¿Escuelas católicas hoy? Sí, hoy y siempre
El 6 de marzo, Dios mediante, iniciaremos en la localidad de la que soy párroco en Argentina nuestra Escuela “Nuestra Señora del Carmen", como anexo de la Escuela “Félix Frías".
Les cuento esto para que recen, y si a alguien le interesa conocer el proyecto, les dejo el enlace de nuestra sencilla página institucional.
http://escueladelcarmenberthet.blogspot.com.ar/
Durante los once años de mi ministerio sacerdotal, Dios ha querido que siempre estuviera vinculado con la educación católica. Amo la educación, y he tenido oportunidad de conocer a verdaderos maestros en este aspecto, y de leer y escuchar análisis y reflexiones muy profundos y fecundos.
He sido testigo, también, de las dificultades que implica hoy la educación católica, y de cómo fácilmente el secularismo puede hacer que “la sal pierda su sabor", y que nuestras escuelas ya no sean -como es su misión- espacios de evangelización.
Con plena conciencia de las dificultades, sigo estando convencido de que la Escuela Católica tiene una magnífica vocación y misión en el mundo y en la Iglesia actual.
A lo largo de estos años he tenido que dar algunas charlas o reflexiones a directivos y docentes. Comienzo entonces, a partir de hoy, a compartirlas en este espacio de Infocatólica, confiando en que puedan alcanzar e iluminar alguna realidad educativa o eclesial
El texto que comparto ahora es una reflexión en torno a la Sagrada Familia, buscando en ella un modelo de relaciones humanas y cristianas que pueda inspirar la vida de la comunidad educativa. Destinada a docentes, puede iluminar también a directivos, capellanes y familias.
La Sagrada Familia y la escuela católica
A veces nuestros amigos, que saben que trabajamos en una escuela católica, nos preguntan: ¿cómo va la escuela?.
Como la escuela es una realidad muy compleja, existen varias posibles respuestas, todas importantes y complementarias.
Algunos responderán desde lo pedagógico… otro subrayará la cuestión administrativa y económica… otro el aspecto edilicio, o el deportivo… algunos quizá la dimensión pastoral.
Hoy yo quisiera ayudarlos a que se pregunten y recen sobre una particular dimensión: ¿es mi escuela una verdadera familia? Y en el plano personal: ¿cómo estoy contribuyendo yo para sostener el “clima” de familia” de mi escuela?
Para hacer este “examen”, no me voy a detener en definiciones de la familia, y ni siquiera por esta vez en las maravillosas enseñanzas del Magisterio de la Iglesia al respecto.
Simplemente quiero invitarlos a que miren a una familia, a la Sagrada Familia de Jesús, María y José.
¿Por qué la escuela tiene que ser una familia?
Pero, antes de seguir, debo responder a otro posible interrogante: ¿De dónde saco yo que la escuela tiene que ser una familia? ¿Por qué digo esto?
Podríamos decir, en primer lugar, que la escuela tiene como meta ayudar a las familias en la formación integral de los alumnos. Y si bien tiene una especificidad (el trabajo metódico, la disciplina, horarios estrictos, etc) es bueno que no se pierda esa continuidad afectiva. Continuidad que, en nuestra realidad actual, es casi “novedad”, porque muchos de los alumnitos que llegan a nuestras aulas tienen una casa pero no tienen un hogar.
Pero sobre todo debe ser una familia porque la escuela católica es la Iglesia en función de educar. Y la Iglesia es, justamente, Familia de Dios, prolongación y sacramento de la Familia Trinitaria. Es comunión de personas, donde cada uno vive su propia vocación y crece, ayudado por los otros, en un clima de amor y de alegría. La Iglesia es, debe ser, una familia. Y la Escuela, por tanto, está llamada a ser familia.
Miremos, entonces, a la Sagrada Familia, reflejo de la familia originaria, la Trinidad, para aprender a ser Iglesia.
Y aprendamos algunas cosas.
Jesús en el centro
a) En la Sagrada Familia el centro es Jesús: todo se hace por Jesús, todo se hace para Jesús. La presencia del niño, del Niño Dios, es la fuente de la Alegría, es lo que da sentido a todo lo que hacen. Para ellos hablar con su Hijo y hablar con Dios y de Dios era una misma cosa.
En nuestras escuelas Jesús, Jesús resucitado, quiere ser el centro. Jesús en su presencia Eucarística en la capilla o templo parroquial. La certeza de Su presencia (“yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo”) es fortaleza en las pruebas y serenidad en las tormentas: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”. La certeza de esta presencia de Jesús –en el Sagrario, en el patio, en el aula, en la dirección- hace brotar espontánea la oración.
