Padre Leandro, ¿alguna vez te enamoraste?
Cada tanto, el tema del Celibato sacerdotal se pone “de moda”, ya sea en ambientes eclesiales o en otros más mundanos, a tal punto que incluso en los sitios webs de los diarios, en los programas televisivos de chimentos o en los matutinos radiales se habla de él.
Para abordar la cuestión, suelen llamar a muchos para opinar: a psicólogos, a sociólogos, a historiadores de las religiones, a ex-sacerdotes, sin que falte la opinión de las vedettes de turno o del presentador del programa… Pero casi nunca nos preguntan a nosotros, a los que hemos optado por el celibato, ni suele oírse la voz de un cura que esté encantado con su vida célibe.
Por este motivo, muchos cristianos, incluso con cierta formación, desarrollan ideas equivocadas sobre el celibato sacerdotal. Llegan a ver en el mismo únicamente una norma eclesiástica que se impone desde afuera, una prohibición, una censura a lo más normal para un hombre, para un varón. ¿Qué tiene de malo el amor? ¿Acaso no es el centro de mensaje cristiano? En la mente de muchos aparece asociada la palabra “celibato” a “negación del amor". “Prohibido amar".
Dado este contexto, no es extraño que sobre todo los niños y los jóvenes, cuando tienen oportunidad y con su habitual desparpajo, nos planteen su interés del siguiente modo: ¿qué pasa si te enamorás? O, incluso, ¿alguna vez te enamoraste?
Los documentos de la Iglesia han mostrado con belleza y profundidad la falacia de oponer celibato y amor. Yo, con el paso de los años, he ido encontrando mi propia respuesta, que se ha hecho más y más clara y que hoy creo poder expresar con más soltura y hasta con cierta elegancia.
Es la respuesta que comparto aquí, y que estoy seguro puede ser asumida por cientos de miles de curas y religiosas. Lo cuento más o menos así:
Desde niño siempre soñé con encontrar y tener:
a) Una hermosa y buena esposa a quien amar para toda la vida.
b) Muchos, muchos hijos a quienes querer y ayudar a ser felices.
En definitiva: soñaba con una familia, fundada en un amor definitivo, perpetuo.
Pero entonces, ¿por qué me “metí de cura", en esta institución en la que “no te dejan casarte"?
Me “metí de cura", y elegí ser célibe, por una única razón: por el llamado de Jesús.
Porque el día en que supe que tenía que ser sacerdote, en ese preciso momento, supe también que Jesús quería que le entreguara toda mi vida, todo lo que soy, todo mi futuro, todos mis sueños. Y esto, no por un tiempo, sino para siempre.
Yo no soy célibe, entonces, porque “la Iglesia no me deja casarme".
Ni mucho menos me metí de cura porque no me “gustaban las mujeres", o porque “me dejó una novia", o porque “nadie me daba ni la hora”
No. Me “metí de cura” por AMOR. Porque descubrí que un Amor infinito me precedía, y ese Amor conquistó mi pobre corazón humano. Me enamoré del amor, y elegí -decidí- amar con la totalidad.
Por eso entré en el Seminario -con certezas firmes, que se fueron iluminando cada vez más y solidificando mejor-, y por eso, día tras día, volví a elegir lo mismo que el primer día.
En el Seminario, lejos de presentarnos una realidad ficticia, de ocultarnos las posibles dificultades, o hablarnos mal del matrimonio y de la familia -todo lo contrario-, me dijeron bien clarito, una y otra vez: “el Celibato es un don maravilloso, pero también es exigente. Si estás seguro, adelante. Pero si no estás seguro, estás a tiempo“
Me enseñaron que para ser feliz siendo célibe (porque no se trata de aguantar, sino de ser plenos) debía cuidar mi amor por el Señor. Que si mi amor por Jesucristo se mantenía vivo -como en un matrimonio-, si permanecía enamorado de Él, podía ser enormemente feliz, incluso teniendo que renunciar a grandes bienes.
