Augurios del otro lado del océano
Uno de los órdenes sacerdotales de la antigua Roma era el de los augures, los adivinos oficiales, que estuvieron presentes en todas las épocas de su historia. Interpretaban las señales del cielo y, como bien indica el Diccionario de la Real Academia Española, practicaban la adivinación “por el canto, el vuelo y la manera de comer de las aves y por otros signos”. Gracias a la observación de los fenómenos naturales, presagiaban el futuro. Y de esta práctica y de sus protagonistas nos viene el término castellano “augurio”. Y, aunque mucha gente no lo sepa, la palabra “inaugurar”, que no era otra cosa que emprender algo después de haber consultado el vaticinio de los augures.
Muchos siglos después, no sólo nos quedan restos de esta costumbre en diversas prácticas adivinatorias o “mancias” varias que campan a sus anchas por el curioso mundo del ocultismo, o que perviven en antiguas culturas alrededor del mundo. En algunos lugares el tema de los presagios cobra, como en la antigua Roma, un cariz institucional. A primeros de año, como ya es habitual de un tiempo para acá, los medios de comunicación (incluidos los informativos más serios de la televisión) nos han mostrado la predicción oficial de los santeros cubanos para el año nuevo. Sí, oficial. Y difundida a todo el mundo a través de los medios.