Su madre, testigo de Jehová, murió por falta de sangre, y va a los tribunales
Para entender por qué Enrique Estévez ha denunciado a un hospital de Pamplona es necesario sumergirse en la historia de su familia, que entró en los testigos de Jehová a finales de la década de los 70. Una decisión que continuamente ha impuesto los límites del mundo que ellos tenían permiso para conocer y que, cuando su madre Rafaela enfermó, también vetó los cuidados médicos que la mantenían con vida. Lo cuenta Guillem Sànchez en El Periódico.
Rafaela Bueno (Córdoba, 1951) dejó el colegio a los 8 años para trabajar en el campo. Emigró a Cataluña, donde alternó el oficio de costurera con el de ama de casa. Se casó y tuvo tres hijos. A los 24 años comenzó a frecuentar la Congregación Oeste de los Testigos en Terrassa. “Era una mujer humilde, muy divertida y que nos quería con locura”, recuerda Enrique. “Ella no era una fanática. Iba los fines de semana a la congregación porque quería ver a sus amigas y porque le gustaba escuchar cómo hablaban de Dios”.
“Lo que voy a hacer ahora no lo hago por dinero. Y tengo pocas esperanzas de que sirva de algo. Sé que no me va a compensar. Pero es de justicia. Porque mi madre, por enferma que estuviera, tenía derecho a decidir qué quería hacer con su vida. Y los testigos de Jehová le arrebataron ese derecho”, explica Enrique.