El apocalipticismo en la historia
Bernard McGinn – John J. Collins – Stephen J. Stein (eds.), The Continuum History of Apocalypticism (Nueva York: Continuum 2003) XV, 672 pp.
Después de haber publicado en el año 1998 la Encyclopedia of Apocalypticism (con 1500 páginas en 3 volúmenes), el sello editorial Continuum ha lanzado al mercado este volumen, que condensa el contenido de la primera obra. Bajo la dirección de Bernard McGinn, profesor de Teología Histórica e Historia del Cristianismo en Chicago, John J. Collins, profesor de Antiguo Testamento en Yale, y Stephen J. Stein, profesor de Estudios Religiosos en Indiana, pretende ofrecer al lector una panorámica general del apocalipticismo a través de la historia religiosa universal.
En la introducción, tras explicar el origen del término en el género apocalíptico judeocristiano, afirman los editores que «apocalipticismo es un término análogo, y admite énfasis diferentes. Algún material es considerado apocalíptico porque se refiere al final de la historia. Otro material es apocalíptico cuando describe una revelación sobrenatural y la acción de poderes demoníacos y angélicos». No hay en el libro, por tanto, una acotación estricta del término estudiado, sino que cada autor lo utiliza con mayor o menor amplitud. Correspondiendo a los tres volúmenes anteriores de la Encyclopedia, el libro se divide en tres partes de manera cronológica.
La primera parte se refiere a los orígenes del apocalipticismo en la Antigüedad. Richard J. Clifford («The Roots of Apocalypticism in Near Eastern Myth») es el encargado de inaugurar el volumen con el carácter apocalíptico de la literatura del Oriente Próximo, fijándose especialmente en el Enuma elish acádico y en el ciclo ugarítico de Baal, con el género del combate mítico que puede verse como trasfondo de algunos textos veterotestamentarios y de Ap. La colaboración de Anders Hultgård («Persian Apocalypticism») intenta demostrar la influencia de la apocalíptica de la cultura persa en los apocalipsis judíos y cristianos, a pesar de la discusión que sobre ello hay entre los estudiosos.
Ya entrando en el judaísmo antiguo, John J. Collins («From Prophecy to Apocalypticism: The Expectation of the End») indaga sus orígenes y desarrollo, que separa en tres fases principales: después del destierro de Babilonia, período helenístico y dominación romana. Florentino García Martínez («Apocalypticism in the Dead Sea Scrolls»), como puede suponerse, expone la importancia de los hallazgos de Qumrán para entender el apocalipticismo judío. De hecho, se trataba de una comunidad apocalíptica, y el experto trata ampliamente las doctrinas del grupo. El capítulo escrito por James C. VarderKam («Messianism and Apocalypticism») aborda las relaciones entre mesianismo y apocalipticismo, explicando que la dimensión mesiánica no aparece en la primera literatura apocalíptica, sino que se desarrolla de manera independiente y confluyen ambas en los manuscritos del Mar Muerto y en los escritos más tardíos.
Los tres artículos que clausuran la primera parte del libro contemplan ya la aparición de la novedad cristiana, y se detienen a analizar el importante componente escatológico del NT. El primer autor, Dale C. Allison Jr. («The Eschatology of Jesus»), trata la discusión sobre la importancia de lo apocalíptico en el ministerio de Jesús que tuvo lugar a partir de J. Weiss y A. Schweitzer, para después exponer su estudio del tema en los sinópticos. En la colaboración siguiente, de Martinus C. de Boer («Paul and Apocalyptic Eschatology») se acerca a la escatología paulina, y Adela Yarbro Collins («The Book of Revelation») termina con Ap, haciendo también algunas consideraciones acerca de la importancia que tiene el simbolismo femenino en el último libro bíblico.
La segunda parte del libro está dedicada a las tradiciones apocalípticas desde la Antigüedad tardía hasta el año 1800. La primera colaboración, de Brian E. Daley («Apocalypticism in Early Christian Theology»), explora los contenidos escatológicos de la teología patrística comprendida entre los siglos II y VI. David Olster («Byzantine Apocalypses») se acerca a la literatura teológica oriental, determinada en sus aspectos apocalípticos por su contexto histórico, primero de “romanidad” y después con la amenaza islámica. Bernard McGinn («Apocalypticism and Church Reform, 1100-1500») se encarga de la Baja Edad Media como período de reforma eclesial con tintes escatológicos (sus tipos: gregoriana, joaquinita, imperial y angélica) y evolución progresiva. De los grupos espirituales heterodoxos y apocalípticos de esta época se ocupa el capítulo siguiente, de Gian Luca Potestà («Radical Apocalyptic Movements in the Late Middle Ages»).