Me enseñaron -y acá viene lo más paradójico y maravilloso de la vida célibe, lo que yo al principio no había imaginado y hoy disfruto- que si vivía mi celibato como expresión de amor, si me abría a la acción de la Gracia y del llamado que se perpetúa en el tiempo, se iban a colmar de modo sobreabundante todos mis anhelos:
a) Iba a ser, verdaderamente esposo, como Jesús es esposo de la Iglesia.
b) Iba a ser, verdaderamente padre, de muchos, muchísimos hijos, a quienes querer y ayudar a ser felices.
Iba a tener una gran familia, fundada en un amor definitivo.
Y así lo vivo hoy.
Con la certeza de que no me “vendieron un buzón“, ni me “metieron el perro“, diciéndome vaguedades o con falsos misticismos.
Pero todo es cuestión de Amor. En los días de mi sacerdocio donde el amor por Jesús y mi intimidad con Él han permanecido fuertes, el gozo es inabarcable. Increíble e inexpresablemente intenso. Una alegría del Cielo, como sugiere la etimología de “celibato”
Y sólo en los días donde yo no supe ser perseverante en la búsqueda de su Rostro, donde me aislé de la Gracia, donde anduve sin poner mi norte y mi rumbo en Él, apareció la tristeza, como aparece en un hombre casado cuando va descuidando el amor por su cónyuge.
Por eso las personas célibes, en la medida en que podemos vivir de este modo, no somos “dignas de lástima". No somos “pobrecitos” de la vida, ni fracasados existenciales.
No somos más que una persona casada, pero tampoco menos, porque el más o el menos no se mide por el estado de vida ni por la vocación, sino por la Fidelidad.
Pero quizá alguno dirá: ¿no hace el celibato incompleta la vida de una persona? ¿Cómo se puede ser padre, ser pastor, se maestro, permaneciendo “fuera” de experiencias tan esenciales de la vida como son el matrimonio y la familia?
El tiempo y la vida pastoral me han demostrado que el celibato, lejos de alejarme de la realidad de las personas o de impedirme conocerla y comprenderla, me permite observarla y abordarla desde un ángulo y con un enfoque enormemente enriquecedor. Es cierto que esto lleva algunos años de escucha y estudio que exceden los del Seminario, pero finalmente puedo decir que en muchas ocasiones me puedo sentir un “experto en humanidad” y con una mirada sobre la realidad humana mucho más realista. La vivencia del celibato acarrea consigo en la mayoría de las ocasiones una apertura del corazón por parte de los fieles más sincera, más espontánea y más fecunda que si no lo fuera.
Por el gran don del celibato al que fui llamado, por tanta alegría escondida y misteriosa fluyendo de esta fuente, hoy quiero nuevamente dar gracias al Señor. Y quiero darle gracias a Dios por su Fidelidad, en la cual mi fidelidad y la fidelidad de todos los consagrados es posible.
Y dar gracias también a tantos consagrados y sacerdotes que me han mostrado, mucho antes de que yo fuera capaz de darme cuenta, que hay una felicidad infinita en ser totalmente del Señor.
Con María, como María, desde el Corazón Inmaculado de María.
32 comentarios
Muchos le comprendemos y lo entendemos perfectamente; podrían añadirse muchos más aspectos positivos -y hasta místicos incluso- en todo esto; pero creo que para una aproximación entendible es un fantástico post.
Gracias a los sacerdotes y a las religiosas por estar ahí y entregarnos todo; que Dios los bendiga.
En familia se distrae una mucho más del seguimiento al Señor. Se dan lunas de miel y lunas de preocupaciones, con el Señor todo es luna de miel siempre porque, es verdad que uno se entrega, pero Dios se entrega mucho más y pone todo de su parte, no hay fallo ninguno por parte del esposo nunca, ni en ninguna situación.
Muchas de las presuntas "crisis de fe" que terminan en apostasía, tienen que ver con esto o al menos por aquí empezaron.
"¡DUQ IN ALTUM!" .- L.A.Blas
Tengo muy claro que tratándose de una norma eclesial y no Divina, no comprendo ese empecinamiento en negar el Sacramento del Matrimonio al Sacerdote, máxime con la falta de vocaciones que hay, al igual que la negativa a que la mujer acceda al mismo.
