Entrevista sobre el libro "El Gran Tesoro", catequesis para niños sobre la Misa
Comparto con ustedes una entrevista que me realizaron desde el portal “Misioneros digitales católicos”
-La primera pregunta es simple: ¿Por qué escribir un libro sobre la misa para los niños de primera comunión?
-Antes que nada quiero decir que amo la Santa Misa, amo celebrarla y amo hablar de ella. Fui a Misa desde el seno de mi madre, y en diferentes etapas de mi infancia y adolescencia pude comprender su valor con mayor hondura. El libro está dedicado al padre Heraldo Reverdito, quien me mostró la Misa diaria –una Misa sencilla, para cuatro o cinco personas- como el acto de amor más grande de Dios hacia la humanidad, cuando yo tenía 14 años, a través de una celebración piadosa y ferviente. Creo que es muy importante no subestimar la capacidad de los niños de entender el valor de la Misa y la presencia de Jesús, y por eso intento en el librito ayudarlos a descubrirlo allí, como ese gran tesoro escondido en los signos sacramentales.
-¿A la hora de encarar un libro pensado para que lo lean los chicos, qué elementos del lenguaje trabajó o tuvo más en cuenta?
-Hace cuatro años publiqué un libro sobre la Santa Misa llamado 7 canastas. El que publico ahora es parecido en cuanto a la intencionalidad, pero al hablar a los niños cada capítulo comienza casi siempre haciendo referencia a alguna realidad cotidiana, desde la cual pasar luego al momento litúrgico que se quiere iluminar. La otra diferencia es el lenguaje, en el cual intento reflejar lo más posible el lenguaje hablado, sin perder, no obstante, riqueza lingüística, la que considero también un valor a trabajar en los niños.
-¿Cómo lo pueden trabajar los padres, los catequistas y los párrocos de esos niños?
-Estoy seguro que los adultos también podrán encontrar elementos valiosos para su propia vivencia eucarística. Cuando un adulto se ha encontrado con Jesús a fondo, la transmisión es más eficaz. Por otro lado, creo que el librito puede ayudar a encontrar un lenguaje adecuado e inspirar nuevas y aún mejores propuestas de adaptación de los grandes contenidos de la fe a la realidad infantil. Animo a los padres y catequistas a no tener miedo, bajo el impulso del Espíritu Santo, y en la fidelidad a la enseñanza de siempre, hallar mejores herramientas de comunicación de la verdad.
-¿Qué lo moviliza a escribir y qué oportunidades le aporta a la hora de evangelizar?
-Amo escribir, desde muy pequeño fui muy lector –lamentablemente no he mantenido el ritmo de lectura de mi infancia- y ya desde entonces escribía con cierta soltura. Escribir es antes que nada una necesidad personal, me hace bien, independientemente de que otro lo lea. Pero he comprobado también, especialmente en las redes sociales, que los textos pueden tocar y movilizar corazones, además de iluminar mentes y aclarar ideas. Que la palabra, sobre todo si es clara y si a la vez logra ser elegante y bella, puede reflejar a la Palabra y darla a conocer.
-El papa Francisco acaba de publicar un video en que dice que internet es un don de Dios. ¿De qué manera podemos y debemos aprovechar los católicos a ese don, a las redes sociales?
-Creo que existe una excelente presencia de los católicos en internet. Muchos sitios son muy sólidos en cuanto a los contenidos, atractivos visualmente, actualizados en cuanto al lenguaje. En fin, creo que se está aprovechando muy bien esta oportunidad, y desde que existen las redes sociales, hasta personas que llegan no como nativos sino como migrantes digitales están haciendo un gran apostolado. No sólo dando testimonio de la fe, sino también del valor de la Vida y de la Familia, y tantos otros elementos humanos vinculados a nuestra cosmovisión.
-En octubre en Roma se realizará un sínodo de obispos enfocado en los jóvenes. ¿Tendría que haber uno especialmente pensando en los niños?