La época posterior es estudiada por Robin Barnes («Images of Hope and Despair: Western Apocalypticism ca. 1500-1800»), tanto en el lado católico como en el reformado cuando trata la etapa renacentista, y en relación con la cultura ilustrada después. Se vuelve al apocalipticismo judío, medieval y moderno, en la siguiente colaboración, a cargo de Moshe Idel («Jewish Apocalypticism, 670-1670»). Y también el Islam, que aparece en la escena histórica en esta época, es estudiado por Saïd Amir Arjomand («Islamic Apocalypticism in the Classic Period»).
De los diversos fenómenos apocalípticos vividos en la Edad Contemporánea trata la tercera parte de la obra. Comienza con un estudio sobre cómo fue el trasplante de las ideas escatológicas del occidente cristiano al Nuevo Mundo, escrito por Alain Milhou («Apocalypticism in Central and South American Colonialism»). Es de agradecer que se aborde de manera académica y en este tema un continente olvidado muchas veces en estos estudios. A continuación, Reiner Smolinski («Apocalypticism in Colonial North America») se acerca a la importancia que tuvieron las doctrinas milenaristas en el origen de los EE.UU., ya desde la primera colonización, pasando después por el Gran Despertar. James H. Moorhead («Apocalypticism in Mainstream Protestantism, 1800 to the Present») profundiza en el mismo sentido, estudiando el protestantismo norteamericano en los siglos XIX y XX, a través de sus principales corrientes y representantes. Una vuelta de tuerca más en la nación considerada por los padres fundadores como la “Nueva Jerusalén” en la colaboración de Stephen J. Stein («Apocalypticism Outside the Mainstream in the United States»), que se acerca a lo apocalíptico en movimientos evangélicos más marginales en los EE.UU., incluyendo diversas sectas surgidas en estos dos últimos siglos. Sigue en esta línea Paul Boyer («The Growth of Fundamentalist Apocalyptic in the United States»), con un estudio exhaustivo de los movimientos fundamentalistas en este país, con una importante carga milenarista.
Sorprendentemente vuelve a aparecer América Latina en la siguiente colaboración, más breve, de Robert M. Levine («Apocalyptic Movements in Latin America in the Nineteenth and Twentieth Centuries»), que viene a completar lo dicho antes de sus vecinos del norte, con los movimientos apocalípticos autóctonos. El libro también vuelve la mirada a las otras religiones monoteístas en la actualidad, y así analiza el judaísmo Aviezer Ravitzky («The Messianism of Success in Contemporary Judaism»), y del Islam - incluyendo al Bab, la misión Ahmadiya y la fe Bahá’i, además del islamismo radical - se encarga Abbas Amanat («The Resurgence of Apocalyptic in Modern Islam»).
Del apocalipticismo cristiano actual en Europa tratan los dos últimos capítulos. En el primero, Sandra L. Zimdars-Swartz y Paul F. Zimdars-Swartz («Apocalypticism in Modern Western Europe») abordan el milenarismo correspondiente a Europa occidental en los siglos XIX y XX, en los ámbitos protestante, católico (apariciones marianas) y secularizado (sobre todo el marxismo). Por último, J. Eugene Clay («Apocalypticism in Eastern Europe») trata el apocalipticismo del oriente europeo desde la caída de Constantinopla en 1453 hasta la actualidad post-soviética.
En fin, nos encontramos ante un libro que muestra un itinerario apropiado para seguir el fenómeno del apocalipticismo a través de la historia, teniendo como eje la teología judeocristiana, con un antes (Oriente Medio Antiguo), un centro neurálgico (judaísmo clásico y aparición del cristianismo) y unos paralelos y desarrollos posteriores (Islam, historia de las confesiones cristianas, continente americano, mesianismos secularizados, etc.). Cada colaboración cuenta con una buena bibliografía, así como de su respectivo aparato crítico esclarecedor, y al final del volumen se ofrecen un índice detallado de fuentes antiguas y otro onomástico. Podemos decir que se trata de una obra fundamental para conocer la idea del “fin del mundo” en las tres religiones monoteístas principales, y que ha logrado sintetizar en un solo volumen – al que seguramente se le podrán encontrar algunas carencias – lo principal de lo que se ha estudiado hasta ahora.
LUIS SANTAMARÍA DEL RÍO
Recensión publicada en Diálogo Ecuménico 126 (2005) 251-254.
1 comentario
De entre tanta lectura apocalíptica: Sabes de alguien que haya publicado algo respecto a cómo calcular esa ecuación de "bestia hombre". Donde dice:
-"Aquí está la sabiduría. El que tenga inteligencia calcule el número de la bestia, porque es número de hombre. Sunúmero es 6,6,6," (Ap.13,18)
Dejar un comentario