InfoCatólica / InfoRIES / Categoría: Fragmentos de apocalipsis

15.10.11

Las profecías de Nostradamus

Fragmentos de apocalipsis (2)

Nostradamus. El nombre enigmático y atrayente, el paradigma del visionario. En los años 90, el periodista Damian Thompson constataba que “todo título que incluya el nombre de Nostradamus, el vidente francés del siglo XVI, tiene la venta asegurada, como cualquier libro con una nave espacial en la portada”. Pasaba en los años 90 y pasa ahora. Porque, antes y después del redondo año 2000, cargado de resonancias milenaristas, la figura de Nostradamus ha seguido interesando al personal, y se ha utilizado como gancho comercial y reclamo publicitario, además de servir de autoridad a la que acudir en las más diversas previsiones apocalípticas, desde el antes del 2000 (en concreto, con el eclipse solar de 1999) hasta el famoso 2012, como tendremos ocasión de analizar.

Michel de Nôtre-Dame, que así se llamaba, nació en 1503 en Saint-Rémy-de-Provence, al sur de Francia, en una familia acomodada de origen judío. Estudió medicina y ejerció esta profesión, que simultaneaba con prácticas astrológicas y esotéricas. Hay que tener en cuenta que en la época renacentista estuvieron en auge las más diversas corrientes del ocultismo: tradiciones herméticas, cabalística, alquimia, mística heterodoxa, etc., y sabemos que Nostradamus, en sus viajes por Francia para asistir a los afectados por la peste, trabó relación con muchos representantes de estas tradiciones. Más tarde empezó a escribir sus profecías, que normalmente presagiaban funestos acontecimientos, y por eso la gente comenzó a mirarlo mal. Dicen que si se salvó de la hoguera fue gracias a la protección de la reina francesa Catalina de Médici. Poco a poco fue creciendo su celebridad, y logró la admiración popular –y también de los mandatarios– por algunos supuestos aciertos, como la predicción de la muerte del rey Enrique II. Tanto fue estimado por la alta sociedad, pendiente de sus vaticinios, que llegó a ser médico del rey Carlos IX.

Leer más... »

1.10.11

Fragmentos de apocalipsis

Con estas palabras tituló Gonzalo Torrente Ballester una de sus novelas, que ambienta en la localidad ficticia de Villasanta de la Estrella, reflejo literario de Santiago de Compostela, y que los críticos consideran una “metanovela”, ya que en ella reflexiona sobre el propio género novelístico. Publicada en 1977 (y vertida al cómic el año pasado), el autor explicaba unos años después que se trataba de “un diario de trabajo en el que se recoge un proceso de invención real”. La trama consiste en que en ese imaginario paraje gallego se descubre un antiguo manuscrito que recoge la profecía de un rey vikingo sobre el apocalipsis, que precisamente comenzará a suceder allí porque, como interpreta uno de los personajes, “de Villasanta no quedará una sola piedra en pie, lo que se dice una sola piedra”. Puede percibirse la ironía de Torrente Ballester al tocar este tema que ahora, no sé si más que nunca, está de actualidad.

Hace unos meses escribí un artículo sobre el temor por el fin del mundo y las diversas cábalas esotéricas y proféticas que salieron a la luz una vez más tras la secuencia terremoto-tsunami-accidente nuclear en Japón. No he contado, hasta hoy, que el mismo día de su publicación una persona se acercó a mí, preocupada, para preguntarme si todas las catástrofes naturales que está sufriendo el mundo no serán síntomas de la cercanía del fin. Y si me pusiera a repasar las manifestaciones actuales de estos sentimientos apocalípticos, seguro que me dejaría alguna por señalar.

Esta misma semana ojeaba el periódico nacional más joven que tenemos en España, y me llevé una sorpresa al encontrarme con el siguiente título en una columna de opinión: “El mundo se acaba un día de estos” (Público, 28/09/11). De forma desenfadada, Manuel Saco comienza diciendo que “la historia está plagada de predicadores y profetas que vaticinan el fin del mundo para una fecha señalada”, y se refiere después a varios fenómenos sociales y políticos cuyas interpretaciones quieren asustar al personal exagerando las consecuencias negativas. Pueden entenderse la postura y la intención del autor al leer al final que “como siempre, sólo se salvarán los vates, los curas, los políticos de derechas y los brokers”.

Leer más... »