-Entiendo que lo relativo a los niños ha sido abordado en cierta medida en el Sínodo de la Familia, de la cual los niños forman partes, dando elementos importantes de reflexión a los padres. Pero indudablemente las realidades eclesiales son todas importantes, y no debe ser fácil descubrir cuál priorizar en cada momento.
-Hablando de los niños, ¿por qué sería grave la sanción de una ley que despenaliza el aborto y de concretarse qué actitud deben tomar los creyentes? ¿Y si no se aprueba –el otro escenario posible- qué hay que hacer? ¿Irse a casa a celebrar y listo?
-Hay múltiples motivos por los cuales la legalización del aborto sería un hecho gravísimo, desde el momento en que el aborto es, sencillamente, un homicidio intrauterino, un “crimen abominable”, como lo llama el Concilio. Pero quiero destacar uno: la legalización daría la impresión de que el aborto es algo bueno y positivo, deformando la conciencia de las futuras generaciones. En esto se aplica, a mi modo de ver, la dura frase de Jesús; “Ay de aquellos que escandalizan a los pequeños… más les valdría que le ataran una piedra de moler y lo arrojaran al fondo del mar”. Si el aborto se legaliza, todos los que aman la vida debemos seguir proclamando y defendiendo la dignidad de todos, y será hora, por un lado, de implementar nuevas estrategias para evitar los abortos uno a uno, además de ofrecer más y mejores ayudas a las mujeres que ya han abortado, ayudándolas a sanar la inevitable herida y a reconciliarse con su hijo y con Dios. Si la ley no se aprueba, nos queda continuar proclamando y defendiendo el valor de cada vida humana, no sólo la del niño por nacer, sino la de todo ser humano en todas sus etapas, además de combatir todas las otras manifestaciones de la cultura de la muerte, como son la violencia, las adicciones, los estilos de vida promiscuos…
-¿Qué entiende la Iglesia que es una educación sexual integral?
-Es educar a la persona en todas sus dimensiones: inteligencia, voluntad, afectividad, capacidad de relacionarse de manera madura y responsable con los otros. Es trabajar en la autoestima y el autodominio, en las virtudes humanas que le permitirán integrar la sexualidad en un proyecto de vida. Es hablar de la belleza de la castidad, que es una virtud que acompaña todas las etapas de la vida, una virtud que embellece y enriquece a la persona y le permite gozar en plenitud del don de la sexualidad.
-Desde su condición de párroco, ¿cómo está el pueblo de Dios que le toca acompañar?
-Es una pregunta difícil, ante todo porque depende de qué definición demos de “Pueblo de Dios”. Si consideramos “Pueblo de Dios” a todos los bautizados, tenemos que reconocer que un altísimo porcentaje vive alejado de la vida de la comunidad, y, en los hechos, en una suerte de ateísmo práctico, “como si Dios no existiera”. Conservan algunas costumbres religiosas –bautizan sus hijos, visitan santuarios una vez o dos al año- pero su manera de pensar y de actuar tiene muy poco que ver con la propuesta cristiana. Incluso suele suceder que hablan de la Iglesia como desde la “vereda de enfrente”, subrayando sus errores y falencias. Ahora, si pensamos en la comunidad más activa, las personas de Misa dominical y especialmente los agentes pastorales, noto un crecimiento importante, propiciado también por las crisis que vivimos. Me refiero a que aquellos que deciden comprometerse con Jesús en este tiempo deben ser necesariamente radicales, y por ello, uno va conociendo personas verdaderamente santas, pequeños y anónimos héroes que dan su vida cotidianamente.
-La última pregunta también es sencilla: ¿De qué tratará el próximo libro?
-Tengo casi armado un librito que recoge textos sobre el sacerdocio que fui publicando en redes sociales y en mi blog. Creo que publicarlo puede ser un lindo aporte, pero estoy pensando cuál puede ser el mejor momento para hacerlo. Tendrá como nombre “La locura de ser cura”. También tengo iniciado desde hace mucho tiempo un librito de meditaciones sobre los misterios del Rosario, como regalo para la Virgen por tanto cariño y paciencia en estos años. Pero este proyecto necesita mucho más maduración todavía.
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