¿Qué pecados puedo tener yo a mi edad?
Cuando fui ordenado sacerdote, solía pensar que estaba bastante preparado para afrontar la vida pastoral con relativa solvencia. Poco a poco, y de las maneras más diversas, el Padre Providente me fue haciendo ver que mi formación sólo se había iniciado. Y que había varios aspectos para los cuales no estaba suficientemente listo.
Uno de ellos fue encontrarme con personas ancianas que al llegar a la Confesión, o al ofrecérseles el Sacramento de la Unción (para el cual es preciso confesarse previamente), manifestaban, sin siquiera ruborizarse: “Pero padre, ¿qué pecados puedo tener yo a mi edad?” Reconozco que esta situación –repetida una y otra vez en mis once años de sacerdote- es una de las que logra impacientarme con rapidez. Más aún cuando algunas veces se le añade la siguiente fundamentación, oída en diversas regiones por igual: “cuando cumplí los 75/80 años el padre x me dijo que yo no necesitaba confesarme más”. ¡Cómo si nos pudiéramos jubilar como pecadores!
He ido elaborando, entonces, una especie de “estrategia” para ayudar a estas personas, y porque tengo la intuición de que situaciones parecidas se deben repetir en toda la Iglesia, me complace compartirla por aquí.
1. En primer lugar, no dejo de citar la Escritura. No soy demasiado memorioso, pero me he aprendido muy bien el versículo de la primera carta de Juan: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros”. Esa cita pone a la persona como en un callejón sin salida…Y luego invito a la persona a que pida la gracia de ver sus pecados.
2. En segundo lugar, intento explicar que nuestra conciencia, a medida que pasa el tiempo, puede ir oscureciéndose. Que como vivimos en un mundo que no reconoce el pecado, un mundo donde todo está permitido, nos parece que nosotros somos buenos, y comparándonos con quienes cometen violaciones, abortos o atentados terroristas, hasta parecemos santos.
Pero que la medida en que debemos “medirnos” es Cristo, y que a Su lado, cuanto más cerca estamos de Él, nuestro pecado aparece con claridad, como nuestra ropa manchada se ve verdaderamente sucia cuando nos exponemos al sol.
Si la persona está en condiciones de comprender el argumento, le sugiero que muchas veces terminamos justificándonos porque es la única manera de convivir con la culpa que sí o sí nos generan nuestras malas acciones… pero que la justificación y en cierto modo la “negación” del pecado, no hace más que esconder la mugre bajo la alfombra… sólo el reconocimiento, el arrepentimiento y el perdón liberan de verdad.
3. Otro paso importante es recordar la clásica y valiosísima distinción entre pecados de pensamiento, palabra, obra y omisión. Muchas personas identifican pecado sólo con acciones, tales como robar –a mano armada, o algo así- matar –homicidio directo- y cometer adulterio.
Pero –además de otras acciones malas que también son graves, sin ser esas- suelen pasar por alto las innumerables posibilidades de pecar con el pensamiento o el deseo. Suelen omitir las ofensas infringidas al prójimo por palabras falsas o infundadas, inoportunas o hirientes, o por silencios y mutismos agresivos. Y suelen desconocer la responsabilidad moral por el bien que -pudiendo hacerse- no se hizo.
4. Por último, suelo ayudar a la persona –repito, sobre todo a ancianos que hace mucho no se confiesan- haciéndoles un pequeño examen de conciencia, preguntándoles por las diversas áreas de la vida moral, en torno a los 10 mandamientos y también algunos de los pecados capitales. Todo esto, claro, si la persona es capaz de comprenderlo, al menos mínimamente.
Algunas de las preguntas que trato que no faltan son
- ¿Has creído y confiado en Dios, o te has enojado o rebelado contra su voluntad? ¿Has mantenido la pureza de la fe, o la has contaminado con otras creencias? ¿Has aceptado las contrariedades con paciencia, o has vivido en una continua queja? ¿Has sido agradecido?
- ¿Has respetado el nombre de Dios?
- ¿Has participado de la Misa los domingos con atención y fervor? ¿He colaborado con mi comunidad eclesial con mis bienes, mi tiempo, mis talentos?
- ¿Has dado buen ejemplo a tus hijos y nietos? ¿Has procurado aconsejarlos bien? ¿Has sido para ellos motivo de alegría o has causado divisiones, enfrentamientos, rivalidades? ¿Has sido dócil cuando ellos te aconsejan por tu bien?
- ¿Has cuidado tu salud por amor a Dios? ¿Has respetado los tratamientos médicos que te han indicado? ¿Hay alguna persona a la cual le guardes rencor y no puedas perdonar? ¿Has juzgado o condenado interiormente al prójimo?
- ¿Has cuidado lo que miras en TV o en internet, o te has entretenido en cosas impuras? ¿Has cuidado la pureza de tu cuerpo y de tus pensamientos?
- ¿Has sido honesto en el uso de tus bienes materiales? ¿Has respetado las leyes justas? ¿Pagas lo justo a tus empleados? ¿Has evitado toda forma de corrupción?
- ¿Has mentido? ¿Has sido chismoso? ¿Has difamado o calumniado?
- ¿Te dejaste llevar por la avaricia y el afán de acumular? ¿Has sido orgulloso de tus logros, olvidando dar gracias a Dios? ¿Has sido perezoso para el amor a Dios o al prójimo? ¿Procuras estar alegre, o vives malhumorado?