Pero Jesús está presente también en cada niño o joven: cuando educamos a ese niño, estamos educando y sirviendo a Jesús: “lo que hicieron al más pequeño de mis hermanos, a mí lo hicieron”. “Jesús en el centro” significa también el alumno en el centro. Cuando estamos enfocados en ellos, los destinatarios y razón de ser de la escuela, esquivamos muchos problemas y discusiones innecesarias y estériles.
Más allá del deber, el servicio
b) En la Sagrada Familia, cada uno cumple con su deber, pero se esmera por ser servidor de los demás: Cumplen sus deberes pero, con alegría y con libertad de espíritu, van mucho más allá. Podemos imaginar a María, José y el Niño casi “compitiendo” para ver quién sirve más, quien hace las tareas más difíciles, menos agradables. Allí aprendió Jesús –contemplando a su Madre y a José- que verdaderamente “hay más alegría en dar que en recibir”.
En nuestras escuelas es hermoso difundir un verdadero espíritu de servicio, que nos permita ir más allá del deber. Que podamos “ir adelante” mostrando un estilo de autoridad que es servicio, servicio alegre, servicio que se vive como plenitud y que por eso no se reprocha a los demás. Confiar en el poder “contagioso” del servicio.
Diálogo en la verdad y el amor
c) En la Sagrada Familia, el diálogo es franco, fluido, profundo: podemos intentar imaginar un almuerzo o cena en Nazareth. Imaginar la manera de mirarse a los ojos, la sonrisa, el tono de voz: todo cuenta. Un diálogo sincero y profundo, un diálogo del corazón, no sólo de las cosas exteriores y circunstanciales, sino del misterio de su propia intimidad. Un diálogo que nace del silencio y de la riqueza del mundo interior de cada uno. Conversaciones de calidad: rebosantes de verdad, caridad y esperanza.
En la Escuela católica nos deberíamos poder sondear por el estilo del diálogo entre nosotros y entre cada actor de la comunidad educativa. El diálogo de los directivos entre sí, con los docentes, con los padres, con los alumnos. Es preciso cuidar la calidad de nuestras conversaciones, no dejarnos ganar por la desesperanza o el pesimismo. Vivir en la verdad, pero decir la verdad con amor. Cuidar el clima de la sala de maestros… Madurar en un “estilo” de comunicación para la comunión.
Unidad en la diversidad
d) En la Sagrada Familia se vive la unidad en la diversidad: José, María, Jesús, son distintos. Cada uno de ellos vive en una santidad sublime pero cada uno a su “modo”. Y con su propia santidad y sus propias características enriquece al otro. En la educación de Jesús José y María se complementan, y cada uno deja en el alma de Jesús una huella particular, un rasgo de su riquísima personalidad.
En las escuelas, nos hace bien procurar descubrir la riqueza de la diversidad de talentos y carismas. Ser los primeros en valorarlas y ayudar a los demás a que se valoren y estimulen mutuamente, dejando de lado cualquier espíritu de competencia malsano. Es bueno aprender y asumir que no podemos hacer todo, o que en la comunidad educativa no somos los que mejor hacemos todo… eso nos hace mucho más “libres”, nos permite descansar en los demás. Confiar en las personas, ser capaces de delegar cuando sea necesario, aprender a complementarnos.
Cansancio alegre, atención a lo pequeño
e) En la Sagrada Familia, el trabajo y el cansancio son santificados por el amor y la alegría con que se hacen las pequeñas cosas: Ellostrabajaban. Se cansaban. Pero en la plenitud de gracia en que vivían, hacían de este trabajo y del cansancio una ofrenda para Dios. Trabajaban por amor, cuidando el detalle, para Dios… Trabajaban con alegría, cantando.
En nuestras escuelas podemos favorecer un clima de trabajo en el que la motivación sea mucho más que el sueldo de los primeros días del mes, o que cumplir los plazos de supervisión y el concepto… Trabajar por amor es una invitación a rechazar el espíritu de queja, la “rezonguitis crónica” que tanto nos acecha. Trabajar con alegría significa evitar en lo posible el malhumor, las caras largas y ceños fruncidos, la “mala onda” del miércoles al viernes…
La Sagrada familia nos ayude a gozar profundamente de nuestra tarea… porque estamos formando a Jesús.