Navidad embarrada

embarrado

En Argentina solemos utilizar la expresión: “la embarraste” cuando alguien arruina algo.

Pero para mí, la Navidad embarrada fue la mejor de todas. Estuvo marcada por un suceso triste, y por una experiencia muy fuerte del amor.

 

Aquél año estábamos trabajando duro con un grupo de personas en un barrio marginal, de pésima fama en todo Paraná. Su nombre era sinónimo de pobreza, drogas y violencia. Incluso algunos laicos comprometidos, viendo nuestros infructuosos esfuerzos, nos miraban compasivos, y nos comentaban: “no vale la pena tanto trabajo… esa gente no va a cambiar”

Sin embargo, sabíamos que los pequeños pasos que pudiéramos dar, orientándolos a una vida más digna y al encuentro con Jesús, eran valiosos en sí mismos. No importaba que los frutos no abundaran: la Fe y el Amor –no los resultados visibles- nos impulsaban a seguir.

Realizamos ese año diferentes actividades: talleres, apoyo escolar, visitas frecuentes a las casas, catequesis, escuelas de deportes… Había varias situaciones de extrema pobreza material, y muchas más de indigencia afectiva y espiritual.

Particularmente me “tocaba” la situación de una familia muy numerosa, que vivía en uno de esos ranchitos donde llueve “más adentro que afuera”, y donde cualquier rincón basurero. Eran 11 hermanitos -la mayor, 15 años-, que solían estar casi siempre en la calle. Marginados de tantos lugares, solían reaccionar con conductas que hacían difícil su cuidado y atención. Pero aceptamos el desafío, y decidimos no claudicar, extremando hasta el límite la paciencia y la comprensión.

 

En la tarde del 22 de diciembre, una catequista del barrio me avisó, con un mensaje de texto: “falleció la mamá de los chicos. la velan en el salón del barrio”.

Los velorios en situaciones así son difíciles, por varios motivos. Difíciles porque el dolor es muy grande, incluso para criaturas que casi no saben llorar, hechos duros por las situaciones extremas que han vivido desde pequeños. Difíciles además porque en las barriadas así las “salas velatorias” no son los salones impecables con aire acondicionado a los que solemos ir. En medio de muchas moscas, del olor de la pobreza y del alcohol, con un calor extremo: como había vivido, así la velaron.

Difíciles, por último, porque en estas situaciones –como cada vez que me ha tocado despedir un niño o una persona joven- muchos miran al sacerdote casi como si fuera el culpable de la muerte de esa persona. O al menos, eso siento yo. ¡Claro!. El sacerdote es el representante de Dios, y entonces vos tenés que explicar: “¿por qué Dios lo permitió?… ¿por qué Dios no lo impidió?”

Pero gracias a Dios pude estar. Y pude acompañarla, y acompañar a los chicos, y a esa cantidad de gente que, en camionetas e incluso algún camión, acompañó los restos mortales de esta mujer, madre, consumida por la miseria. Que fue sepultada bien “al fondo” del cementerio, al borde del arroyo, en una tumba apenas excavada. Cuando terminé de bendecir el sepulcro, el empleado del cementerio que me miraba impaciente, cubrió con un poco de tierra el féretro, clavó la cruz de madera y dijo “es el número 54”. Y se fue.

 

Con esas imágenes me disponía a celebrar la Nochebuena en la parroquia. La mañana del 24 llovió bastante, y por la tarde siguió amenazante, por lo cual la Misa que se proyectaba afuera se realizó en el templo parroquial. Mientras disfrutaba de la hermosa celebración, pensaba también cómo estarían viviendo esa Nochebuena los niños y su papá.

Y en el momento de los avisos, antes de la bendición, le conté a la gente cómo sería la Navidad esos 11 huerfanitos. Les dije que en las celebraciones navideñas solemos comer mucho, e incluso a veces, derrochar. Y que tal vez algunos podían compartir algo de lo que tenían preparado con esta familia. Que ellos eran también hermanos nuestros. Que no les solucionábamos la vida, pero que era un gesto importante.

La respuesta no se hizo esperar. Una media hora después de la celebración, tenía el asiento trasero de mi auto lleno de comida e incluso algunos juguetes nuevos y ropa para los niños.