- Por último, ¿hay algún pecado de cuando eras joven que nunca confesaste y te gustaría entregar a la Misericordia de Dios?
La lista no es exhaustiva, claro. Pero puede ser un buen puntapié para seguir formando la conciencia.
La libertad que alguien experimenta cuando se descubre nuevamente pecador, o cuando deja de mentirse a sí mismo, cuando deja caer la máscara de la inocencia y la autojustificación, es increíble, impresionante.
Porque así como no hay edad “máxima” para pecar –hasta el último suspiro, la batalla continúa- tampoco hay edad para madurar en el camino del Señor y experimentar, a veces por primera vez, el encuentro entre nuestra miseria y su Misericordia.
16 comentarios
Y como también soy jubilata tomo nota del examen. Dios le bendiga
Añado su examen de conciencia al que tengo, hay que escudriñar bien el interior.
Gracias, deberían predicar esto así de bien y con frecuencia, mejor andaríamos por la vida.
Queria preguntarle algo. Hace dos meses murio mi madre luego de años de gran tribulacion fisica, que ella llevaba docil y pacientemente, y despues de dos semanas de hospitalizacion. Tenia 88 años y se confesaba con bastante regularidad, gracias al párroco que la visitaba cuando yo se lo pedia. Al segundo día de internacion senti que debia llamar al sacerdote, al mismo que la confesaba siempre. Mi madre estaba lucida, comprendia bien (o casi) y cuando rezamos pudo hacerlo, pero con dificultad. El padre entendio, por su estado, que no hacia falta la confesión. Le administro el Viatico y la extrema uncion. Yo le pregunte si no hacia falta confesion, y el me dijo que se habia confesado hace poco. Mi parroco es un sacerdote diria que muy ortodoxo, yo creo que no la donfeso porque la vio mal (aunque lucida). Sera que no le han valido los sacramentos? Eso me causaria suma angustia porque siempre le pedi a la Virgen que cuando a mi madre le llegara la hora, me indicara cuando buscar al sacerdote. Y lo hizo, creo yo, porque al día siguiente de recibir los sacramentos, mi madre empeoro notoriamente, y asi hasta el final Creo que eso es lo que ella estaba espeando para partir en paz. Perdoneme la lata para hacer la pregunta padre.
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Padre Leandro
Me he expresado de un modo impreciso. Para recibir la Unción de los Enfermos, si la persona está lúcida, es necesario que esté en Gracia de Dios. En muchos casos es indispensable para ello que reciban el Sacramento de la Penitencia, ya que venían de un tiempo de no confesarse ni ir a Misa, o de muchos años...
En el caso de su mamá, y teniendo en cuenta que ella estaba en Gracia, bastaba el acto penitencial al principio del rito de la Unción.
Con seguridad su mamá partió preparada.
Bendiciones!
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Pues la verdad que sí: no he respetado los tratamientos que me han indicado; y sigo sin respetarlos. Y menos mal que, por pensar que al menos en mi caso el tratamiento equivocado no ha sido intencionado, no no les he demandado.
Cuido mi salud, más por cobardía y falta de fe que por amor a Dios. Y aquí le entiendo a Jesús cuando en la Última Cena le dice a Judas:- Anda ve y lo que tengas que hacer hazlo pronto.
Y con esto no quiero decir que menosprecie el sacramento de la penitencia sino todo lo contrario; siempre y cuando el confesor sepa entender, y por ende comprometerse él con mi personal compromiso con Dios.
Que el diablo esté al acecho hasta el último momento de nuestras vidas se entiende perfectamente, pero que haya sacerdotes que colaboren activamente con el Maldito lo deja a uno turuleco.
Me encantó su blog!! Y francamente creo que es útil para todas las edades, porque o la conciencia se nos oscurece con el tiempo (cuando no nos confesamos con frecuencia) o "porque nos confesamos con frecuencia" nos creemos muy buenitos y "sin nada que decir"... una especie de jubilación anticipada... jaja!! Me causó gracia su comparación.
Felices días de descanso!!
Le pido su bendición.
que nos repare minimamente del bombardeo contínuo.- Hasta las displicentes maneras de repartir y recibir la Hostia Consubstanciada, crispa los mejores pensamientos en el acto de tan terrible Misterio.-
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Padre Leandro
Pablo:
Son muchos temas los que aborda en el comentario. No deje de leer a San Pablo -es rejuvenecedor hacerlo- y el Catecismo de la Iglesia Católica. En cuanto a la Liturgia, no puedo aconsejarle ahora más que buscar una celebración lo más serena y sacra en sus formas posible.
Muy oportuno el post, Padre! Nos sirve a todos esa "estrategia"!!!
Que el Espíritu Santo lo siga iluminando y que la Santísima Virgen del Rosario lo cubra con su manto.
Puedo pedirle que cuando pueda nos ayude con consejos prácticos para hacer un serio examen de conciencia ? Dios lo bendiga, Padre!
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Padre Leandro
Silvia, le dejo cuatro enlaces a mi antiguo blog, con algunos artículos que le pueden servir, quizá en un tiempo los publique aquí.
padreleandro.blogspot.com.ar/2011/11/consejos-para-hacer-una-buena-confesion.html
padreleandro.blogspot.com.ar/2011/12/consejos-para-hacer-una-buena-confesion.html
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