorta y distraída con cálculos mentales, así mi mente y mi corazón, de modo continuo e incesantes, vivan en la conciencia de la deuda de amor que tengo hacia Ti y hacia todos los que han sido signos de tu amor para mí.

Señor, que cada mañana me levante gozoso de tener un día más de vida para intentar retribuir algo de amor a ti y a mis hermanos como respuesta a tanto bien recibido… con la conciencia de que es imposible pagar esa deuda –y que tampoco tú lo exiges- pero que intentándolo es como mi vida adquiere sentido y grandeza.

Ayúdame a gozar cada día en esa infinita deuda, que me revela mi dignidad y lo valioso que soy para ti… y que espero poder transformar en alabanzas para siempre, en la eternidad.

11.05.18

Creo en la la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica

Sí amigos, no tengo empacho en decirlo, no me avergüenzo de gritarlo a viva voz, no me siento acomplejado ni temeroso de anunciarlo…


A pesar de Judas Iscariote, y de los traidores, y de los embaucadores de cada siglo y los de hoy;

A pesar de los que usaron la fe para lucrar, y o como excusa para dominar, o para justificar cualquier tipo de violencia;

A pesar de los que adulteraron y adulteran la Palabra de Dios, y de los que mancharon o manchan el sacerdocio, el episcopado y el papado con los crímenes más horrendos;

A pesar de los que mezclaron de modo indebido la política y la fe, a pesar de los que trastocaron los ideales de Cristo por ideales puramente inmanentes;

A pesar de todos los pecados de sus miembros pasados y actuales, entre los que se incluyen los míos…

A pesar de todo eso, y de mucho más, a pesar de todo:

CREO EN LA IGLESIA UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA.

Creo y amo a la Iglesia en su fragilidad, y la admiro en la santidad de sus héroes de ayer y de hoy. Y la celebro en la magnitud de su apostolado, en la vasta extensión de su servicio a Dios y al hombre, en su presencia vivificante en la historia.

Amo a la Iglesia en el esplendor de su Doctrina, en la claridad de sus dogmas, en la inmensa riqueza de sus ritos y tradiciones litúrgicas, en el equilibrio perfecto de su enseñanza moral, en el tesoro inexhaurible de experiencia contemplativa secular.


Y la celebro como motor del progreso de la ciencia y del arte, como difusora de la belleza más noble y auténtica que existe bajo el Cielo, y como promotora de la fraternidad y la paz entre los hombres, y del perdón y la reconciliación entre los pueblos.

Amo a la Iglesia católica, la única en la cual todavía hoy las palabras de la Última Cena siguen siendo eficaces para darnos el “Pan vivo bajado del Cielo". Amo la Iglesia que nace y vive de cada Eucaristía, cuyo Corazón palpitante es Jesús Sacramentado en el Sagrario.

Amo a la Iglesia que -desde Pedro hasta hoy- sigue siendo guiada por aquél a quien Jesús dice: “yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca… apacienta mis ovejas… las puertas del infierno no prevalecerán contra ella… “

Amo a la Iglesia que me ha mostrado el misterio de la Maternidad de María, que al engendrar a Jesús engendra también a todos sus miembros. Madre amante, Madre amable, Madre y Reina, modelo de discípula, Madre de la Iglesia.

Gracias, Jesús, por la Iglesia Católica!!!

Gracias, Iglesia Católica, por darme siempre de un modo nuevo y más generoso a Jesús!

7.05.18

A ver si te queda claro: abortar es asesinar

Si elegís cortarte el pelo cortito, o dejártelo largo hasta los tobillos, o teñirlo de verde, o hacerte rulos, prometo respetar tu elección…

Si elegís usar ropa fosforescente, o vestir siempre de negro, o disfrazarte de Superman o del Hombre araña, o usar una larga túnica, prometo respetar tu elección…

Si incluso eligieras hacerte una cirugía para modificar tu nariz, o para achicar tus orejas, o hasta si eligieras cortarte el dedo gordo del pie, o mutilar algún otro miembro u órgano del cuerpo, no estoy de acuerdo y si puedo te lo voy a decir, pero no puedo impedirlo, y prometo respetar tu elección… Eso sí, no me pidas que te ayude a hacerlo, ni que financie tu elección.

Pero si pretendés matar a otro ser humano, si pretendés obtener un permiso para eliminar a otro argentino, si elegís descuartizar a un bebito inocente o aspirarlo como si se tratase de basura, y encima pretendés que yo financie ese homicidio y que te diga que tenés “derecho” a hacerlo, en ese caso, que te quede claro, QUE TE QUEDE RECONTRACLARO, voy a hacer lo que pueda para impedirlo, y NO VOY A RESPETAR NADA TU ELECCIÓN…

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11.04.18

Gastar mi vida para su Gloria

Finalizo con esta entrega las entradas en las que he ido desglosando la oración de consagración de mi sacerdocio, que compartí hace unos días.
 