Así que unos tres cuartos de hora antes de la medianoche, enfilé por las oscuras callecitas, hacia abajo. 

Al llegar golpeé las manos frente a su precaria y oscura casa… todo embarrado y esquivando charcos, porque la calle y el acceso a la vivienda estaban casi inundados. Y comencé a bajar las cosas que mis fieles trajeron. Algunos de los niños ya dormían, otros no estaban. Pero sí el papá y algunos de ellos, que me recibieron con sorpresa y satisfacción.

Navidad

No fue fácil regresar: mi WV 1500 estaba bastante enterrado, pero “peludeando” y dando volantazos, logré retornar. Llevándome como mi propio regalo de Navidad, la sonrisa y la gratitud de los niños.

Ese día aprendí una nueva imagen para iluminar el misterio de la Encarnación: el Hijo de Dios, de una manera mucho más real y más profunda, había descendido, había abrazado nuestra miseria y nuestra oscuridad, se había “embarrado” para traernos de regalo la vida eterna.

La Navidad embarrada permanece también en mi corazón como una espléndida metáfora de lo que significa el sacerdocio: ser portador de los regalos que Otro me da para que yo los distribuya a todos, en primer lugar, a los que viven en el dolor y la oscuridad. 

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4 comentarios

  
María-Ar
Hermosa y ejemplificadora historia, Pater.
Dios bendiga sus días.
+
22/12/16 11:39 PM
  
miriv
Dios el Señor de la historia de salvación, suele actuar de un modo incomprensible y misericordioso, valíendose de los más pobrecitos.Es una de las principales lecciones de la 1ª Navidad en Belén.

El Señor se valió de ese sacerdote y grupo cristiano para dar consuelo y paz a esa familia que nada tenía ni contaba a los ojos de los hombres.

Nos podemos preguntar todos como en la circuncisión de Juan en el templo con su padre Zacarías ¿Qué habrá sido de estos niños?.

Soberano es nuestro Dios que se vale de los pobres y humildes para confundir a los a los soberbios y poderosos de la Tierra.

Obremos con sentimientos de fe en cualquier circunstancia real de nuestra vida y dejemos el futuro en manos de Dios TODOPODEROSO
23/12/16 9:40 AM
  
Jessica
Dios obró y obra en cada Navidad embarrada! Que luz en medio de la oscuridad que es nuestro Padre! Bendito y alabado seas mi señor!!!
23/12/16 10:20 AM
  
Luis Piqué Muñoz
¡Qué bella Historia de Amor, Padre Leandro! ¡La Esperanza es tan Real como la Fe y la Caridad! ¡Y a veces lo único que queda! ¡lo más Real! ¡Dios está en todos los Hombres! ¡El Hombre es Dios, Imagen y Semejanza de su Creador, y el Amor ¡Dios! lo diviniza! ¡El Amor ¡la Caridad! al Prójimo lo es todo, porque quien Ama al Prójimo ¡necesariamente! tenga la Religión que tenga, sea o no Creyente ¡Ama a Dios, al Dios que hay en todos los Hombres! ¡Y Dios es cristiano ¡Cristo! ¡la Cruz! y para un cristiano ¡aunque no sepa que lo es! ¡aunque Crea Odiar a Dios! no hay Dulzura Mayor que llevar la Cruz ¡la propia y sobretodo la del Prójimo por Amor! ¡ayudar a llevarla a Cristo! ¡el yugo es Suave y llevadero! ¡tantas Madres abnegadas, tantos Hombres Buenos que Aman y se sacrifican por Amor! ¡aunque ellos no lo sepan y hasta blasfemen contra Dios! ¡el Hombre es Bueno, aunque peque y siempre puede Salvarse con Arrepentimiento y Penitencia! ¡con Amor! ¡Como el suyo, Padre Leandro, tan admirable como el del Bendito Pueblo Católico ¡como siempre del Tercer Mundo! ¡Patria de los Millones de Mártires por Cristo! que da Formidable y heroico Ejemplo al descreído Occidente! ¡Enhorabuena, Padre Leandro, usted y su Pueblo representan la Esperanza, de la Iglesia Católica, del Hombre, del Mundo! ¡y de ese pequeño y Tierno Niño que Hoy nos sonríe dulcemente en el Pesebre!
23/12/16 4:50 PM

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