Sólo hay que mirar el proceder de Cristo y Él con su proceder da la respuesta. Di el hombre y la mujer están hechos a imagen de Dios y la sociedad de hoy no es la que vivió Jesús, de volver: dado que el sacerdocio dista mucho del ajetrio de los apóstoles cree que se opondría al Matrimonio? O que la mujer, la primera que eligió para que diera testimonio del MÁS. GRANDE DE LOS ACONTECIMIENTOS, SU RESURRECCIÓN accediera s la orden sacerdotal?.Yo, humildemente, pienso que no.
Sin nada más que añadir y agradeciéndole su publicación. Beso sus manos.
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Padre Leandro
Diana:
Gracias por el comentario.
No es mi intención debatir aquí sobre la posibilidad o no de ordenar hombres casados, ni mucho menos sobre el acceso de la mujer al sacerdocio, cuestión que ya es doctrina definida de modo definitivo.
Simplemente quiero contar en primera persona como vivimos muchos el celibato sacerdotal.
Bendiciones!
Desearía que me identificara y poder tener amistad con él. En mi país la Iglesia Católica está siendo atacada de forza constante últimamente y aunque yo la defiendo, a veces me siento sola,.
Tengo muchos contactos pero en esas publicaciones son muy picos quienes dan la cara.
La guía de un sacerdote como él , no me vendría nada mal.
Gracias y un cordial saludo.
Qué bonito tomar en cuenta lo que el artículo expresa y suscribo, es corresponder a una LLAMADA y ELECCIÓN, cuya iniciativa es divina.
ser célibe no es estar exentos de riesgos y los que recibimos con alegría esta gracia, siempre tendremos tentaciones, por lo cual perseverar en este amor por CRISTO Y LA IGLESIA, siempre requerirá del apoyo y oración de la COMUNIDAD DE FIELES.
" Si me amas cumpliras mis mandamientos".
Todo está dicho , lo que hace falta es que lo entendamos.
Gracias por la esplicacion.
Lo felicito padre por su testimonio.
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Padre Leandro
Padre, gracias por el comentario. No he omitido opinión alguna sobre si el celibato debe ser para todos u opcional, simplemente he contado como lo vivo yo, intentando explicar cómo es un error concebirlo como "ausencia de amor". Sólo eso. Bendiciones!
Es la declaracion de amor mas hermosa que he leido , el llamado a esa vida de entrega , de fidelidad y lealtad completa a Dios Maria, Jesus y su iglesia.
Es como el llamado al sacramento del matrimonio, solo el verdadero amor es capaz de entregarse enteramente y cuando recibes ese llamado sabes que habra tropiezos, y dificultades pero juntos por amor la pareja saldra adelante,asi la vocacion a seguir a nuestro Dios Padre a traves de Jesus y su iglesia se mantiene fuerte en lealtad y fidelidad por AMOR.
Que Dios ,nuestra madre Santisíma y Jesus lo bendigan y fortalezcan siempre ese amor.
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Padre Leandro
Juan, no emito opinión sobre nadie ni niego nada, sólo estoy dando mi testimonio, que espero ayude a algunos. Gracias!
Dios lo bendiga y la Virgen lo guarde siempre a ud y todos sus sacerdotes
Siéndolo yo mismo, desde hace 62 años, no negaré noches oscuras, cruces de todo tipo, pero en el fondo, me ha iluminado siempre el poderoso dicho de S. Agustín: "Ubi est amor non est labor, aut ipse labor amatur "(Donde hay amor no hay trabajo, o el mismo trabajo es amado).
Además, basta repasar el inmenso testimonio de tantos sacerdotes, enamorados de Cristo y su Iglesia, que no menos han desparramado el más genuino cariño en sus comunidades o fundaciones: Cura de Ars, Don Bosco, Don Orione, Cura Brochero, Pedro Poveda y el innumerable ejército de testigos, que certifican esta realidad evangélica.
Me alegra saber q existen personas q la eligen con alegría y no se arrepienten. Son también un ejemplo para los demás, sea el q sea su estado civil, para q comprendan q Dios no defrauda y q nos ayuda en nuestras dificultades si queremos serle fieles.
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