Las anteriores meditaciones:   
 

X.  Utilízame como cosa, posesión e instrumento tuyo. En tus manos tengo la certeza de cumplir la voluntad del Padre, de gastar mi vida para gloria suya, extensión del Reino de Cristo, y para tu regocijo. Madre, soy todo tuyo, y todo lo tuyo me pertenece, in saecula saeculorum.

A la Madre Teresa de Calcuta le gustaba decir: soy un lápiz en las manos de Dios. Así quería destacar que toda la obra la hacía el Creador, que ella era sólo instrumento. El único mérito que ella podía tener era, naturalmente, dejarse utilizar, ofrecer la menor resistencia posible. Decir siempre que sí.

Madre querida, tan solemne como sencillamente, quiero entregarme a Ti, no para descansar en tus manos, sino para que me uses, una y otra vez, para realizar en mí la obra de Dios, para que otros puedan conocerlo y amarlo. Quiero ser instrumento, intentando adecuarme cada vez mejor a la misión sacerdotal, pero sin olvidar jamás que todo lo bueno proviene del Vos y no de mí, que debo aprender a dejarme utilizar sin resistencias, sin temores, sin querer protagonismos excesivos.

Tengo la certeza, la sólida e inquebrantable certeza, de que, si no me suelto de tus manos, si no cierro mis oídos a tu maternal voz, puedo cumplir la voluntad del Padre con fidelidad. Quiero despojarme de mi propia libertad para hacer sólo su plan, su proyecto, su designio, y estoy seguro de que así será en la medida en que permanezca muy unido a vos.

Quiero gastar mi vida, sin guardarme nada, sin reservarme por las dudas, sin cuidarme más que lo mínimo que indica la caridad para conmigo mismo, para que muchos otros puedan descubrir el único amor perfecto, el que no falla, el que es capaz de transformar vidas. Porque la gloria de Dios es el hombre viviente, y quiero que esa vida en abundancia pueda ser experimentada por todos mis hermanos.

Quiero gastar mi tiempo en esta tierra como un soldado fiel de Cristo Rey, que en los Ejercicios Espirituales me dijo con prístina claridad: el que quiera venir conmigo, ha de vivir y sufrir como yo, para luego gozar junto a Mí.

Quiero extender tu Reino en el mundo, que es tu Iglesia, amándola y sacrificándome por ella, trabajando junto a mis hermanos sacerdotes, en comunión con el Papa y mi obispo.

Quiero vivir y morir así, Reina mía, y quiero hacerte sonreír; quiero regocijar tu Inmaculado Corazón, afligido tan a menudo por mis pecados y los de mis hermanos; quiero alegrar tu alma, quiero ser para Vos -como lo sos para mí- fuente de consuelo.

Madre, soy todo Tuyo, y todas mis cosas son tuyas, por los siglos de los siglos. Amén.

2.04.18

El fundamento de nuestra Esperanza

Yo sé que muchas veces la vida se te hace cuesta arriba. Que te duelen las piernas de tanto caminar, la cabeza de tanto pensar sin encontrar solución, el corazón de tanto intentar amar…

Yo sé que existen noches oscuras, muy oscuras, en las que nada -pero NADA- se ve con claridad, donde llegas a dudar de todo y de todos…

Yo sé que hay circunstancias donde el alma se siente fría, donde la esperanza parece muerta, donde como un altísimo paredón se te aparece a los cuatro lados y te sientes sin salida, sin posibilidades…

Y sé que algunas veces, estando incluso rodeado de gente, te puedes sentir solo, profundamente solo, abrumadoramente solo.

Pero yo sé, yo creo, yo tengo una certeza es es capaz de tranfigurar todas estas situaciones.

Yo sé, yo creo, yo tengo la certeza de que Cristo ha resucitado. Ha conocido cada una de las angustias humanas, cada traición posible, cada desencanto, cada fracaso… Ha pasado la experiencia de ascenso y del cansancio, de la noche más espesa y tenebrosa que existe, del abandono y de la

 soledad.

Pero al tercer día ha resucitado. Al tercer día ha vencido. Al tercer día la luz, la paz, la alegría, se instalaron definitivamente en el corazón de la historia humana.

Pascua significa que si decidís agarrarte fuertemente a Jesús, él te hace partícipe y te asocia a su Victoria.

Pascua significa que vos también, “al tercer día” -es decir pronto, muy pronto, porque el tiempo es nada ante la eternidad- podrás experimentar esa Victoria de modo perfecto.

Pascua significa que con la mirada en Él, con el corazón en él, con la confianza en él, encontrás descanso a tus cansancios, luz para tus noches, y un AMOR, un amor perfecto que trasciende e invade todas tus soledades.

Pedile a la Madre que hoy te muestre el rostro de Jesús Resucitado. En su mirada hay suficiente Paz para vivir y morir felices.

Feliz Pascua de Resurrección!!!